martes, 28 de septiembre de 2010

1953

Kruschev y Kennedy


1953 fue un año importante. Ya lo creo.

Se completó la primera fase de la Guerra Fría, con el fin del conflicto que enfrentó a Corea del norte contra Corea del sur.
La Guerra de Corea empezó en 1950 y concluyó en el 53, con un armisticio que dividió las dos Coreas por el paralelo 38 … hasta hoy.

Ese mismo año murió el líder soviético Iósif Stalin. Nikita Kruschev se convirtió en el nuevo líder tras eliminar a Beria (la mano ejecutora de Stalin) y alejar del poder a Malenkov y a Molotov.
También ese año se produjo la ruptura chino- soviética al considerar el líder comunista chino Mao Tsé Tung que Kruschev era un advenedizo y no era un digno sucesor de Stalin.

Del mismo modo, ese mismo año fue proclamado Eisenhower presidente de los EEUU.

El cambio de liderazgo en la URSS y en los EEUU, con la llegada al poder de dos estadistas más pragmáticos y moderados, abrió el camino a una nueva etapa de la Guerra Fría, continuada luego por J. F. Kennedy, que recibirá el nombre de “coexistencia pacífica”. Con anterioridad, el “equilibrio del terror”, al asegurar la destrucción mundial por el arsenal atómico acumulado por las dos superpotencias, había puesto al mundo en grave riesgo de una guerra que conduciría a la hecatombe mundial, lo que se vino a llamar la teoría de la DMA (Destrucción Mutua Asegurada). 1953, con el fin de la Guerra de Corea y la muerte de Stalin, inició una nueva etapa marcada por un alejamiento de posiciones de grave riesgo, exceptuando algún episodio como “la crisis de los misiles” en Cuba años más tarde.

En España se firmó el Concordato con la Santa Sede. Franco y Pio XII sellaron un acuerdo que confirmaba la confesionalidad del Estado español con la restauración de los privilegios del Clero, a cambio Franco obtenía el reconocimiento internacional de su régimen.


Franco y Eisenhower

1953 fue el año también en que se puso fin al aislamiento internacional del régimen de Franco. Un aliado anticomunista en Europa para los norteamericanos en plena guerra fría. La ONU comenzó el proceso para la integración de España en este organismo y empezaron a llegar a nuestro país embajadores de todas partes del mundo.
Está visto que no hay cosa mejor que llevarse bien con los americanos para que todo se normalice.

En este mismo año se pusieron de moda los seriales de radio de la mano de Guillermo Sautier Casaseca. Apareció en España la primera película en formato Cinemascope. Algunas películas interesantes de ese año fueron Vacaciones en Roma, Peter Pan y La túnica sagrada.

En cuanto a nuestra cinematografía, ese año se estrenaron dos películas muy diferentes en su intencionalidad. Una es “Bienvenido Mister Marshall”, una crítica de Berlanga a la ayuda norteamericana que nunca llegaba y al atraso de la España del momento, con ese célebre pregón desde el Ayuntamiento que ya pertenece a la antología de nuestro cine: "Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar porque os la debo".


La otra es “Aeropuerto”, de Luis Lucia, un film que apestaba a encargo, políticamente correcto, propagandístico, destinado a ofrecer al mundo una imagen irreal del régimen, suave y condescendiente con los que políticamente eran distintos (¡Uno de los personajes vuelve del exilio!) Algo impensable en nuestra realidad de aquellos días donde las cárceles estaban llenas de presos por sus ideas, pero la película cumplía la función de convencer a la Iglesia y a los EEUU, los nuevos socios de Franco, de que la dictadura no era tan mala como podía pensarse.

Sin duda 1953 fue un año importante.
Y ese año ocurrió un hecho trascendental para mí, porque nació nada más y nada menos que el autor de este blog. Como dice la canción…"Yo también nací en el 53". Así que ya no puedo presumir de joven.
Yo siempre digo que ese año nacimos muchos, fruto de la alegría, cuando en 1952 se suprimieron por fin las cartillas de racionamiento en nuestro país. Algunas parejas lo celebraron. Vaya que sí.


sábado, 25 de septiembre de 2010

Descubre el personaje 31.

