martes, 5 de junio de 2018

La bonita historia del mero que se enamora de un cangrejo ermitaño



Él era un mero mero, más simple que una sardina de Barbate; y ella, un cangrejo —o cangreja, no se me enfade nadie— hembra. 
Se habían conocido casualmente. De pasada. El pez iba buscando su sustento entre piedras y algas y se topó con la caracola que hace las veces de hogar. El cangrejo hembra, que andaba fuera, se escondió rápidamente pues intuía cierto peligro. De todos es sabido que el mero se suele alimentar de otros peces más pequeños, de crustáceos y de diminutos pulpos. Pero no se atrevió con la caracola ni con la ermitaña. 
Cuando ella salió un momento a cotillear, él quedó prendado de su armoniosa figura y de sus ojos saltones. Vamos, que se enamoró hasta las trancas, mejor dicho, hasta las agallas. Desde el primer momento, el mero puso mucho esmero en el trato. Como en el mar no se estilan las flores, para agasajarla, le traía porquería, trozos de peces muertos y esas cosas, ya sabemos que estos bichos son carroñeros. 
A ella, al principio, el mero le daba un poco de respeto, con esa bocota tan grande; pero con el tiempo se acostumbró. Hasta se dieron algún pico. Ella le quiso invitar a su casa, pero era demasiado pequeña; así que tuvieron que mantener su relación fuera de la concha. Con el sexo lo tuvieron algo difícil. Él se pinchaba mucho cada vez que lo intentaba y eso quitaba pasión al acto. Así que decidieron mantener una relación platónica; sobre todo él, que un día lo pescaron y acabó "en el plato" de un abogado de Albacete. Ella aprovechó para mudarse de casa.


Cuento publicado en La Charca Literaria

36 comentarios:

  1. Comprendo perfectamente la frase: "...el mero puso mucho esmero..."
    Visto el tipo de animal, no me cabe ninguna duda.
    Un abrazote con humor desde Barcelona.
    A ver si vienen nuevos y renovados aires, que falta hacen.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vamos a ser optimistas, como el mero cuando empezó el cuento.
      Un abrazo, Miquel.

      Eliminar
  2. Lo del agasajo me parece magistral, regalar carroña y animales putrefactos es de lo más "in", creo que nadie se resiste a tales presentes, antes se regalaban flores, los más utilitarios regalaban una minipimer y el músico romántico regaló a su amada Cósima, nada más y nada menos, que "El sueño de Sigfrido", desde luego nada comparable con la porquería y los peces muertos, esto es mucho más eficaz.
    Buen relato, amigo Cayetano, te felicito.
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hoy muchos regalan también porquería cuando invitan a la familia o a los amigos a comer al "burguer".
      Muchas gracias, Francesc.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. ¡Pobres! La historia acaba mal pero no por abandono de la relación, sino por viudedad. ¿Le quedaría pensión al cangrejo? Y encima a partir de ese momento el cangrejo se hizo emigrante. Vamos, que se fue a conocer mundo. ¿Qué le pasaría a partir de entonces? ¿Se enamoraría de un caballo de mar o de un percebe?
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La historia podría seguir, aunque lo del percebe lo dejamos para otro día, que también tiene lo suyo.
      Un saludo, Carmen.

      Eliminar
  4. Que bueno Cayetano ,está visto que el amor todo lo puede.La pareja es de lo mas dispar pero eso no le impide vivir un amor platónico.
    Pero como cualquier historia de amor que se precie, al final uno de los dos amantes muere.
    Bonita y graciosa historia.
    Saludos
    Puri

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y como las chicas viven más tiempo, pues se nos muere el mero.
      Gracias, Puri.
      Saludos.

      Eliminar
  5. Ya he tenido risa para toda la tarde Cayetano, más que divertida, lo malo fue el final del mero, pues ella aprovecho para mudarse a otro lugar en espera de nuevos amores.

    Un abrazo de espíritu sin Nombre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que la historia te haya hecho reír.
      Un abrazo, Conchi.

      Eliminar
  6. ¡Qué original narración! Jaaajjj, como la vida misma!Ya se sabe que "de la mar el mero y de la tierra el cordero"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuanto más feo el bicho, más rico.
      Un saludo, Emejota.

      Eliminar
  7. ¡Jajajaja Cayetano, que plato, las cosas que se te ocurren!.

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otro día le tocará el turno a los percebes, que también se las traen.
      Un abrazo, Myriam.

      Eliminar
  8. Mal final para los dos en una relación un tanto complicada.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, la relación era dificililla.
      Un saludo, Valverde de Lucerna.

      Eliminar
  9. Hay que estar muy enamorado para darle a la amada aquellas cosas que puedan satisfacerla, por muy asquerosas que sean. Todo un mero, acostumbrado al pescado fresco, y recolectando peces muertos y porquerías para agasajar a su cangrejo/a sin pensar que ésta cambiará de casa en cuanto engorde.
    Un relato muy divertido, Cayetano.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro que te haya parecido divertido el cuento.
      Un abrazo, Ambar.

      Eliminar
  10. Ya ves...Si al final siempre tenemos un amor así, aunque termine en el plato de otro...

    Saludos Cayetano

    ResponderEliminar
  11. Lo que es la vida, estar en el mar cortejando cangrejas y acabar en el plato de una ciudad del interior, lejos del mar.

    Un saludo, Cayetano

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Posiblemente porque al estar enamorado y andar con la cabeza a pájaros, se despistó y lo pescaron. Un mero descuido.
      Saludos, Carlos.

      Eliminar
  12. A partir de ahora voy a mirar las bandejas de marisco con otros ojos. Igual tengo una bacanal en directo ante mí y antes no me daba cuenta.

    Esto es cosa de los abonos organofosforados, que acaban llegando al mar y excitan la líbido de esas pobre criaturas, que en su frenesí lúbrico acaban en el rastrillo de una mariscadora furtiva que está liada con el cabo de la Guardia Civil del pueblo, al que le cocina coquillas al perejíl para despertar su deseo.

    Si es que esto es un no parar....

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya sabes que el marisco tiene propiedades afrodisíacas. Lo malo es el ácido úrico, que si no...
      Un abrazo, Rodericus.

      Eliminar
  13. Vaya, Cayetano, ahora cada vez que coma pescado me va a dar cosilla. Lo has humanizado tanto que me voy a sentir caníbal.

    Feliz tarde

    Bisous

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Haz como yo. No les mires a los ojos.
      Un abrazo, Montserrat.

      Eliminar
  14. Comprendo al mero: ¿Quién podría resistir la mirada de esos ojos?
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo son intereses eroticogastronómicos.
      Un saludo, DLT.

      Eliminar
  15. Te he leído con mucho es-mero y aplaudo tu sentido del humor no exento de mensajes envueltos en metáforas ocurrentes.
    Voy a seguirte. Prometes hacerme pasar buenos ratos,
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias. Te doy la bienvenida a esta tu casa.
      Un saludo.

      Eliminar
  16. Todo es posible en la imaginación de un buen narrador.

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, José A. García. Tan solo soy un "mero" cuentista.
      Un saludo.

      Eliminar
  17. Me encanta tu imaginación que no tiene íimites de mente ni tiempo

    ResponderEliminar
  18. Hay que ver el daño que puede hacer un abogado de Albacete en plan Neptuno. Ahora que el cangrejo y su compañera habían logrado un punto de encuentro, ya sabes, lo de "en tu casa o en la mía". Si hasta los ojos los tenía amorosos...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los abogados siempre metiéndose en medio de las parejas.
      Un saludo, Ana.

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.