sábado, 29 de marzo de 2014

29 de marzo y Les Luthiers

Roberto Viola
(Vaya apellido que tiene el amigo)

El 29 de marzo de 1981, en Argentina, el dictador Jorge Videla, que pasará a la historia por dictador y por crímenes de lesa humanidad,  debido a disensiones internas dentro de la cúpula militar, cede el cetro del poder a otro colega -como no podía ser de otra manera entre golpistas-  el teniente general Roberto Viola.
Generales, almirantes y brigadieres siguen copando los principales cargos ministeriales. Tienen también lugar nuevos nombramientos: Óscar Camilión (Relaciones Exteriores), Lorenzo Sigaut (Economía), Jorge Aguado (Agricultura y Ganadería), Eduardo Oxenford (Industria).
Les Luthiers siempre han mostrado un humor blanco, pero creo que motivos como el que menciono -una tradición en los regímenes militares de aquellos tiempos-   posiblemente les dieron suficientes motivos de inspiración.

Aunque todo es estupendo, lo relacionado con el post es a partir del minuto 2:36.




martes, 25 de marzo de 2014

Homenaje a Julio Cortázar


La editorial Art Gerust acaba de publicar un libro de microrrelatos en homenaje a Julio Cortázar.
La obra recoge 150 aportaciones de diferentes autores, entre los que tengo el honor de encontrarme.
La editorial convocó un concurso en el que parece ser que participaron más de 1000 relatos y confeccionó el libro con los tres premiados y los finalistas. 
Mi relato lleva por título: "Instrucciones para salir a la calle." 

Si alguien tuviera interés por adquirirlo, debe dirigirse directamente a la editorial.
Del mismo modo, comentar que Art Gerust  convoca periódicamente algunos certámenes literarios. Dejo un enlace por si alguno se anima a participar:

http://www.artgerust.com/concursos-literarios



domingo, 23 de marzo de 2014

Aniversario


23 de marzo de 1933.
El parlamento alemán, el Reichstag, aprobó una medida por la que Hitler consiguió plenos poderes de forma excepcional. La llamada “Ley habilitante”, por la que asumía el control del poder legislativo y convertía su mandato en una dictadura. 
El führer llegó al poder por vía electoral y medida tras medida fue eliminando las bases en las que se sustentaba la democracia alemana:
1.-Disolución de los sindicatos, tras haberlos demonizado convenientemente, y creación del Frente Alemán del Trabajo (sindicato único). 
2.- Control de la información y de los medios de comunicación. Importante papel de la propaganda -a través de su mano derecha Goebbels-, por la que se hacían responsables a judíos, extranjeros y formaciones políticas no afines de todos los males que aquejaban a los alemanes.
3.- Prohibición del derecho de huelga. 
4.- Ilegalización de los partidos políticos (excepto el Partido Nazi). 
5.- Acoso e intimidación a los jueces poco proclives a sus medidas.
6.- Boicot contra los negocios judíos. 
7.-Detención de los líderes sindicales y de los opositores políticos. Dirigentes comunistas y socialdemócratas fueron a parar con sus huesos a los campos de concentración. 


¿Cuál es el límite para un gobernante aunque haya sido elegido? ¿Es legítimo que un gobierno electo pueda incluso destruir los fundamentos del Estado de Derecho? 


martes, 18 de marzo de 2014

¿Regreso a la "guerra fría"?

