lunes, 18 de junio de 2018

Esquinas





Me pasé toda la noche de aquí para allá. Andando sin parar y sin venir a cuento. Eso al menos fue lo que soñé. Una pesadilla angustiosa que se repetía una y otra vez a lo largo de aquellas horas que se me antojaron  interminables.
Caminaba deprisa por una calle estrecha y solitaria de una vieja ciudad. Era de noche y no había un alma en la calle. Mis pasos resonaban en el pavimento. Y al doblar cada esquina, incluso antes de hacerlo, premonitoriamente, mi corazón se sobresaltaba porque sabía que a la vuelta me esperaba algo desagradable, un encuentro no deseado.
(…)
Siempre aparecía aquella figura siniestra y sin rostro, amenazante, pertrechada detrás de su sombrero y de su gabardina, una especie de gánster con el cigarrillo entre los labios, las manos en los bolsillos y la cara en sombra bajo el ala del chapeo…



-Escuchame, forro. No te hagás el pelotudo. Andate a la concha de tu madre y dejate de joder.

Así de sopetón, con ese acento porteño que parecía sacado de una película de hampones de los años cincuenta rodada en Buenos Aires.
Una y otra vez. De esquina en esquina. De sobresalto en sobresalto. Así toda la noche. A veces, el  gánster de la gabardina dejaba el porteño y adoptaba un aire más castizo, más nacional:

-Escúchame, gilipollas. Sé de qué vas. Déjate de joder o te corto las pelotas.

Casi siempre en lengua española, en sus distintas formas locales, pero igual de amenazadoras.


¿Qué pasará? ¿Se cumplirán las amenazas? ¿Logrará el narrador darle “esquinazo” al gánster? Si no lo sabes, porque todavía no leíste el libro, la explicación la tienes en 

miércoles, 13 de junio de 2018

Insectos




Dípteros, ortópteros, tricópteros, himenópteros…
Invertebrados artrópodos.
Gigantes de Gulliver, como el escarabajo-elefante sudamericano o el “goliath” africano.
Todas las industrias, aficiones, artes y oficios tienen su insecto.
Enterradores carroñeros, polillas que juegan al escondite, arañas tejedoras, migalas caníbales, insectos cantantes como la cigarra o el grillo, insectos carpinteros, insectos- espantajo como la polilla esfinge o la mariposa búho. Y donde hay agua: barqueros, nadadores, piratas y pescadores. Hay hormigas albañiles, mineras, ingenieras, granjeras, militares, esclavas, sepultureras.
Hay insectos- ogro que devoran a otros insectos, como la mantis, la tarántula, las libélulas o las aparentemente inofensivas mariquitas que devoran sin demasiados miramientos a los pulgones.
Todas las grandezas y miserias, todas las virtudes y todos los defectos que podamos encontrar en las actividades humanas tienen un referente en el mundo de los insectos.


Fragmento de un capítulo de “Desde el laberinto”




martes, 5 de junio de 2018

La bonita historia del mero que se enamora de un cangrejo ermitaño



Él era un mero mero, más simple que una sardina de Barbate; y ella, un cangrejo —o cangreja, no se me enfade nadie— hembra. 
Se habían conocido casualmente. De pasada. El pez iba buscando su sustento entre piedras y algas y se topó con la caracola que hace las veces de hogar. El cangrejo hembra, que andaba fuera, se escondió rápidamente pues intuía cierto peligro. De todos es sabido que el mero se suele alimentar de otros peces más pequeños, de crustáceos y de diminutos pulpos. Pero no se atrevió con la caracola ni con la ermitaña. 
Cuando ella salió un momento a cotillear, él quedó prendado de su armoniosa figura y de sus ojos saltones. Vamos, que se enamoró hasta las trancas, mejor dicho, hasta las agallas. Desde el primer momento, el mero puso mucho esmero en el trato. Como en el mar no se estilan las flores, para agasajarla, le traía porquería, trozos de peces muertos y esas cosas, ya sabemos que estos bichos son carroñeros. 
A ella, al principio, el mero le daba un poco de respeto, con esa bocota tan grande; pero con el tiempo se acostumbró. Hasta se dieron algún pico. Ella le quiso invitar a su casa, pero era demasiado pequeña; así que tuvieron que mantener su relación fuera de la concha. Con el sexo lo tuvieron algo difícil. Él se pinchaba mucho cada vez que lo intentaba y eso quitaba pasión al acto. Así que decidieron mantener una relación platónica; sobre todo él, que un día lo pescaron y acabó "en el plato" de un abogado de Albacete. Ella aprovechó para mudarse de casa.


Cuento publicado en La Charca Literaria