Gustave Doré
Los
cuentos infantiles son esas cosas que entre “érase una vez” y “comieron
perdices” se puede rellenar lo de dentro al antojo del autor. Eso sí,
en todo cuento que se precie debe haber una buena dosis de misterio, sensiblería,
intriga, penas, seres malvados… Y hasta una moraleja para el lector, faltaría
más. Que lo leído, además de entretener, debe ofrecernos alguna enseñanza.
¿Quién
no recuerda el impacto emocional de algún cuento de la infancia? Rememoro ahora
la historia de una ballenita perdida por su madre despistada en medio del
océano y el berrinche que me llevé según me contaba el asunto la tata Antonia, una
mujer mayor que se regodeaba sádicamente de mis pucheros. Porque antes de venir
a menos yo fui un señorito de los de tata en casa. Y ella debía cobrar poco y
se vengaba haciéndome rabiar.
¿Será
por eso que la inmensa mayoría de los cuentos infantiles son terribles, rozando
algunos el sadismo? Blancanieves, Cenicienta, Caperucita Roja, la Bella
Durmiente, Pulgarcito, Rapunzel o Hansel y Gretel. Niños
abandonados, mocita que debe atravesar el bosque oscuro para ir al encuentro de
su abuelita, niña maltratada por su madrastra y por las harpías de sus
hermanastras, jovenzuela envenenada y que entra en coma por una manzana en mal
estado, una bruja que se quiere comer a los hermanos abandonados por sus
padres, un ogro que idem de lo mismo… Y detrás de todo ello - posiblemente
empleados mal pagados-, sádicos vengativos que perseguían asustar a los nenes
para que se quedaran paralizados de miedo. Como la tata Antonia.
Bueno, hay que buscar los orígenes de esos cuentos en tradiciones orales que provienen de la edad media, e incluso antes.
ResponderEliminarY en aquellas épocas, violentas de por sí, se veía con naturalidad todo el sadismo que se refleja en ellos. Porque era algo habitual en aquellas sociedades rurales.
Un abrazo.
Muchas eran historias para adultos que luego fueron adaptadas y edulcoradas para niños, quitando algo de truculencia aunque no toda. Luego llegó Disney e hizo un producto ñoño comercial.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
A mi, los que me contaba mi abuela, eran de su propia cosecha...Una cuenta cuentos de esas que solo con decir una palabra, te trasportaba a mundos distintos, no faltos de misterio y miedo, pero sin niños maltratados...
ResponderEliminarSiempre recuerdo el inicio de uno. Ella me dijo: Di una palabra. Le contesté -La luz
"La luz de la luna se apaga lentamente cuando el sol se comenzaba a reflejar en la tranquila agua de La bahía, aunque solo era tranquila desde lejos...
Saludos Cayetano
Tu abuela tenía vena poética y era rápida de reflejos.
EliminarUn saludo, Manuel.
¡Qué dulce la abuela de Manuel!
EliminarSupongo que algo habrá de venganza.
ResponderEliminarde todas maneras deberías haberle dado las gracias a tata Antonia, porque la vida en realidad es como un cuento, como una mina.
¿Has visto alguna vez que acabe bien ? ¿ Acaso conoces alguna mina que no se agote ?.
La tata Antonia era una persona previsora, y velaba por tu futuro, te preparaba para él.
Un aleluya incondicional a la tata Antonia, a su visión periférica de la vida; a su aleccionadora manera de presentártela y a que estés preparado, porque todavía tienes alguna sorpresa que llevarte a la boca.
¿ Has conocido algún político sano ? ¿Algún partido que cumpliera sus promesas ? ¿recuerdas haber votado listas libres ?
¿ Lo ves ?...Es que la tata Antonia era mucho tata Antonia....Y después te quejarás ¡¡¡ La única que te preparó para el futuro.
El mundo está lleno de desagradecidos.
En el fondo has acertado. La tata Antonia era una mujer valiente y trabajadora que tuvo que ponerse manos a la obra para salir adelante. Y además era muy buena persona. Y cariñosa.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Cómo somos desde pequeñitos, ¿eh? Sin una buena dosis de sadismo, no hay emoción. Pero eso sí, los cuentos siempre acababan bien. Para los buenos, claro.
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
Sí, porque los feos solían acabar mal. Y el lobo. Y la bruja, la de la verruga peluda en la nariz.
EliminarUn abrazo, Montserrat.
Te iba a comentar lo mismo que Tot, como lo ha hecho estupendamente solo añadir que lo que no mata engorda.
ResponderEliminarMi padre se inventaba cuentos y como era currante nocturno al despertarse tenía a la plasta de la nena exigiendo su "kento" antes de que se pudiera levantar. Liaba su cigarro de picadillo parsimoniosamente, seguramente imaginando por donde empezar, lo encendía y luego sobre la marcha iba enlazando historietas. Me ofreció una primera infancia gozosa. Cuando dejó de contar cuentos "arreglaba el mundo" en su magin y exigía respeto por su tiempo entrevela para pensar.