Catedral de San Basilio

Estamos asistiendo en la actualidad a un rebrote peligroso de las tensiones a escala internacional. 
El conflicto de Crimea es un ejemplo. Hay intereses económicos y geopolíticos en juego.
Rusia fue la gran perdedora, la gran humillada de la “guerra fría”. El coloso ruso vio cómo año tras año fue perdiendo capacidad de control sobre su antigua área de influencia. Sus antiguos países satélites que formaban el Pacto de Varsovia y el COMECON -así como una buena parte del territorio soviético (por ejemplo Ucrania y por lo tanto Crimea)-, se han ido desvinculando de su tutela y han ido a engrosar en la mayoría de los casos las instituciones (UE, OTAN) que forman parte del control occidental. 
El acoso sufrido por lo que fue la URSS ha provocado un rebrote del sentir identitario, un nacionalismo que estaba en letargo, adormecido, pero no muerto, ese que tal vez añore los tiempos de la Rusia imperial zarista o del “zar rojo”, Iosif Stalin. 
Occidente, como única respuesta, se ha dedicado todas estas décadas a arrinconar a un gigante que seguramente no se contenta sólo con las migajas del banquete que supone su pertenencia al G8. Un toro arrinconado embiste seguramente si no tiene una salida. Y eso es precisamente lo que está haciendo.
El panorama no resulta tranquilizador, sobre todo si se hace un análisis comparativo con otras épocas históricas. Puede que en relación con el asunto de Crimea más de uno no se resista a establecer un paralelismo entre las últimas medidas de Putin y las de Hitler antes de que se desencadenase la Segunda Guerra Mundial. Hitler comenzó su andadura expansionista con la anexión de Austria mediante un plebiscito y con la incorporación de los Sudetes al Reich alemán. ¿Se contentará Putin con Crimea?
Pero Rusia es tan sólo un ejemplo de lo que está pasando. 
El problema es global. 
La globalización económica no ha tenido en cuenta el sentir de los pueblos. 
Se hace necesario encontrar nuevas vías que, sin borrar las peculiaridades identitarias de los colectivos, encuentren vínculos que abran y no cierren puertas. 
La escritora de ascendencia turca Elif Shafak, según recoge la prensa (*), habla de la necesidad de “un nuevo cosmopolitismo” que frene los nuevos brotes nacionalistas y xenófobos que irrumpen de forma peligrosa en buena parte del mundo. 
“En vez de limitarnos a la oposición binaria de la política identitaria, debemos hacer todo lo contrario, multiplicar nuestras adhesiones y afiliaciones”, escribe. 
“Yo soy de Estambul, y soy del Egeo, y de Oriente Próximo, y de Asia, y de los Balcanes, y de Europa oriental, y de Europa, y de ninguna parte y del mundo entero. Cuantas más definiciones tenga una persona, más probabilidades tiene de que su identidad se solape con la de otra. Las identidades coincidentes unen a la gente y reducen las tensiones, el odio y los nacionalismos. Es más difícil odiar a otro cuando pensamos que tenemos muchas cosas en común”. 
El reto actual es lograr evitar tanto la desintegración de las identidades nacionales como los conflictos que se están incubando por ignorar esas identidades. 
En vez de conflicto violento, más armonía y equilibrio entre los pueblos, con instituciones comunes donde se vean realmente representados. En caso contrario nadie nos garantiza que no regresemos a tiempos no ya de la “Guerra Fría” sino de la “Paz Armada”, exactamente un siglo atrás. 

domingo, 16 de marzo de 2014

Carlos Giménez

Foto "casera" de la portada 

El 16 de marzo de 1941 nació Carlos Giménez, renovador del cómic español para adultos junto a otros autores como Josep María Beá, Enric Sió o Adolfo Usero. 
Carlos Giménez es un referente importante para todos los seguidores del buen cómic (a Carlos le gusta desde siempre llamarlos “tebeos”) tanto en el tema urbano, con “Los profesionales”, “Rambla arriba, rambla abajo”... como en el de la inmediata postguerra: “Paracuellos”, “Barrio”…, donde se nos cuentan sucesos muchas veces vividos en carne propia. El autor, huérfano de padre y con una madre enferma, fue internado con cinco años de edad en el Auxilio Social, dependiente de la FET y de las JONS (*), pasando su infancia en diferentes instalaciones, lo que dota a lo contado de mayor verosimilitud y constituye una escalofriante impronta de vivencia personal.
Por las páginas de “Paracuellos” pasan  niños orejones y hambrientos, de enormes ojos tristes y aterrados, seres desprotegidos y castigados, faltos de cariño, a los que la vida ha arrinconado en el desván de los olvidados, en la orilla de los perdedores. Frente a ellos, como un muro infranqueable y cruel, la maldad, la autoridad despótica y abusiva por parte de los responsables del Auxilio Social que, haciendo gala de un sádico repertorio de vejaciones y malos tratos, utilizan a los chicos como blanco de sus frustraciones, represiones y miserias.

Viñeta tomada de la red

“Paracuellos” es un recorrido por estos centros del Auxilio Social, verdaderos campos de internamiento, cárceles auténticas donde aparece la brutalidad más zafia e impune de los vencedores en la pasada guerra, donde los chicos pretenden sobrevivir aprendiendo artimañas para conseguir un poco más de pan o alguna cosa que les aliviara el hambre.


(*) FET y de las JONS: especie de formación política oficial del régimen franquista -único partido permitido- cuya "traducción" era Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista.  Casi nada.

