jueves, 29 de octubre de 2015

Cuestión de lateralidad y 2: zurdos.


Escribir con la mano izquierda era algo que se rechazaba en ciertos lugares y en determinadas épocas. Se consideraba algo propio de gente de baja estofa y de personas torpes.  Socialmente, en círculos demasiado pacatos y tradicionales, estaba mal visto. Incluso hubo algún maestro que obligaba a los chicos a escribir con la derecha, por lo que siempre nos encontrábamos con algún “zurdo contrariado”, que es como se les llama en el mundo de la pedagogía. Y luego venían, claro está, los problemas de aprendizaje.
Escribir con la izquierda era para algunos algo tan repugnante como, en el ámbito político,  el ser de izquierdas. No en vano, en el juicio final, Dios sentaría a los buenos a la derecha y a los condenados a la izquierda, que más tienen que ver con el diablo que con los ángeles. De hecho, en latín, izquierda es “sinister”, de donde parece provenir siniestro, como el demonio o los malos espíritus.
Los revoltosos y más radicales  de la Revolución Francesa se sentaban en la parte izquierda de la asamblea.
En el Islam se come y se da la mano con la derecha, la izquierda se reserva para otros menesteres de aseo como limpiarse el trasero.
Hoy todo es muy diferente.
Se han ido abandonando los viejos prejuicios.
Sobre todo cuando llegamos a conocer que a lo largo de la historia hubo zurdos famosos, como Napoleón Bonaparte, Madame Curie, Aristóteles, Da Vinci, Chaplin, Jimmi Hendrix, Kennedy, Barac Obama o Bill Gates, ninguno de ellos sospechoso, que yo sepa, de zafio, burdo o lelo.
Y es que, según se comenta en el Huffington Post, cuyo enlace incluyo, parece ser que los zurdos son más imaginativos, sensibles y creativos, les gusta la música más alternativa como el reggae o el jazz; son menos propensos a padecer ciertas enfermedades, como la artritis o la esquizofrenia, aunque son más proclives a padecer ataques de ira y a desarrollar dislexia, déficit de atención e hiperactividad.

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jueves, 22 de octubre de 2015

Sa ximbomba


La nueva obra de Francesc Cornadó, con imágenes de Beneyto y prólogo de Jorge Cela Trulock.

El propio autor, en la dedicatoria que tuvo a bien hacerme, define su último trabajo como "un libro disparatado de metamorfosis y transformaciones".
La idea básica es que "todas las cosas cambian y nosotros cambiamos con ellas"; pero puede ocurrir que esa evolución dé "saltos bruscos" y surjan "transformaciones inexplicables o metamorfosis extrañas que puedan seguir un ritmo raro, parecido al que se produce cuando frotamos la caña de una zambomba."
Por ejemplo, como pasa con "El solitario" de Porbou, que cuando se refleja en su espejo de azogue rojo, su parte más abyecta queda oculta, pero se produce milagrosamente el alargamiento de su miembro viril a la par que se robustecen sus músculos, todo ello muy a propósito para seducir a las damas, recibiendo además el regalo de ser poseedor de dos cabezas "una con ideología añil y otra con ideología bermeja", algo que resulta apropiado en estos tiempos de oportunismo y mudanza. 
Como el asunto puede complicarse hasta el infinito, a veces es conveniente que el autor se saque un as de la manga o un conejo de la chistera e irrumpa en la escena con ese "Deus ex machina" para resolver los conflictos al modo de los clásicos grecorromanos.

Beneyto es escritor y pintor, independiente y heterodoxo, amante del surrealismo -más concretamente del "postismo"-, ilustrador de libros de Camilo José Cela como "La colmena" o "Pisando la dudosa luz del día".
Según Francesc Cornadó, "Sa ximbomba" trata de las metamorfosis que se esconden tras las cubiertas de los libros de Cela". 

Cornadó, además de amigo y visitante de esta humilde casa, es arquitecto, poeta, prosista, autor polifacético -pero no "espatolástico"- , creador de un blog del que soy seguidor y donde frecuentemente dejo mis comentarios, y coautor de otro blog, "Escritores recónditos", cuyo objetivo es dar a conocer la obra de autores desconocidos.

Y desde aquí le deseamos al autor de "Sa ximbomba" mucho éxito con su nuevo libro.

lunes, 19 de octubre de 2015

Cuestión de lateralidad 1: conducir por la izquierda


Aunque hoy nos resulta una rareza típica de los británicos y otros estados, parece ser que en el pasado era precisamente la forma normal de circular. 
La culpa es toda nuestra. 
Esa costumbre tan arraigada que tenemos de ser diestros en una gran mayoría. 
Porque, paradójicamente, lo de circular por la izquierda no lo inventaron los zurdos, sino los diestros.
En la Edad Media, las personas que iban a caballo preferían circular por el lado izquierdo del camino y cruzarse por el lado derecho con los que vinieran de frente. De esta forma, si había riesgo de ser atacado era más fácil defenderse, al permitir tener la mano derecha libre para el manejo de la espada. Ya en la Edad Moderna, cuando proliferaron los grandes carruajes tirados por caballos, el conductor lo hacía por la izquierda para tener la derecha libre para el látigo con el que arrear a los caballos y evitar golpear a los peatones que pudieran circular por la acera. 
De esta forma, en el siglo XIX se estableció como obligatorio el circular por la izquierda en todos los territorios del Imperio Británico, como Australia o la India. 
La lógica parecía aplastante. 
¿Por qué entonces en muchos lugares se generalizó la costumbre de conducir por la derecha? 
Pues parece que la culpa la tuvo Napoleón y que la única razón era la de llevarle la contraria a los británicos. Hay quien señala, no obstante, que el corso era zurdo y le resultaba a él más cómodo, obligando a sus súbditos a que hicieran lo mismo. Así que dispuso que tanto en Francia como en sus países sometidos o satélites se circulara por la derecha.

