domingo, 31 de enero de 2016

La Inquisición en América I

Quema de literatura maya.
Mural de Diego Rivera (2008)


Enero de 1570. 
A Lima llega una Real Cédula de Felipe II, por la que se comunica y ordena el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio en Perú; aunque conviene señalar que el tema inquisitorial en las Indias no era nuevo y ya se había iniciado unas cuantas décadas atrás, si bien no se había "formalizado" oficialmente puesto que no se habían creado todavía tribunales especiales para tal efecto.
El asunto viene de la época de los Reyes Católicos. Tras el descubrimiento de Colón, se hacía necesario proteger las nuevas tierras de las ambiciones de otras naciones extranjeras y tratar de evitar el contagio de otras concepciones religiosas, judaizantes especialmente. En la época de Carlos I el peligro provendría sobre todo del reformismo luterano.
Si tenemos en cuenta que el objetivo final tanto de la Inquisición como de la Monarquía era el mantenimiento de la unidad religiosa, persiguiendo en consecuencia a todos los que se desviaran de la ortodoxia católica: judíos, luteranos, hechiceros, blasfemos, invocadores del diablo y demás herejes, incluyendo a los poseedores de libros prohibidos, se entenderá este celo especial en las actuaciones. 
De hecho se procuró que los que fueran llegando a América fueran cristianos viejos o personas libres de sospecha: ni judíos, ni moros, ni herejes ni conversos; aunque no siempre fue así por las necesidades propias de la colonización. Con Carlos I hubo concesión de exenciones para que se diese acceso libre a los extranjeros. Ya en su día, Fernando el Católico, más preocupado de su economía que del propio celo religioso, tuvo negociaciones de tipo financiero con gente conversa y toleró el libre acceso a las Américas de todo tipo de personas sin investigar su condición. De tal forma que iban llegando a las Indias gente de toda índole. 
Se entiende pues que, dada la situación, el Cardenal Cisneros concediera a los prelados de aquellas tierras la potestad de convertirse en inquisidores delegados del Santo Oficio, con todas sus atribuciones. 
Pronto comenzó a funcionar la maquinaria inquisitorial, al extremo de darse en un solo año (1527) hasta diecinueve causas, en su mayor parte por el pecado de blasfemia, llegando en México a condenar a algún encausado con el castigo del pago de hasta 500 pesos de oro. También hubo muertos en la hoguera: algunos indios e incluso dos soldados de Cortés (auto de fe de 1528) 




La Inquisición exportada por España a América llevó a efecto su cometido a partir de tres tribunales: el de Lima, el de México y el de Cartagena de Indias. En el resto de territorios americanos funcionaba un sistema de "familiares" o delatores oficiales que actuaban en cooperación con los tres tribunales citados. 
Durante todo el siglo XVI, los monarcas españoles siguieron con esa labor de vigilancia encomendada publicando cédulas que conminaban a las autoridades religiosas a no abandonar su labor como inquisidores en aquellas tierras. Como en el caso de la real cédula de 13 de julio de 1559, donde se daban instrucciones al arzobispo de Lima y a los obispos del Perú para que en el caso de que hubiesen entrado en aquellos lugares "algunos hombres luteranos o de casta de moros o judíos, los castigasen". 

En este contexto tiene lugar la Real Cédula de Felipe II que señalábamos en el comienzo, la de 1570 y que afectó a Perú. 

En octubre de ese mismo año llega a Lima el nuevo inquisidor Antonio Gutiérrez de Ulloa y comienzan a estudiarse las causas abiertas contra reos provenientes de todas partes.

"Jerónimo de Ocampo, natural de Zamora, (...) preso porque con ocasión de haber mandado decir unas misas ciertos indios por un compañero difunto, sostuvo que no les aprovechaban ni vivos ni muertos; fue absuelto de la instancia por haber probado que sus acusadores eran enemigos capitales suyos." 

"Hernán Álvarez de Carmona, vecino de Arequipa, sobre que dijo algunas palabras opuestas a la doctrina del sexto mandamiento, oyó una misa rezada, con vela, y pagó doscientos cincuenta pesos de plata ensayada y marcada." 