Hicieron historia con sus obras

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lunes, 20 de septiembre de 2010

La España rural de posguerra

Evolución de la población rural y urbana en España
en el siglo XX.
Gentileza de editorial Santillana




A principios del siglo pasado, un 70% aproximadamente de la población española era rural; mientras que sólo un 30% de los españoles vivían en ciudades. Esta proporción, aunque fue variando con el paso de las primeras décadas, se mantuvo siempre a favor de las áreas rurales.
Y la España que salió de la guerra era una España rural.
Un gran porcentaje de la población, más de la mitad, vivía todavía en pueblos y aldeas, dedicándose a la agricultura o al cuidado del ganado.
Aún no se había producido el éxodo masivo del campo a la ciudad que se inició en los años 50 y alcanzó un gran desarrollo a lo largo de los años 60.

Y las canciones de la época son un importante testimonio. Sus letras se llenan de caballos, caminos polvorientos, campos llenos de flores, carros y carretas.
Canciones campesinas para una España rural.
Veamos algunos ejemplos:

Mi jaca galopa y corta el viento
cuando pasa por el puerto
caminito de Jerez.

(Mi jaca)


Mi carro me lo robaron,
Estando de romería.
Mi carro me lo robaron,
Anoche cuando dormía.
¿Dónde estará mi carro?
¿Dónde estará mi carro?

(Mi carro)

Un cencerro le he comprado
A mi vaca le ha gustado.
Se pasea por el campo,
Mata moscas con el rabo.
Tolón, tolón.
Tolón, tolón.

(Mi vaca lechera)

Corre, corre, caballito.
Trota por la carretera
No detengas tu carrera,
Que lleguemos tempranito.

(Corre caballito)

La luna se está peinando
En los espejos del río
Y un toro la está mirando
Entre la zarza escondío.

(La luna y el toro)

 
Doce cascabeles lleva mi caballo / por la carretera
y un par de claveles al pelo prendío / lleva mi romera.

(Doce cascabeles)

En el Coto Doñana han matao, mataron mi perro.
A una cierva entre la verde jara él iba siguiendo.
Por los contornos de Andalucía
No había otro perro como mi perro,
Ay, qué bonito cuando saltaba
Tras de las liebres por el romero.

(Ay, mi perro)

Dejaste el caballo y lumbre te di
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos pa mí.
(Ojos verdes)

Con un clavel granate temblando en la boca,
con una varita de mimbre en la mano,
por una verea que llega hasta el rio
iba Antonio Vargas Heredia el Gitano.

 (Antonio Vargas Heredia)

Cuando por los campos de verdes chumberas
suenan las campanas de la madrugá
y salta a los montes la luna lunera
y a mi vera, vera te siento llegar.
(Pena mora)

Luego a partir de los años sesenta el panorama cambió. De la mano de los ministros tecnócratas del Opus Dei, el país se fue abriendo al exterior. Llegó la era del desarrollismo, España se fue industrializando y las ciudades crecieron imparablemente. España cada vez era menos rural y más urbana. Se estaba transformando definitivamente: el sector primario se iba reduciendo en beneficio del secundario y del sector servicios. La llegada de capital extranjero con el fin del aislacionismo económico y cultural vino acompañado de profundas modificaciones en los gustos musicales. La canción tradicional basada en la copla fue desapareciendo o quedando arrinconada en reductos más tradicionales y atrasados. Era el turno ahora de la canción juvenil, que empezó a irrumpir con fuerza de la mano de un grupo de chicos británicos que hacían furor entre la gente joven, Los Beatles, con el que buena parte de nuestros jóvenes se sentían identificados.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La cultura franquista

El panorama cultural de posguerra era desolador.
En una entrada antigua escribía yo:

