martes, 28 de enero de 2014

Enrique IV el impotente


Posiblemente en esta historia haya más leyenda que verdad. Y que los detractores de Enrique IV y su descendencia hayan cargado las tintas en un asunto que les beneficiaba ampliamente, al lograr finalmente situar en el trono de Castilla a la hermana del rey y no a su hija.
Para deslegitimar a la sucesora de Enrique, a Juana, sacaron a la luz que ésta no era hija del rey sino del favorito Beltrán de la Cueva, por lo que la moza era más conocida por el sobrenombre de “la Beltraneja”.
El caso es que al final, Isabel fue la que consiguió el trono, para muchos de una forma poco ortodoxa.
Hasta aquí la historia o, si se prefiere, la leyenda.
Luego, la literatura se encargará de “fabricar” historias basadas en este asunto. Y la televisión también.

“En busca del unicornio” da cuenta de ello.

En esta novela de Juan Eslava Galán, ambientada en el siglo XV, nos encontramos con una expedición al mando de Juan de Olid quien viaja al continente africano y pasa mil aventuras y penalidades para capturar al mítico animal, con el fin de triturar su cuerno y con el polvo resultante remediar los males sexuales del rey Enrique IV el impotente, rey de Castilla, pues se creía que el cuerno del unicornio era un elixir mágico y poderoso para aumentar la virilidad de los que no pueden mantener una erección, algo así como la pastilla de viagra de aquellos tiempos.  Era una expedición necesaria, patriótica y secreta, pues era imprescindible que el rey tuviera herederos para perpetuar su línea dinástica.
Al unicornio habían de cazarlo con una virgen, “con una doncella intacta que no haya conocido varón”. Sólo así, el animal se volvería dócil como una oveja y podrían capturarlo. De esta forma, en la expedición al continente africano se incorpora una doncella de noble linaje de la ciudad de Cuenca, un señuelo para amansar al fabuloso animal.

Claro que en África lo más parecido que encuentran a un dócil unicornio es un rinoceronte que no está dispuesto a dejarse domesticar. Tampoco la doncella que llevan es incólume a los avatares del viaje y no llega tan virgen al encuentro con el mítico animal, con lo cual el resultado ya no fue el mismo.
Vamos, que la expedición fue un desastre.
Y no digo más por si alguien lee la novela.

Luego, la historia real ya se encargó de contarnos quién heredó de Enrique IV la corona de Castilla: su hermana Isabel.

Eslava Galán es un maestro en el arte de documentarse y de ponerse en la piel de gentes de otras épocas. Uno de los pasajes más meritorios de la novela, a mi entender, es cuando describe un animal nada conocido por tierras europeas:
“Tiene en todo la forma y hechura de un venado y cuatro patas y el color pardo y la cabeza chica y apuntada. Mas las patas las tiene luengas como tres veces las del venado y el pescuezo lo tiene luengo como dos hombres puestos uno encima del otro. Y con este pescuezo alcanza a comer los brotes tiernos y frutos de arriba de los árboles.”

En Busca del unicornio, Juan Eslava Galán. Planeta. Barcelona, 1987.




viernes, 24 de enero de 2014

Los mitos de la Reconquista y III



Ya sólo falta Granada 
Estamos a principios del siglo XIV. Jaime I el Conquistador , rey de Aragón, ya se ha hecho dueño de Murcia y de las Baleares y Fernando III, rey de Castilla y León, ha llevado sus fronteras hasta Córdoba y Sevilla. 
La mayor parte del territorio peninsular está ya en manos de los reyes cristianos. 
Tan sólo falta Granada
La reconquista parece llegar a su fin y sin embargo todavía van a pasar casi dos siglos para completarse. 
¿Cómo es esto posible? 
Como dice Jean Descola (*), “guerras civiles, rivalidades dinásticas (…) son las causas de este increíble parón. Los reyes españoles, ocupados en sus discordias o en buscar nuevas alianzas, abandonan por mucho tiempo la Reconquista (…) Y los emires de Granada pudieron así conservar durante siglos un Estado islámico al pie de Sierra Nevada.” 
Lo cual desmonta el mito de la Reconquista como algo prioritario y continuo para los cristianos, deshace la idea de la unión frente al “enemigo musulmán” y nos muestra una vez más que el principal adversario no es el “infiel” sino el de la propia casa. 
El sucesor de Fernando III, su hijo Alfonso X, apodado El Sabio dejó bien patente que las preocupaciones de un rey no eran básicamente luchar a muerte contra los musulmanes, sino componer versos en honor de la Virgen, traducir libros al castellano, rodearse de sabios judíos y musulmanes en Toledo, procurar el entendimiento y las buenas relaciones entre las tres culturas, aficionarse a la astronomía y atender a las querellas e intrigas de palacio, sobre todo a las maquinaciones de su hijo Sancho, ansioso de subirse al trono, cosa que logrará a la muerte de su progenitor.
¿Y Granada? Pues como el fruto, caerá cuando la cosa esté madura. Es decir, cuando los Reyes Católicos aprovechen las disensiones internas de los nazaríes y, valiéndose de su falta de unidad, decidan dar el golpe de gracia.

