Ulises,
el viajero, el astuto rey de Ítaca, el hijo de Laertes y Anticlea, acude a consulta de la doctora Ariadna para curarse sus fobias y su
más que posible depresión… Padece también estrés crónico, más conocido en
términos psiquiátricos como el síndrome del emigrante o “síndrome de Ulises”, precisamente
llamado así en su honor.
Estos días, el gabinete psicoterapéutico presenta mucha animación. La doctora ha tenido que contratar a una ayudante, pues no da abasto con todo el trabajo. De esta forma, Conchi Arcos, la nueva adquisición, ha sido la encargada de entrevistar previamente al célebre aqueo y tras cumplimentar una ficha con sus datos, le conduce hasta la consulta de la psicoterapeuta.
Estos días, el gabinete psicoterapéutico presenta mucha animación. La doctora ha tenido que contratar a una ayudante, pues no da abasto con todo el trabajo. De esta forma, Conchi Arcos, la nueva adquisición, ha sido la encargada de entrevistar previamente al célebre aqueo y tras cumplimentar una ficha con sus datos, le conduce hasta la consulta de la psicoterapeuta.
-A mí en el fondo no me gusta viajar -comenzaba Ulises su relato -. Tengo
fobia al barco. Incluso me mareo. Si lo hice fue por obligación. Como rey de
Ítaca no pude negarme a la llamada de los hermanos griegos contra Troya. Había
que lavar la afrenta de aquel jovenzuelo malcriado llamado Paris que secuestró a Helena,
la mujer de uno de los nuestros…
-Pasó usted a la leyenda como una
persona muy inteligente- comenta la doctora Ariadna, mientras hace unas anotaciones breves en su cuaderno-. Ha dado incluso pie a que muchos autores se basaran en sus peripecias: Kavafis, Joyce... Hay hasta películas. Una muy buena protagonizada por Kirk Douglas. Se la recomiendo.
-Astuto, inteligente, sagaz… Se han
dicho muchas tonterías sobre mí. Soy bastante normalito. Lo que pasa es que en
mi vida tuve la suerte de encontrarme con gente mucho más torpe que yo. La
Odisea es una recopilación de gente tonta de la que logré aprovecharme. Y sobre los escritores que me han utilizado como referente... qué quiere que le diga. No sé qué relación hay, por ejemplo, entre un aqueo que pasó media vida lejos de su tierra y un señor de Dublín cuya principal afición era devorar riñones con sabor a orina y cuya mujer se acostaba con el primero que se le pusiera a tiro. Y el otro, el paisano de Alejandría, con la murga de "pide que tu viaje sea largo... No temas a los lestrigones ni a los cíclopes, etc." ¡Y una cagarruta de cabra! En mi piel ya le quisiera ver yo. Qué bien se ven las penalidades ajenas cuando estás tranquilo, calentito y cómodo en tu casa, componiendo versos...
-Pero aquello del caballo de madera
fue muy ingenioso.
-Sí, lo del caballo fue idea mía.
Estaba completamente borracho cuando lo comenté a los aqueos. Lo dije medio en
broma; pero todos creyeron que hablaba en serio y que era una buena idea. Y se
llevó a cabo.
-Gracias a ello, cayó Troya.
-Sí, por intervención de los dioses, porque en el fondo fue una locura.
Hay que ser rematadamente tonto para dejarse embaucar por semejante “regalo”,
sin sospechar que allí había gato encerrado; pero aquello coló. Y Troya ardió
por los cuatro costados.
-Después de conocer sus aventuras,
nadie diría que son fruto de un hombre
corriente, con problemas de desequilibrio emocional. Un hombre que fue capaz de
desafiar a las mismísimas sirenas, devoradoras de hombres. Hay que estar muy
entero.
-Aquello fue una fanfarronada,
fruto de un desencuentro con mis hombres, quienes, hartos de dar vueltas por el
mar, empezaban a cuestionarse mi liderazgo. Para evitar que se me amotinaran, tuve que demostrarles de lo que era
capaz. Por eso decidí que no me pusieran cera en los oídos como a los demás,
pero que me ataran fuerte al palo mayor de la nave.
-Enfrentarse a mil peligros, a
Circe, al gigante Polifemo, a Escila y Caribdis, a los lestrigones, bajar al
inframundo… No es propio de gente débil.
-Lo del cíclope tiene también su
miga. Otro tonto. Creo que Poseidón, su padre, se enfadó bastante conmigo porque dejé a su
hijo tuerto y ciego al mismo tiempo. Me decía Polifemo, tras darle a beber mi
vino: “dime tu nombre, que quiero obsequiarte y hacerte un trato de favor”. Yo
le dije que mi nombre era Nadie. Él me dijo: “pues a Nadie me lo comeré el último.
