Detalle de un grupo escultórico
de Tilman Riemenschneider
(Gótico tardío)
de Tilman Riemenschneider
(Gótico tardío)
A Enrique Fraguas le molestaba mucho que le dijeran: “Así que tú eres el hermano de Forges, ¿no?”. Y no era para menos. No le satisfacía vivir a la sombra de la popularidad del hermano mayor, cuando él era por sí suficientemente original y autor de mil anécdotas y ocurrencias.
Era un tipo diferente. “Bella dama”, decía para referirse a las chicas que se le presentaban. Y hacía ademán antiguo de besar su mano inclinando la cabeza.
Salir de copas con él era complicado. Enrique era muy frugal, solía contentarse con “un rioja”, nada de cubatas. A veces quedábamos a comer algo por ahí, un bocadillo o algo parecido. El decía “Me apetece comer un ave”. No he conocido nunca otro compañero de estudios con salidas como las suyas.
Anécdotas de clase
El profesor de Historia Moderna puso en un examen una gráfica que reflejaba la evolución de la población en una localidad de algún lugar de Europa, según datos que figuraban en una tabla. Los datos procedían de una fuente de la época: un registro municipal o tal vez parroquial, con nacimientos y defunciones. En el examen, los estudiantes se devanaban los sesos por desentrañar las peculiaridades históricas del momento a la luz de los datos demográficos y hacer así un comentario aceptable. El compañero Enrique argumentó por escrito que los datos estaban falseados en su origen porque no se conservaban registros legales en toda la localidad dado que se había producido en tal año un incendio pavoroso y todos los archivos habían quedado destruidos.
Cuando el profesor, totalmente perplejo, hubo leído su trabajo, comentó en clase:
“Usted, señor Fraguas, me ha hecho un comentario exótico. No sé si suspenderle o ponerle un sobresaliente.” (*)
Para dar más relumbrón a sus exámenes solía rematarlos con una bibliografía, muchas veces imaginaria, con unos títulos llamativos. Tenía un autor preferido, creo recordar, que se llamaba Helmut “Noséqué”, de la Editorial La Palmera, Buenos Aires, 1960, y citaba entre comillas párrafos enteros de tal autor. Lo maloes que tal práctica creó escuela. Le salió un discípulo aventajado: un servidor. Aprovechando que la profesora de Arte medieval nos habló de un libro fabuloso en texto y en imágenes, escrito en alemán, que estaba en la biblioteca del Departamento, donde se hacía una fabulosa descripción de unas esculturas del Gótico tardío, obras de Claus Sluter y de un tal Tilman Riemenschneider, y teniendo en cuenta las pocas posibilidades de que dicha profesora supiese alemán en aquellos tiempos en los que los de letras estudiábamos francés, tuve ocasión en un examen de aprovechar ese material no leído para comentar una diapositiva de tal autor, inventándome todo lo que pude, atribuyendo indirectamente párrafos de ocho o diez líneas a un autor de cuyo libro no conocía ni el forro, hablando de la teatralidad del grupo escultórico, de la escenografía, de la voluntad narrativa y descriptiva, de la composición, de la incidencia de la luz al mediodía y al atardecer, del ropaje… qué sé yo. Literatura pura y dura. Como resultado obtuve un sobresaliente en la prueba. El comentario del amigo Enrique cuando le conté la hazaña fue un lacónico: “Ésta no te la perdono.”
En su cuarto, en una pared, tenía clavados, si la memoria no me traiciona, un bonete de obispo, una gorra militar, una boina, una garrota y un tricornio de la guardia civil. "¿Y esto?" Le preguntaba yo. Y él contestaba: "Estos son los poderes de la nación".
Tiempo atrás, una vez que Forges andaba apurado de tiempo, permitió que su hermano le echara una mano con “La historia del botijo” que publicaba entonces creo en el diario Informaciones. La dirección del periódico le llamó la atención. Antonio replicó diciendo que no se enfadara, porque gracias a sus dibujos se vendían más ejemplares del periódico. Y era verdad. Forges ya empezaba a ser conocido. Luego vendrían las colaboraciones en la revista satírica “Hermano Lobo” y en otras publicaciones.
Comentaba Enrique en una ocasión que, tiempo atrás, su padre fue amenazado con la excomunión, ignoro ahora el motivo, por el que fuera arzobispo y cardenal José María Bueno Monreal. El caso llegó a oídos del Papa -por aquellas fechas a las que se refería debía tratarse de Juan XXIII- y que el propio Papa desautorizó al prelado diciendo que "una cosa es tener celo religioso y otra cosa es la esclerosis mental". Cosas del amigo Fraguas.