"Diego de Magaña, de Valladolid, que negaba la resurrección de la carne en el día del juicio final por ser hombre de corto entendimiento, fue condenado sólo a oír una misa rezada, con vela y sin gorra." 

(Citado por José Toribio Medina en su obra sobre la Inquisición en Lima, ver bibliografía en la siguiente entrada)
 






domingo, 24 de enero de 2016

El emperador Claudio



El 24 de enero del año 41 Claudio es proclamado emperador de Roma por la guardia pretoriana.
Seguramente era el miembro de su dinastía con menos probabilidades -y también con menos ganas- de ser elegido. Y, sin embargo, fue el único que sobrevivió a todos los demás y, por lo tanto, el que tuvo que continuar con la saga.
Fue nombrado de forma inesperada y contra cualquier pronóstico, pues ni el propio Claudio albergaba la más mínima sospecha de llegar a ser algún día  designado como César.
Acababan de asesinar a Calígula, y Claudio, asustado como un conejo, escondido tras unos cortinajes, lo único que esperaba era la muerte, pues la guardia pretoriana andaba por todas partes con las espadas desenvainadas teñidas de sangre del emperador psicópata al que acababan de matar. 

Los de la guardia prefirieron evitar mayores problemas y, dado que el tío de Calígula era el único heredero que quedaba vivo de la dinastía y parecía poco inteligente y fácil de manejar, decidieron aclamarle como nuevo César.

El cuarto emperador de la dinastía Julio Claudia, Tiberio Claudio César Augusto Germánico, dirigirá los destinos de Roma desde el 24 de enero del año 41 hasta su muerte en el año 54. 

Del sucesor de Calígula sabemos cosas gracias sobre todo a la labor de escritores como Robert Graves y de la serie que se hizo basada en este autor: “Yo, Claudio”. De todos es conocida su tartamudez, su cojera y sus tics, algo que llevó a muchos a pensar que era poco menos que idiota; pero se equivocaron.  En todo caso, un “tonto” que logró sobrevivir a los más “listos” de su familia.

Apartado en un principio del camino del poder, al no suponer competencia alguna para nadie, pudo vivir tranquilo y dedicar gran parte de su tiempo a estudiar y a investigar sobre la historia pasada. 
Sus aficiones inofensivas y su nula ambición política, no suponían de entrada ser un estorbo para otros y por ello quizá no lo quitaron de en medio como hicieron  en tantas ocasiones. 

"La ventaja de ser inteligente es que así resulta más fácil pasar por tonto. Lo contrario es mucho más difícil."
Kurt Tucholsky

A pesar de todo y de todos, pronto se reveló como un estadista capaz e inteligente que redujo el absolutismo imperial en favor de un mayor papel del Senado, al que tanto había humillado su antecesor. 
Amante de las tradiciones romanas, intentó volver a lo genuino de la religión en sus comienzos, restableciendo cultos olvidados. 
A nivel de política exterior siguió anexionando territorios al imperio e impulsó la conquista de Britania. 
También promovió un plan de ampliación de infraestructuras públicas: un par de acueductos, un puerto,  nuevas calzadas…
Después de tantos años de tiranía, dejadez, locura y desgobierno, el periodo del mandato de Claudio representó para muchos un descanso, un respiro, una manera mucho más sensata y normal de ejercer el poder. 



