Decía Dámaso Alonso en su libro “Hijos de la ira”: "Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).”
Y no le faltaba razón. En efecto, tras la guerra, una ciudad con un millón de habitantes, con un montón de problemas, penurias y privaciones. Una ciudad llena de cadáveres ambulantes por las calles arrastrando su desgraciada vida.
Cuando acabó la guerra, el estado en que quedó Madrid era lamentable. Salvo el barrio de Salamanca, que había sido poco castigado por los nacionales por razones obvias, el resto era penoso, sobre todo en la zona de Argüelles, Carabanchel, Puente de Toledo, Paseo de Extremadura…zonas que habían estado en primera línea de batalla o muy próximas al frente.
Conscientes de las privaciones que había padecido la población durante la guerra, desde el primer momento se quiso dar una imagen positiva del nuevo régimen y con la colaboración del Auxilio Social se repartieron latas de sardinas, chocolate, cajetillas de tabaco, pan blanco, patatas…El diario YA llegó a decir: “Ya está Madrid animado, bullicioso, lleno de vida y de optimismo, ha borrado la estampa de aquel villorrio miserable que ha sido nuestra capital durante la época de la barbarie roja.”
Pero era una imagen la que se pretendía dar que no se correspondía con la realidad: familias arruinadas, mutilados, viudas y huérfanos del bando republicano…muchos tuvieron que acudir a los comedores del Auxilio Social y a pedir limosna. Aumentó la delincuencia, la prostitución y la venta ambulante. Había gente que moría de inanición. Con el fin de acabar con la mendicidad de los invidentes, la ONCE, organismo creado por el Estado, sacó a la circulación un cupón al precio de 10 céntimos, menos de la mitad se destinaría a premios y el resto para vendedores y ciegos mendigos.
Pero para las autoridades no eran los pobres, los que pasaban hambre, su principal preocupación, sino el control, la vigilancia de los "enemigos" de España. De esta forma, en los boletines informativos de las emisoras de radio era obligatorio incluir al final el siguiente texto:
“Españoles, alerta. La paz no es un reposo cómodo y cobarde frente a la historia; la sangre de los que cayeron por la patria no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición. Españoles, alerta. Todas las viejas banderas de partido o de secta han terminado para siempre. La rectitud de la justicia no se doblegará jamás ante los privilegios ni ante la criminal rebeldía. El amor y la espada mantendrán con la unidad de mando victoriosa la eterna unidad de España. Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo el enemigo de interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino. Arriba España. Viva España.”
Fruto de investigaciones y delaciones, se puso en marcha una operación de depuraciones dentro de la Administración. Todos los funcionarios, amén de otras profesiones, tuvieron que demostrar mediante juramento su apoyo al régimen de Franco. Médicos, abogados, farmacéuticos, profesores, ingenieros, arquitectos…fueron víctimas de la depuración. Algunos fueron objetos de la animadversión de sus subordinados o de sus superiores. Nadie se libraba de ser investigado. Simplemente por el hecho de haber leído algún periódico de alguna organización afín a la República o haber pertenecido a un sindicato era motivo suficiente para la depuración. Y el depurado ya sabía lo que le esperaba: en el mejor de los casos perdía el empleo, en el peor, sus huesos iban a parar a la cárcel y a veces podía perder la vida frente al pelotón de fusilamiento. Algunos extraoficialmente fueron asesinados en cualquier cuneta por grupos de falangistas y exaltados que iban casa por casa buscando sus presas.
El poema de Dámaso Alonso continuaba así:
Y no le faltaba razón. En efecto, tras la guerra, una ciudad con un millón de habitantes, con un montón de problemas, penurias y privaciones. Una ciudad llena de cadáveres ambulantes por las calles arrastrando su desgraciada vida.
Cuando acabó la guerra, el estado en que quedó Madrid era lamentable. Salvo el barrio de Salamanca, que había sido poco castigado por los nacionales por razones obvias, el resto era penoso, sobre todo en la zona de Argüelles, Carabanchel, Puente de Toledo, Paseo de Extremadura…zonas que habían estado en primera línea de batalla o muy próximas al frente.
