domingo, 30 de septiembre de 2012

Los españoles y la Segunda Guerra Mundial





Siempre que relacionamos Segunda Guerra Mundial y España, aparece nuestro país como ausente, con esa “no beligerancia” calculada que se sacó el dictador gallego de la bocamanga para no enojar al Führer tras la frustrante reunión de Hendaya, una "no intervención" que convertía a España en  una nación de segundo orden, apartada de todo protagonismo, al margen de los acontecimientos que estaban teniendo lugar y que iban a configurar el nuevo orden internacional una vez que concluyeran las hostilidades. Un país destrozado y empobrecido que salía con muletas tras la salvaje mutilación que supuso nuestra guerra civil y que de esta manera quedó relegado a poco más que espectador en un rincón de la historia.
Pero cuando revisamos nombres y acontecimientos, diversas noticias aparecen como destellos de luz en medio de la noche. Dos hechos traigo a colación de los que posiblemente muchos ciudadanos, independientemente de su ideología,  se sientan particularmente  orgullosos.
España fue protagonista en la guerra mundial gracias, entre otras, a dos actuaciones memorables y decisivas. Es más, sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que estos dos hechos contribuyeron a que los aliados derrotaran fulminantemente a las fuerzas del Reich.

 
Joan Pujol

El primero de ellos es el papel que jugó Joan Pujol, un agente doble apodado Garbo, que manejando hábilmente su función de espía internacional, supo mantener la frialdad necesaria e hizo posible el Desembarco de Normandía, al enviar a los confiados alemanes una información falsa sobre el lugar elegido para tal efecto. En efecto, Hitler mordió el anzuelo al creer, por la información recibida, que el desembarco aliado se haría en otro momento y en el paso de Calais, a casi 300 km de Normandía, por lo que se evitó la concentración de tropas en el lugar y en el tiempo donde realmente ocurrió, posibilitando así el triunfo de la operación aliada.

El segundo fue el papel decisivo que jugaron los exiliados españoles republicanos alistados en la División Leclerc en la liberación de París. La novena compañía, “la 9”, como la llamaban, estaba formada básicamente por españoles republicanos y anarquistas. El primer blindado que entró en París en su liberación se llamaba nada menos que “Guadalajara”, seguido de otros con los apelativos de “Teruel”, “Belchite”, “Guernika”, “Don Quijote”, etc.

Los españoles ayudaron a ganar la guerra a las fuerzas aliadas. Fueron protagonistas valiosos.  Otra cosa es que tras culminar esa meta, se hubiera producido un reconocimiento justo de estas gestas por parte de los vencedores.
Héroes olvidados. Actores de segunda fila en la película de la guerra donde los triunfadores oficiales fueron otros.
El papel de los españoles en la liberación de París no se vio justamente valorado por las autoridades galas hasta fechas muy recientes.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Felipe V boca abajo


Imagen de Wikipedia

No se trata de ningún error al poner la imagen, sino que así boca abajo es como está colocado el cuadro de Felipe V en el Museo de l’Almodí en Játiva (Xátiva) en la Comunidad Valenciana. Veamos por qué.
Tras morir Carlos II, el último de los Austrias españoles, y no haber heredero, tuvo lugar la Guerra de Sucesión. La zona levantina apoyó mayoritariamente la opción austracista en la figura del archiduque Carlos, mientras Castilla apoyaba al Borbón Felipe, nieto de Luis XIV de Francia. Tras la batalla de Almansa y vencer la resistencia leonina que mostraron los sebatenses, Felipe V quiso castigar de forma ejemplar a esta localidad, por lo que no se conformó simplemente con abolir sus fueros, sino que fue más allá: la ciudad de Xátiva sufrió el saqueo y la destrucción, la ciudad fue quemada, por lo que a los lugareños se les conoce también como los “socarrats”. Por esta razón, el borbón es persona considerada non grata y por eso cuelga su retrato del revés.


Y cada época tiene sus personajes cuyos retratos merecen ser colgados... boca abajo.
Solo que cada cual tiene sus preferencias y no voy a  poner ninguna imagen concreta para que no se me tilde de tendencioso o partidista.





domingo, 16 de septiembre de 2012

De manías y extrañas fobias



De carne y hueso, gente normal y a veces hasta más vulnerable que el resto de los mortales, los grandes personajes de la historia tenían debilidades, flaquezas y manías como todo el mundo. O tal vez más. Quién iba a decir que personajes que han pasado a la historia por sus valerosas hazañas o por su ferocidad, a nivel de fobias personales no dejan de ser simples ratoncillos, porque 
- Alejandro Magno 
- Julio César 
- Genghis Khan 
- Napoleón Bonaparte 
- Adolf Hitler 
- Benito Mussolini ...
 padecían nada menos que Ailurofobia.
 La ailurofobia, del griego “ailuros” (gato) y “fobia” (temor) se define como un trastorno psicológico que provoca que una persona tenga un miedo cerval persistente, irracional e injustificado hacia los gatos, hasta tal punto que se le hace difícil estar cerca de un animal de estos, sufriendo problemas respiratorios, sudores, ataques de pánico y taquicardias. 
 Según los expertos es una fobia muy normal a lo largo de la historia. En la Edad Media, donde era frecuente que la superstición suplantara a la razón, se asociaba su imagen a la brujería, a lo sobrenatural y al demonio. El carácter solitario, silencioso y poco sociable de los gatos contribuía a aumentar su carga de misterio. Y si el gato era negro, la cosa se complicaba todavía más. 