Derek Jacobi en el papel de Claudio

Uno de sus peores errores fue permitir la intromisión de sus mujeres en las tareas de gobierno. Y que no se me entienda mal, porque no se trataba de mujeres corrientes: Mesalina le perdió el respeto y llegó a ridiculizarle públicamente haciendo ostentación de su promiscuidad. O sea que organizaba orgías en palacio y proclamaba ufana y abiertamente que engañaba al emperador –debía considerarle bastante tonto-, algo intolerable. Claudio no pudo más y la mandó ejecutar. 
El propio emperador era consciente de que aquella relación era complicada desde sus inicios.
“Cuando un cincuentón no muy inteligente y no muy atrayente se enamora de una muy atractiva y muy inteligente muchacha de quince años, por lo general tiene muy malas perspectivas”. Eso pensaba Claudio, según  nos relata Robert Graves.
Más tarde se casó con su sobrina Agripina, quien tenía un hijo de una anterior relación, Nerón. Por eso, ella convenció a su esposo de impedir que Británico, el supuesto hijo habido con Mesalina fuera su sucesor,  y nombrara a Nerón, cosa que consiguió. 
Una vez que su mujer logró su objetivo, envenenó a Claudio, dejando a su hijo el camino libre para ser emperador. 
El asunto del envenenamiento de Claudio es un tema complejo y controvertido. Al emperador le gustaba comer setas, especialmente las “amanitas cesáreas”. Agripina trazó el plan de envenenamiento consistente en cambiar esas setas por otras del tipo “amanitas phaloides”, de efectos letales. Aquella noche, el emperador se retiró a sus aposentos aquejado de dolor de estómago. Esa es la tesis del historiador Suetonio. 

Otro historiador, Dion Casio, afirma que el veneno se vertió directamente sobre el plato con las setas que se iba a comer. Y no falta quienes afirman que el propio médico de Claudio, confabulado con Agripina, introdujo en la garganta del emperador una pluma untada en el veneno de la amanita phaloides con la excusa de provocarle el vómito tras una mala digestión.

lunes, 18 de enero de 2016

Expulsión de los moriscos de Murcia

Duque de Lerma

18 de enero de 1610: los moriscos de Murcia son expulsados de España. 

El proceso de expulsión se había iniciado el año anterior. 
Descendientes de los musulmanes que habían vivido en nuestra península y obligados a convertirse al cristianismo, 300.000 moriscos de Aragón, Valencia, Andalucía y posteriormente Murcia, principalmente, fueron obligados a dejar España por orden del rey Felipe III, según estrategia del valido el duque de Lerma (quien obtuvo grandes beneficios con la venta de casas incautadas a los expulsados). 

Felipe III, llamado “el piadoso”, nunca tuvo interés por los asuntos de gobierno. Entregó el poder en la práctica a su valido don Francisco de Sandoval y Rojas, nombrado pronto duque de Lerma , ambicioso personaje considerado como el prototipo de la corrupción en España quien utilizó el poder en su provecho y dio cargos a familiares y amigos. 
La guerra contra los turcos en el Mediterráneo, sobre todo a raíz de la victoria de Lepanto, creó un ambiente de hostilidad por parte de la población hacia los moriscos. En este terreno propicio, se propagó el bulo de que los moriscos españoles conspiraban contra España a favor de los turcos. 
Así se firmó la orden de expulsión firmada por el rey: debían abandonar sus casas y propiedades en breve plazo bajo pena de muerte. De esta manera perdieron sus pertenencias. Muchos fueron asaltados en la huida por cuadrillas que les robaban y asesinaban. 
La expulsión significó en el plano moral un acto de barbarie e intransigencia, a nivel demográfico un retroceso histórico, al perderse población y mano de obra especializada y eficiente en un país poco poblado, de ocho millones y medio de habitantes y, desde el punto de vista económico, un desastre, una mala operación. Una parte considerable de la agricultura española estaba en manos de este colectivo, en especial los regadíos de las zonas levantinas o de las vegas de Granada, y la mayoría de los agricultores españoles no conocían las técnicas que se aplicaban en esos cultivos. La expulsión también supuso una merma en la recaudación de impuestos. España tardará tiempo en recuperarse económica y demográficamente, moralmente aún no se ha recuperado.

martes, 12 de enero de 2016

Regreso a Gaudí’s Place


Sexta obra de Ana María Férrin, a mitad de camino entre la crónica urbana y su pasión por Gaudí. No es una novela. Son relatos con un nexo de unión.
Todo transcurre en poco más de un día.
Los episodios giran en torno a la plaza donde se levanta La Sagrada Familia.
Por sus alrededores pulula toda una variopinta fauna, –local y foránea- como si la plaza y el imponente edificio que se alza en ella ejercieran sobre personas y animales un magnetismo especial, algo así como un gigantesco y poderoso imán que a todos es capaz de convocar.