De auténtico páramo cultural se puede hablar al referirnos al panorama creativo en los años 40.
La Guerra civil española provocó una ruptura en nuestras letras: algunos autores mueren en ella, fusilados, encarcelados, arrestados o de muerte natural y otros continuarán su labor en el exilio. Una larga nómina de valiosas pérdidas para nuestras letras: Miguel de Unamuno, Valle- Inclán, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, etc, etc.
Muerte, exilio...y también censura y autocensura, exilio interior de muchos intelectuales, escritores que tenían que sobrevivir como fuera en aquellos años duros, violentos y deshumanizados.
Lo más difundido en un principio será la literatura de los vencedores, con José María Pemán en poesía; los poetas del grupo Escorial, vinculados a la Falange como Dionisio Ridruejo o Leopoldo Panero; algo mayor de atrevimiento en su crudo realismo tuvo el simpatizante del régimen, afin también a la Falange, Camilo José Cela con La familia de Pascual Duarte y Carmen Laforet, con su novela Nada.
No era la cultura precisamente un estandarte que exhibiera orgulloso el nuevo régimen, porque cultura es igual a información, a libertad creativa, a difusión de opiniones… y eso entraba en colisión con los fundamentos totalitarios de la dictadura. Cultura y censura nunca se han llevado bien.
Los dictadores podían amar la lectura pero siempre se han distinguido por su afición a quemar libros. Para ellos existía el riesgo de la información de las masas sociales, el miedo a saber y conocer, a estudiar y comparar, a sopesar otras opiniones, otras "verdades".
Es de sobra conocida la opinión del señor Millán Astray sobre el tema, cuando Unamuno dijo en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca aquello de "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir", tras el golpe que degeneró en guerra, a lo que el legionario respondió con un “Muera la inteligencia y viva la muerte”. Un derroche de "ingenio" castrense si se analiza la expresión.
Franco lo dejó bien claro:
«En el orden cultural, el Estado español actuará como un Estado católico, porque debemos reconquistar nuestro universo espiritual, cuya atracción y cuyo esplendor queremos que brillen de nuevo, para rechazar a la sombra las malas costumbres extranjeras que tan perniciosamente han llegado a seducir a ciertos de nuestros intelectuales. Para los intelectuales de alma y pensamiento españoles, hay aquí una tarea magnífica, porque un pueblo puede improvisarlo todo, excepto su cultura intelectual.» (1)
Hubo una faceta cultural que fue pródigamente cultivada por el franquismo, la relacionada con el folklore popular, bailes regionales, canciones, etc. La Sección Femenina prestaba su apoyo a bailes y cantes tradicionales como la Jota aragonesa o los bailes andaluces, con letras adecuadas y patrióticas por supuesto:
La politización del catolicismo, que fue uno de los elementos definitorios del régimen de Franco, dejó su impronta en los desfiles procesionales de la Semana Santa, que se convirtieron en una ceremonia cívico-religioso-militar, enormemente popular y festiva al ser prohibidas o dificultadas otro tipo de manifestaciones como el carnaval.

La cultura de masas siguió estando protagonizada por la radio y el cine y la aparición de la televisión en los años 60, que llegaba todavía a pocos hogares pero se veía gracias al nacimiento de los "teleclubs". Estrechamente controlados en materia informativa, sin embargo, y pese a la censura, fueron vehículos de modernización cultural a través de la música o las películas del extranjero, especialmente las norteamericanas. La prensa no volvió a recuperar el nivel de la República y la única nota crítica solían ponerla los dibujos de Elgar. (2)
Luego estaba el tema de la canción, vinculada una España tradicional, agrícola y patriótica. Comenta Vázquez Montalbán:
La canción nacional tiene sus umbrales diferenciales. Por una parte se tiñe y confunde de gitanismo y cante hondo, por otra se acerca a la floreada frontera del cuplé. El punto de equilibrio es la tonadilla, su característica de modificación modernizada de la histórica tonadilla escénica. Casi todas estas canciones se hicieron populares a través de la radio, pero con la catapulta previa de espectáculos teatrales andalucistas.
La canción nacional testimonia un voluntarismo ideológico determinado: efectismo, nacionalismo, majeza, pero no puede evitar cierto número de contrasentidos: el inmoralismo evidente en la mayor parte de personajes femeninos y una tristeza de fondo que se correspondía al temple a satisfacer de un pueblo que había pasado por la experiencia de una guerra.
La corriente de la canción nacional sobrevive hasta los años setenta, pero gracias a la inercia retórica. Es decir: esta tendencia está históricamente vivificada por el culto a la peculiaridad y al aislacionismo; en cuanto las fronteras se abren y penetran capitales y discos extranjeros, esta tendencia queda arruinada y sólo subsiste para alimentar retóricamente a un público inmovilizado en esta fase del gusto. Su adecuación a los tiempos marca el viaje que va desde el Romance de la otra hasta Dónde estará mi carro, desde Conchita Piquer a Manolo Escobar.(3)
Pero eso ya es tema para otra entrada...
(1) Leoncio González Hevia nodulo.org

lunes, 13 de septiembre de 2010

La entrevista de Lenny


La amiga bloguera Lenny, también conocida como Mai Puvin, autora de diversos blogs, me propuso hace unas semanas hacerme una entrevista para su nueva web.