Conscientes de las privaciones que había padecido la población durante la guerra, desde el primer momento se quiso dar una imagen positiva del nuevo régimen y con la colaboración del Auxilio Social se repartieron latas de sardinas, chocolate, cajetillas de tabaco, pan blanco, patatas…El diario YA llegó a decir: “Ya está Madrid animado, bullicioso, lleno de vida y de optimismo, ha borrado la estampa de aquel villorrio miserable que ha sido nuestra capital durante la época de la barbarie roja.”
Pero era una imagen la que se pretendía dar que no se correspondía con la realidad: familias arruinadas, mutilados, viudas y huérfanos del bando republicano…muchos tuvieron que acudir a los comedores del Auxilio Social y a pedir limosna. Aumentó la delincuencia, la prostitución y la venta ambulante. Había gente que moría de inanición. Con el fin de acabar con la mendicidad de los invidentes, la ONCE, organismo creado por el Estado, sacó a la circulación un cupón al precio de 10 céntimos, menos de la mitad se destinaría a premios y el resto para vendedores y ciegos mendigos.
Pero para las autoridades no eran los pobres, los que pasaban hambre, su principal preocupación, sino el control, la vigilancia de los "enemigos" de España. De esta forma, en los boletines informativos de las emisoras de radio era obligatorio incluir al final el siguiente texto:
“Españoles, alerta. La paz no es un reposo cómodo y cobarde frente a la historia; la sangre de los que cayeron por la patria no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición. Españoles, alerta. Todas las viejas banderas de partido o de secta han terminado para siempre. La rectitud de la justicia no se doblegará jamás ante los privilegios ni ante la criminal rebeldía. El amor y la espada mantendrán con la unidad de mando victoriosa la eterna unidad de España. Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo el enemigo de interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino. Arriba España. Viva España.”
Fruto de investigaciones y delaciones, se puso en marcha una operación de depuraciones dentro de la Administración. Todos los funcionarios, amén de otras profesiones, tuvieron que demostrar mediante juramento su apoyo al régimen de Franco. Médicos, abogados, farmacéuticos, profesores, ingenieros, arquitectos…fueron víctimas de la depuración. Algunos fueron objetos de la animadversión de sus subordinados o de sus superiores. Nadie se libraba de ser investigado. Simplemente por el hecho de haber leído algún periódico de alguna organización afín a la República o haber pertenecido a un sindicato era motivo suficiente para la depuración. Y el depurado ya sabía lo que le esperaba: en el mejor de los casos perdía el empleo, en el peor, sus huesos iban a parar a la cárcel y a veces podía perder la vida frente al pelotón de fusilamiento. Algunos extraoficialmente fueron asesinados en cualquier cuneta por grupos de falangistas y exaltados que iban casa por casa buscando sus presas.
El poema de Dámaso Alonso continuaba así:
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este
nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los
perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como
un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
caliente de una gran vaca amarilla.
un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por
qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta
ciudad de Madrid.
Dámaso Alonso, Hijos de la Ira
Bibliografía fundamental:
HIJOS DE LA IRA, Dámaso Alonso. Clásicos Castalia. Madrid, edición de 1986.
MADRID EN LA POSGUERRA
Pedro Montoliú
Silex ediciones, Madrid 2005.
En este interesante libro, el autor hace un recorrido por los difíciles años de la posguerra, entre 1939 y 1946, los años más difíciles, con mayores privaciones y más represión y pasa repaso a capítulos dedicados al Valle de los Caídos, al mercado negro, la fiesta nacional, la división azul, el aislamiento internacional o la “pertinaz sequía.”
EN esta hora recuerdo a todo y todos,
ResponderEliminarfibradamente, hundidamente en
las regiones que -sonido y pluma-
golpeando un poco, existen
más allá de la tierra, pero en la tierra. Hoy
comienza un nuevo invierno.
No hay en esa ciudad,
en donde está lo que amo,
no hay pan ni luz: un cristal frío cae
sobre secos geranios. De noche sueños negros
abiertos por obuses, como sangrientos bueyes:
nadie en el alba de las fortificaciones,
sino un carro quebrado: ya musgo, ya silencio de edades
en vez de golondrinas en las casas quemadas,
desangradas, vacías, con puertas hacia el cielo:
ya comienza el mercado a abrir sus pobres esmeraldas,
y las naranjas, el pescado,
cada día traídos a través de la sangre,
se ofrecen a las manos de la hermana y la viuda.