Otro día fue la madre la que entró en el cuarto donde pasábamos la tarde y dirigiéndose a Enrique dijo: “Confidencial: Arias Navarro dimite.” Ningún medio de comunicación se hacía eco ese día de ese rumor. Al día siguiente, Arias presentó la dimisión y en su lugar fue elegido por el rey como Presidente del Gobierno, un político joven que se llamaba Adolfo Suárez. Comenzaba la transición española.
(*) La anécdota del “examen exótico” me la contaron unos compañeros.
El profesor aludido pudiera ser Emilio Sola, egregio poeta e historiador de pro, enemigo declarado de la civilización occidental, aquél que en su día juró por escrito no cruzar nunca los Pirineos, maestro y compañero de copas y rimas, cofundador de La Vaquería, aquella especie de bar y centro cultural que algunos solíamos frecuentar, lugar de reunión de gentes con inquietudes sociales, literarias y artísticas, que fue objetivo de la extrema derecha unos meses después de fallecido el dictador: en la madrugada del 8 de junio de 1976 unos terroristas, pertenecientes al parecer a los Guerrilleros de Cristo Rey, pusieron una bomba a base de goma-2 reventando la puerta del local y causando numerosos destrozos. Afortunadamente no había nadie en su interior.
En mi memoria siempre guardo un pequeño rincón para La Vaquería, en la calle Libertad 8, lugar de encuentro de artistas, poetas, músicos, jóvenes de actitudes liberales y libertarias, donde se hacían exposiciones de fotografías o dibujos, donde se podía uno tomar una copa y oír buena música o leer un poema escrito por algunos de nosotros colocado bajo el cristal de la mesa. Una "isla"- como el título de un emblemático libro de poemas de Emilio- de originalidad creativa en medio de una realidad anodina. Un sitio diferente. Aquello fue el prólogo, el anticipo de lo que luego vivo en llamarse “la movida madrileña.” Las cosas estaban cambiando y mucho en España.
Cayetano, me estàn encantando estas entradas en las que reflejas a la perfecciòn el ambiente de la época desde la intelectualidad y la efervescencia polìtica de los inicios de la transiciòn...sin duda que debiò ser una gran època para tì.
ResponderEliminarLo de los sìmbolos del poder en la pared simplemente GENIAL, nada tenìa que envidiar tu amigo a su famoso hermano.
Un saludo.
Monsieur, que bonitos recuerdos los suyos. Me he deleitado muchisimo con su texto.
ResponderEliminarMire que fue usted habil con el examen! Le felicito, porque claro, si uno pretende hacer colar el texto por el de un experto consagrado, tiene que hacerlo muy bien, así que se ganó usted con creces el sobresaliente.
Y me encanta cómo describe usted ese ambientillo de La Vaquería durante la epoca. Algo que me hubiera gustado vivir.
Feliz dia, monsieur
Bisous
Carolvs, parece que nuestros comentarios mutuos se han cruzado casi a la vez.
ResponderEliminarEn efecto, aquélla fue una buena época para mí, sobre todo porque era joven.
Un saludo.
Lo del examen lo tenía que contar, madame. No sé si coló lo del autor que no había leído o le gustó a la profesora la imaginación que le eché. Yo siempre digo que la redacción me ha salvado más de un examen.
ResponderEliminarUn saludo.
Cayetano: Qué placer!... Me voy maravillada con el relato... Sabés que te admiro, pero hoy superaste la marca!
ResponderEliminar¡Qué épocas!... Me encantó el último párrafo.
Digo.. ¿esto no es trampa?... El repaso histórico era a pedido de una loca periodista argentina que anda atrás de una entrevista... Se está colando mucho por acá! Jajajajaja
Abrazos.
Lenny
Hola. Lenny, aunque lo parezca no es trampa. Esto estaba escrito ya desde hace un mes y no lo publiqué antes porque en agosto está por aquí todo el mundo de vacaciones y lo lee menos gente. Aquí hay material que se puede emplear también si quieres en la entrevista. Ya te lo dije.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado la entrada.
Un saludo.
El ingenio es sólo propio de unos pocos mortales y creo que Forges puede ser uno de ellos. Porque encontrarse con una persona de semejantes ocurrencias cotidianas es difícil.
ResponderEliminarPor cierto, lo de los sombreros era totalwemente cierto, jejeej
Y si llego yo a saber el truquito de la bibliografía ficticia....
