martes, 27 de diciembre de 2016

El reparto



Personajes  destacables de “En la frontera”. 

La idea que me propuse cuando acabé de escribir este libro fue repartir los papeles entre amigos y seguidores del blog, también entre algunos de facebook y google+ . 
La mayoría de estos personajes aparecen únicamente como aludidos. Personajes actuantes con texto son tan solo unos pocos.
Implicar en la trama a amigos y conocidos es algo que se lo debo a Isabel Barceló, quien ya utilizó esta técnica en su peculiar Fundación de Roma.
Pensé en esta participación de amigos y gente conocida una vez que descarté sacar el libro para la venta. Como lo hice en un pdf de descarga gratuita, no ponía  así a nadie en el compromiso de tener que comprar el libro como contrapartida.

Los que ya leyeron la obra se habrán percatado de qué personaje les tocó en suerte, si es que les tocó alguno, porque lamentablemente no hubo para todos.
Algunos ya me lo han hecho saber. Otros no han dicho nada. No sé si porque no les gustó del todo la idea, el personaje asignado... o simple y llanamente porque todavía no han leído o acabado de leer el libro.


Por orden de intervención 
(Solo cito los personajes, no el "reparto"):


Quinto Sertorio, político y militar romano  
 
Marco Domicio, general romano  
 
Quinto Cecilio Metelo, general romano

Urcebas, hispano en época romana                             

Tureno, hispano en época romana               

Buntalos,  hispano en época romana           

Francesco Patalano, médico
de Perusa                                                            

Gaetano Patalano,
hermano de Francesco de Perusa                  

Leonora de Piamonte, mujer noble
de Perusa                                                            

Beatriz de Piamonte, hija de Leonora                          

Philippo de Piamonte, hijo de Leonora        

Benedetta, dueña de la botica de Perusa     

Corinda, quintilliza de Benedetta                  

Cordelia, quintilliza de Benedetta                 

Concetta, quintilliza de Benedetta                

Cirilia, quintilliza de Benedetta                      

Celinia, quintilliza de Benedetta                    

Grimaldo, boticario de Perusa                                                       

Endrina, ama de llaves de Francesco           

Alcina, mujer de Salvatore, de Perusa          

Salvatore, herrero de Perusa                          

Miguel de Cervantes    


                                    
Un Cervantes muy peculiar, según Leal Galera, ilustrador oficial de esta casa


Don Quijote                                                       

Dulcinea del Toboso (Aldonza Lorenzo)     

Teresa Lorenzo, prima de
Aldonza Lorenzo                                                              

Dorotea o la Princesa Micomicona                               

Marcela, la pastora de El Quijote                  

Leonor de Cortinas, madre de Cervantes    

Pedro de Villaseñor, caballero manchego    

Rodrigo Quijada,
hidalgo del Campo de Montiel                       

Andresillo Hurtado, pícaro del Siglo de Oro                                           

Ginés de Villarejo,
pícaro del Siglo de Oro                                     

Germán,
falso tullido del Arenal de Sevilla                  

Carmen, vendedora del mercado
                  
Giordano Bruno, astrónomo y filósofo italiano                                                 

Giacomo, fraile dominico                               

Alonso Álvarez, morisco aragonés              

Nuzeya, morisca                                               

Íñigo de Acuña, escritor imaginario              
del Siglo de Oro  
                                                                                             
Luis de Córdoba, bufón   


                                                            

Paquita, madre de Luis de Córdoba                             

Duque de Medina del Pozo Seco                   

Duquesa de Medina del Pozo Seco                                              

Carolina, hija de los duques                           

Isabel de Velasco, menina de la
infanta Margarita                                                             

Agustina Sarmiento, menina de la
infanta Margarita                                                             

La infanta Margarita                                       

Velázquez                                                          

Mariana de Austria, mujer de Felipe IV       

Guardadamas de Mariana de Austria  
        
Bart el Negro, capitán pirata                          

Danny, maestro artillero pirata                      

François L’Olonnais, pirata del Caribe                         

Francisco de Goya                                            

Cayetano Antonio Ripoll, última víctima de la Inquisición                                

José de Espronceda                                          

Teresa Mancha, novia de Espronceda         

Blanca, hija de Espronceda                            

Víctor Hugo                                                       

Toro Sentado                                                     
                                              
Vaquero de Arizona                                         

Eisech Sandler, judío alemán   
                      
Edith, sobrina de Eisech Sandler                    

Miguel de Unamuno   
                                     
Republicano represaliado                               

Gayarre, guerrillero del maquis                      

Irantzu, novia del maquis Gayarre               

Patrice Lumumba, líder del Congo
                               
Katia, víctima de la explotación sexual

En la frontera es un pdf que se puede descargar de forma gratuita pinchando en el siguiente enlace:

jueves, 22 de diciembre de 2016

Espíritu navideño



¿Hay algo más bonito que las celebraciones familiares?