El propósito de su proyecto, según ella misma cuenta, “tiene un solo objetivo (o varios) que es el de darle voz a quienes construyen desde diversos lugares o desde su lugar…, gente que hace cada día, paso a paso, este mundo que habitamos, y rara vez tienen voz, no la tienen seguro en los medios de comunicación, para quienes mucho de lo importante no vende y “seguimos” corriendo tras lo urgente, amarillo o morboso… Las entrevistas pueden ser a famosos o no, es a la gente…, a mi gente.”

Así que, ni cortos ni perezosos, nos pusimos manos a la obra y el resultado es el que podéis ver y leer en el siguiente enlace.

De esta forma sabréis algo más de mí.

Un saludo a todos.

Y gracias a ti, Lenny, por incluirme entre tus entrevistados.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Amar en tiempos de Franco.


A veces me pregunto ¿qué habría pasado si no hubiera habido guerra civil ni franquismo? ¿Qué concepto tendría de sí misma una mujer que hubiera sido educada en los principios de libertad y equidad durante ochenta años de república y democracia?

¿Qué tipo de país seríamos si hubiéramos vivido libres como otras naciones modernas y avanzadas de Europa? ¿Habría sido posible?

Lo cierto es que eso no pasó y vivimos durante una temporada larga, muy larga, bajo el yugo de una dictadura que consideraba a la mujer –y al hombre- personas menores de edad a las que no se podían dar demasiadas libertades.

¿Qué concepto se tenía del sexo y de las relaciones entre personas adultas?

¿Cómo afectaba a las relaciones de pareja la vigilancia y la censura franquistas?

Las mismas miserias, las mismas restricciones que operaban a nivel ideológico y económico, tenían en el aspecto de las relaciones afectivas su reflejo más fiel. En el plano amoroso funcionaba el mismo sistema que en el plano del consumo familiar: el racionamiento, la escasez, la tacañería impuesta por los guardianes del sistema. La gente corriente estaba pues condenada a pasar hambre... también de abrazos.

Caricias y besos en público estaban proscritos. En la calle, en los restaurantes, en los cines…estaban prohibidos expresamente. Ni la “fila de los mancos” de los cines de barrio era un lugar seguro. La linterna del acomodador podría descubrir a los infractores y acabar la cosa en multa…o peor: una nota en los periódicos con la lista de los multados con nombres y apellidos por ser sorprendidos cometiendo actos inmorales. Y esto podría ser muy grave al trascender a nivel laboral, familiar, escolar…

La sexualidad de hombres y mujeres en general y femenina en particular fue negada durante la dictadura. El papel de la mujer quedaba relegado al de madre y ama de casa, obediente y complaciente, siempre disponible para satisfacer las exigencias de su marido.


La educación sexual era algo inexistente. El sexo no era un tema conveniente para nadie. Era un tema tabú. Si se hablaba de él era para destacar sus riesgos, sus enfermedades, considerándolo como un pecado con sus implicaciones posteriores.

El noviazgo era un trámite, penoso y frustrante para muchos, dado que la mujer debía llegar virgen al matrimonio; por lo que en muchos casos los varones se desfogaban acudiendo a las casas de prostitución, algo relativamente tolerado por ser considerado como una válvula de escape para los hombres.

Las relaciones prematrimoniales estaban perseguidas. No había cosa peor que los hijos habidos fuera del matrimonio. Ser “hijo de soltera” era uno de los peores insultos que se podían dirigir a una persona. A las solteras se les pedía “castidad” y a las casadas “fidelidad”.

La mujer que quedaba viuda estaba apañada. Estaba condenada a vestir siempre de luto y a llevar flores al difunto como pasatiempo preferido. Luto perpetuo, velo, y pocas salidas a la calle. Estaba muy mal visto que rehiciera su vida.

Y las jóvenes, ojo con bailar agarradas al chico o llevar ropa ceñida o pintura en los labios. Algunos sacerdotes llegaron a negar la comunión a chicas por su vestimenta o por llevar carmín en los labios. Era inducir a los hombres al pecado.

