Me pasé toda la noche de aquí para allá. Andando
sin parar y sin venir a cuento. Eso al menos fue lo que soñé. Una pesadilla
angustiosa que se repetía una y otra vez a lo largo de aquellas horas que se me
antojaron interminables.
Caminaba deprisa por una calle estrecha y solitaria
de una vieja ciudad. Era de noche y no había un alma en la calle. Mis pasos
resonaban en el pavimento. Y al doblar cada esquina, incluso antes de hacerlo,
premonitoriamente, mi corazón se sobresaltaba porque sabía que a la vuelta me
esperaba algo desagradable, un encuentro no deseado.
(…)
Siempre aparecía aquella figura siniestra y sin
rostro, amenazante, pertrechada detrás de su sombrero y de su gabardina, una
especie de gánster con el cigarrillo entre los labios, las manos en los
bolsillos y la cara en sombra bajo el ala del chapeo…
-Escuchame, forro. No te hagás el
pelotudo. Andate a la concha de tu madre y dejate de joder.
Así de sopetón, con ese acento porteño que parecía
sacado de una película de hampones de los años cincuenta rodada en Buenos
Aires.
Una y otra vez. De esquina en esquina. De
sobresalto en sobresalto. Así toda la noche. A veces, el gánster de la gabardina dejaba el porteño y
adoptaba un aire más castizo, más nacional:
-Escúchame, gilipollas. Sé de qué vas. Déjate de joder o te corto las
pelotas.
Casi siempre en lengua española, en sus distintas
formas locales, pero igual de amenazadoras.
¿Qué pasará? ¿Se cumplirán las amenazas? ¿Logrará el narrador darle “esquinazo” al gánster?
Si no lo sabes, porque todavía no leíste el libro, la explicación la tienes en
El lenguaje adopta mil formas de expresión, sea porteña o castiza, la amenaza persiste. En el libro lo dejas bien claro. Recomiendo a todos a que lean el libro.
ResponderEliminarUn abrazo
Francesc Cornadó Estradé
Muchas gracias, Francesc.
EliminarUn abrazo.
Al saco de pedir de la biblio, entonces ...
ResponderEliminarGracias mil.
A veces los sueños producen monstruos, como en el grabado de Goya.
EliminarSaludos, Miquel.
Lo mejor de todo, el desenlace del post, invitando a la acción
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano.
Sí. Jejeje. A veces las pesadillas no terminan al despertar.
EliminarSaludos, Carlos.
Incluso con acento latino del Bronx (como el de Pedro Navajas), intuyes lo que sucede...o crees que sucederá.
EliminarSaludos Cayetano
Sí. Jejeje. La fama nos persigue a latinos, hispanos y demás.
EliminarUn saludo, Manuel.
Imprescindible leer el libro.
ResponderEliminarUn beso, Cayetano.
Ahí "las dao".
EliminarUn abrazo, Ambar.
Hay esquinas que son muy peligrosas, a la vez que necesarias, porque nos enfrentas con nuestros aspectos más oscuros.
ResponderEliminar(Cuando viaje en Otoño y nos veamos, te compro autobiografiado este libro, que deseo tener en mi biblioteca junto a otros muy queridos. Dejo constancia aquí de ello)
Besos, Cayetano
Es un sueño con esquinas. Y esos son los peores.
EliminarMuchas gracias, Myriam. Te reservo un ejemplar dedicado del libro para cuando vuelvas a España.
Un abrazo.
Me he quedado con las ganas de saber cómo continúa. Lo he pedido así que hasta entonces a esperar.
ResponderEliminarUn saludo.
Si lo has pedido en librerías, no te lo van a poder localizar. Al ser autoedición, solo yo dispongo de ejemplares.
EliminarUn saludo.
Laberinto, esquinas. Su laberinto está lleno de ellas.
ResponderEliminarSaludos.
Muy cierto.
EliminarUn saludo, DLT.
Me da que cuando lo escribiste habías leído Falcó, de Pérez-Reverte, jiji. En todo caso, y aunque el misterioso hombre del sombrero hubiera hablado en ruso, el tono, que no las palabras ni su sentido, hubieran bastado para sentirse amenazado.
ResponderEliminarUn saludo
Pues entonces... es que he influido en Pérez Reverte. Falcó es del 2016 y Desde el laberinto es del 2015. ¡Qué cosas!
EliminarUn saludo, Carmen.
Mi hija me debe un libro y yo quiero saber quién se esconde bajo el ala del sombrero en cada esquina, así que que lo pido ¡ya!.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Cuando lo vayas a pedir me lo dices. No se vende en librerías.
EliminarUn abrazo, Conchi.