lunes, 21 de febrero de 2022

Cierre temporal

Por razones que no vienen al caso, este blog cierra temporalmente.

viernes, 18 de febrero de 2022

Un cuento indecente


Fuente de la imagen: Weegee

Marcos Fajardo quería escribir una buena historia y necesitaba un arranque potente, por eso compró los derechos de una narración a Nicomedes Piernavieja, avispado —y, casi siempre, achispado— editor del que ya hablamos en alguna ocasión. (1 )

Marcos tenía ganas de escribir una historia erótica y le gustó el inicio que ideó en su día Horacio Pereira, el inventor de títulos para novelas, (2) y que hábilmente supo encontrar Nicomedes entre carpetas atiborradas de papeles y revistas de señoras estupendas en bolas en el desván aquel de la vieja casa que perteneció en su día a Horacio, ya difunto:

Elena estaba harta de no comerse un colín y decidió cambiar de aspecto radicalmente.

En la clínica aquella le metieron en los morros medio kilo de silicona y se le puso boca de lechona lactante.

Luego le quitaron las bolsas de debajo de los ojos, parte de la papada y unas verrugas del dorso de la mano. Se lo metieron todo en un táper para que se lo llevara a casa.

Enseguida encontró novio. Se llamaba Cipriano.

Aquella tarde en el cine los labios de Elena se le ofrecían a Cipriano como una fruta madura. Cuando este la besó notó, además del olor a ajo, una potente erección no buscada y cómo todo el vello de su piel se erizaba en consonancia con su miembro enhiesto.

La epidermis de ella era suave como la de un melocotón y olía a esa mezcla de sudor rancio y deseo que emanan las mujeres enamoradas cuando son jóvenes y se lavan poco.

Pensó que era un buen inicio para una historia tórrida de amor loco, lujuria y desenfreno.

Y se puso enseguida a continuar la historia:

Y aprovechando la oscuridad de la sala y la oportunidad de encontrarse en la última fila, la llamada certeramente fila de los mancos, allí mismo dieron rienda a sus impulsos lascivos y, como pudieron, se apañaron para complacerse mutuamente, no importándoles lo más mínimo guardar las formas ni la incomodidad de realizar el coito en la misma butaca, ella a horcajadas, arremangada, subida encima de Cipriano, como hábil amazona galopando sobre potro desbocado. Tampoco se cortaron lo más mínimo cuando al unísono alcanzaron sendos orgasmos y, tras los oportunos jadeos, prorrumpieron en gritos y exclamaciones de elevado tinte obsceno, hasta el punto de que uno de los espectadores de tres filas por delante les llamara la atención y el acomodador acabara finalmente por expulsarles del cine.

Pues no me está quedando mal —se dijo Marcos. Creo que la historia va bien encaminada. A ver si tengo algo de tiempo y la continúo uno de estos días.

Marcos trabajaba en una empresa funeraria, y últimamente, entre el balance anual y la pandemia, la verdad es que no disponía de demasiado tiempo para dedicarse a esta vocación que acababa de descubrir recientemente, la de autor de literatura erótica, algo tan apegado a la vida como su trabajo lo estaba a la muerte.

Ahora resultaba difícil encontrar un poco de tiempo para continuar una historia que merecía tomársela con calma pero con dedicación plena. La continuaría en cuanto pudiera.

Pero pasó algo que cambiaría radicalmente sus primeras intenciones...

En la última visita que hizo al cementerio, con ocasión de un acompañamiento funerario: traslado del ataúd desde el tanatorio hasta el lugar de enterramiento, etc. , comenzó a replantearse su vida. De ahí pasó a las preguntas y los pensamientos manidos: qué somos, a dónde vamos, qué sentido tiene todo, nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar... Y finalmente una reflexión más profunda le llevó a descubrir que estaba equivocado en todo: su actividad, sus lecturas, sus creencias... Y decidió purgar su conciencia revisando todo lo que hizo hasta el momento: trabajo, aficiones... Quiso redimir sus pecados. Contactó con un pastor de una secta evangelista de su barrio y decidió cambiar de vida. También decidió retomar la historia aquella y usarla para enmendar sus errores. De esta forma escribió a continuación:

Después de aquello, Cipriano comenzó a encontrarse mal. Le remordía la conciencia por lo que había hecho. Sentía asco de sí mismo. "Soy un vil gusano que ha sucumbido a los placeres de la carne. ¿Se puede comparar el goce de unos minutos por toda una eternidad de suplicio eterno en los infiernos? Porque he pecado se decía. Y además del placer prohibido al no estar casado, he cometido un vil asesinato: miles de espermatozoides, de posibles futuras vidas han quedado dentro del preservativo que utilicé. Hijos que no van a nacer jamás. Soy el más miserable de los mortales y merezco el castigo divino."

Tenía ganas de irse a casa e ideó una excusa para que Elena no sospechara nada. Dijo encontrarse indispuesto, con el estómago revuelto por culpa de las palomitas , del meneo y del refresco de cola. Y con esas se marchó, dejando a su novia con la boca abierta.

