lunes, 4 de octubre de 2021

De profesión, docente

 


Cuando empecé en esto de la docencia tenía poco más de veinte años. Los alumnos mayores eran casi de mi edad, lo cual suponía un problema a la hora de hacerme respetar por ellos. Me costó un tiempo. Los padres eran poco menos de la edad de los míos. Curiosamente se mostraban en general bastante respetuosos y aceptaban la autoridad del docente como algo natural, tal vez aprendido durante las décadas de la dictadura: la autoridad no se discute. Se asume, se acata y santas pascuas.

Según fui cogiendo tablas, experiencia y habilidades propias del oficio —a enseñar se aprende enseñando—, fui percibiendo cómo la edad de los padres se iba acercando a la mía, hasta tal punto de que mis alumnos y mis hijos se llegaron a equiparar en años. Luego empezaron los progenitores a ser más jóvenes que yo. Primero vino la que algunos denominamos como generación Mecano, la de los años 60. Estos ya no sufrieron apenas la dictadura, pues les pilló de muy niños pero en las últimas. Cuando llegaron a la adolescencia vivieron en un espacio de libertades. Tal vez por eso fueron los primeros en no poner límites a sus hijos y consentirles más de lo debido. Era solo el principio de una moda que se prolongaría hasta nuestros días. Entonces ya había quejas por el ejercicio de la autoridad de los docentes. La verdad es que entre los compañeros más veteranos algunos habían adquirido hábitos en exceso autoritarios desde tiempos de la dictadura, otros habíamos sufrido ese rigor por parte de nuestros padres en nuestras propias casas. La técnica de los capones y de los castigos humillantes pasaron a la historia. Eran otros tiempos y había que adaptarse a ellos.

En las décadas siguientes, según me iba haciendo mayor, aumentaba esa distancia cronológica no solo respecto a mis alumnos, sino que también ocurría esto con sus padres. Los chicos cada vez tenían más derechos y menos responsabilidades. Era frecuente ver cómo en casa se les daba la razón en todo, no se les imponían límites y frecuentemente se cuestionaba la autoridad del profesor incluso delante de los propios hijos. Se fue creando un tipo de padres en exceso permisivos que no ejercían como padres sino como colegas o amiguetes. Muchos lo lamentarían después.

Mis últimos años de docencia fueron como profesor de adultos. Ese era otro mundo. Tuve alumnos mayores que yo y compañeros de trabajo que podían ser mis hijos. Lo nunca visto antes por mí en el ejercicio de la docencia.

Recuerdo algo que me ocurrió sumamente curioso y que está relacionado con el exceso de proteccionismo por parte de los padres, pero no con los padres de los alumnos, como ocurría antes, sino en este caso con el padre de una profesora. Resulta que siendo yo jefe de estudios y recibiendo a principios de curso al nuevo profesorado destinado al centro, se presentó una joven interina, que venía a ocupar durante un curso académico la plaza de otra compañera que estaba en comisión de servicios. Venía acompañada de su padre, un señor de mi edad o algo mayor (yo estaba a punto de jubilarme). El señor decidió darse una vuelta por el pueblo y luego esperar en el vestíbulo de entrada a que saliera su hija, pues entendía que ese día los profesores poco tendrían que hacer, salvo alguna reunión de bienvenida del equipo directivo, reparto de horarios, calendario de actividades para los próximos días y poco más al no haber todavía alumnos. Se equivocaba. Había más cosas, pero a ese progenitor no le entraba en la cabeza. Por eso, preso de su impaciencia, se decidió a abrir la puerta del despacho donde el director y yo hablábamos con ella tras darle su horario y explicarle el funcionamiento del centro y nos espetó:

—Bueno, para ser el primer día, yo creo que ha estado bien. Lo digo por si ya la dejáis salir, que nos vamos a casa a comer.