martes, 13 de octubre de 2015

Se equivocó Fukuyama

Francis Fukuyama


"El principal efecto de 1989 es que el capitalismo y la riqueza han dejado, 
por el momento, de tener miedo". 
(Eric HOBSBAWN: El día después del fin del siglo). 


Del “fin de la historia”, que anunciaba un exultante Fukuyama, y que elevó la moral de nuestros gobernantes en particular y del neoliberalismo global en general, con ese triunfo aplastante del capitalismo, elevándose glorioso sobre las cenizas del comunismo, estamos pasando al “regreso de la historia”, a una especie de Edad Media tecnológica, con mano de obra semiesclava, una reducción drástica de los derechos laborales, mayor facilidad para el despido, etc. 
Tiempos bárbaros, por otra parte, los que empezamos a vivir, con oleadas de refugiados, modificación de fronteras, terrorismo, guerra… Hambre y violencia conviviendo con los grandes adelantos tecnológicos. Me vienen a la cabeza imágenes de los cómics de ciencia ficción de los años 80, las películas de Mad Max, etc. 
Se equivocó Fukuyama. La historia no ha llegado a su fase final, estable y definitiva. En todo caso, ha llegado al final de una etapa, tras la que sobrevendrá un mundo distinto. No sé si, dejándonos llevar por una escalofriante visión apocalíptica, ese mundo será terrible. O si dará lugar a un mundo mejor que surgirá de las cenizas de lo viejo y caduco. 
Para Fukuyama, su “final de la historia” tendría razón de ser gracias a la derrota del comunismo en 1989, convirtiendo el sistema capitalista y la democracia liberal en las únicas alternativas válidas posibles. El error de Fukuyama es considerar ambos sistemas, el económico y el político, como dos realidades inmutables y perfectas. Y creer que el mercado es la solución de todos los problemas.
El mercado no lo soluciona todo. Y hay cosas que mejor no entren en el juego de la oferta y la demanda.
El capitalismo actual no es ese sistema que algunos intentan mostrarnos en su vertiente más humana, basado en lo productivo y respetuoso con el medio ambiente y el estado del bienestar, sino un capitalismo especulativo, frecuentemente insolidario, cuya meta es la obtención del máximo beneficio posible aunque sea a expensas de extender la pobreza o la guerra por el mundo. Aunque sea con riesgo evidente de un posible cataclismo mundial como consecuencia de una política global equivocada o de sus periódicas burbujas especulativas. 
Y la democracia liberal a menudo presenta graves grietas -véase el caso español- al conculcar principios ineludibles como la separación de poderes o la independencia judicial. 
No estamos, afortunadamente, en la etapa de lo que podría entenderse como "perfecto", porque de ser así estaríamos apañados. 
Así que, señor Fukuyama, en mi modesta opinión, creo que usted se equivocó al definir la época actual como “el fin de la historia”, salvo que sea el apocalipsis lo que nos espere a la vuelta de la esquina.

viernes, 2 de octubre de 2015

Homenaje cervantino

Dibujo de Gustavo Doré 

Este es uno de los tres trabajos que envié al concurso de microrrelatos que la editorial ArtGerust convocó en homenaje a la segunda parte de El Quijote.  
Aunque me seleccionaron y publicaron uno para la antología que se hizo después, no fue este; sin embargo, a mí es el que más me gusta. 
Y lo traigo aquí simplemente para compartirlo con vosotros.
Creo que caballero y escudero se han hecho un poco de lío con sus respectivos papeles. Tal vez se han contagiado el uno del otro:



 Diálogo entre caballero y escudero 

 - Mire vuesa merced que esos que llama molinos son gigantes, que las mozas de la venta no son rameras sino princesas, que los pellejos de vino son desaforados malandrines y que, por obra de un encantamiento, un ejército de temibles soldados viene a mostrarse engañosamente como un rebaño de pacíficas ovejas. 

- Bien se ve, amigo Sancho, que has perdido el juicio y que de tanto comer cebollas y ajos crudos se te ha secado el cerebro, que no hay cosa peor que un atracón con este sol de Dios y con el vino caliente que llevas en la bota. Dejemos las cosas como están: molinos, furcias, pellejos y rebaños. No demos oportunidad al diablo, que ya vendrá algún desaliñado escribidor a inventar historias descabelladas con las que ganar algún maravedí para llenar el puchero. Que los tiempos son duros. Y a buen entendedor pocas palabras.