Un cuento "entrañable" para estas fiestas, publicado en
"La Charca Literaria".

La Charca Literaria

Espíritu navideño


El lío vino porque a Marta, la madre de Pedrito, se le ocurrió la genial idea de invitar a la cena de reyes a sus tres hermanos sin hablarlo previamente con su marido quien, a su vez, sin consultarlo con la esposa, había accedido a que su primo Tomás, más conocido en el barrio como “el cogorzas”, también asistiera a la fiesta dado que no pudo venir a la cena de Nochebuena a traer su regalo al sobrino y ahijado. Cuando repararon en el error y lo hablaron, ya era demasiado tarde.
El follón estaba servido porque las relaciones entre los invitados no eran nada buenas. El asunto venía de lejos: un dinero que se pidió prestado y jamás se devolvió. También, algo de fútbol y de preferencias políticas.
El lío pudo ser menor de no ocurrírseles a todos venir disfrazados. Los tres hermanos, de Reyes Magos; Tomás, de Papá Noel.
Algo de culpa la tuvo también la ingesta etílica a la que eran muy aficionados los cuatro y de la que dieron buena cuenta a lo largo de esa tarde, cada uno por su lado, de manera que cuando llegaron a la casa ya venían algo cocidos.
El caso es que fueron llegando. Primero los hermanos, después el primo.
Creo que ninguno se encontraba cómodo aquella noche con la compañía prevista.
Y el niño, aunque crédulo hasta las trancas, estaba no obstante algo desconcertado porque no comprendía que pudieran estar juntos el mismo día los Reyes y Papá Noel. Miraba atónito a sus majestades, luego al del gorro rojo, alternativamente, según hablaran unos u otro.
Lo normal de la reunión fueron los malos modales en la mesa: gente alterada hablando con la boca llena, gesticulando y bebiendo sin parar.
El volumen de conversación fue subiendo paulatinamente. Hubo miradas asesinas recíprocas por parte de los invitados y palabras subidas de tono.
Luego voces y más voces.
También un inoportuno empujón. El árbol navideño derribado en el suelo, con un estrépito de bolas rotas.
Y el niño contemplando estupefacto cómo el rey Baltasar estampaba un pastel de cabracho en toda la jeta a Papá Noel, cómo Papá Noel se liaba acto seguido a puñetazos con Baltasar mientras Melchor tiraba al primero figuritas de mazapán y polvorones, con inusitada violencia y, por cierto, con malísima puntería. Entre tanto, un Gaspar tambaleante, ajeno a todo en una esquina, se amorraba como un poseso a la botella de whisky escocés.
A todo esto, los padres de la criatura no salían de su asombro y no sabían qué hacer para detener la trifulca y para que Gaspar no acabara con todo el licor disponible de la casa.

A partir de aquel día, Pedrito dejó de creer definitivamente en la familia, en Papá Noel, en los Reyes Magos, en el espíritu fraterno de la Navidad… Y se acordó de la madre que los parió a todos.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Ulises en el diván (gabinete psicoterapéutico y 2)


Ulises, el viajero, el astuto rey de Ítaca, el hijo de Laertes y Anticlea, acude a consulta de la doctora Ariadna para curarse sus fobias y su más que posible depresión… Padece también estrés crónico, más conocido en términos psiquiátricos como el síndrome del emigrante o “síndrome de Ulises”, precisamente llamado así en su honor.
Estos días, el gabinete psicoterapéutico presenta mucha animación. La doctora ha tenido que contratar a una ayudante, pues no da abasto con todo el trabajo. De esta forma, Conchi Arcos, la nueva adquisición,  ha sido la encargada de entrevistar previamente al célebre aqueo y tras cumplimentar una ficha con sus datos, le conduce hasta la consulta de la psicoterapeuta.

 -A mí en el fondo no me gusta viajar -comenzaba Ulises su relato -. Tengo fobia al barco. Incluso me mareo. Si lo hice fue por obligación. Como rey de Ítaca no pude negarme a la llamada de los hermanos griegos contra Troya. Había que lavar la afrenta de aquel jovenzuelo malcriado llamado Paris que secuestró a Helena, la mujer de uno de los nuestros…

-Pasó usted a la leyenda como una persona muy inteligente- comenta la doctora Ariadna, mientras hace unas anotaciones breves en su cuaderno-. Ha dado incluso pie a que muchos autores se basaran en sus peripecias: Kavafis, Joyce... Hay hasta películas. Una muy buena protagonizada por Kirk Douglas. Se la recomiendo.