Le dijimos que los profesores, con clase o sin ella, tenemos un horario que cumplir. Y que, por favor, esperara fuera. La joven interina se puso colorada de vergüenza ajena. No sabía qué decir ni dónde meterse, del apuro tan grande que pasó: una profesora tratada como una niña que necesita protección.

_____________

(Tal vez continúe)


40 comentarios:

  1. Muy curiosa la anécdota.
    No he sido docente, aunque he pateado muchas salas en un par de universidades, y he sacado mis conclusiones al respecto.
    Como nunca he dejado de estudiar (me pescó la COVID y el cierre de la Universidad haciendo un posgrado sobre Aristóteles), he observado el cambio radical en el sistema.
    No se quien tiene la culpa, pero jamás hubiera puesto la tarima a ran de pupitre, la tarima ha de estar siempre mucho más elevada. Tampoco soy partidario del tuteo entre alumnos y profesorado, ni comulgo conque se dejen abrir móviles en las clases.
    Hoy la palabra maestro ha perdido autoridad y no hay vuelta atrás, es imposible recuperar aquello que se ha dejado.
    Y comulgo contigo, en lo que hoy los padres quieren ser amigos de sus hijos, y ese es otro problema, porque si se quiere ser amigo no se hace de padre.
    Un abrazo
    Salut

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    1. Un conocido mío, profe de universidad, me contaba asombrado que, cuando llega a clase, ha de invertir un buen rato en que se callen sus alumnos, como si fueran críos de la ESO. Tremendo.
      Un abrazo, Miquel.

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    2. - Mucha piel fina, aunque sean los menos pero lo sufcientemente para incomodar en un aula con ratio de hasta 30 por aula eso no lo puede controlar nadie.

      Aun estoy en activo : imparto Bachillerato de Arte y dos veces por la tarde talleres en el mismo Centro de Arte.
      Como tutora llevo muchos años y he pedido ser relegada, a ver si ya me quitan esa pesadilla sobre todo por no tener que contactar con los padres:porque entre informes y la plataforma esentia , más llevarse parte del trabajo a casa me agota después tener esa responsabilidad,
      Pue dichoso de ti que ahora puedes disfrutar ese tiempo con tus hobbys
      Un abrazo :)

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    3. Sí, la verdad es que aunque te guste mucho tu trabajo, puede resultar, más que agotador, poco reconocido por ciertos sectores.
      Un abrazo, Bertha.

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  2. Creo que lo que ocurre en la docencia (y en toda la sociedad) se puede explicar de forma breve: exigimos muchos derechos y ningún deber. Así no puede funcionar una sociedad o una cultura como Occidente y es una receta segura para su suicidio a corto o medio plazo. No sé la solución ni se me ocurre ninguna, para eso están nuestros "líderes".

    En fin, a mi ya me pilla con una edad y no creo que vea a los bárbaros galopando por Roma, pero nunca se sabe. Esta decadencia va a ser muy entretenida.

    Un saludo, Cayetano.

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    1. Cada vez hay peor educación entre la gente joven y menos exigencia por parte de sus padres. Mal camino este.
      Un saludo.

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  3. Te diré más CAYETANO, en la facultad de Filosofía cuando cogía el ascensor hacia la planta cuarta, me quedaba pasmado de ver el acero inoxidable de la caja lleno de rayadas de las llaves en formas de graffiti del alumnado.
    Eso me hacía pensar que algo no funcionada. Gente con una cultura, con un sentimiento y ganas de saber, gente que ha leído a Goethe, a Kant, a Dante, a Aristóteles, y rayando los ascensores no era comprensible y sigue no siéndolo para mi.
    Fallamos de lleno.
    Un abrazo

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    1. Sí, es increíble. Hay descerebrados hasta en la facultad de Filosofía. Un sinsentido.
      Saludos.

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  4. Te acuerdas de cuando era el señor maestro y el respeto que se le tenia. Eso se perdió, esos padres que quisieron dar tanta libertad a sus hijos, la que ellos no tuvieron, sólo les dieron la nada, y ahora se ven las consecuencias.