Si te interesa la obra de Carlos Giménez puedes encontrar más información aquí:
http://www.carlosgimenez.com/menu.htm
También en Facebook:
https://www.facebook.com/CarlosGimenezComics?fref=ts

lunes, 10 de marzo de 2014

Las virtudes de Franco


No fue Franco un hombre que destacara por su cultura. Rara vez se le veía con algún libro. De mediana inteligencia, y escaso interés por saber y conocer, a él le bastaba el convencimiento de que el mundo y más concretamente España sólo podrían ser de una manera.  El orden, la jerarquía, la autoridad, la disciplina, la tradición, la religión católica eran los pilares inamovibles sobre los que descansaba su reducida forma de entender la vida. Su ideología obedecía a clichés fijos sobre los que no admitía discusión alguna. Lo suyo era una cuestión más de fe que de otra cosa. Acostumbrado a la vida militar, el modelo castrense lo aplicó a su país como si España se tratara de un cuartel. Disciplina, mucha disciplina. Se cuenta que en los Consejos de Ministros no permitía que nadie se levantara ni para ir al baño hasta que él no terminara. De costumbres un tanto espartanas, era de todos conocida su frugalidad en el comer y en el beber. No se le conocían grandes vicios.
Su mediocridad le llevaba a veces a opiniones simplistas, al ridículo y al infantilismo, como cuando achacaba todos los males de España a una “conspiración judeo- masónica”, como cuando se dirigía a las cámaras leyendo un texto en inglés pero con fonética en castellano, que más parecía aquello una de las primeras películas de López Vázquez y Alfredo Landa hablando “en extranjero” con las suecas en Benidorm, o como aquella vez que decía que los norteamericanos envidiaban en realidad a España porque a ellos les hubiera gustado ser de la Falange.
Serrano Súñer, el “cuñadísimo” y filonazi, gran admirador de Hitler y Goebbels, hablaba de las cualidades de Franco, al que no consideraba buen orador. El dictador leía sus discursos sin energía, con ese tono blando y melifluo que resultaba poco convincente. En definitiva: leía pero no interpretaba, olvidando una de las características básicas de los movimientos totalitarios: la puesta en escena, la escenografía, donde el orador debía convertirse en un histrión, en un personaje casi de tragedia clásica que con su declamación llegara a enfervorizar a las masas, transmitiéndoles la energía y la determinación del líder.
Ingenuo y hasta supersticioso,  pensaba que era un elegido y que estaba tocado por la mano de la Providencia, lo que en el mundo árabe se conoce como “baraka”, buena suerte o buena estrella propiciada por la divinidad. Sintiéndose como un nuevo “mesías” que conduce a su pueblo a la salvación, pensaba que el destino le guiaba por el camino de los elegidos. De su vocación por la simpleza religiosa data su fetichismo, casi idolatría, por las reliquias de santos. En su habitación del Palacio de El Pardo guardaba celosamente un relicario con el brazo incorrupto de Santa Teresa, el cual podía contemplar desde su cama (1).
Sus referentes históricos eran Felipe II, Isabel la Católica, Julio César, Napoleón… Una relación tópica y  superficial hecha a base de grandes personajes… archiconocidos hasta por lo que no saben nada de historia.
Frente a su escasa cultura, destacó por otras cualidades: era astuto, frío, calculador, ambicioso, mezquino... Supo aprovechar las oportunidades que le brindaron otros para desplazarlos y ocupar el sitio principal en su propio beneficio. Su falta de escrúpulos le llevaba a tomar duras decisiones frente a los demás. Nunca le tembló el pulso a la hora de  firmar una pena de muerte. Y pocas cosas le quitaban el sueño, a juicio de sus allegados.
Los generales que rodeaban a Franco y que participaron con él en la conspiración militar que condujo a una guerra y que catapultó al general gallego al poder, en realidad confiaban poco en él.
La indefinición en los momentos previos al estallido de la guerra pesaron negativamente en el concepto que de él tenían.
Juan Yagüe, Alfredo Kindelán, Antonio Aranda, José Enrique Varela y Luis Orgaz no estaban por labor de entrar en la Segunda Guerra Mundial y mostraban a Franco su oposición a la intervención en el conflicto. Sí lo estaba el cuñadísimo Serrano Súñer, filonazi hasta las trancas. También la mayoría de los falangistas, para quienes entrar en la contienda significaría combatir contra los rojos a escala internacional.
Y Franco se valió de sus dotes de estratega y manipulador para quedar bien con todos los suyos y no desairar al amo de Europa, al führer, con quien finalmente se citó en Hendaya para decirle que España entraría en guerra con unas condiciones que Hitler consideró inaceptables. Vamos, que Franco iba de farol: le pido mucho para que me diga que no. La entrevista se “vendió” como un éxito arrollador del Generalísimo que no metió a España en otra guerra porque bastante tenía con la reconstrucción nacional tras la pasada “cruzada”.
Entre sus militares los había de todos los colores del espectro político de la derecha tradicional: monárquicos alfonsinos, carlistas, falangistas… La única manera que tuvo Franco de tenerlos contentos y controlados fue hacer la vista gorda en los casos de corrupción. Por ejemplo, mirar para otro lado cuando sus oficiales y generales utilizaban la tropa para uso personal, mano de obra esclava empleada no en servir a la patria sino en atender a intereses particulares. Otra manera de control consistió principalmente en la realización de una política de concesión de títulos, destinos, prebendas y condecoraciones. Hasta títulos nobiliarios concedió, como si se tratara de un rey.
Queipo de Llano se fiaba poco de Franco y lo consideraba una persona de escasa definición ideológica, ambicioso y más atento a su promoción como salvapatrias que a su verdadero interés por España. No andaba con remilgos a la hora de criticarle y era vox populi el apelativo nada cariñoso que le dedicó de “Paca la culona”. Franco no sabía cómo deshacerse de él. Le consideraba un peligro que podría hacerle sombra. Mandarle a Andalucía durante la guerra era más un castigo que un premio porque allí tendría que vérselas con gente de campo muy radical al estilo de los que asaltaron el cuartel de la Guardia Civil en Casas  Viejas. Era un destino complicado que podría perfectamente acabar con él. Luego, a la luz de nuevas desavenencias según avanzaba la guerra, Franco se lo quitó de encima mandándole lejos de España,  a Italia, para hacer compañía a Mussolini, eso sí, con la advertencia al “duce” de que el general que enviaba era un convencido antifascista.
Por José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, tampoco tenía demasiadas simpatías. Digamos que el asunto era recíproco y no congeniaban el uno con el otro. De ahí que su fusilamiento en Alicante durante la guerra le vino de perillas al general para tener libre el camino y poder apropiarse de la Falange, así el régimen tendría un referente político. De manejar a sus dirigentes, otorgándoles cargos y ministerios, ya se encargaría convenientemente para tener la organización absolutamente controlada. Tras la guerra, los sueños revolucionarios de los falangistas fueron sustituidos por cargos que el dictador fue suministrando, además de seguir haciendo la vista gorda en casos de corrupción.
Por estas y otras “virtudes” es por lo que el hispanista Preston (2) califica al caudillo de perfecto manipulador. Una cualidad que le llevó a fabricar de sí mismo una imagen distorsionada y construirse una aureola de leyenda con la que pasar a la posteridad: padre y protector de los españoles, salvador de la patria, héroe de la guerra, timonel de la civilización cristiana, enviado de Dios…
___________________
 (1) La vida secreta de Franco, David Zurdo y Ángel Gutiérrez. EDAF. Madrid, 2005
 (2) El gran manipulador, Paul Preston. Ediciones B. Barcelona, 2008.