Por la razón que sea, el caso es que los gatos y los dictadores parecen no llevarse nada bien. ¿Habrá alguna relación? 
No sé lo que dirán de esto psicólogos y psiquiatras. 
En todo caso, parece que es un animal con personalidad que no ha pasado nunca desapercibido. Tema frecuente en el Antiguo Egipto y en escritores que le han dedicado buenas páginas como Edgar Allan Poe o Julio Cortázar.

También nos habla de ello:
http://www.gatosdomesticos.com/2011/la-ailurofobia-miedo-a-los-gatos/

domingo, 9 de septiembre de 2012

Los trucos de Churchill para hablar en público


Muchos personajes conocidos, celebridades del mundo de la política, la ciencia o la literatura han padecido “fobia social”. Personajes como Einstein, Churchill, Juan Ramón Jiménez o Borges tenían en común el temor o la resistencia a hablar y/o permanecer en presencia de público. En unos casos por cuestión de lo que se ha venido en llamar “pánico escénico”, en otros por el rechazo a compartir los propios pensamientos o actividades con la gente, un rechazo de tipo social. 
El escritor argentino Jorge Luis Borges, tenía serios problemas con cualquier tipo de interacción social, temores a mantener con personas entrevistas, coloquios, asistir a entrega de premios, participar en eventos sociales, hablar en público… Aunque evitaba en la medida de lo posible asistir a este tipo de actos, al final consiguió sobreponerse a sus temores y mitigar su fobia. 
Winston Churchill, a pesar de su valía como hombre dedicado a la política y que tuvo que verse en multitud de conferencias y negociaciones con muchos líderes nacionales y mundiales, tenía en sus inicios políticos un considerable miedo a hablar en público. Dicen que su fobia apareció un buen día cuando en uno de sus discursos se quedó en blanco y olvidó lo que previamente había memorizado. Su reacción fue mantenerse en silencio observando al público, mientras su semblante se iba enrojeciendo de bochorno. Luego, totalmente abatido, se sentó. 
Tuvo que recurrir de aquí en adelante a varios trucos que le permitieran vencer su pánico en similares ocasiones: imaginar mientras desarrollaba su discurso que todas las personas del público tenían un calcetín agujereado. Sin duda una bobada, pero a él le daba seguridad. Otro truco consistía era plantearse que su audiencia estaba formada por gente nada diferente a él y que debajo de la ropa y de las joyas todos éramos parecidos, por lo que no debía sentir temor alguno. De esta manera se imaginaba a la gente desnuda y así perdía el miedo. Y así fue como este hombre pudo hacer y articular un discurso tan brillante en un momento tan terrible como lo fue la Batalla de Inglaterra en plena guerra mundial y que decía cosas como estas: 
 “Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra política?. Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política. Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra: ¡Victoria!, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia..."

Fragmento del Discurso de Churchill a la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940.

martes, 4 de septiembre de 2012

De bancos y banqueros

Quentin Massys.

La actividad bancaria, como pasa con la prostitución (y que me perdonen por meter ambas cosas en el mismo saco, sobre todo las personas que se dedican a lo segundo), es tan antigua como la humanidad misma y es anterior incluso al dinero. 
Ya los antiguos pueblos de Egipto y Mesopotamia conocían el asunto cuando centralizaban en palacios y templos las cosechas de cereal (Algunos sacerdotes hacían su agosto, nunca mejor dicho). Los particulares que lo habían guardado allí podían retirar lotes de trigo mediante la entrega de una orden escrita o bien usar esta para cancelar deudas o hacer pagos a otras personas, pagar impuestos, etc. 
Pero fue Italia la pionera de la banca moderna. 
En La Edad Media,  las ciudades italianas vieron resurgir la vida urbana y el comercio tras una etapa anterior larga y agitada. Junto a las actividades mercantiles de ferias y mercados proliferaron avispados burgueses llamados “cambistas” que facilitaban las compraventas cambiando unas monedas por otras, dado que eran harto numerosas como numerosos eran los Estados independientes que acuñaban monedas propias. Pero no solo cambiaban monedas, también intentaban captar el dinero de la gente. Estos sujetos iban provistos de mesas o “bancos” (traduciendo del italiano: “escritorios”) que instalaban en sitios céntricos de gran afluencia de público. Allí recibían depósitos y a cambio proporcionaban un recibo o billete donde de forma impresa se reconocía la deuda. Como el billete era al portador, podía pasar de mano en mano como una forma fácil de pagar en las transacciones sin necesidad de cargar con el peso de las monedas. Estos fueron los primeros billetes de banco. 
Ocurría con frecuencia que si uno de estos “bancos” no podía hacer frente a sus obligaciones de deuda y producía el impago de la misma, el negocio se iba al garete. Entonces, para dar testimonio de ello de una manera gráfica y llamativa, el dueño del negocio la emprendía a hachazos con su mesa o banco produciendo literalmente la llamada “bancarrota”. Nunca mejor dicho. 
Han cambiado mucho las cosas desde entonces. Muchos gestores de la banca actual, que han llevado a sus entidades a la ruina, en vez de liarse a destrozar físicamente el chiringuito, como se hacía antiguamente, proceden a largarse sin más tras embolsarse una indemnización millonaria. 
Y que la deuda la pague Rita.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Chorizos



¿Alguien ha visto más chorizos juntos alguna vez?
Estos no están mal de precio.
Hay otros que nos están saliendo muy caros.
Una metáfora a modo de reflexión muy a propósito mientras el río sigue revuelto, las facturas las pagamos los de siempre y las vacaciones llegan  a su fin.
Y de esta manera retomo de nuevo el blog, sin olvidarme de ir a visitar a los amigos.