-Astuto, inteligente, sagaz… Se han dicho muchas tonterías sobre mí. Soy bastante normalito. Lo que pasa es que en mi vida tuve la suerte de encontrarme con gente mucho más torpe que yo. La Odisea es una recopilación de gente tonta de la que logré aprovecharme. Y sobre los escritores que me han utilizado como referente... qué quiere que le diga. No sé qué relación hay, por ejemplo, entre un aqueo que pasó media vida lejos de su tierra y un señor de Dublín cuya principal afición era devorar riñones con sabor a orina y cuya mujer se acostaba con el primero que se le pusiera a tiro. Y el otro, el paisano de Alejandría, con la murga de "pide que tu viaje sea largo... No temas a los lestrigones ni a los cíclopes, etc." ¡Y una cagarruta de cabra! En mi piel ya le quisiera ver yo. Qué bien se ven las penalidades ajenas cuando estás tranquilo, calentito y cómodo en tu casa, componiendo versos...

-Pero aquello del caballo de madera fue muy ingenioso.

-Sí, lo del caballo fue idea mía. Estaba completamente borracho cuando lo comenté a los aqueos. Lo dije medio en broma; pero todos creyeron que hablaba en serio y que era una buena idea. Y se llevó a cabo.

-Gracias a ello, cayó Troya.

-Sí,  por intervención de los dioses, porque en el fondo fue una locura. Hay que ser rematadamente tonto para dejarse embaucar por semejante “regalo”, sin sospechar que allí había gato encerrado; pero aquello coló. Y Troya ardió por los cuatro costados.

-Después de conocer sus aventuras, nadie diría que  son fruto de un hombre corriente, con problemas de desequilibrio emocional. Un hombre que fue capaz de desafiar a las mismísimas sirenas, devoradoras de hombres. Hay que estar muy entero.

-Aquello fue una fanfarronada, fruto de un desencuentro con mis hombres, quienes, hartos de dar vueltas por el mar, empezaban a cuestionarse mi liderazgo. Para evitar que se me amotinaran, tuve que demostrarles de lo que era capaz. Por eso decidí que no me pusieran cera en los oídos como a los demás, pero que me ataran fuerte al palo mayor de la nave.



-Enfrentarse a mil peligros, a Circe, al gigante Polifemo, a Escila y Caribdis, a los lestrigones, bajar al inframundo… No es propio de gente débil.

-Lo del cíclope tiene también su miga. Otro tonto. Creo que Poseidón, su padre, se enfadó bastante conmigo porque dejé a su hijo tuerto y ciego al mismo tiempo. Me decía Polifemo, tras darle a beber mi vino: “dime tu nombre, que quiero obsequiarte y hacerte un trato de favor”. Yo le dije que mi nombre era Nadie. Él me dijo: “pues a Nadie me lo comeré el último. Ese es mi regalo”. Por eso cuando le clavé la estaca en el ojo y se quejaba pegando alaridos de dolor, los vecinos le decían “Polifemo, quíén te hace mal”. Y él respondía “Nadie”. Hay que ser muy necio para responder eso.

-Y logró finalmente usted regresar a su tierra.

-Sí. ¡Por fin! Aunque Poseidón hizo lo posible para que eso no ocurriera. Regresé a Ítaca. Salvo mi hijo Telémaco, allí nadie me esperaba vivo.

-Pero Penélope daba largas a los que pretendían su trono…

-Sobre los tarados que pretendían a Penélope ya ni te cuento. Hay que ser rematadamente bobos para no darse cuenta de que yo no era un viejo mendigo. Y dejarme coger el arco y las flechas fue su perdición. La matanza me la pusieron en bandeja. En vez de pasarme a cuchillo por mi osadía de probar a tensar el arco, me dejaron competir con ellos. Y gané. Y fue su final. (*)

-Nadie puede creer que estemos ante un hombre con problemas como para decidir venir a consulta. ¿Cómo se siente anímicamente?- dice esto la doctora Ariadna mientras duda entre recetarle el prozac o la paroxetina.

-Pues es la realidad. Me siento triste. Duermo mal. Tanto tiempo pasé fuera de casa que ahora pago las consecuencias. He perdido la ilusión por las cosas, incluido el sexo. Tanto queso, tantas aceitunas y tanta leche de cabra han debido de trastornarme. Y mi mujer sigue empeñada en que coja de nuevo el barco y me dé una vuelta por ahí. ¡Ni loco! Ya tuve bastante. Para mí que Penélope no se habitúa a vivir de nuevo en compañía y prefiere estar sola. Creo que le cogió afición a eso de tejer y destejer. Igual no me perdona lo de Circe o lo de Calipso o que le eché el ojo a la bella Nausica. Celos tontos. Total, por unas infidelidades de nada... Durante varios años, eso sí...  Y es que las mujeres sois muy raras.


