miércoles, 9 de febrero de 2022

Gente adulta. De profesión docente 2

 


Yo he sido adulto en el sentido de adulto de edad madura o de mediana edad, durante muy poco tiempo.

Hay una edad cronológica, pero otra cosa es la edad que te echan o la que tú asumes. A veces no corresponde con la real. Para empezar, diré que estaba deseando la llegada de la mayoría de edad para que no me pidieran el carnet de identidad ni en los cines ni en las discotecas. Pensaba que tener dieciocho años te otorgaba automáticamente una especie de salvoconducto anatómico y que todo el mundo "notaba" que ya eras un adulto. Pero no. Mi decepción llegó cuando durante más tiempo del que quisiera me seguían pidiendo el carnet para bailar en la disco o para entrar a ver películas como el Doctor Zhivago. La humillación era mayor cuando iba en compañía del alguna chica y que, para más inri, a ella no le pidieran acreditarse y a mí sí. Aquello podía ser el final de una incipiente relación. A veces, además, había que soportar ciertos comentarios por parte del portero:

—A ver, chico, cuántos años tienes.

—Pues dieciocho.

—Yo también, pero en cada pata. Jejeje. Venga, el carnet.

—Aquí tiene.

—Pues no lo parece. Anda pasa; pero que no te vean mucho andando por el local, no sea que encima me echen a mí la bronca.

Y es que durante bastante tiempo tuve un aspecto en exceso "juvenil".

Que te pidan el carnet para ver si tienes dieciocho años sienta mal cuando los acabas de cumplir; pero hay cosas peores...

Siendo ya profesor de un colegio privado, con veintidós añitos, se celebró  en un cine de la localidad un acto previo a las navidades, una especie de festival de cara a los padres, con teatro, canciones y baile, para que todos disfrutaran con el trabajo realizado por sus hijos durante unas semanas de ensayo previo. A mí y a otro compañero joven nos adjudicó la dirección la misión de controlar un poco el piso superior, el gallinero, porque era corriente entre los alumnos mayores subirse arriba y armar jaleo. Pues bien, poco antes de empezar el acto, mi compañero y yo subimos las escaleras para hacernos con el control de la parte alta antes de que dejaran pasar a los chicos. Y cuál fue mi sorpresa cuando dos empleados del establecimiento nos cerraron el paso y, mirándome solo a mí, nos espetaron:

—Los alumnos mayores todavía no podéis subir.

—Oiga, es que somos profesores.

—Y yo el director del colegio, no te jode. Venga, para abajo.

Menos mal que un alumno mayor, sensato él y que conocía al empleado le dijo: sí, sí, son profesores. Hubo disculpas y nos franquearon el paso.

Con el tiempo dejé de ser un chaval para la gente. Ya era un adulto, un hombre de mediana edad, con todo lo bueno y con todo lo malo.

Hasta el otro día. El miércoles pasado. Cojo el autobús en Navalcarnero para ir a Príncipe Pío.

Fue la puntilla, el colmo: alguien —una chica sudamericana muy educada— me dice en el autobús que si me quiero sentar y va y me cede su asiento. Y como no tengo dignidad ni orgullo, lo acepté y me senté.

Se lo conté a un amigo y me dijo: no te mosquees porque te tomen tan pronto por un anciano. A ti te pasa como a Paul McCartney: habéis dejado de parecer unos críos para convertiros  en dos días en abuelitos.



36 comentarios:

  1. Te felicito por no dar la imagen de adulto formal, a mí me ha ocurrido muchas veces. Y en efecto, a cierta edad cambian las tornas, pero hay que seguir manteniendo el tipo, incluso el formal. Lo del cine es verdad, incluso con 16 años no me lo creían los porteros, y en un cine de barrio a los que no dábamos la edad nos vendían la entrada, nos retenían en la puerta hasta que empezaba el NODO y luego nos metían por la puerta de atrás a una pequeña tribuna superior y escondida, con el aviso de que no nos asomáramos a la barandilla. ¡Y es que el cine no estaba por perder la pela que nos costara! Tiempos de hipocresía que también hay que valorar a la hora de la Memoria Històrica a reivindicar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí. Había cines que eran más flexibles, sobre todo los de verano. La pela es la pela, como bien señalas.
      Saludos.