Cayó pues Granada.
Y Boabdil lloró entonces desconsoladamente como nunca lo había hecho antes.
Cómo reprimir el llanto cuando uno pierde el paraíso. 
Quien visitó la Alhambra y contempló el paisaje granadino sabe lo que digo. 
Tanta belleza. Un placer para los sentidos. 
No en vano, una copla popular dice al respecto:

Dale limosna, mujer.
Que no hay en la vida nada
como la pena  de ser
ciego en Granada.

 _______ 
 (*) Historia de España, Jean Descola. Ed. Juventud. Barcelona, 1974. 

viernes, 17 de enero de 2014

Limpieza de sangre

"Cristianos nuevos" bautizándose

¿Sabías que en la España del siglo XVII para acceder a muchos trabajos tenías que aportar siete partidas de bautismo (las de los abuelos, las de los padres y la propia)? De esa manera comprobaban si eras “cristiano viejo” o “cristiano nuevo”, vamos,  si eras  o no  eras  converso.

¿Te apellidas por casualidad BERMEJO, CÁCERES, BÉJAR, PRIETO, HERRERO, MATEOS, CABRERA, LÓPEZ, NAVARRO, ESCUDERO O FRANCO (entre otros muchos)?
Si eso es así, es posible que tengas ascendencia judía.

Esta y otras anécdotas las podrás encontrar aquí



... QUE NO SON CUENTOS


Y en este otro sitio puedes consultar tu  apellido.

lunes, 13 de enero de 2014

Los mitos de la Reconquista II



 De la exageración al mito. 

Cuando se habla de la Reconquista, nos imaginamos un conflicto continuo y encarnizado entre cristianos y musulmanes. Nada más lejos de la realidad. Hubo más períodos de tranquilidad, cooperación y paz que de guerra. Eran frecuentes también las peleas y disputas entre los diversos reinos cristianos. Y en estas peleas entre “hermanos”, nunca mejor dicho, no faltaban las traiciones y las puñaladas traperas por la espalda incluso entre los miembros de una misma familia. Ahí tenemos el caso del rey Sancho II de Castilla asesinado en el “sitio de Zamora” por el noble Vellido Dolfos, con la colaboración de doña Urraca, hermana de Sancho:

¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, 
no digas que no te aviso, 
que de dentro de Zamora 
un alevoso ha salido; 
llámase Vellido Dolfos, 
hijo de Dolfos Vellido, 
cuatro traiciones ha hecho 
y con esta serán cinco. 
Si gran traidor fuera el padre, 
mayor traidor es el hijo. 

Y posiblemente la connivencia del rey de León, Alfonso VI, también hermano, porque al no contar el asesinado con herederos, pasaron los dos territorios a propiedad del de León. Por cierto, que una cosa es matar a un rey decentemente, como mandan los cánones, en un combate singular y caballeresco y otra muy distinta, asesinarle aprovechando que el hombre estaba en cuclillas haciendo de vientre. No se le mata a uno cuando se está defecando, hombre. Eso es de mala educación y de poco estilo. No obstante, en esto disienten los zamoranos, para los que el noble no fue un traidor sino un héroe. Normal. A nadie le gusta que asedien su ciudad. 

El Cid 
Y en esto aparece el Cid, con esa chulería y altivez característica de los marines y de los amigos de la sociedad del rifle. No sé por qué, pero en vez de bajito y moreno como correspondería a un español de aquel tiempo, se nos antoja alto, rubio y de ojos azules. Debe ser cosa del cine. Lo anecdótico del caso es que el noble se enfrenta al rey Alfonso al exigirle jurar que nada tuvo que ver en la muerte de su hermano Sancho. El rey accede a ello, pero enojado con Rodrigo lo destierra… 

 —Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado, 
y no vengas más a ellas dende este día en un año. 
—Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado, 
por ser la primera cosa que mandas en tu reinado. 
Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro. 

 La Jura de Santa Gadea es un episodio inventado. Nunca ocurrió, a juicio de Javier Peña Pérez, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Burgos (*) El mismo profesor dice que el caballero tenía la pretensión de convertirse en un reyezuelo tras jurar en 1087 no volver a servir a ningún rey. Sus miras eran el reino de Valencia, por lo que conminaba a los dueños de los castillos a que le pagaran a él directamente los impuestos bajo amenazas de quitarles sus propiedades. Con el fin de que los habitantes del lugar se rebelaran contra el auténtico rey taifa de Valencia, se fue haciendo paulatinamente con los campos de cultivo, reduciendo así la cantidad de productos agrícolas que entraban en la ciudad. Sobre el asunto de las hijas también hay mucha ficción. No se llamaban doña Elvira y doña Sol, sino Cristina y María. No hubo “afrenta de Corpes” ni deshonra alguna. Se casaron, y muy bien por cierto, con un conde de Barcelona y un príncipe de Navarra. El Cid también tuvo un hijo varón que murió siendo joven en el campo de batalla. Luego será el pueblo, a través de sus juglares y de la tradición oral, el encargado de ensalzarlo, mitificarlo y casi divinizarlo. (Más tarde también contribuirán a ello desde el imperio del celuloide Samuel Bronston y Charlton Heston). Bueno, tampoco hay que obviar a los valencianos. No debemos olvidar que el Cid mantuvo a raya a los almorávides y conquistó con sus propios guerreros el reino taifa de Valencia, reino que volvió a caer en manos musulmanas a la muerte del caballero. 
_______ 
(*) El Cid: entre el mito y la historia. Javier Peña Pérez (Conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el día 10 de Noviembre de 2011) 
 y El Cid. Historia, leyenda y mito, Javier Peña Pérez. Editorial DOSSOLES S.L. Burgos, 2000. 