Lesbianas y homosexuales no lo tuvieron tampoco nada fácil. Tampoco las que ejercían el sexo como profesión. Eran considerados como enfermos, delincuentes o viciosos a los que se les aplicaba la “Ley de vagos y maleantes”. Todavía las lesbianas eran tratadas con menor severidad al ser de la consideración general que eran lesbianas porque los hombres no se fijaban en ellas, es decir, por feas. Lo normal es que estas gentes buscaran algún refugio donde poder ejercer su sexualidad y muchas lo encontraron en los ambientes más permisivos y ocultos del mundo del espectáculo, el cabaret, la vida nocturna de algunos barrios de grandes ciudades, como el barrio del Paralelo en Barcelona.



Bibliografía y sitios de interés:


Usos amorosos de la posguerra española, Carmen Martín Gaite. Ed Anagrama, edición de 2003.

Un inmenso prostíbulo, Assumpta Roura. Ed. Base. Barcelona, 2005.

Y en la web:

La sexualidad de la mujer bajo el franquismo

La mujer en el franquismo

La mujer durante el franquismo





miércoles, 8 de septiembre de 2010

Grandes del flamenco... y del "cante". Descubre el personaje 30.

HICIERON Y HACEN HISTORIA
CON SU ARTE Y CON SU CANTE.

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viernes, 3 de septiembre de 2010

Agonía del franquismo, recuerdos de Universidad, memoria de la Vaquería y chistes de Forges II.

Detalle de un grupo escultórico 
de Tilman Riemenschneider 
(Gótico tardío)

A Enrique Fraguas le molestaba mucho que le dijeran: “Así que tú eres el hermano de Forges, ¿no?”. Y no era para menos. No le satisfacía vivir a la sombra de la popularidad del hermano mayor, cuando él era por sí suficientemente original y autor de mil anécdotas y ocurrencias.
Era un tipo diferente. “Bella dama”, decía para referirse a las chicas que se le presentaban. Y hacía ademán antiguo de besar su mano inclinando la cabeza.
Salir de copas con él era complicado. Enrique era muy frugal, solía contentarse con “un rioja”, nada de cubatas. A veces quedábamos a comer algo por ahí, un bocadillo o algo parecido. El decía “Me apetece comer un ave”. No he conocido nunca otro compañero de estudios con salidas como las suyas.

Anécdotas de clase

El profesor de Historia Moderna puso en un examen una gráfica que reflejaba la evolución de la población en una localidad de algún lugar de Europa, según datos que figuraban en una tabla. Los datos procedían de una fuente de la época: un registro municipal o tal vez parroquial, con nacimientos y defunciones. En el examen, los estudiantes se devanaban los sesos por desentrañar las peculiaridades históricas del momento a la luz de los datos demográficos y hacer así un comentario aceptable. El compañero Enrique argumentó por escrito que los datos estaban falseados en su origen porque no se conservaban registros legales en toda la localidad dado que se había producido en tal año un incendio pavoroso y todos los archivos habían quedado destruidos.
Cuando el profesor, totalmente perplejo, hubo leído su trabajo, comentó en clase:
“Usted, señor Fraguas, me ha hecho un comentario exótico. No sé si suspenderle o ponerle un sobresaliente.” (*)


Para dar más relumbrón a sus exámenes solía rematarlos con una bibliografía, muchas veces imaginaria, con unos títulos llamativos. Tenía un autor preferido, creo recordar, que se llamaba Helmut “Noséqué”, de la Editorial La Palmera, Buenos Aires, 1960, y citaba entre comillas párrafos enteros de tal autor. Lo maloes que tal práctica creó escuela. Le salió un discípulo aventajado: un servidor. Aprovechando que la profesora de Arte medieval nos habló de un libro fabuloso en texto y en imágenes, escrito en alemán, que estaba en la biblioteca del Departamento, donde se hacía una fabulosa descripción de unas esculturas del Gótico tardío, obras de Claus Sluter y de un tal Tilman Riemenschneider, y teniendo en cuenta las pocas posibilidades de que dicha profesora supiese alemán en aquellos tiempos en los que los de letras estudiábamos francés, tuve ocasión en un examen de aprovechar ese material no leído para comentar una diapositiva de tal autor, inventándome todo lo que pude, atribuyendo indirectamente párrafos de ocho o diez líneas a un autor de cuyo libro no conocía ni el forro, hablando de la teatralidad del grupo escultórico, de la escenografía, de la voluntad narrativa y descriptiva, de la composición, de la incidencia de la luz al mediodía y al atardecer, del ropaje… qué sé yo. Literatura pura y dura. Como resultado obtuve un sobresaliente en la prueba. El comentario del amigo Enrique cuando le conté la hazaña fue un lacónico: “Ésta no te la perdono.