      Eliminar
  2. ¿Y cuándo fue la primera vez que un grupo de niños te llamó señor? Porque a mí me paso con 20 y me sentí viejísima ya. Claro, que los chavales tendrían 8 y para ellos alguien de 20 representaba el doble de su vida transcurrida. El tiempo es relativo ciertamente.
    Para mi madre, que cuenta ya con 74 abriles, los mayores de 60 son chicos y una persona de 80 es joven. Depende del color con que se mire.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La primera vez que alguien me llamó señor y no chico fue en la cola de la frutería. Una señora que pedía la vez. Yo tendría cerca de cuarenta.
      Saludos, Carmen.

      Eliminar
  3. Cojo poco el autobús, prefiero moverme a pie o con a bicicleta. Pero alguna vez que lo he cogido también me han ofrecido asiento, jode un poco pero también lo acepté, es un privilegio de la edad, y un acto de respeto a la persona que te ofrece su asiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí. Y no suele ser lo habitual últimamente.
      Saludos, Francesc.

      Eliminar
  4. No es cosa de repetir las mismas ideas, pero mi tránsito tiene mucho que ver con esta historia. Yo mismo me consideraba un chaval hasta hace bien poco y ahora soy un viejo en las fotos y en el espejo.
    Un abrazo, Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De viejo nada, en todo caso mayor, que no es lo mismo.
      Un abrazo, Paco.

      Eliminar
  5. Huy todo eso me suena, solo que al factor femenino de entonces le resultaba útil en una sociedad TAL como la pasada.
    Lo divertido es que siempre fui vieja y ahora no solo lo disfruto como una niña sino que tras la chepa de experiencia me puedo partir de la risa como la criatura que siempre pretendieron apresar mis mayores ! Con la diferencia que me consta no solo que el tiempo no exista y mucho más, sino que lo que los demás piensen no traspasa mi barrera sudorípara. Ay ves, ahora puedo ser lo remalona que siempre intentaba disimular.. total: libertad dentro de mis límites, que existen los muy pillos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi madre siempre decía que ella era mayor, pero no vieja, que eso suena a cacharro inservible.
      Un saludo, Emejota.

      Eliminar
    2. Normal Cayetano, eso mismo decía mi abuela, lo que ocurre es que de tanto leer las mentes ajenas decidí sacar las crueles realidades a la luz para divertirme con los escándalos que resucitaban! Ya te digo, a la vejez viruelas!

      Eliminar
  6. Jejejeje...tres cuartos de lo mismo.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como reza el dicho popular, en todas partes cuecen habas.
      Un saludo, Miquel.

      Eliminar
  7. Los porteros son terribles, se lo tienen creído. Y los que te ceden el asiento no sé que se han creído, les digo que no necesito el asiento y no se lo creen.
    Todo es una cuestión de creencias.
    Saludos
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que quiero creer en lo que dices.
      Un saludo, Francesc.

      Eliminar
  8. El día que me llamaron señora por primera vez hasta me puse contenta, coña, pensé, por fin me van a tomar en serio porque ha sido habitual pasar por menor edad. No es que me importara mucho, la verdad pero una ya es abuela y que te vean con la nieta de la mano y te pregunten a ver si es tu hija, pues no.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que ahora las madres no lo son con 25 o 30 años, sino cuando el reloj biológico les dice que comienzan a entrar en el tiempo de ser abuelas. De ahí la confusión y, bueno, lo que pretende ser un halago.
      Un abrazo, Arantza.