Ciudad de luto, socavada, herida,
rota, golpeada, agujereada, llena
de sangre y vidrios rotos, ciudad sin noche, toda
noche y silencio y estampido y héroes,
ahora un nuevo invierno más desnudo y más solo,
ahora sin harina, sin pasos, con tu luna
de soldados.
A todos, a todos.
Sol pobre, sangre nuestra
perdida, corazón terrible
sacudido y llorando. Lágrimas como pesadas balas
han caído en tu oscura tierra haciendo sonido
de palomas que caen, mano que cierra
la muerte para siempre, sangre de cada día
y cada noche y cada semana y cada
mes. Sin hablar de vosotros, héroes dormidos
y despiertos, sin hablar de vosotros que hacéis temblar el agua
y la tierra con vuestra voluntad insigne,
en esta hora escucho el tiempo en una calle,
alguien me habla, el invierno
llega de nuevo a los hoteles
en que he vivido,
todo es ciudad lo que escucho y distancia
rodeada por el fuego como por una espuma
de víboras, asaltada por una
agua de infierno.
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
Entonces,
qué hay, entonces? Sí, son los del exterminio,
son los devoradores: te acechan, ciudad blanca,
el obispo de turbio testuz, los señoritos
fecales y feudales, el general en cuya mano
suenan treinta dineros: están contra tus muros
un cinturón de lluviosas beatas,
un escuadrón de embajadores pútridos
y un triste hipo de perros militares.
Loor a ti, loor en nube, en rayo,
en salud, en espadas,
frente sangrante cuyo hilo de sangre
reverbera en las piedras malheridas,
deslizamiento de dulzura dura,
clara cuna en relámpagos armada,
material ciudadela, aire de sangre
del que nacen abejas.
Hoy tú que vives, Juan,
hoy tú que miras, Pedro, concibes, duermes, comes:
hoy en la noche sin luz vigilando sin sueño y sin reposo,
solos en el cemento, por la tierra cortada,
desde los enlutados alambres, al Sur, en medio, en torno,
sin cielo, sin misterio,
hombres como un collar de cordones defienden
la ciudad rodeada por las llamas: Madrid endurecida
por golpe astral, por conmoción del fuego:
tierra y vigilia en el alto silencio
de la victoria: sacudida
como una rosa rota: rodeada
de laurel infinito!
No cabía esperar otra cosa de ti que traernos al recuerdo al insigne Pablo Neruda, tan vinculado literaria e ideológicamente con muchos de los poetas de la llamada Generación del 27. Un rendido homenaje a los madrileños durante la guerra.
ResponderEliminarUn saludo.
Madrid, año 39, así llamaba mi hermano a la nevera de mi piso de estudiante porque cada vez que venía a verme y la abría encontraba un par de yogures caducados y poco más, a veces ni eso...
ResponderEliminarSi en lugar de dilapidar tanto tiempo y tantos recursos en la aniquilación de los vencidos se hubieran empleado en la reconstrucción de un país arrasado y en la búsqueda de la reconciliación entre hermanos quizá no estaríamos lamentando ahora tantas cosas
Excelente post, Cayetano.
Sí, Alma, las heridas se cerraron mal y ahora andamos todavía arrastrando ese tema.
ResponderEliminarUn saludo.
En clase leíamos ese poema hace pocos días.
ResponderEliminarTerrible panorama.
España era -decían- una unidad de destino en lo universal. Yo también he leído esta frase -interpretada por el periodista Manuel Alcántara- como "España es una unidad de DESATINO en lo universal".
Tristes guerras
si no son las armas
las palabras,
tristes, tristes...
Que decía Miguel Hernández
Saludos cooooooorrrrrrrrrrdialessssss
Dámaso Alonso fue uno del grupo del 27 de los que siguieron aquí - una generación descabezada por la guerra-. Siempre me pareció la obra de un hombre mayor acabado o deprimido por la situación, nunca la de un "joven" de 45 años.