Y de esta forma nos encontramos con…
Un topo y su familia amenazada de desahucio.
Un médico cirujano a caballo entre África y Europa.
Un escultor japonés que unió su nombre al de Gaudí.
Una aviadora que nos hace una “visita” a Barcelona de “altos vuelos”.
El arquitecto cubano exiliado voluntariamente, pero incapaz de romper el billete de regreso a su patria.
Una víctima de malos tratos, que abandona su vida de esclava.
Gente venida a menos que hurga en los contenedores de basura.
Expertos en conversar y amigos de comer en buenos restaurantes de la zona.
El escritor que hace el amor con su amante ocasional en un lugar poco apropiado,  pero urgente y necesario.
Un compositor musical. Un artista que antes fue presentador de televisión. Una dama de vida alegre por vocación.
Una periodista, un repartidor de butano, una judía sefardí, taxistas.
Un profesor a punto de jubilarse...




Gente anónima que pasea sus miserias y sus alegrías, también sus fantasías, sus recuerdos, sus añoranzas...
También un Gaudí incomprendido, hacedor de "cuevas de trogloditas" y de pasillos curvilíneos donde se deben sentir cómodas sobre todo  "las serpientes". 
Y comprobamos que en las alturas no solo están los ángeles, sino también albañiles trabajando.

Una escritora -de apellido Férrin- que nos revela que el arquitecto catalán pudo usar la cama de hospital en la que murió un paciente gitano de Mataró.
Y la inenarrable paz que nos invade cuando por fin hemos sido capaces de poner punto final al libro que tantos meses nos costó construir.
“¿Es la creación siempre un vicio solitario?”
_________________
Ana María es autora de otras obras, como por ejemplo: Gaudí, de piedra y fuego y Gaudí, la huella del genio.



miércoles, 6 de enero de 2016

Mi regalo de Reyes: un juego

Imagen en negativo del dibujo original de Leal Galera,
hecho a propósito para este capítulo.

Juego


 -Ni se te ocurra pisar la raya. Si lo haces, pierdes.

Recuerda María esa frase siempre que se pone a fregar los platos. 

Debe haber un mecanismo inconsciente en su cerebro que pone en relación sucesos de la infancia con la tarea repetitiva y tediosa de enjabonar y aclarar platos y vasos en el fregadero. Cuestión de conexión neuronal. Un flashback proustiano que le trae al presente vivencias del ayer. Y casi siempre acude a su mente esa frase que Merceditas le decía cuando ambas jugaban a la rayuela. 

Y el mismo cuidado con el que ponía los cinco sentidos para jugar correctamente, lo empleaba ahora para las tareas cotidianas. Paso a paso. Casilla a casilla. Sin salirse del camino ni pisar donde no debía. El juego de la infancia. Un adiestramiento necesario. De la Tierra al Cielo en nueve movimientos, sin saltarse ninguna casilla. Orden y disciplina ante todo. El juego de la vida. El mismo cuidado ponía en enjabonar, aclarar y colocar cada cosa en su sitio y dejarlo todo recogido. Como debía ser, como esperaban todos de ella. Una buena esposa, una buena madre. 

Uno, dos, tres, cuatro… 
La comida preparada. La ropa planchada. Cada cosa en su sitio. 

Cinco, seis, siete… 
Los niños que vienen del cole, el marido del trabajo con pocas ganas de conversar. La cena a tiempo. Y recoger todo antes de irse a la cama. Agradecimientos, ninguno. Hasta malos modos a veces. 

Ocho, nueve… 

-Ni se te ocurra pisar la raya. Si lo haces, pierdes. 

De pequeña tenía mucho cuidado. Procuraba no contravenir las normas ni en casa ni en la escuela. Tampoco en el juego. Aprendiendo que la vida son normas y sacrificio. Y cada uno debe ocupar la casilla que le corresponde en cada momento. 

El día en que decidió dar el paso decisivo y pisar la raya y mandarlo todo al carajo, María comprendió que en la vida podría haber otros juegos. 



Capítulo perteneciente a