sábado, 28 de enero de 2012

Tal día como hoy...


28 de enero de 1887: en París se pone la primera "piedra" de la Torre Eiffel
Los artistas de la época la veían como "un monstruo de hierro", un monumento a la fealdad y al mal gusto con esos 300 metros de altura de chatarra desafiante que se elevaba hacia el cielo.
Sin embargo, el tiempo se encargó de quitar la razón a sus detractores.
De ser un adefesio, pasó a convertirse en el símbolo de París y de la modernidad.
En el año 2007 se convirtió en el monumento más visitado del mundo con cerca de 7 millones de visitas.
Sin duda hoy es el principal atractivo turístico de la ciudad francesa.
El símbolo de Francia.


Algo parecido ocurrió con el Centro Pompidou, ese museo con pinta de fábrica o de mecano gigantesco, lleno de tubos, barras y estructuras metálicas, muy rompedor y estridente en relación con su entorno, también muy denostado en su día y hoy celebrado como una de las mayores ocurrencias del arte contemporáneo de vanguardia.

Se podría plantear el tema sobre cómo cambian los gustos, lo que una vez parece feo, luego se va aceptando. 
Tal vez, el miedo a la novedad, a los cambios en los gustos estéticos estén detrás de esos rechazos.
O tal vez la costumbre, el familiarizarse con los nuevos monumentos, nos lleven irremediablemente a convivir en paz con ellos y a aceptarlos como si fueran algo nuestro.



La Torre Eiffel, el Centro Pompidou o -como nos contaba Francisco Espada en su blog- las Setas de Sevilla en el barrio de la Encarnación... son  ejemplos de una aceptación que va llegando con el paso del tiempo.
¿Llegaremos a aceptar también algunas rotondas horribles de esas que pueblan nuestros barrios y pueblos?


Rotonda de Torrequebradilla (Jaén)


Monumento a los poetas (Murcia)
Fuente de la imagen.

lunes, 23 de enero de 2012

Dido, reina de Cartago


 Una novela de Isabel Barceló Chico, autora del blog Mujeres de Romaestimada visitante y comentarista de esta casa.
 La autora, que está inmersa ahora en otro proyecto narrativo sobre la fundación de Roma y en el que sus amigos blogueros participamos como personajes, inició con Dido, reina de Cartago un camino muy ocurrente, donde va construyendo una novela a partir de las entradas que van apareciendo cada poco en su blog.

 Volviendo a la novela que nos ocupa hoy, ya en su contraportada se nos ofrece un anticipo:

“La reina Dido y un grupo de fieles huyeron de su patria, la fenicia ciudad de Tiro, para evitar una guerra civil. Comenzaría así una epopeya que les llevaría a recorrer el Mediterráneo buscando una nueva tierra donde asentarse y concluiría en el norte de África. Su vagar por los mares, las peripecias que acompañaron la fundación de Cartago y su encuentro con el troyano Eneas, nos sumergen en un historia en la que aventuras, pasión, amor y traición nos atrapan hasta el final.”

 Los acontecimientos se van sucediendo según nos los van relatando los dos narradores principales, dos voces, dos enfoques sobre una misma historia. Imilce, la anciana fenicia que rememora y dicta sus recuerdos, apoyándose en la versión de Xilón, cronista de la reina, y Trailo, el poeta troyano que acompaña a Eneas en su gesta heroica, dos puntos de vista, dos estilos, dos maneras de narrar una misma historia. También dos lenguajes: el de una persona corriente y el de un poeta dado al exceso con florituras, exageraciones e intervención de los dioses en los hechos, al estilo de las epopeyas homéricas.
 Una perspectiva doble para hablarnos de un mismo asunto, que dota a lo narrado de un mayor atractivo, pues permite que el lector saque sus propias conclusiones.

 Se plantea así un tema importante: el de la objetividad y la subjetividad en la historia. Al igual que si hablamos de hechos recientes donde  historiadores y periodistas tienden a posicionarse, a tomar partido (algo que nos hace dudar de su profesionalidad), aquí ocurre algo parecido. La historia oficial, con ese poeta que exagera intencionadamente los acontecimientos, se enfrenta con la historia narrada por una persona fenicia corriente, testigo de los hechos. Para Roma, Cartago, la sempiterna rival y enemiga por el control del Mediterráneo, es la “mala” en esta ocasión. La opinión de los cartagineses cobra aquí pues una gran importancia, porque ya sabemos que la historia que perdura siempre es la que cuentan  los vencedores.