ResponderEliminarTristes las guerras, en efecto.
Un saludo.
No hay nada peor que una guerra. Que no vuelva a repetirse algo así.
ResponderEliminarHola Cayetano:
ResponderEliminarUna entrada que certifica que en las guerras no hay vencedores, solo vencidos.
Mi abuelo gallego, hacía referencia al Madrid de la postguerra: Tengo más hambre que Madrid...Mi abuelo fue veterano de guerra del lado republicano y estuvo preso en Madrid. Ya te imaginaras el resto.
Saludos
Ese ambiente, aunque de forma tardío lo he respirado, también por proximidad y afinidad familiar. Por eso muchos de nosotros no nos creemos nada desde hace tantos años, porque íbamos "avisados". Besos.
ResponderEliminarKassiopea: no olvidar para no repetir los errores pasados.
ResponderEliminarUn saludo.
Manuel: los ciudadanos de a pie siempre son los que pierden todas las guerras.
ResponderEliminarUn saludo.
Emejota: la experiencia es un grado. Eso dicen.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué penurias debieron de pasar en aquella época en Madrid. ¡Por suerte, los únicos escombros que se ven actualmente por las calles de la capital son los de las zanjas y las obras!
ResponderEliminarY los socavones. También tienen su historia, además de las zanjas y las obras del Faraón. El caso es vivir siempre en peligro de romperse la crisma.
ResponderEliminarUn saludo a los murcianicos.
Una reflexión muy interesante y emotiva. Hace unos días compré el libro de Paul Preston "El holocausto español" y fuí a la presentación que hizo el autor en Valencia. No he empezado a leerlo, pero me gustó mucho su planteamiento y, desde luego, es un hispanista de prestigio más que reconocido. Un abrazo.
ResponderEliminarHorrores creo que se hablaba sobre la guerra en casa de mis abuelos (el paterno luchó en el frente republicano muy en contra de sus convicciones políticas, simplemente porque le tocó).
ResponderEliminarUn saludo.
Yo me sigo preguntando por qué tenemos que olvidarnos de todo, en lugar de recordar los horrores para no volver a caer en ellos.
ResponderEliminarLas guerras siempre horrorosas, son lo peor y entre hermanos mucho más.
ResponderEliminarAhora no nos libramos de peleas callejeras, navajazos, botellones...
Has cambiado la fotico Cayetano, sigues sonriendo aunque te lleve un can.
Un abrazo fuerte.
Se rompieron familias, se enemistaron amigos y al pasar los años, los más jóvenes comprobamos que vivimos en el mismo dolor que mató a nuestros abuelos.
ResponderEliminarUn beso
La depuración paso también por la Alemania nazi. O eras de ellos o ya sabías el final que te esperaba. Aún así, y cambiando el tema, Madrid es una ciudad que ha sabido siempre adaptarse y reinventarse a sí misma...
ResponderEliminarSaludos Cayetano
(Todas las guerras son inanes e inútiles)
Magnífica descripción de una ciudad arrasada y sumida en la miseria, pues, no en vano, fueron casi cuatro años intentándola conquistar. Hay que ser cínicos para decir lo que reflejaba el diario Ya, y que certero y exacto Dámaso Alonso (me encanta la crudeza y el realismo de Hijos de la Ira). Un fuerte abrazo, Cayetano.
ResponderEliminarYo viví el franquismo, cierto que era su última época, tal vez la más soportable, pero me imagino cómo fue todo aquello. Lo que no me explico es cómo un partido que fundó un ministro de Franco, se permite el lujo de intentar darnos lecciones de moral, convivencia, e incluso ganan elecciones(Pais Valencià) ¿de qué clase de gentuza estamos rodeados?
ResponderEliminarYa durante la propia contienda el hambre se enseñoreaba de la capital, que aislada, sin apenas suministros, sufría la penuria. Y sin embargo ni en tan adversas circuntancias el pueblo evita consolarse, aunque sea por la vía del humor. Tanta hambre se pasaba que hasta los dioses la sufrían. En el Paseo del Prado, Neptuno lució una gran pancarta que decia: "O me dais de comer o me quitais el tenedor". Un saludo.