Camino de casa, absorto en sus cavilaciones y arrepentido de sus actos, le atropelló un coche. Había recibido su justo merecido por libidinoso y pecador.

¡Jóvenes que habéis leído esta historia: aprended de los errores de Cipriano y no cometáis el mismo pecado! ¡Llevad una vida virtuosa de trabajo, contención y castidad!

El relato fue incluido entre las lecturas piadosas obligatorias de la secta aquella para educación y provecho de los jóvenes que se iniciaban en ese credo. Hay quien dice que algunos solo leían —en privado y satisfactoriamente, por cierto la primera parte y obviaban el final, pero eso ya son habladurías.

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(1): https://lacharcaliteraria.com/nuevos-titulos/

(2): https://lacharcaliteraria.com/horacio-pereira-vendedor-de-titulos/






miércoles, 9 de febrero de 2022

Gente adulta. De profesión docente 2

 


Yo he sido adulto en el sentido de adulto de edad madura o de mediana edad, durante muy poco tiempo.

Hay una edad cronológica, pero otra cosa es la edad que te echan o la que tú asumes. A veces no corresponde con la real. Para empezar, diré que estaba deseando la llegada de la mayoría de edad para que no me pidieran el carnet de identidad ni en los cines ni en las discotecas. Pensaba que tener dieciocho años te otorgaba automáticamente una especie de salvoconducto anatómico y que todo el mundo "notaba" que ya eras un adulto. Pero no. Mi decepción llegó cuando durante más tiempo del que quisiera me seguían pidiendo el carnet para bailar en la disco o para entrar a ver películas como el Doctor Zhivago. La humillación era mayor cuando iba en compañía del alguna chica y que, para más inri, a ella no le pidieran acreditarse y a mí sí. Aquello podía ser el final de una incipiente relación. A veces, además, había que soportar ciertos comentarios por parte del portero:

—A ver, chico, cuántos años tienes.

—Pues dieciocho.

—Yo también, pero en cada pata. Jejeje. Venga, el carnet.

—Aquí tiene.

—Pues no lo parece. Anda pasa; pero que no te vean mucho andando por el local, no sea que encima me echen a mí la bronca.

Y es que durante bastante tiempo tuve un aspecto en exceso "juvenil".

Que te pidan el carnet para ver si tienes dieciocho años sienta mal cuando los acabas de cumplir; pero hay cosas peores...

Siendo ya profesor de un colegio privado, con veintidós añitos, se celebró  en un cine de la localidad un acto previo a las navidades, una especie de festival de cara a los padres, con teatro, canciones y baile, para que todos disfrutaran con el trabajo realizado por sus hijos durante unas semanas de ensayo previo. A mí y a otro compañero joven nos adjudicó la dirección la misión de controlar un poco el piso superior, el gallinero, porque era corriente entre los alumnos mayores subirse arriba y armar jaleo. Pues bien, poco antes de empezar el acto, mi compañero y yo subimos las escaleras para hacernos con el control de la parte alta antes de que dejaran pasar a los chicos. Y cuál fue mi sorpresa cuando dos empleados del establecimiento nos cerraron el paso y, mirándome solo a mí, nos espetaron:

—Los alumnos mayores todavía no podéis subir.

—Oiga, es que somos profesores.

—Y yo el director del colegio, no te jode. Venga, para abajo.

Menos mal que un alumno mayor, sensato él y que conocía al empleado le dijo: sí, sí, son profesores. Hubo disculpas y nos franquearon el paso.

Con el tiempo dejé de ser un chaval para la gente. Ya era un adulto, un hombre de mediana edad, con todo lo bueno y con todo lo malo.

Hasta el otro día. El miércoles pasado. Cojo el autobús en Navalcarnero para ir a Príncipe Pío.

Fue la puntilla, el colmo: alguien —una chica sudamericana muy educada— me dice en el autobús que si me quiero sentar y va y me cede su asiento. Y como no tengo dignidad ni orgullo, lo acepté y me senté.

Se lo conté a un amigo y me dijo: no te mosquees porque te tomen tan pronto por un anciano. A ti te pasa como a Paul McCartney: habéis dejado de parecer unos críos para convertiros  en dos días en abuelitos.



martes, 1 de febrero de 2022

Las señales del apocalipsis

 

Imagen de Pixabay

El Apocalipsis es el último libro de la Biblia. Siempre se ha considerado un texto enigmático y misterioso por la carga simbólica o metafórica que tiene. Difícil de interpretar, ningún otro relato bíblico ha gozado de tantos comentarios a través de los siglos. Apoyándose en él se han fundado sectas, se han buscado demonios entre los personajes históricos y se ha sembrado la inquietud entre los creyentes con esos escenarios aterradores plagados de cataclismos y devastaciones.

El autor se nos presenta con el nombre de Juan. Desconocemos si ese fue su verdadero nombre o se trata de un pseudónimo.