 Si hemos de dar crédito al poeta troyano, en esta novela juegan un papel relevante los dioses. Son ellos los que hacen que el mar esté agitado o en calma, que soplen furiosos los vientos o que sean propicios para los navegantes, que haya distancia o que haya encuentro entre los protagonistas. Al igual que en el asedio de Troya, por afinidad con unos y enojo con otros, son ellos los que tejen una trama en la que los personajes, incapaces de elegir su destino, son atrapados irremediablemente. Nunca una manzana trajo tantas complicaciones a corto y medio plazo. (*)

 Un tema importante es el mito del paraíso perdido, aunque también el viaje tiene algo de rito iniciático. Porque toda epopeya requiere de un viaje y para que este sea fructífero y sirva de aprendizaje, como decía Kavafis, ha de ser largo y lleno de experiencias. Dido huye de Tiro (Fenicia) para evitar males mayores a su pueblo y, tras mucho navegar, se encuentra con otro paraíso: Cartago. Aunque la meta anhelada resulte ser no un punto y seguido sino el punto y final para la protagonista. Dido, que supo mantener la cabeza fría cuando perdió a su marido, no es capaz de asimilar ahora el nuevo revés que le da la vida y es víctima de su propia pena.

 Posibles guiños al lector:
 Hay un personaje en la obra que me llama la atención. Me refiero a ese Filón de Atenas que escapa de la turba vociferante y de sus pedradas. Me recuerda mucho, por su apariencia, su desvergüenza y su filosofía de la vida a Diógenes, ese sabio descarado que con su tinaja habita en este humilde blog. Como él, no se abochorna por su desnudez ni reconoce a los poderosos, apátrida y ácrata, cínico e irreverente, crítico y deslenguado, desata con su elocuencia convincente un conato de revuelta entre los descontentos jóvenes de Rodas.
 Y ese Yarbas, el rey de los libios... ¿A quién me recuerda con esos modales tan zafios y ese aire altanero y despreciativo? Solo le falta la jaima para parecerse a Gaddafi el beduino en sus buenos tiempos.

 En resumen, una novela bien hecha y estructurada, amena, ágil y convincente, sencilla, pero que trata al lector con respeto a su inteligencia, a mitad de camino entre la crónica histórica y la ficción, que nos atrapa desde la primera página.
 Realmente recomendable.

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(*) La manzana de la discordia. Origen de la guerra de Troya por el despecho de dos diosas.


viernes, 20 de enero de 2012

Aniversario de boda real


Hoy se cumplen años de una boda real, la de Fernando VI.

Rechoncha, boca grande, mofletuda, ojos pequeños, atacada de viruela y tirando a fea, Bárbara de Braganza fue la persona elegida para contraer matrimonio con Fernando VI, heredero al trono de Felipe V.

La boda se concertó desde las casas reales sin que los contrayentes se llegaran a conocer. Desde la corte portuguesa se resistían a enviar retrato alguno de la princesa por miedo a espantar al novio. Poco antes del enlace llegó por fin el retrato retocado sin marcas de viruela. El 19 de enero el novio vio por primera vez a la novia y estuvo a punto de mandarlo todo al garete.

 Finalmente, con poco entusiasmo, la boda se llevó a efecto y el 20 de enero de 1729 se casaban en Badajoz, a mitad de camino entre Madrid y Lisboa, para que todos los parientes estuvieran contentos.

A pesar del escaso atractivo físico de esta mujer, Fernando VI supo encontrar en ella el calor y el afecto que tanto había necesitado durante su infancia, al haberse criado sin madre y haber sido educado con frialdad por su seca madrastra Isabel de Farnesio quien ansiaba la corona para su hijo Carlos, como así pasó después. Bárbara, de buen corazón, amó profundamente a su marido. Y él correspondió a ese amor, hasta tal punto que cuando ella falleció, él entró en una profunda depresión y no hacía otra cosa que deambular por el castillo de Villaviciosa de Odón aullando como un lobo desconsoladamente. Perdió el apetito y dejó de asearse y de afeitarse, la melancolía por la pérdida de su esposa se convirtió en locura, hasta que al año siguiente abandonó este mundo y fue a reunirse con su amada.



Murió Fernando y su madrastra se frotó las manos porque al no haber descendencia, le tocaba ser rey a su hijo Carlos.