(*)Fragmento de la película protagonizada por Kirk Douglas (1954):



lunes, 12 de diciembre de 2016

Gabinete psicoterapéutico



En una entrada de hace un año podíamos leer...


“Esta mañana Manuel ha salido de casa. La calle amaneció cubierta por una espesa capa de nieve. Falta muy poco para la Navidad y el barrio parece una postal -típica y tópica-  que podría servir de decorado para estas entrañables fiestas. 

El destino de Manuel es la consulta de Ariadna González, afamada especialista que regenta un prestigioso gabinete de psiquiatría y psicoterapia. 
Manuel tiene cita concertada, como viene siendo habitual desde hace un mes, todos los miércoles de 12:30 a 1. 
Lo que desconoce Manuel, nuestro paciente, es que, mientras él está tumbado en el diván y cuenta sus cosas, ella se entretiene ese día en hacer la lista de la compra: 

Pan, azúcar, leche desnatada…  (*)

Anota en su libreta. Hace que escucha, pero está ausente. Su semblante, sin embargo, permanece atento y serio como requiere el relato del paciente. De vez en cuando asiente con la cabeza… 

Y el del diván sigue con su patética historia: 

- Siento que nada tiene sentido. Creo que tiré mi vida a la basura… 

Bolsas de basura, bote de detergente, suavizante para la lavadora… 

La doctora Ariadna desconecta a ratos de las “confesiones” de este maníaco obsesivo compulsivo con tendencia depresiva. Su caso es evidente. Requiere medicación adecuada y que crea que el especialista le escucha…”  

(*) Basado en una ocurrencia del amigo Gabriel Beguerie



Esto ocurría poco antes de la navidad del año pasado:
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-un-cuento.html

El personaje central de Desde el laberinto acudía a consulta. 
Una pequeña travesura que me permití con permiso de los personajes de la obra.
Algo distendido, como corresponde al espíritu festivo de estas fechas.
Unos días después acudía también como paciente el propio Minotauro. Parecía bastante deprimido:

El Minotauro navideño de Leal Galera,
con un ejemplar de "Desde el laberinto" en la mano.


- El laberinto ya no es lo que era. Desde que lo convirtieron en una atracción turística, no para de venir gente. Acuden en grupo, armados con sus “gepeeses” para no perderse: “en la siguiente intersección, gire a la izquierda y coja la segunda galería que se encuentre a su derecha y camine recto unos doscientos metros."  

La doctora le escucha y duda entre aumentarle la dosis de diazepam o recomendarle que se tome unas vacaciones o que se busque una novia. 

- Vienen con sus cámaras fotográficas, sus smartphones y sus palos de selfies y no paran de retratarse, dando gritos como posesos. Los niños lo tocan todo. Están muy mal educados. El otro día rompieron una estalactita. Y el seguro dice que no lo cubre. 

Cree que lo mejor es aumentarle la dosis. Está muy nervioso. Presenta un cuadro claro de ansiedad. 

- Además, el público se comporta como si estuviera en el cine. Lo deja todo perdido de palomitas y envases de cocacola vacíos. 


Eso pasaba hace un año.
http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/12/la-psicoterapeuta-segunda-parte.html

La novedad es que hoy, precisamente hoy, ha pedido cita para acudir a consulta … nada menos que Ulises, el rey de Ítaca. Creo que anda con un síndrome muy peculiar. 
En unos días veremos qué nos cuenta…

lunes, 5 de diciembre de 2016

Quinto Sertorio (y 2)



