Había llegado el momento de elegir uno de los cuatro caminos que se cruzaban en aquel páramo reseco y despoblado. Solo uno. Y no debía equivocarse. Era un lujo que no se podía permitir. Le iba la dignidad en ello. Y quién sabe si el propio pellejo.
Todo empezó aquella mañana de octubre en que Cipriano Cedeño se encontró con aquel viejo misterioso de cabellos largos y barba canosa. Estaba sentado en un banco del parque y se entretenía en echar migas de pan a los pájaros. El hombre aquel, con un aspecto a mitad de camino entre un mendigo y un filósofo antiguo, se le quedó mirando fijamente y le dijo:
—¿Te gusta cómo doy de comer a estos animalitos? A mí no. Simplemente lo hago porque creo que debo hacerlo. En la vida has de tomar decisiones, te gusten o no. Y hay que procurar hacerlo con acierto. Tarde o temprano todos tenemos la ocasión de comprobarlo. Hay que usar siempre la inteligencia. Lo mejor no tiene por qué ser necesariamente lo más tentador. Elige bien o te arrepentirás. Acuérdate de lo que te digo.
Luego el viejo desapareció.
Y Cipriano, que era un poco corto de mollera, se quedó rascándose la cabeza y meditando un poco esas palabras.
Pasados unos días llegó el momento de comprobarlo. Esa mañana había salido a andar al campo, sin ninguna dirección concreta.
Y al cabo de un rato se encontró con aquella encrucijada de caminos. ¿Por dónde tirar?
El que se abría a su izquierda estaba limpio de rocas y era bastante llano, cómodo para andar por él, lleno de árboles a izquierda y derecha que aseguraban buena sombra a los caminantes, fuentes de agua cristalina aparecían aquí y allá para calmar la sed del viajero. Enseguida lo descartó: para conseguir algo en la vida hay que hacerlo con cierto sacrificio. Un camino tan bueno es una tentación pero seguro que no te lleva a buen lugar. Es una trampa. Debía ser sagaz.
El que estaba a sus espaldas lo descartó también: era el camino que le había llevado hasta allí, el camino a su casa, un sendero sin cuestas, algo que ya pertenecía al pasado. No le aportaba nada a una vida marcada ya de por sí por la rutina. Volver ahora sería como claudicar. Ya lo tomaría al regreso, ahora no era el momento.
El de enfrente era tortuoso, enmarañado de zarzas y abrojos, repleto de peñascos; en algunos tramos estaba encharcado, embarrado, parecía más una ciénaga que un camino, lleno de mosquitos, sabandijas y bichejos inmundos típicos de las charcas y de los terrenos pantanosos.
El de la derecha era una carretera con carteles chillones donde se anunciaban clubs de alterne, casas de juegos, bares, restaurantes, casinos y moteles. Una chicas ligeras de ropa hacían autoestop en la cuneta y sonreían de forma encantadora. Una invitación al goce y al pecado. Aquello era claramente un anzuelo para que picaran los amigos de los placeres mundanos.
Enseguida le vinieron a la mente las palabras del viejo aquel de las barbas blancas y mirada firme:
—Lo mejor no tiene por qué ser lo más tentador. Elige bien o te arrepentirás.
Estaba claro cuál tenía que elegir.
Y el muy gilipollas se puso de fango, arañazos y picaduras de mosquitos hasta las cejas.
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Texto publicado originariamente en lacharcaliteraria.com
Cuando el aprendizaje se fija solo en el sacrificio y el esfuerzo, se tienen sospechas de todo lo fácil y muchas veces lo obvio es la respuesta adecuada.
ResponderEliminarMe has hecho reír, te lo agradezco.
Un abrazo.
Tenía ganas de cargarme el mito.
EliminarGracias, Ángel.
Un abrazo.
jejeje....no eres bueno, CAYETANO...¡¡¡¡
ResponderEliminarSoy muy malo. Ya lo decía alguien de mi familia cuando yo era pequeño y practicaba algunas travesuras.
EliminarUn saludo, Miquel.
Encuentro muy coherente la elección de Cipriano. El atractivo de lo oscuro, de lo canalla, es difícil de batir. Es como pensar qué haría Julieta si se le presentaran a la vez dos pretendientes.
ResponderEliminarUno esperándola con su coche a la salida de la oficina, guapetón, trajeado entre un aroma de Armani, con un sueldo fijo que le asegura tranquilidad doméstica, casa propia y carácter sumiso. Otro, roquero apoyado en su moto, con el pelo largo y tejanos ajustados, una chupa de cuero con el polvo de todos los caminos y la sonrisa pillastre, como sus ojos, prometiéndole aventuras sin cuento.
A ver, Cayetano, tú que eres un hombre de mundo...
Ya lo estás escribiendo. Un desenlace que podría ser inesperado. De todas formas, donde esté el rock que se quite el reguetón ese que le gusta al pijo del coche.
EliminarUn saludo, Ana.
Es complicado elegir. Ciertamente, prefiero equivocarme y hacerlo yo, a seguir un camino elegido por otros. Lo tuve que hacer y te aseguro que no es lo mejor.
ResponderEliminarBesos
He leído el comentario de Ana Mª Ferrin y me habría ido con el rockero, un poco de aventura no viene mal.
Donde esté el rock...
EliminarJejeje.
Un abrazo, Arantza.
Con lo fácil que resulta volver a tu zona de confort, ¿por qué complicarse la vida? Vuelvo a casa y me preparo un arroz con bacalao y me olvido de senderos extraños donde hay alimañas, humedades y tentaciones.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Creo que en el fondo creamos personajes para hacerles alguna faena.
EliminarMe apunto a eso del arroz con bacalao (y una patatita).