En su cuarto, en una pared, tenía clavados, si la memoria no me traiciona, un bonete de obispo, una gorra militar, una boina, una garrota y un tricornio de la guardia civil. "¿Y esto?" Le preguntaba yo. Y él contestaba: "Estos son los poderes de la nación".
Tiempo atrás, una vez que Forges andaba apurado de tiempo, permitió que su hermano le echara una mano con “La historia del botijo” que publicaba entonces creo en el diario Informaciones. La dirección del periódico le llamó la atención. Antonio replicó diciendo que no se enfadara, porque gracias a sus dibujos se vendían más ejemplares del periódico. Y era verdad. Forges ya empezaba a ser conocido. Luego vendrían las colaboraciones en la revista satírica “Hermano Lobo” y en otras publicaciones.

Forges del siglo XXI


Un día en que estábamos Pilar y yo en la habitación de Enrique, con la puerta entreabierta , vimos pasar a Antonio. Pilar dijo a Enrique: “Anda, si es Forges. ¿Nos lo presentas?” La respuesta de Enrique fue: “Ahora mismo lo llamo para que os rinda pleitesía.” Dicho y hecho. “Mira, Antonio, éstos son unos compañeros de la Facultad”. La respuesta de él fue tan original como sus chistes: “Conque conspirando, ¿eh?”
Comentaba Enrique en una ocasión que, tiempo atrás, su padre fue amenazado con la excomunión, ignoro ahora el motivo, por el que fuera arzobispo y cardenal José María Bueno Monreal. El caso llegó a oídos del Papa -por aquellas fechas a las que se refería debía tratarse de Juan XXIII- y que el propio Papa desautorizó al prelado diciendo que "una cosa es tener celo religioso y otra cosa es la esclerosis mental". Cosas del amigo Fraguas.
Otro día fue la madre la que entró en el cuarto donde pasábamos la tarde y dirigiéndose a Enrique dijo: “Confidencial: Arias Navarro dimite.” Ningún medio de comunicación se hacía eco ese día de ese rumor. Al día siguiente, Arias presentó la dimisión y en su lugar fue elegido por el rey como Presidente del Gobierno, un político joven que se llamaba Adolfo Suárez. Comenzaba la transición española.


(*) La anécdota del “examen exótico” me la contaron unos compañeros.
El profesor aludido pudiera ser Emilio Sola, egregio poeta e historiador de pro, enemigo declarado de la civilización occidental, aquél que en su día juró por escrito no cruzar nunca los Pirineos, maestro y compañero de copas y rimas, cofundador de La Vaquería, aquella especie de bar y centro cultural que algunos solíamos frecuentar, lugar de reunión de gentes con inquietudes sociales, literarias y artísticas, que fue objetivo de la extrema derecha unos meses después de fallecido el dictador: en la madrugada del 8 de junio de 1976 unos terroristas, pertenecientes al parecer a los Guerrilleros de Cristo Rey, pusieron una bomba a base de goma-2 reventando la puerta del local y causando numerosos destrozos. Afortunadamente no había nadie en su interior.
En mi memoria siempre guardo un pequeño rincón para La Vaquería, en la calle Libertad 8, lugar de encuentro de artistas, poetas, músicos, jóvenes de actitudes liberales y libertarias, donde se hacían exposiciones de fotografías o dibujos, donde se podía uno tomar una copa y oír buena música o leer un poema escrito por algunos de nosotros colocado bajo el cristal de la mesa. Una "isla"- como el título de un emblemático libro de poemas de Emilio- de originalidad creativa en medio de una realidad anodina. Un sitio diferente. Aquello fue el prólogo, el anticipo de lo que luego vivo en llamarse “la movida madrileña.” Las cosas estaban cambiando y mucho en España.