Él era un mero mero, más simple que una sardina de Barbate; y ella, un cangrejo —o cangreja, no se me enfade nadie— hembra.
Se habían conocido casualmente. De pasada. El pez iba buscando su sustento entre piedras y algas y se topó con la caracola que hace las veces de hogar. El cangrejo hembra, que andaba fuera, se escondió rápidamente pues intuía cierto peligro. De todos es sabido que el mero se suele alimentar de otros peces más pequeños, de crustáceos y de diminutos pulpos. Pero no se atrevió con la caracola ni con la ermitaña.
Cuando ella salió un momento a cotillear, él quedó prendado de su armoniosa figura y de sus ojos saltones. Vamos, que se enamoró hasta las trancas, mejor dicho, hasta las agallas. Desde el primer momento, el mero puso mucho esmero en el trato. Como en el mar no se estilan las flores, para agasajarla, le traía porquería, trozos de peces muertos y esas cosas, ya sabemos que estos bichos son carroñeros.
A ella, al principio, el mero le daba un poco de respeto, con esa bocota tan grande; pero con el tiempo se acostumbró. Hasta se dieron algún pico. Ella le quiso invitar a su casa, pero era demasiado pequeña; así que tuvieron que mantener su relación fuera de la concha. Con el sexo lo tuvieron algo difícil. Él se pinchaba mucho cada vez que lo intentaba y eso quitaba pasión al acto. Así que decidieron mantener una relación platónica; sobre todo él, que un día lo pescaron y acabó "en el plato" de un abogado de Albacete. Ella aprovechó para mudarse de casa.
Cuento publicado en La Charca Literaria
Cuento publicado en La Charca Literaria
Comprendo perfectamente la frase: "...el mero puso mucho esmero..."
ResponderEliminarVisto el tipo de animal, no me cabe ninguna duda.
Un abrazote con humor desde Barcelona.
A ver si vienen nuevos y renovados aires, que falta hacen.
Salut
Vamos a ser optimistas, como el mero cuando empezó el cuento.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Lo del agasajo me parece magistral, regalar carroña y animales putrefactos es de lo más "in", creo que nadie se resiste a tales presentes, antes se regalaban flores, los más utilitarios regalaban una minipimer y el músico romántico regaló a su amada Cósima, nada más y nada menos, que "El sueño de Sigfrido", desde luego nada comparable con la porquería y los peces muertos, esto es mucho más eficaz.
ResponderEliminarBuen relato, amigo Cayetano, te felicito.
Francesc Cornadó
Hoy muchos regalan también porquería cuando invitan a la familia o a los amigos a comer al "burguer".
EliminarMuchas gracias, Francesc.
Un abrazo.
¡Pobres! La historia acaba mal pero no por abandono de la relación, sino por viudedad. ¿Le quedaría pensión al cangrejo? Y encima a partir de ese momento el cangrejo se hizo emigrante. Vamos, que se fue a conocer mundo. ¿Qué le pasaría a partir de entonces? ¿Se enamoraría de un caballo de mar o de un percebe?
ResponderEliminarUn saludo
La historia podría seguir, aunque lo del percebe lo dejamos para otro día, que también tiene lo suyo.
EliminarUn saludo, Carmen.
Que bueno Cayetano ,está visto que el amor todo lo puede.La pareja es de lo mas dispar pero eso no le impide vivir un amor platónico.
ResponderEliminarPero como cualquier historia de amor que se precie, al final uno de los dos amantes muere.
Bonita y graciosa historia.
Saludos
Puri
Y como las chicas viven más tiempo, pues se nos muere el mero.
EliminarGracias, Puri.
Saludos.
Ya he tenido risa para toda la tarde Cayetano, más que divertida, lo malo fue el final del mero, pues ella aprovecho para mudarse a otro lugar en espera de nuevos amores.
ResponderEliminarUn abrazo de espíritu sin Nombre.
Me alegra que la historia te haya hecho reír.
EliminarUn abrazo, Conchi.
¡Qué original narración! Jaaajjj, como la vida misma!Ya se sabe que "de la mar el mero y de la tierra el cordero"
ResponderEliminarCuanto más feo el bicho, más rico.
EliminarUn saludo, Emejota.
¡Jajajaja Cayetano, que plato, las cosas que se te ocurren!.
ResponderEliminarBesos
Otro día le tocará el turno a los percebes, que también se las traen.
EliminarUn abrazo, Myriam.
Mal final para los dos en una relación un tanto complicada.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, la relación era dificililla.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.
Hay que estar muy enamorado para darle a la amada aquellas cosas que puedan satisfacerla, por muy asquerosas que sean. Todo un mero, acostumbrado al pescado fresco, y recolectando peces muertos y porquerías para agasajar a su cangrejo/a sin pensar que ésta cambiará de casa en cuanto engorde.
ResponderEliminarUn relato muy divertido, Cayetano.
Un beso
Me alegro que te haya parecido divertido el cuento.
EliminarUn abrazo, Ambar.
Ya ves...Si al final siempre tenemos un amor así, aunque termine en el plato de otro...
ResponderEliminarSaludos Cayetano
Por eso es un amor "platónico".
EliminarUn saludo, Manuel.
Lo que es la vida, estar en el mar cortejando cangrejas y acabar en el plato de una ciudad del interior, lejos del mar.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Posiblemente porque al estar enamorado y andar con la cabeza a pájaros, se despistó y lo pescaron. Un mero descuido.
EliminarSaludos, Carlos.
A partir de ahora voy a mirar las bandejas de marisco con otros ojos. Igual tengo una bacanal en directo ante mí y antes no me daba cuenta.
ResponderEliminarEsto es cosa de los abonos organofosforados, que acaban llegando al mar y excitan la líbido de esas pobre criaturas, que en su frenesí lúbrico acaban en el rastrillo de una mariscadora furtiva que está liada con el cabo de la Guardia Civil del pueblo, al que le cocina coquillas al perejíl para despertar su deseo.
Si es que esto es un no parar....
Saludos.
Ya sabes que el marisco tiene propiedades afrodisíacas. Lo malo es el ácido úrico, que si no...
EliminarUn abrazo, Rodericus.
Vaya, Cayetano, ahora cada vez que coma pescado me va a dar cosilla. Lo has humanizado tanto que me voy a sentir caníbal.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Haz como yo. No les mires a los ojos.
EliminarUn abrazo, Montserrat.
Comprendo al mero: ¿Quién podría resistir la mirada de esos ojos?
ResponderEliminarSaludos.
Todo son intereses eroticogastronómicos.
EliminarUn saludo, DLT.
Te he leído con mucho es-mero y aplaudo tu sentido del humor no exento de mensajes envueltos en metáforas ocurrentes.
ResponderEliminarVoy a seguirte. Prometes hacerme pasar buenos ratos,
Saludos.
Muchas gracias. Te doy la bienvenida a esta tu casa.
EliminarUn saludo.
Todo es posible en la imaginación de un buen narrador.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Gracias, José A. García. Tan solo soy un "mero" cuentista.
EliminarUn saludo.
Me encanta tu imaginación que no tiene íimites de mente ni tiempo
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarSaludos, Recomenzar.
Hay que ver el daño que puede hacer un abogado de Albacete en plan Neptuno. Ahora que el cangrejo y su compañera habían logrado un punto de encuentro, ya sabes, lo de "en tu casa o en la mía". Si hasta los ojos los tenía amorosos...
ResponderEliminarLos abogados siempre metiéndose en medio de las parejas.
EliminarUn saludo, Ana.