Capítulo extraído de mi libro

jueves, 6 de marzo de 2014

Ratas, ratos y rateros.


Decíamos en una entrada de hace tiempo que siempre que hay guerras hay ratas. 
Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados no sólo tenían que combatir contra los del bando enemigo, también se las tenían que ver con los inmundos roedores que pululaban entre la suciedad y el barro de las trincheras. Si a uno de estos soldados le sobraba un pedazo de pan y quería conservarlo y que no lo devoraran las ratas, por la noche debía esconderlo bajo el casco, sin quitárselo de la cabeza. Era el lugar más seguro.

Sobre el protagonismo de estos roedores, nuestra literatura tiene muestras suficientes, desde el Flautista de Hamelin, pasando por La rata de Venecia, de Patricia Highsmith; Las ratas, de Miguel Delibes; personajes repugnantes también en Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos
(...)


Siguiendo la línea de Les Luthiers, hay personas muy “timo-ratas”. El que roba es un "ratero" y el que asalta barcos es un "pi-rata". En el Congreso, los diputados del partido en el poder no debaten sus ideas con los demás miembros, sino que “ratifican” las decisiones del gobierno. Y el masculino de "rata" no es "rato", como sería lo lógico.

Sobre ratas y rateros encontrarás información en

domingo, 2 de marzo de 2014

Hombre de color


Decía  Shengor...

"Querido hermano blanco:
Cuando yo nací, era negro.
Cuando yo crecí, era negro.
Cuando me da el sol, soy negro.
Cuando estoy enfermo, soy negro.
Cuando muera, seré negro.
Y mientras tanto, tú...
Cuando naciste, eras rosado.
Cuando creciste, fuiste blanco.
Cuando te da el sol, eres rojo.
Cuando sientes frío, eres azul.
Cuando sientes miedo, eres verde.
Cuando estas enfermo, eres amarillo.
Cuando mueras, serás gris.
Entonces, ¿cual de nosotros dos es un hombre de color?"

Leopold Shengor: poeta y político senegalés que llegó a la Jefatura del Estado de su país, fue catedrático de gramática y miembro de la Academia francesa.