Aunque el reinado que concluyó no fue ni largo ni deslumbrante, el carácter pacífico y moderado del fallecido, despertó cierto sentido de pesar entre los españoles ante el fallecimiento real.
Sin embargo la muerte de ella no fue tan sentida a nivel popular, dado que tenía fama de derrochadora y de pensar más en sus intereses que en los de España:


Testó la reina y concuerda
con variedad de opiniones
que dio a Portugal millones
y a España... ¿qué?: mucha mierda.
Pase, porque nadie pierda
lo que le toque, concluyo
por ley de lo tuyo, tuyo,
que el testamento es siniestro,
pues dio a Portugal lo nuestro
y a nuestra España lo suyo.

No obstante, el destino y los madrileños fueron benevolentes con los esposos, permitiendo que tras la muerte siempre estuvieran juntos. Y no me refiero a la morada final elegida por ellos, el Convento de las Salesas Reales, sino a sus calles dedicadas. No hay más que ver el callejero de Madrid para darse cuenta de donde se sitúan las calles respectivas, una a continuación de la otra.

domingo, 15 de enero de 2012

Si Hitler hubiera sido un tipo normal...



¿El destino de la humanidad puede depender del capricho o de las frustraciones de un resentido?

De todos es conocido que Adolf Hitler no tuvo una infancia feliz.
Su padre, Alois Hitler, era un alcohólico, despectivo con sus vecinos, que le trataba brutalmente y que pegaba a toda la familia cuando volvía a casa borracho.
Encima, Adolf sospechaba que su padre era hijo ilegítimo y que podía haber algo de sangre judía en sus venas.
A nivel profesional o vocacional tuvo una tremenda frustración personal por motivo de no ser admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena.
Malvivió en la capital austriaca casi como un vagabundo, vendiendo sus pinturas, sufriendo la humillación por parte de los comerciantes judíos que decidían comprarle o no algún cuadro de los que pintaba.
Para rematar, se sabe que Hitler tuvo problemas de salud. Su estómago era delicado, por eso tal vez era vegetariano. No bebía alcohol ni fumaba, ni toleraba que se hiciera en su presencia. También se habla de sus problemas sexuales de raíz psicológica, sus extrañas relaciones con las personas del sexo opuesto.
Los freudianos insisten en patologías sexuales que tuvieron su punto de partida en la infancia. Comentan su aversión o miedo a las mujeres. Y muchos afirman que tuvo lugar un desplazamiento de la fobia que sentía hacia las mujeres a la fobia hacia los judíos, convertidos en chivos expiatorios de todas sus neuras.
O sea que nuestro personaje va configurando a lo largo de su trayectoria un “curriculum” vital que poco a poco da lugar a una personalidad especial llena de resentimiento hacia todo y hacia todos.

       

¿Qué hubiera ocurrido si este hombre hubiera tenido un pasado normalito, con un padre corriente que no le pegara, una infancia como otros chicos y que más tarde fuera admitido en la Escuela de Bellas Artes de Viena, saliendo de ella convertido en un pintor aceptable, con un trabajito normal, con una novieta teutona de piel blanca y de mejillas coloradotas, con un estómago a prueba de  cerveza y de salchichas con chucrut?

¿Habría llevado a Europa y al resto del mundo al desastre de una guerra con 50 millones de muertos?


miércoles, 11 de enero de 2012

Aniversario de Casas Viejas


11 de enero de 1933. En una localidad gaditana tuvieron lugar los llamados "Sucesos de Casas Viejas", un levantamiento anarquista, duramente reprimido por la Guardia Civil por orden del gobierno de Azaña.
Al parecer, un grupo de anarquistas de la CNT, llevando a la práctica sus ideas libertarias, destituyó al alcalde e intentó tomar al asalto el cuartel de la guardia civil. La revuelta fue duramente reprimida por fuerzas enviadas expresamente para sofocar el brote revolucionario.
La lentitud con que se iba aplicando la Reforma Agraria hizo que los más exaltados y los más impacientes se tomaran la justicia por su mano y se dedicaran al asalto de fincas y a realizar la revolución por su cuenta.
La propaganda de la extrema izquierda, que acusaba al gobierno republicano de ordenar la masacre, con la orden expresa de tirar "a la barriga" a los insurrectos, motivó la abstención de buena parte de la izquierda en los siguientes comicios, facilitando el triunfo a la coalición de centro-derecha de Lerroux y Gil Robles.
Sucesos como este hacen pensar a más de uno que la República no solo se la cargaron los de la extrema derecha sino también los radicales de signo contrario.
Entre todos la mataron y ella sola se murió.

viernes, 6 de enero de 2012

Un libro para el día de Reyes





Isla Cueva Lobos. 

La nueva  novela de Rosa Cáceres, amiga de esta casa.
En la contraportada se nos adelanta someramente el contenido:

"En las profundidades de Cueva Lobos, en aguas de Mazarrón, reposan desde hace siglos valiosas monedas de oro romanas, que proceden de las que Escipión el Africano acuñó para pagar a sus aliados iberos. Un grupo de expertos buceadores las busca, pero no son ellos los únicos interesados en hallarlas; peligrosos expoliadores extranjeros están dispuestos a matar para hacerse con ellas."

La novela se estructura u organiza a partir de dos niveles temporales que se van simultaneando. Por un lado, un recorrido por el pasado, por la historia de Mazarrón, con sus pobladores, sus colonizadores y sus depredadores, y por el otro, una historia actual, con su gente corriente y sus personajes siniestros.
Se nos ofrecen tres posibilidades de lectura: leer solo los capítulos históricos, marcados con números romanos; leer los ambientados en época actual, señalados con números arábigos o leer todo siguiendo el orden normal de cualquier novela. 
Y  el lector elige la lectura convencional empezando por el primer capítulo y terminando por el final. Como no queremos perdernos nada… pues empezamos por donde hay que empezar, aunque haya que saltar de aquí para allá a la pata coja -temporalmente hablando, se entiende-, jugando a  la “Rayuela”.



La técnica narrativa más destacable es el tratamiento del tiempo, con el uso de saltos temporales, el "flash back" o analepsis, una técnica muy cinematográfica: un mismo lugar en el pasado y en la actualidad. Personajes de ayer y de hoy con sus cuitas, sus alegrías, sus amores, sus penas… ya sean iberos, fenicios, cartagineses, romanos o murcianos de ahora. Una técnica que da agilidad a lo narrado y hace de la novela un todo más atrayente y dinámico. Además, una lección histórica y ética: el tiempo da igual. En toda época hay cosas buenas como el amor o la amistad y cosas malas como el odio o la violencia. Y de nada sirve una carrera universitaria si el que la hace es un canalla. Tampoco se es más malo por tener menos estudios o menos conocimientos. Y luego están esos bárbaros de ayer y de hoy: los mafiosos y los piratas berberiscos, los invasores y los expoliadores, los depredadores del mar y de la tierra, cristianos y no cristianos, nacionales y extranjeros… que confluyen en ese punto de encuentro -crisol de culturas- , pero también de conflicto, que es el Mare Nostrum.

Y no digo más, que tampoco es cuestión de destripar el contenido a posibles lectores.

Rosa, mi enhorabuena por tu nueva novela. Gracias por compartirla con todos nosotros. La he disfrutado mucho.

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Rosa es autora de varias novelas. Una de ellas, El Emboscado, ya fue comentada en este blog.

miércoles, 4 de enero de 2012

James Bond



Ahora que el miedo a una guerra nuclear se vuelve a poner en el tapete con el ascenso en el plano atómico de países potencialmente peligrosos como Irán o Corea del norte o que el terrorismo islamista de Al Qaeda sigue ahí con su amenaza latente, vuelve a cobrar protagonismo el mundo del espionaje. La captura de Bin Laden por parte de los servicios secretos ha vuelto a poner de moda la imagen de los espías, con toda esa carga de fascinación que produjo en su día la afición por las novelas y las películas del género.

Y entre todos los personajes de ficción destaca uno que trabaja al Servicio de su Majestad Británica.

El 4 de enero de 1900, tal día como hoy,  nacía Bond,  James Bond.
En realidad este hombre no era un agente al servicio de su Majestad Británica, sino un ornitólogo nacido en Filadelfia, un hombre pacífico que, según parece sirvió de inspiración a Ian Fleming para diseñar su personaje de ficción, un hombre aparentemente tranquilo y del montón, tantas veces llevado a las pantalla por apuestos galanes.
De hecho el auténtico James Bond no murió en ningún servicio arriesgado sino en el hospital y ya mayor, a la edad de 89 años.