Por eso (Sila) se dedicó con saña a perseguir a los que no nos dejamos arrastrar por él o a los que éramos un impedimento en su camino. 
Y por eso también preparó un formidable ejército y ordenó venir a buscarme para acabar conmigo. Lógicamente, salí por pies hacia el sur, hacia Cartago Nova. Luego me lo pensé mejor y embarqué hacia África. 
Pero como por naturaleza soy muy testarudo, lejos de amilanarme recluté un nuevo ejército en la provincia de Mauritania y crucé el estrecho dos años después, con la intención de reconquistar Hispania, incluso intenté tomar Ebusus (Ibiza) con ayuda de los piratas cilicios de Anatolia, empresa en la que fracasé, pero que fomentó a mi costa el infundio o la leyenda del general romano traidor y pirata. No obstante, enseguida me volví a hacer dueño de la situación y en poco tiempo me gané a las tribus de Hispania y, tras lograr el apoyo entusiasta de los caudillos locales, en un año me convertí en el amo de todo el valle del Guadalquivir y de la Lusitania. Los lusitanos, como si yo fuera un nuevo Viriato, me acogieron con los brazos abiertos. Los iberos me querían. Estaban dispuestos a sacrificarse por mí. Una vez, ante un ataque de los romanos, acosado por sus armas, me rescataron en pleno combate y no haciendo aprecio de sí mismos, me levantaron sobre sus hombros y me fueron pasando de unos a otros hasta la muralla, donde quedaba seguro, y una vez allí se dieron a la fuga para no perecer a manos del enemigo. 




Fui muy cuidadoso con las creencias de los iberos, respetar sus ritos y sus dioses, sus instituciones, sus costumbres. Y gracias a ello conseguí su apoyo incondicional. Un lusitano me regaló en una ocasión una cierva blanca y a través de ella la diosa Diana me transmitía sus deseos y órdenes que yo hacía saber a los iberos. Una vez se me perdió y todos quedaron consternados. Un esclavo logró encontrarla. Y yo le indiqué que no dijera nada y que la escondiera y que cuando le hiciera una señal apareciera ante todos con ella. Esperaba con ello dar a todos una grata sorpresa. Así fue. Estando en mis aposentos rodeado de mis fieles seguidores, les conté que tuve un sueño en el que la cierva volvía de nuevo a mi lado. Dicho y hecho. Hice la señal convenida al esclavo y la cierva irrumpió en la habitación ante la vista de todos, que quedaron asombrados. 
Con ayuda de mis amigos hispanos, como los valientes Urcebas, Tureno y Buntalos, logré tener el control de la península. Cuando las noticias llegaron a Roma, Sila tragó saliva pero aceptó el reto y envió a Hispania dos legiones, al mando de Quinto Cecilio Metelo y de Pompeyo, para terminar conmigo. Logré aniquilar en el valle del Tajo a las tropas de Marco Domicio. En el valle del Guadiana conseguí que las tropas de Metelo se replegaran. Resistí como un jabato en el valle del Ebro, en Calagurris, Ilerda y Osca. Parece que los enviados de Sila lo estaban teniendo muy difícil. Al final, hicieron como con Viriato, como no podían vencerme en el campo de batalla, decidieron comprar a algunos de mis lugartenientes. Fueron algunos de mis propios colaboradores, dirigidos por el envidioso general Perpenna, los que me traicionaron y acabaron con mi vida en el transcurso de un banquete que habían preparado concienzudamente. 
Un traidor. Eso era lo que decían de mí. Un enemigo de Roma que había hecho pactos con extranjeros. Eso contaban los que mientras hablaban de mí traicionaban la generosidad de Roma. Yo no luché contra mi patria, sino contra los que se habían apropiado del poder y habían tiranizado a mis compatriotas. Yo quise hacer romanos de los pueblos conquistados para que compartieran su grandeza y su esplendor. Para mí, Hispania era de verdad un pedacito de Roma. 




Y me apliqué a ello con denuedo. Instauré un Senado similar al original romano, fundé una Academia en Osca, igual que las que había en Roma, para que los hispanos aprendiesen derecho y latín y, de paso, se civilizaran y se acostumbraran a llevar la toga como el resto de los romanos. Reuní también a muchos valientes hispanos que fueron reclutados y entrenados en campamentos romanos, vestidos, equipados e instruidos como tales. Así se forja un imperio, con tesón, paciencia y entrega. Sumando, no dividiendo. Logrando amigos, no haciendo nuevos enemigos. 
Como dijo un sabio romano del que ahora no recuerdo su nombre: 
“Por la armonía, los estados pequeños se hacen grandes, mientras que la discordia destruye los más poderosos imperios.” Yo quería compartir el festín, no esquilmar a unos para engrandecer a otros. El imperio no era una despensa al servicio de unos pocos. El Imperio lo éramos todos, romanos de todas clases e hispanos de toda condición. Todos con la misma ley. Todos iguales. Eso era lo que yo quería. Y por eso yo era un estorbo para los aristócratas que ahora mandaban en Roma. Por eso sobraba. 
Y fui traicionado por los míos. 
Durante aquel banquete fatídico, preparado para acabar conmigo, alguien dejó caer una copa de vino al suelo. Era la señal convenida. Inmediatamente se abalanzaron sobre mí y me cosieron a puñaladas. Corría el año 72 a de C.