El
buitre leonado que venía cada noche a visitarle tenía las plumas con todas las
tonalidades del arco iris. Salvo su gorguera, que mostraba un discreto marrón
claro tirando a blanco, el resto del plumaje ofrecía un colorido que iba desde
el violeta hasta el rojo pasando por el amarillo y el verde.
Damián
vivía solo, en una vieja y pequeña casa compuesta de dos piezas: un dormitorio con
baño y una especie de sala de estar con una diminuta cocina adosada a un lado.
Este era su hogar desde hacía mucho tiempo, desde que su mujer le abandonó.
El
buitre leonado siempre se presentaba puntual, cuando Damián se acostaba y
entraba, amodorrado y tranquilo, en ese estado previo a quedarse dormido, poco antes de que el reloj diera las doce.
Llegaba sin saberse de dónde y se aposentaba en los barrotes metálicos del pie de
la cama. Allí quieto, con las plumas recogidas, como un guardián que velara sus
sueños. Damián entonces se dormía confiado, se desvanecía más bien. Y el buitre
quedaba revoloteando y planeando un rato encima de la cama, tan solo por obra y
gracia de la imaginación del que empezaba a adentrarse en la profundidad de las
sombras. Y Damián se deslizaba por un tobogán y llegaba con su sopor hasta lo
más hondo. Y una vez allí, el buitre comenzaba su labor. Se aproximaba al
cuerpo rendido, inconsciente y ajeno a todo, picoteaba en su piel, en su mente, en sus ojos,
en sus intestinos, en su páncreas, en su hígado…
noche tras noche, hasta que una mañana ya no hubo un nuevo despertar y el
buitre se marchó en busca de otra presa nueva a la que visitar en horas de
oscuridad, soledad y alcohol.
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Registrado en Safe Creative, bajo licencia
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¿ Un buitre ?, ¿ seguro que no era un inspector de la Agencia Tributaria disfrazado ?.
ResponderEliminarSí. Jejeje. Esos también producen delirium tremens.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
El desencanto y la soledad en forma de un pajarraco multicolor que lentamente te devora el alma. Cada vez hay mas buitres en las ciudades donde la gente muere en soledad y nadie les echa de menos.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Cada vez somos más en las ciudades y cada vez la gente está más sola.
EliminarUn saludo, Carlos.
Ajjjj Prometeo encadenado tuvo, parece ser, mejor suerte que Damian porque se despertaba una y otra vez in séculum seculorum. -o peor- según se mire.
ResponderEliminar:-)
Un abrazo
Prometeo además no bebía.
EliminarUn abrazo, Myriam.
La soledad carcome...lentamente para algunos, rápidamente para otros...
ResponderEliminarSaludos Cayetano
Sobre todo cuando va acompañada de la ingesta de alcohol.
EliminarUn saludo, Manuel.
Si fuera yo el yacente, preferiría que en lugar de un buitre fuera un cuervo; así cabe la posibilidad de que como a san Antonio me llevara pan en lugar de comerme las entrañas. Y mi mujer llamándome a la mesa. ¿Qué hago? ¿Seré comensal o guarnición?
ResponderEliminarMuy buena idea. Mejor comensal.
EliminarUn abrazo, Paco.
Estoy hasta las narices del inspector de Hacienda.
ResponderEliminarSi, lo admito, buitre leonado, soy una pequeña forma de homínido coloreado, que malvivo entre mil formas y en la gran ciudad.
Y ahora, vete a hacer puñetas.
Salut
Ya no saben cómo disfrazarse para pillarte los cuartos.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Hay pajarracos que lo tienen todo planificado.
ResponderEliminarAbrazos
Francesc Cornadó
Incluso la muerte de borrachín solitario,
EliminarUn abrazo, Francesc.
La verdad es que el cuento me ha estremecido!
ResponderEliminarSaludos, Cayetano.
Gracias por comentar, Pilar.
EliminarUn saludo.
El Premio de poesía Celaya de 2002 fue para Niall Binns y su poemario "Tratado sobre los buitres". En él reposan reflexiones acerca de tu personaje leonado que me hicieron pensar que hay gente pa tó. Y es verdad.
ResponderEliminarSiempre fue un animal especial. Con ese halo misterioso y siniestro potenciado por su actividad carroñera y por su relación con la muerte.
EliminarUn saludo, Ana.
Que angustia.
ResponderEliminarEstos cuentos me dan miedo
Beso, Cayetano
Miedo a la soledad no deseada.
EliminarUn abrazo, Arantza.
Con lo bien que comienza la historia, cachis con los pajarracos!
ResponderEliminarNunca hay que fiarse del arco iris. Jejeje.
EliminarUn saludo, Emejota.
Hace muchos años, era yo crío, vi una película. Era en blanco y negro, ni recuerdo su título ni el nombre de sus protagonistas ni la trama, solo una imagen queda en mi recuerdo de aquella película: la de un individuo en su habitación, algo parecido a los descrito por ti, sufriendo las alucinaciones del delirium tremens, entonces eran cucarachas que invadían la habitación, subían por las paredes, lo acosaban... Era tan dramático como horrible es la muerte de tu personaje de hoy.
ResponderEliminarSaludos.
Cuando el hígado deja de funcionar, las toxinas circulan por todas partes y surgen las alucinaciones.
EliminarUn saludo, DLT.
Es una pesadilla con tintes mitológicos y los duros efectos del alcohol en el hígado de un ser humano.
ResponderEliminarUn saludo
Has dado en el clavo, Carmen.. Los efectos de un hígado que ha dejado de funcionar y el consiguiente delirium tremens.
EliminarUn saludo.