ResponderEliminarSi cabe esos primeros años fueron peores que la misma guerra cuando todavía quedaba algo de esperanza. Años duros, fríos, sombríos sobre todo para los vencidos.
ResponderEliminarUn saludo.
La unidad de destino en lo universal se resumía en "Si no vas conmigo eres hombre muerto, pues no eres español y por tanto serás su enemigo traidor". Cuando leo el texto de las emisoras de radio me da miedo y recuerdo el pavor que se sentía ante las fuerzas vencedoras, crueles y desalmadas, que amenazaban con su arrogancia. Esa misma arrogancia se puede ver aún, pues hay muchos hijos ideológicos de ellos que siguen con la arrogancia y la bravuconería que les dio la victoria regalada por el fascismo europeo.
ResponderEliminarMientras tanto, mucha sangre del otro bando se pudrió en la cuneta, en la deshonra y la demonización.
No habrá entendimiento entre las dos españas hasta que se limpie esa afrenta, y se repare. La historia deberá hacer justicia y dejar una memoria clara…
Un abrazo
Hoy Dámaso Alonso escribiría un Madrid con millones de almas en pena, en busca de ese bienestar robado en crisis ajena, marcados por recuerdos incrustados que hicieron olvidar la verdad histórica de aquellos que murieron en su Madrid y quieren ser resucitados.
ResponderEliminarUn abrazo ;-))
Una época oscura para España y para Madrid en particular como ejemplo que debía ser para el resto en su papel de capital. Gente hambrienta, muribunda, con el miedo y el odio en los ojos...había muchas ansias de venganza pues muchos habían perdido la vida a manos de los dos bandos y los vencedores se lo hicieron sentir a los derrotados...fue la época más radical del Régimen, poco a poco empezó una tímida "apertura" allá por los '60, pero aún quedaba bastantes años para ellos...y cuántos se enriquecería con la reconstrucción de la capital!
ResponderEliminarIsabel: Paul Preston es de lo mejorcito que tenemos por ahí fuera. Un historiador de prestigio.
ResponderEliminarUn saludo.
Negrevernis: la gran tragedia de este pueblo es que muchos, como tu abuelo, lucharon donde les tocó y no por afinidad política. Eso hace aumentar aún más el drama de esa guerra entre hermanos.
ResponderEliminarUn saludo.
Francisco: yo tampoco soy partidario de olvidar, de ahí esta y otras entradas mías. Simplemente, como dices, para no repetir errores.
ResponderEliminarUn saludo.
Rosario: ahora hay cosas, pero ni punto de comparación. Sobre la foro, ya sabes: renovarse o morir. Ese es el perro de Diógenes que busca al de la foto.
ResponderEliminarUn saludo.
Arantza: ha de pasar más tiempo todavía para que las heridas acaben de cerrarse. El tiempo todo lo cura. Mientras, no debemos echar en el olvido nuestra historia, para no caer otra vez en los mismos errores.
ResponderEliminarUn saludo.
Javier: en efecto, Madrid, como Cádiz y tantos otros lugares de nuestra geografía, ha sabido siempre salir a flote gracias a sus ciudadanos.
ResponderEliminarUn saludo.
Paco: cinismo de los vencedores. Destrozo la ciudad a bombazo limpio y luego echo la culpa de todo a los enemigos.
ResponderEliminarUn saludo.
Manuel: los viejos dinosaurios (y que cada uno piense en el suyo favorito) han de adaptarse a los nuevos tiempos si quieren sobrevivir. Vamos a pensar que se han reciclado y que han aprendido la lección. Optimista que es uno.
ResponderEliminarUn saludo.
Desde la Terraza: lo de Neptuno tiene su gracia. También pasó hambre como la "señá Cibeles", testigos de tanta historia...
ResponderEliminarUn saludo.
Eduardo: años tristes. Hasta el propio Cela, nada sospechoso para el régimen, dedicó una magnífica novela, La Colmena, al Madrid sombrío del hambre, el estraperlo y el racionamiento.
ResponderEliminarUn saludo.