Saludos, Francesc.
No supo distinguir la metáfora de la realidad. Me suena mucho a la autoayuda fofa de moda y a la moral cristiana de toda la vida. Está claro que no funciona: hay que aprovechas lo bueno cuando aparece. Lo siento por Cipriano, que espabile.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano.
Yo creo que después de esta espabilará.
EliminarY si no: habrá segunda parte.
Un saludo, Carolus.
Genial, mi más sincero aplauso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Francesc.
EliminarUn saludo.
El pobrecillo peco de ingenuo: pero ahora llega a casa; después de un buen baño, comida y una siesta se queda como nuevo.En su bondad tendrá su premio y una y no más.Como lo has disfrutado y me estoy riendo del giro :aunque no es de buen cristiano reírse de este tropiezo y es que hasta el Bond según Reverte es un moñas:ya no tenemos héroes...
ResponderEliminarFeliz miércoles, por estos lares no hemos tenido puente el lunes curramos, menos mal que hoy entramos un poco más tarde.
Un abrazo Cayetano
Sí, un poco ingenuo, un poco simplón y confiado. De lo malo siempre se aprende algo.
EliminarFeliz miércoles también para ti.
Un abrazo, Bertha.
Lo peor de todo es que el individuo con quien se topó le hizo dudar de sí mismo. ... lo normal entre bobos.... y quién no lo es en algun sentido? , digo ....camino?
ResponderEliminarMuy influenciable y confiado. A lo mejor aprende alguna vez.
EliminarSaludos, Emejota.
¡Jajaja un relato muy filosófico! con un buen final humorístico. A qué al final de ese camino tortuoso y lleno de fango y abrojos, le esperaba un camello que se uniría a una caravana que atravesaría la península arábiga, encontraría petróleo, se haría millonario y luego se dedicaría a divertirse en las mejores playas y casinos del mundo y tendría varias mujeres rendidas a sus pies jajaja. ¡A qué sí!
ResponderEliminarBesos
No sé, no sé... Hoy solo tenía ganas de hacerle alguna faena al Cipriano.
EliminarUn abrazo, Myriam.
jajajjajajaja
EliminarOtro abrazo para ti.
Hola Cayetano:
ResponderEliminarInteresante... siempre creo que aunque te equivoques en la decisión, habrás aprendido y seguro que servirá para el siguiente camino.
Quizás hubiese hecho lo mismo que Cipriano
Saludos
Todos tenemos algo de Cipriano, aunque lo normal es aprender de cada caída.
EliminarSaludos, Manuel.
Me lo imaginaba. Ja, ja, ja. Un abrazo.
ResponderEliminarSe veía venir. Eso es porque ya me has cogido el "tranquillo".
EliminarUn abrazo, Valverde de Lucerna.
Jajajajajaja la aventura es la aventura.
ResponderEliminarAbracines utópicos.-
Es lo que tiene aparecer en un relato: te juegas el tipo.
EliminarUn abrazo, Irma.
Cuando no es que no y acabas en los zarzales. ¡Ay, Cayetano, qué dura es la vida!
ResponderEliminarUn abrazo.
En los zarzales y en la charca.
EliminarUn abrazo, Paco.
Si es que no se pueden tomar los consejos literalmente sino pensar en uno mismo y saber qué te conviene en cada momento. Sobre esto aprendí cuando a tuve a mi hijo y todo eran consejos de cómo tenía que criarlo: que si tenía que dormir esto y aquello, que tenía que darle no sé qué hierbas para los gases, que si había que darle el pecho a tales horas, que si..., que si... Al final me dí cuenta de que cada niño era un mundo y que el de la vecina no era el mío.
ResponderEliminarUn saludo
Exacto. Los consejos solo sirven para el que los da. O tampoco.
EliminarUn saludo.
Cuando se llega a un cruce de caminos hay que dejarse guiar por el instinto, lo que tenga que ser será...
ResponderEliminarUn saludo y mándale unas tiritas al Cipriano
A veces funciona dejarse llevar por el instinto, la intuición, el olor... Cualquier cosa menos echarlo a suertes.
EliminarLe llevo las tiritas a Cipriano de tu parte.
Un saludo, Jose.
Muy bueno! Es una tira cómica!
ResponderEliminarSaludillos :)
Pues bien podría ser. Si te animas, haces los dibujos y adaptamos el guión. Y luego lo publicamos en tu blog y en el mío. Jejeje.
EliminarUn saludo, Xurxo.
Me ha encantado Cayetano "se nota que le tenias ganas al Cipriano".
ResponderEliminarUn abrazo.
Seguro que me debía dinero. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Conchi.
"Y el muy gilipollas se puso de fango, arañazos y picaduras de mosquitos hasta las cejas", pero acabó siendo un crack en La Charca Literaria.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Claro. Ya venía el hombre con experiencia en charcos y charcas.
EliminarUn abrazo, Paco.
Yo diria que el mendigo fue un símbolo de mal augurio. Si no se le hubiera cruzado a Cipriano, este hubiera tomado el camino que el Destino había trazado para el.
ResponderEliminarUna lectura la tuya que tiene mucho sentido.
EliminarSaludos.
A veces somos rematadamente torpes. Y él tal vez, como todo quisque, no podía elegir el camino que quedó atrás.
ResponderEliminarNo le des más vueltas. Creo que el autor simplemente se quería reir un poco de los gurus y profetas y, de paso, hacerle la puñeta al bobo de su personaje.
EliminarUn saludo.
Es que el esfuerzo ante la dificultad, está sobrevalorado :)) :))
ResponderEliminarSAludos.
Ya te digo. Demasiado.
EliminarUn saludo.