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    1. Una irresponsabilidad que pagarán caro ellos en primer lugar, luego los demás.

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  5. Estos padres que les quisieron dar toda la libertad a sus hijos, sólo les dieron la nada, la futilidad, y ahora se están viendo las consecuencias. Antes en clase habia el señor Maestro y con ello un respeto hacia el docente que se ha perdido.

    Salut.

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    1. Me consta que en otros países se valora más al docente. Los alumnos más respetuosos y educados que yo he tenido han sido de latinoamérica, no todos, pero en su mayoría sí.
      Un saludo, Francesc.

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  6. Creo que veo algo similar, aunque provengo de un pais que no tuvo dictadoras, el paso del tiempo ha hecho mas y mas irrespetuosas a las nuevas genraciones.

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    1. Se ve que debe tratarse de un problema global.
      Un saludo.

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  7. Tus experiencias resultan parecidas a las mías. Empecé en el arte de la docencia poco antes de los 18 y mis alumnos, todos varoncitos de 5 a 11. Menos mal que por entonces me hacían gracia los críos! Alrededor de los 35 trabajaba no solo en escuela concertada sino que me monte una especie de academia casera muy muy local en mi domicilio. También tuve el gusto de enseñar a adultAs que deseaban aprender inglés, tan de moda por entonces. A los 42, con hijos adolescentes y ya muy quemada mandé la enseñanza a tomar viento para convertirme y reconocerme como secretaria, chofer, contable, empresaria, sparring familiar, y gilipollas natural. (Tal cual el famoso chiste de Forges) Además durante todo ese tiempo jamás abandone el oficio de fregona perfeccionista porque que me permitía “pensar” ( y pensar liberaba la carga) mientras lo ejercía). Con la ayuda de la gran merma menopausica aproveché para pegar la gran coz a lo que había sido mi vida hasta la fecha y por serios motivos de salud y supervivencia alejarme de la familia y seguir la senda del clima favorable en distintos puntos de la península. El resto ya lo conoces, después tras vivir la naturaleza intensamente, ya en el 2009 decidí bloguear. He ancianeado escribiendo como una descosida en compañía de buena gente; y como debe ser mi naturaleza intrínseca lo de pegar coces, a estas alturas lo más sano me ha parecido agradecerle a la vida la buena tajada de alegrías y experiencias de las que me he nutrido e intentar aprender a parar y descansar ..... si puedo! Lo cierto es que he visto lo mismo que tu y también he aprendido a brujulear por las entretelas del tiempo. Aunque hija de las desgracias de la posguerra, la dictadura no me afectó porque la agresividad y compulsión materna resultaba muchísimo peor sin embargo y curiosamente gracias a la profunda naturaleza equina de mi árbol familiar he llegado hasta el presente. Aunque el tiempo resulte un concepto tan relativo como irreal, lo de pegar coces y correr desbocada ya no resulta para nada de extrañar, solo fui y aún siga siendo una zombi con crines. La prueba del 9 de lo que afirmó tan convencida es que no ínter accionaba con compañer@s y durante los ratos libres entre clases me largaba a mi bola! Lo mejor de todo es que todo está escrito desde la tierna infancia hasta la fecha con la intención infantil de no olvidar jamás como podían sentir los niño@s de mi tiempo al hacerse mayores. Uf todo lo terrible que mis propias memorias me han revelado!! Mejor no cuento lo que veo en mis nietos, menos mal que viven en Alemania y por supuestisimo también van a su bola! No es de extrañar!

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    1. Una coz no sé pero un buen puñetazo en la mesa siempre es conveniente dar cuando te quieren tomar el pelo o abusar de tu paciencia (quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?) o atarte corto, que tanto da. De ello ya tengo alguna noticia tuya gracias a este diálogo blogueril que nos traemos entre manos.
      Un saludo, Emejota.