Ese es mi regalo”. Por eso cuando le clavé la estaca en el ojo y se quejaba pegando alaridos de dolor, los vecinos le decían “Polifemo, quíén te hace mal”. Y él respondía “Nadie”.
Hay que ser muy necio para responder eso.
-Y logró finalmente usted regresar a su
tierra.
-Sí. ¡Por fin! Aunque Poseidón hizo
lo posible para que eso no ocurriera. Regresé a Ítaca. Salvo mi hijo Telémaco, allí nadie me esperaba
vivo.
-Pero Penélope daba largas a los
que pretendían su trono…
-Sobre los tarados que pretendían a
Penélope ya ni te cuento. Hay que ser rematadamente bobos para no darse cuenta
de que yo no era un viejo mendigo. Y dejarme coger el arco y las flechas fue
su perdición. La matanza me la pusieron en bandeja. En vez de pasarme a
cuchillo por mi osadía de probar a tensar el arco, me dejaron competir
con ellos. Y gané. Y fue su final. (*)
-Nadie puede creer que estemos ante
un hombre con problemas como para decidir venir a consulta. ¿Cómo se siente anímicamente?- dice esto la doctora Ariadna mientras duda entre recetarle el prozac o la paroxetina.
-Pues es la realidad. Me siento
triste. Duermo mal. Tanto tiempo pasé fuera de casa que ahora pago las
consecuencias. He perdido la ilusión por las cosas, incluido el sexo. Tanto queso, tantas
aceitunas y tanta leche de cabra han debido de trastornarme. Y mi mujer sigue
empeñada en que coja de nuevo el barco y me dé una vuelta por ahí. ¡Ni loco! Ya
tuve bastante. Para mí que Penélope no se habitúa a vivir de nuevo en compañía
y prefiere estar sola. Creo que le cogió afición a eso de tejer y destejer. Igual
no me perdona lo de Circe o lo de Calipso o que le eché el ojo a la bella Nausica. Celos tontos. Total,
por unas infidelidades de nada... Durante varios años, eso sí... Y es que las mujeres sois muy raras.
(*)Fragmento de la película protagonizada por Kirk Douglas (1954):
(*)Fragmento de la película protagonizada por Kirk Douglas (1954):
Que grande. En estos tiempos hubiese tenido el síndrome de la clase turista, tanto viaje no lo podrían soportar las arcas de Ítaca. Por cierto, buen fichaje doña Conchi Arcos :)
ResponderEliminarSaludos, Cayetano¡
En la anterior entrada se ofreció de ayudante y, como había un puesto estos días en la consulta, pensé en ella. No pagan mucho pero menos da una piedra.
EliminarUn saludo, Félix.
!Que buen relato!.Esa nueva personalidad de Ulises, que tu retratas, lo convierte en un ser de lo más normalito, de esos que te puedes encontrar en cualquier sitio y que siempre tienen ese aire de estar diciendo " yo no he sido, a mi que me registren". He disfrutado la lectura.
ResponderEliminarUn abrazo Cayetano
Da mucho juego esto de los héroes clásicos y la consulta de la psiquiatra. Vivimos en un mundo desquiciado y nada respetuoso con nuestra propia cultura. También, ganas de enredar por mi parte.
EliminarUn abrazo, Ambar.
¡Me gusta como juegas con el mito, Tiene enjundia!
ResponderEliminarBesotes, ¡espero la continuación!
El mito desmitificado. No dejaba el buen hombre de ser un señor corriente, con sus virtudes y sus defectos.
EliminarUn abrazo.
Je, je. Muy bueno y con mucha enjundia.
ResponderEliminarA Ulises lo único que le apetecía era tumbarse en una playa perdida con Nausica, y hacer correr la voz de que había desaparecido en un naufragio.
Un abrazo.
Sí, pero como tenía que interpretar el papel de héroe no le quedó otra que regresar a su tierra.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
Un relato como este humaniza al héroe, al mito.
ResponderEliminarMuy interesante eso de idear el Caballo de Troya mientras estaba borracho...Si es que las mejores ideas vienen en momentos como ese...y de estar en el baño...y no duchándose precisamente :D
Saludos
Ulises, de carne y hueso como todos.
EliminarUna ocurrencia traviesa típica de estos días de fiesta.
Un saludo, Manuel.