jueves, 9 de enero de 2014

Vídeo promocional de mi libro

Ya está aquí el vídeo de "Historias que no son cuentos".
La editorial Art Gerust lo ha colgado también en Youtube y en las redes sociales.

miércoles, 8 de enero de 2014

Los mitos de la Reconquista I

San Miguel de Lillo (Asturias) 
Foto del autor

De “mitológica” habría que calificar esa visión tan especial y manipulada de la Reconquista española que durante largo tiempo se vino enseñando en las escuelas, donde se hablaba de una gesta heroica protagonizada por unos valerosos y nobles guerreros que, habiendo sido acorralados en las montañas del norte por los invasores musulmanes sedientos de sangre cristiana, supieron luchar denodadamente hasta concluir la hazaña gloriosa al lograr en 1492  la expulsión de Boabdil el Chico, último rey nazarí de Granada.
Una visión con clara intencionalidad político- religiosa, altamente tendenciosa, que conoce su máximo apogeo en los tiempos del franquismo, cuando se pretendía construir la ideología oficial del régimen, el nacionalcatolicismo, a partir de argumentaciones interesadas que lograran fortalecer sus cimientos con una base sólida. Y qué mejor base que fabricar una epopeya con buenos y malos, donde los buenos eran de una religión y los malos de la otra.

Eso explica que muchas historias nacionales se escriban con frecuencia con una buena dosis de leyenda que contribuya a resaltar la realidad pasada, frecuentemente menos gloriosa y mucho más sucia y vergonzosa. Se abandona el rigor histórico y se acude a la exageración y a la visión épica y romántica, disfrazando la verdad y convirtiendo en historia lo que a veces es fruto de la imaginación, cuando no de ocultos intereses inconfesables. Así surgen por doquier hazañas y héroes como Viriato, azote de los romanos, o El Cid, que ganó una batalla después de muerto, o Don Pelayo y su Batalla de Covadonga, donde la Virgen ayudó milagrosamente a los cristianos. 

La cosa empezó precisamente con la Batalla de Covadonga en el 722.
En realidad, si nos fiamos de la versión musulmana, pudo ser una chapuza.
Según los cristianos, una memorable batalla con ayuda de la Virgen María, una hazaña seguida de victoria, el inicio de la gloriosa reconquista.
Según las crónicas musulmanas fue poco más que una trifulca a pedradas entre un grupo de montañeses y un pequeño destacamento moro que andaba por allí explorando. Los apedreados calificaban esta “gesta heroica” como propia de “asnos salvajes”, a los que no merecía la pena perseguir por las cumbres. “Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?” (*)
Me imagino que no fue ni una gran confrontación militar ni una simple refriega. Ni una cosa ni la otra, posiblemente fuera una batalla modesta que contaba para los del lugar con la ventaja de jugar en casa y conocer bien los entresijos del terreno, los Picos de Europa.

El mito más increíble de todos sin duda es el de Santiago. Según Américo Castro, citado por Díaz Plaja (**), “los españoles se lo inventaron”. Un apóstol guerreando, matando infieles con su espada, al lado del pueblo elegido por Dios, interviniendo milagrosamente en la batalla de Clavijo, con su caballo blanco, inclinando la balanza a favor de los cristianos, resulta difícilmente creíble.

Es tremendo y hasta espeluznante que todo este tinglado turístico- religioso de caminos medievales y peregrinaciones donde la catedral gallega se convierte en la Meca de la Europa cristiana se haya construido sobre una leyenda que además de constituir una tremenda mentira, tiene como base algo tan poco cristiano como las matanzas de gentes de otras culturas y procedencias.

(Continúa)
_____________ 
 (*) Al Maqqari. Citado por Francisco Pons Boigues, Los historiadores y geógrafos arábigo españoles (800-1450), Madrid, 1898, p. 418. 
 (**) Otra historia de España, Fernando Díaz Plaja. Plaza y Janés. Barcelona, 1973. 

Fragmento perteneciente a mi libro "Historias que no son cuentos"

domingo, 5 de enero de 2014

Una raza superior.


Rubios, altos, sanos, fuertes, de ojos azules. 
Así era la raza aria que conquistaría el mundo. 
Una raza superior. 
Evidentemente, Hitler se inspiró mirándose al espejo.