Haciendo un análisis del texto bíblico nos encontramos con

Las señales del apocalipsis


1 La llegada del falso dios que engañará a la humanidad:

Debe referirse al dios mercado o al consumismo ciego. O tal vez a esos líderes descerebrados que brotan por todas partes como setas. Tal vez a una combinación de todo ello. No se precisa que la gente piense. Tal solo que tengamos fe en el sistema con el que se nos bombardea desde la publicidad o desde los medios de descomunicación.

2 Una nueva era de hielo:

La nieve se convierte en hielo. Y eso es muy peligroso sobre todo por los resbalones.¿Vendrán varias Filomenas, Filemonas o Filoleches, como predicen los gurus que vaticinan catástrofes?

3 Pandemias:

Ahora vamos bien servidos con el COVID. De momento. Me imagino que de vez en cuando tocará alguna nueva, con su correspondiente bicho dando por saco y las farmacéuticas haciendo su agosto con la fabricación de vacunas y sus guerras entre ellas.

4 Terremotos y huracanes:

Últimamente parece que la naturaleza anda revuelta. Movimientos sísmicos, vientos muy fuertes, actividad volcánica...

5 Hambre:

No es una novedad en el mundo actualmente, solo si se generaliza por problemas graves de abastecimiento y el asunto llega a los países ricos. ¡Que no nos falte el papel higiénico!

6 Caída de un asteroide:

Está por ver. Y por caer. Una vez cayó uno y se extinguieron los dinosaurios.

7 Guerra generalizada contra Israel, la tierra prometida:

Aunque algunos países lo tienen en el punto de mira y los grupos neonazis son abiertamente antisemitas, se ve que el que escribió el texto bíblico era parte interesada. Lo más normal es que haya una guerra generalizada de muchos contra muchos con armamento altamente letal. Últimamente parece que la cosa anda revuelta por Europa oriental.

8 El sol calcinará a la humanidad:

El sol no sé. Pero el precio de la luz tal vez. Con este tema la gente anda algo quemada.


martes, 25 de enero de 2022

Calle Melancolía

 


Madrid, 1983

El humo de los cigarrillos de aquel tugurio de la calle Segovia forma una niebla densa que hace que los contornos pierdan nitidez. En la tarima, Juan Antonio Muriel, tamizado por esa cortina brumosa creada por los fumadores, desgrana nota a nota con su guitarra la canción que, en su día, escribiera a pachas con el Sabina. El auditorio, dispuesto en mesas y en semicírculo, lo escucha embelesado:

Llegas demasiado tarde, princesa.

Entre el público, en medio de la humareda, con los ojos brillantes por la bebida, Miguel atiende extasiado y, entre verso y verso, echa un ojo a una chica morena de enfrente, que no está nada mal:

Cómo no imaginarte,
Cómo no recordarte hace apenas dos años.

La verdad es que está muy buena, piensa para sus adentros, mientras sigue mirándola con descaro y sin dejar de tararear la canción:

Maldito sea el gurú
que levantó entre tú y yo un silencio oscuro.

Y Miguel, echándole imaginación, idea en una décima de segundo una tórrida historia de amor, inspirado naturalmente por la imagen de la chica, por la canción de Muriel, por los efectos del alcohol y por el peta de hachís que se fumó antes de entrar al local.
Y la morena se da cuenta de que el tonto del haba de ahí enfrente no le quita ojo mientras mueve los labios al compás de la letra, y comienza a sentirse incómoda:

Llegas demasiado tarde, princesa.
Y no hay más leña que la que arde
, princesa.

Y tras este tema, que es el último, se acaba el recital. Y todos van saliendo a la noche de la calle, con el pestazo del humo de los cigarrillos adherido a la ropa.
También sale la princesa de enfrente, pero no está sola. Y cuando Miguel aparece en el umbral del local oye una voz femenina que le increpa:

¡Eh, tú! ¡Sí, tú! ¿Qué pasa contigo? ¿Estás tonto o qué? ¿Es que no tienes mejores cosas que hacer que estar ahí dentro mirando a la peña con cara de gilipollas?

Y Miguel, con expresión de asombro y señalándose con el dedo, como diciendo "¿hablas conmigo?", opta por hacerse el sorprendido, pero con escasa insistencia y ninguna chulería, dado que el acompañante de ella es más grande y está cachas y le mira además con cara de pocos amigos, como diciendo: como te pases un pelo te llevas un par de hostias. Y él no tiene el cuerpo para peleas.
Así que opta por escabullirse. Mejor ser precavido que valiente. Y decide largarse de allí a buen paso, con el cuello del abrigo vuelto hacia arriba por el frío, las manos en los bolsillos y canturreando Calle Melancolía, camino del Metro: 

Como quien viaja a lomos de una yegua sombría, /por la ciudad camino, no preguntéis a dónde. /Busco acaso un encuentro que me ilumine el día. /Y no hallo más puertas que niegan lo que esconden.

Hasta que la noche de Madrid lo engulle y lo hace desaparecer.

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Texto publicado en el número 33  la revista digital  La Ignorancia.

http://www.laignoranciacrea.com/wp-content/uploads/2022/01/La-Ignorancia_33-Desenfocado.pdf