Gracias por ese sentido del humor...y cierto, las mujeres resultan muy raras para los hombres...excepto para sus hijos!, lo cual apunta en dos direcciones: o una pésima memoria o una magnifica interpretación maternal y no señalo a nadie, que en abstracto y figurativo un@ no se compromete! ;)
ResponderEliminarUlises era un mujeriego. Penélope debía de estar de sus infidelidades hasta el gorro.
EliminarUn saludo, Emejota.
Jajj. ¿No te has planteado que muchas mujeres maduras aunque estén hasta el gorro utilizan esa "debilidad" de sus maridos para conseguir ciertos objetivos personales o familiares, ni buenos ni malos. Lo llevan inserto en la sangre a través de demasiados siglos de "aguante histórico". Afortunadamente nuestra generación a través de nuestros hijos y su necesidad de trabajar para el sustento familiar, principalmente. Me gustaría creer que nuestra generación comenzamos a quebrar dicha situación, aunque aún quede demasiado machista de ambos géneros. Si una pobre persona necesita ser mujeriego, por los motivos que sean, pues que lo disfrute o lo sufra. Quien prefiera ser célibe, lo mismo por el mismo motivo. Lo mejor el equilibrio, ese que se consigue a base de experiencia.
EliminarLas relaciones entre personas siempre son complejas. Y bueno, aquí traemos un tema de ficción que vete a saber tú si hubo algo de cierto en él. Todo es un juego y pura conjetura.
EliminarSaludos de nuevo.
Me encanta esta revisión del clásico. Lo de decir chorradas como la del caballo de Troya y que te las tomen en serio me ha ocurrido mas de una vez y me desconcierta mucho. Entiendo a Ulises.
ResponderEliminarUn saludo, me he reído mucho.
Ulises da para mucho, incluso para travesuras como esta. Quería desmitificar un poco su figura y también las de escritores consagrados como Joyce o Kavafis.
EliminarUn saludo, Carlos.
Genial Cayetano esa consulta,descubrimos cosas que no podíamos ni imaginar, mira que no gustarle navegar a Ulises, sorprendente confesión.
ResponderEliminarLo del caballo de Troya es genial, leído lo leído el mito de Ulises se desmorona a pasos agigantados. Esta versión de los hechos es como no sorprendente. Esta doctora tiene mucho ojo para descubrir a los mitos y convertirlos en seres normales con sus debilidades.
Me encantó la lectura Cayetano.
Un saludo
Puri
Desmitificar al héroe gracias a una simple travesura es un buen pasatiempo. Más pronto que tarde habrá que traer a los dioses a consulta para que no se crean tan imprescindibles.
EliminarUn abrazo, Puri.
Ja,ja, que bueno...
ResponderEliminarEsta consulta va a bajar a más de uno del pedestal
Besos, Cayetano
Gente normalita convertida en mito por los que quieren escapar de esa normalidad cotidiana.
EliminarUn abrazo, Arantza.
Muy bueno, Cayetano. No me extraña que la doctora Ariadna haya tenido que ampliar la plantilla. Si los héroes están así, imagínate los de a pie…
ResponderEliminar¡Ah! Pero lo que no pienso perdonarte es que bajes de los altares a mi Kirk.
Tranquila, que Kirk anda sobrado interpretando. Ya sabes eso que se cuenta: Kirk "Duglas" es el padre de otro actor que se llama "Maikel Daglas". Ya quisiera el hijo.
EliminarUn saludo, Ana María.
Un héroe que tira por tierra su propia leyenda, ¡quién lo diría! La culpa de todo la tuvo Homero que era un liante y contó aquello como si hubiese sido una epopeya y tampoco fue para tanto. Una chiquillada, una ida y vuelta, un garbeo por el mundo conocido, unos cuantos mamporros con conquista de ciudad incluida, conocer a unos cuantos cíclopes y sirenas, convertirse un ratillo en cerdo (nuevas experiencias) y volver a casa comprobando que la "parienta" Penélope seguía tejiendo y destejiendo, una manía suya que no hay forma de que se le quite (hasta ha ido a un sicólogo y todo).
ResponderEliminarGenial, simplemente genial, Cayetano.
Y como estamos en las fechas que estamos no me privo de desearte unas Felices Fiestas.
Un abrazo
Felices fiestas también para ti, Carmen, que los dioses te sean propicios, que el pérfido Eolo no sople más de la cuenta y que las sirenas y los lestrigones se moderen en el comer y en el beber.
EliminarUn abrazo.
Ja, ja, Cayetano. Menudo fanfarrón este Ulises.Se haber sido yo Penélope, también querría que se perdiera otra temporada con el barco.
ResponderEliminarBesazos.
Penélope se acostumbró a disfrutar de su espacio durante veinte largos años.
EliminarUn abrazo y felices fiestas, Isabel.