Antonio: lo peor es que se monopolizó por parte de los vencedores lo que era de todos, como la palabra España. Dejando en la "cuneta", nunca mejor dicho, a los que no pensaban en la dirección "correcta".
ResponderEliminarUn saludo.
Senovilla: Madrid ha pasado por muchas penalidades. Siempre resucita como el Ave Fénix de sus propias cenizas. Y lo mejor de todo es que es capaz hasta de hacer chistes de sus malas rachas.
ResponderEliminarUn saludo.
Carolvs: algunos como yo llegamos a la etapa final, la del desarrollismo, la de la emigración a las ciudades, la del crecimiento de los barrios en Madrid, Barcelona... Afortunadamente nada que ver con la de los años 40. Se debió pasar bien mal.
ResponderEliminarUn saludo.
Creo que no nos podemos hacer idea de lo que era el Madrid inmediato a la guerra y aún durante ella. Barrios enteros destruídos, hambre, muerte, dolor y ausencia de esperanza. A la ruina se sumaba la persecución política. La guerra nunca es buena para nadie.
ResponderEliminarSaludos
En efecto, Carmen. Por mucha imaginación que le echemos nunca nos haremos una idea aproximada de lo mal que lo pasó la gente.
ResponderEliminarUn saludo.
El control de los medios, de la opinión, de la imagen, de la burocracia administrativa... es fundamental para mantener las mentiras y, además, ver el blanco donde sólo hay negro.
ResponderEliminarLos tiempos de miseria y privación también son ricos en ingenio e imaginación: de esta época es la tortilla de patatas sin patatas ni huevos.
Un abrazo
Javier: ya veo que el señor Blogger no me ha dejado tu comentario en mi escritorio, sí me llegó el aviso por email.
ResponderEliminarEso de la "tortilla de patatas" sin huevo y sin patatas es fruto de la imaginación que produce el hambre en tiempos de escasez.
Un saludo.
Shakespeare decía que las heridas internas son las que más tardan en cicratizar. Una guerra civil deja duraderas heridas.
ResponderEliminarSaludos
"Madrid, Madrid!¡Qué bien tu nombre suena,
ResponderEliminarrompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena.
Tú sonríes con plomo en las entrañas"
Al parecer estos versos fueron escritos por Machado en el 36 poco antes de abandonar la ciudad.
El post me recordó "Un largo silencio" , de Ángeles Caso :Las mujeres de una familia desarticulada regresan a su ciudad natal finalizada la guerra , amoldándose a una nueva vida ante un paisaje desolador,retratando , de alguna manera, las imágenes y la reseña que aquí pones.
Tengo que leer la obra que citáis de Paul Preston.Ya la apunté.
Un abrazo.
Alejandro: en parte estoy de acuerdo contigo, hay gente que aprovecha todo con fines estrictamente electoralistas, pero también es cierto que hay políticos a los que les da igual que las heridas sigan abiertas o se hayan cerrado de mala manera. Todavía, por ejemplo, hay lugares con cruces de los caídos por Dios y por España, donde se rinde homenaje a sólo los de un bando. Y todavía hay gente que no sabe dónde están enterrados sus muertos.
ResponderEliminarUn tema en todo caso delicado y nada fácil.
Un saludo.
Antorelo: el tiempo poco a poco irá haciendo olvidar aquella pesadilla.
ResponderEliminarUn saludo.
Carmela: hay muy buena literatura alrededor del tema. Otro aporte interesante es el de Almudena Grandes y El corazón helado o ese relato llevado al cine, Los girasoles ciegos.
ResponderEliminarUn saludo.
Creo que he leído casi todo lo de Almudena.Tengo entre manos :"Inés y la alegría".Estoy en el inicio.
ResponderEliminar"Los girasoles ciegos" de Manuel Rivas : imprescindible, igual que la peli.
He apuntado a varios que tengo aún pendientes y ahora a Preston(desconocido para mi), a veces no alcanza el tiempo.
Abrazo.
Carmela: lo que yo no imaginaba cuando empecé a leer "Los girasoles ciegos" es que se trataba de relatos relacionados los unos con los otros.
ResponderEliminarBuenas lecturas y dignas.
Un saludo.