      Eliminar
  9. Hola Cayetano, en mi caso, lo que no se me olvida es la primera vez que me dijeron señor, no creo que tuviese más de 19 y ahora con cincuenta y tantos, debo de tener la crisis correspondiente, no sé si soy joven, mayor, viejoven... pero por la mañana me duelen todos los huesos.
    Te ha quedado una entrada muy amena, como de andar entre amigos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Ángel. De los huesos no me hables, que los míos ya no sirven ni para caldo. Jejeje.
      Saludos.

      Eliminar
  10. No estamos viejos, sólo un poquitín usados, jejeje.
    Me identifico con todo lo escrito.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No nos suenan los huesos, estamos crujientes.
      Saludos, El tejón.

      Eliminar
  11. Cuando empecé a ejercer, tenía una cara de niño, que me dejé el bigote, para aparentar edad... Un paciente me dijo que quería hablar con un médico de verdad, no con un bachiller...

    Hace poco, El tutor de mi hija en 4to de la ESO, que además es su profesor de inglés, cuando se presentó, pensé... ¿este chico...me estará fastidiando?... pero no. Es un "come años" y ya tiene 38 años... con pinta de 18...

    Saludos

    ResponderEliminar
  12. A mi ya me paso hace tiempo. Y de la impresión, no supe reaccionar... y me senté. Deben de ser metas volantes de la vida que vamos alcanzando.

    Un saludo, Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Debe ser eso. Aunque yo he tenido compañeros en la universidad que ya parecían mayores con 20 años.
      Un saludo, Carlos.

      Eliminar
  13. jajaajajajajajaja ese momento crujiente jaajajajaajajaja salaooo eres.

    Abrazote utópico.-

    ResponderEliminar
  14. La ley de la compensacion :a los 22 aún no ,a los 60 un poco de más...Pero la ventaja de los 60 es que eres más sabio y eso imprime carácter y si vas serio pues más.A mi eso de señora, a veces con rintintin me da 100 patadas...como ud o tú según el momento.
    Quien pillara esos 22 con la ilusión que se tiene , las palabras se Las lleva el viento ,a esa edad estaba yo en el curso de adaptación pedagógica CAP.
    Cayetano no eres mayor; sino que tienes mucho rodaje y eso suma:)
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ah, qué recuerdos del CAP, del BUP y del COU. Qué tiempos.
      Un abrazo, Bertha.

      Eliminar
  15. Curioso el tema,si señor. Yo me vi todas las peliculas para las que pedian carnet con 14 o 15 años. Nunca me pidieron carnet ni en la disco ni en el cine. Ya de aquella parecia mayor y ahora que soy muy mayor ni te cuento.
    La conclusion que saco es que hay gente amable en el mundo que cede el asiento, a ver si yo me decido a ir en bus alguna vez y lo experimento el placer que te cedan el asiento.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, jeje. Así parece que viajando sentado te importa menos que te hayan echado más años de la cuenta.
      Un saludo

      Eliminar
  16. Qué buenos los tres encuentros.
    El de que a la chica no le pidieran el carnet y a ti sí.
    El de que no te tomaran en serio como profesor.
    Y el último, cediéndote el asiento.

    Aunque este último, si echas mano de tus queridos filósofos y de un gramo de humor, puede proporcionarte muchas alegrías en el futuro.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y luego algunos hablan mal de los inmigrantes... Un detalle que revela un respeto enorme por las personas mayores. ¡Y eso que yo no me considero mayor!
      Saludos.

      Eliminar
  17. Hola Cayetano yo también sufrí de joven para entrar en los cines siempre me pedían el carnet y no veas que rabia me daba.
    Por ahora de momento aun no me cedieron el asiento en el autobús. Sigo aparentando menos años de los que tengo,es cosa de familia.
    Un saludo
    Puri

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una pequeña mentira o, si se prefiere, un recurso literario. Aunque yo soy el autor del relato, hago de narrador de más edad. Afortunadamente, de momento nadie me ha cedido nunca el asiento. Y espero que la cosa tarde.
      Un saludo, Puri.

      Eliminar
  18. Creo que muchos compartimos en aquellas épocas esas situaciones y ahora nos tratan de mayores. Un saludo.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.