De tu padre debes guardar muy buenos recuerdos.
EliminarDe pequeños, los cuentos sientan bien. Lo malo es cuando creces y algunos listos vienen con otros "cuentos".
Un saludo, Emejota.
Vistos hoy, esos cuentos que fueron elaborando nuestra mente infantil y preparándonos para ser lectores, son como apuntas una colección de disparates para la mente de un niño; en cambio, los recuerdo con mucho agrado y aseguro que no me hicieron otra huella que no sea favorable.
ResponderEliminarUn abrazo.
En el fondo, llorar de peque con una historia nos prepara para otras emociones como adultos.
EliminarUn abrazo, Paco.
Claro, los cuentos vienen de otras épocas. Aun así, si analizamos algunos casi se podría hacer con ellos una película de terror poco apta para niños pequeños. Una bruja mala que te envenena, un lobo que se te come o un ogro que te persigue, por ejemplo, qué miedo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya se encarga la factoría Disney de manejar las historias para hacerlas más consumibles. Eso sí, algo más ñoñas.
EliminarUn abrazo, Kassiopea.
Soy de los que piensan que los cuentos populares eran sádicos porque intentaban ser ejemplarizantes... tanto como las penas que la justicia disponía en aquellos tiempos. Seguro que conoces las llamadas "funciones de Propp" http://auladeescritoresescritura.blogspot.com.es/2009/03/las-31-funciones-de-vadimir-propp.html
ResponderEliminarUn abrazo, Cayetano
Propp, en versión cuento, me recuerda un poco a lo que proponía Joseph Cambell en su héroe de las mil caras.
Eliminarhttps://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2012/02/el-heroe-de-las-mil-caras-i.html
Un abrazo, Xibelius
Recuerdo el del "Soldadito de plomo". Siempre pensé que eran muy tristes las tribulaciones de aquel soldadito con una sola pierna, que no tuvo descanso hasta acabar fundido.
ResponderEliminarSaludos.
Un cuento con discapacitado como protagonista. El del patito feo acaba mejor.
EliminarUn saludo, DLT.
Qué buena reflexión. A mí, tanto los dioses, como los cuentos y los payasos, siempre me daban repelús, aunque no fui una niña especialmente miedosa. Quizá tengas razón y el móvil era asustar a los niños para tenerlos paralizados por el miedo. Por su bien, claro.
ResponderEliminarCayetano, ¿No te recuerda ésto a algo?
Los adultos nos asustamos por cualquiercosa, sobre todo si encemos la tele.
EliminarAunque me temo que cierto niño que conocemos no se dejaría asustar por nada, ni siquiera por el coco. Creo que este saldría corriendo. Jejeje.
Un saludo, Ana.
Y moralizantes, claro. Esa era la idea primigenía para inculcar a los más pequeños precuación en unos tiempos muy pero que muy difíciles, por mucho que nos digan que ahora estamos peor, ni en broma.
ResponderEliminarY Doré, genial y aterrador :)
Un saludo, Cayetano
Recuerdo que tú también hiciste una entrada sobre este tema, sobre los cuentos.
EliminarUn tema de actualidad. También ahora andan por ahí algunos "cuentistas".
Un saludo, Félix.
Recuerdo dos anécdotas de la infancia en torno a los cuentos. La primera está relacionada con mi abuela materna, analfabeta y proveniente de un entorno rural. Cuando le pedía que me leyera un cuento que tenía en casa y que me sabía de memoria (a los niños ya sabes que les encanta que se los lean mil veces si hace falta), ella los contaba de otra manera y yo le decía: abuela que lo estás leyendo al revés. Claro, se los inventaba la pobre.
ResponderEliminarY la segunda tiene que ver con mi padre. Él siempre me contaba un cuento antes de dormir, pero llegó un momento en que dejó de contarme historias inventadas para niños y comenzó a relatarme hechos históricos adaptados a mi mente infantil. de ahí viene mi afición por la Historia.
Un saludo
Ahora hay otra saga de cuentistas que se inventan el pasado para adaptarlo a sus objetivos nacionales. Ya sabes...
EliminarUn saludo, Carmen.
¡La cantidad de cuentos aue habré leído de chica!
ResponderEliminarBesos, Cayetano
De chico y de grande. Siempre hay un cuento adecuado para cada etapa de la vida.
EliminarUn abrazo, Myriam.
Sí, tienes razón, Cayetano.
EliminarUn abrazo
Sabes que los cuentos también servían para espantar miedos y nada mejor que incrustar personajes malvados. Hay un cuento de Maurice Sendak: "Donde viven los monstruos" que solo las ilustraciones dan miedo, sin embargo servía de terapia contra el miedo. No me toco veces leerlo a mis hijos que eran bastante miedosos.
ResponderEliminarUn saludo.
Buena apreciación. Como el miedo es irracional e invisible, en cuanto se le da forma, se supera.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.