Saludos
Pero vamos, el Sr. Fraguas era un idolo! un personaje realmente excepcional, realmente no se merecía vivir a la sombra de la fama de su hermano.
ResponderEliminarSaludos
Don Matu: la familia entera era original. Todos tenían alguna genialidad.
ResponderEliminarUn saludo.
Carmen: ayer le mandé un enlace a esta entrada a mi exprofesor Emilio (del que comento algo)y me contesta diciendo que un día el alumno Fraguas se presentó a su examen oral de Historia Moderna con dos maletones con la bibliografía de la asignatura para ir comentando libro por libro. Ya te digo que era único.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Jajajaja! ¡El viejo truco de las citas apócrifas! Ese lo usaba mucho javier, mi marido, compañero de Facultad. Él tenía un amigo mayor que él, psiquiatra, llamado Roberto garcía Aniorte, pues bien, él citaba con toda la frescura al famoso erudito Robert G. Aniord...y colaba. Claro que lo hacía en ciertos cursos del CAP y la profesora se lo merecía, porque era más tonta que el que asó la manteca.
ResponderEliminarMe encantan las cosas que cuentas.
Robert G. Aniord, el que fue discípulo de Herbert Karl Hausser y compañero de Universidad de Helmut H. Stratocaussen... Todo un elenco de autores imaginarios. Es mentira pero divertido, sobre todo si se toma el pelo a tanto cretino que piensa que con citar a otros autores ya se tiene una altura intelectual de no te menees. Pues ese era el truco del señor Fraguas, de un servidor y veo también que el de tu señor esposo y colega.
ResponderEliminarUn saludo, amiga Rosa.
Gratos recuerdos los que guardas Cayetano sobre tus amistades.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención la respuesta sobre las estadísticas. En la universidad tenía un compañero, que dio una respuesta similar en un aburrido examen de estadísticas. No recuerdo bien pero contesto que la estadística era tan exacta que falseaba los datos para aotrmertar a los ciudadanos normales....o algo parecido.
En cuanto a los sombreros de la pared, razón no le faltaba.....
Saludos Cayetano.
Las estadísticas siempre tienen una parte de verdad y otra parte de dato frío siempre cuestionable cuando no nos interesa demasiado.
ResponderEliminarSaludos, Manuel.
Has sido muy afortunado de conocer a la familia Fraguas que, según se ve, era toda ella muy creativa. Y tú también, qué caramba, inventarse una traducción del alemán y sacar un sobresaliente no es moco de pavo. Besos querido amigo, y feliz inicio de curso.
ResponderEliminarHola, Isabel.
ResponderEliminarEn aquellos tiempos se ve que le echábamos imaginación a la vida universitaria.
Que tengas una buena entrada este curso.
Un saludo.
Muy interesante como viviste la "agonía" no me hubiera importado estar por aquellos lugares con vosotros...¡Menuda familia!
ResponderEliminarHoy no has puesto "continuará" Es qué no va haber más?
Me encanta leerte amigo Cayetano.
Besicos.
Brutal lo de los poderes del estado jajaja...la pregunta es ¿cuantos siguen aún en vigor? la respuesta me temo que no es tan divertida.
ResponderEliminarHola, Cabopá.
ResponderEliminarEn efecto, no pone continuará porque de momento no hay para más. Sí tengo ya medio preparadas cuatro o cinco entradas sobre la vida durante la posguerra y la España de Franco, algo que ya empecé hace tiempo.
Saludos.
Por lo menos siguen en vigor el bonete y la garrota, sobre todo el bonete de la Conferencia Episcopal y de las Jons. Jejeje.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
Una maravilla tus recuerdos de aquella época. Creo que se ha escrito poco de aquella etapa, de los jóvenes que luchamos contra la dictadura, quivocados o no, pero luchábamos ... de todas las fustraciones que vinieron detrás .... Los cincuentones y sesentones como yo, añoramos mucho aquella época, seguramente (como tu dices porque éramos jóvenes), pero también porque éramos minoritarios, aunque, creo, significativos.
ResponderEliminarCreo, Manuel, que teníamos algo en la cabeza además de serrín. Luego la prosaica realidad se encargó de devorar muchas de las ilusiones y los sueños que los jóvenes teníamos.
ResponderEliminarAunque no todos.
Un saludo.
Tus ultimos relatos me han parecido estupendos y te doy la enorabuena por ellos.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues se te agradece tu amable opinión, Ism@.
ResponderEliminarUn saludo y ya sabes que ésta es tu casa.