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    2. Ay que risa, intente proteger a mis nietos cuando eran pequeños explicándoles bien clarito lo de “el que lo dice, lo es” y ellos le añadieron muy satisfechos la coletilla de : “con el culo al revés“. Me parto de risa porque sus padres son unos cursis del lenguaje y los niños los saben manipular muy muy bien. Claro, está abuela se nota la “mala de la peli” porque suele sacar las mierdas bajo las alfombras por mor de vocación fregona y porque sabe la que les espera. El hecho de haber sido profe hace enfocar la realidad familiar desde un ángulo muy lejano. Hay tantos niños ajenos tan majos y tantos otros tan necios, que los propios se enfocan bajo luz bastante imparcial y puede que no salgan tan bien parados como el clan familiar supone.,
      Vaya, que debí ser una profe bastante exigente, me temo, pero a casi todos les encantaba jugar en inglés. Hice bien abandonando la enseñanza antes que la política metiera la zarpa!, me restaba libertad.

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    3. Es una profesión muy vocacional. Tiene que gustar. Aunque la gente se suele cansar por la cantidad de palos que te meten entre las ruedas: la administración, los padres, los propios alumnos, a veces hasta los propios compañeros. Y muchos se queman o, como es tu caso, decide emprender otro camino.

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  8. Amigo Cayetano, solo puedo hablar de mi escasa experiencia como docente en cursos universitarios, concretamente de masters postgrado y algunos contactos con estudiantes de primeros cursos de carrera. El panorama es descorazonador, a una incultura supina se añade la percepción que tienen los alumnos de su personalidad, creen, en general que son los mejores del mundo, que se lo merecen todo. Son incapaces de soportar cualquier contrariedad. Están convencidos que con sus conocimientos (raquíticos) tendrán acceso a los mejores puestos de la sociedad. Están seguros de que valen más que los profesionales de las generaciones anteriores. Así se lo han dicho sus papás. Son unos consentidos. Ya desde parvulario nunca se les ha exigido ningún esfuerzo ni en las aulas ni en casa. No conocen el esfuerzo, se distraen, están pendientes de las majaderías más ramplonas, cuesta mucho de que se concentren. Luego viene la realidad y esta repartirá los aprobados o los suspensos que no conocieron en las aulas.
    Saludos.

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    1. Así es, amigo Francesc, la vida ya se encarga de poner a cada uno en su sitio, y más a estos niños consentidos que están acostumbrados a unos padres que siempre les dan la razón y nunca les ponen límites.
      Un saludo.

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  9. Te pasa como a mi Cayetano. Se ha perdido el respeto no por la persona, sino por el rol. Tenemos muchos derechos, y pocos o ningún deber. Es triste, pero parece que no queda otra...

    En todo caso. Hubo una que fue a buscar a su marido, porque le parecía extraño que par un electro, se tardara tanto... ya se había ido de la consulta. Me dice: Bueno qué, deja a mi marido irse a casa o va a seguir jugando al médico... le respondí: Ya dejé de jugar al médico... no sé dónde perdió su marido.
    El paciente, se había ido a su casa y se le había olvidado que su mujer había ido con él...

    Saludos Cayetano

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    1. Hay gente que dispara antes de razonar. Me da la sensación que esa señora era un poco insoportable. Igual el marido quería perder de vista a su mujer y se largó sin ella.
      Un saludo.

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  10. Nunca entenderé la falta de respeto que se le tiene a día de hoy a los profesores, me comentaba hace unos días una amiga profesora en un instituto que uno de sus alumnos al llamarle la atención por su mal comportamiento, le le respondió llamándola prostituta.

    Un abrazo.

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    1. Sí, son muy finos ciertos chicos. Saben que gozan de impunidad y pueden insultar que no pasa nada.
      Un abrazo, Conchi.

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  11. El problema reside en el coleguismo, querer ser amigo de tus hijos o de tus alumnos. Los padres tenemos un papel en la vida y es educar no enseñar,para eso estan los profesores. