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martes, 16 de septiembre de 2025

El rey de las fiestas



Mi futuro laboral cambió radicalmente el día en que Kim Jong-Un me contrató para organizar las fiestas del pasado día 10 de septiembre, como celebración de los 77 años de la gloriosa revolución de Corea del Norte. ¿Quién mejor que yo?


Siempre fui un experto en esto de los festejos. Amante de la tauromaquia, del follón, de las procesiones, de los desfiles y de la pirotecnia, todos los ayuntamientos del país se peleaban por contratarme para sus fiestas locales. Muchos se quedaban sin mis servicios por coincidir sus festejos con los de otras localidades en la misma semana, de agosto, sobre todo. Así que mi agenda siempre andaba apretada. Y en ese contexto un buen día recibí el encargo de tan insigne personaje para la onomástica patriótica: quién mejor que yo para organizar un evento de masas a base de ruido, devoción, sangre, culto al líder, pasión y pólvora.

Sugerí a Lan Ching-Ao, jefe de protocolo, propaganda y peloteo (PPP) del régimen autocrático norcoreano, la posibilidad de usar las celebraciones españolas como punto de partida para las suyas, con las siguientes peculiaridades y lógicas modificaciones:

Procesiones:

Sustituir la imagen del Cristo de los pasos de Semana Santa española por una efigie del dictador sentado en su trono de impartir órdenes con el dedo índice señalando hacia adelante, rodeado de velas y marcando decidido el rumbo a seguir por su pueblo. El Gran Poder, versión norcoreana. Habría previamente un concurso para seleccionar costaleros entre los voluntarios forzosos que se presentasen. ¡Qué orgullo poder llevar sobre los hombros al amado líder, mecerlo y hacer la “levantá” al tercer golpe de martillo!

Música popular:

Reemplazar nuestra conocida pachanga de Paquito el Chocolatero por la «Aegukka» o el «Himno Nacional de Corea del Norte».

Toros:

Sustituir los encierros taurinos por los “encierros” de presos desnudos corriendo por las calles perseguidos por jaurías de perros rabiosos.

Gastronomía:

En vez de envenenar al personal con las consabidas fritangas típicas de las ferias españolas, como churros, chorizos y gallinejas, se usarían directamente garrafas de kimchi, sopa y pasta de soja, también alguna culebra a la parrilla.

No podrían faltar tampoco una buena dosis de música patriótica por las calles, verbenas a base de bailes típicos, atracciones de feria con montaña (rusa, por supuesto), las consabidas escopetas de aire comprimido (tiro al yanqui), puestos callejeros e iluminación desmesurada al estilo del alcalde de Vigo.

Fuegos artificiales:

Habría un desfile militar previo con ostentación obscena del arsenal atómico transportado por enormes camiones, con el fin de mostrar el poderío nacional y entusiasmar a las masas. La novedad de este año consistiría en que la pólvora no se emplearía solo en los fuegos de artificio sino en fusilamientos públicos masivos y no se harían con balas de fogueo sino con fuego real. Eso sí, se llevarían a cabo en la Plaza Kim il-Sung de Pionyang, coincidiendo con la traca final. Un bonito cierre de las fiestas.

El éxito estaba asegurado.

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Aclaraciones:

1.- Este texto fue escrito casi en su totalidad con anterioridad a la celebración del evento patriótico, de ahí el peculiar uso de los tiempos verbales.
2.- Por lo que se comenta todo salió estupendamente.
Y esto no ha hecho más que empezar. Espero que después del éxito conseguido tras el contrato con Kim Jong-Un no tarden en solicitar mis servicios Netanyahu, Putin o Trump.
3.- Esta entrada se publica simultáneamente en La Charca Literaria.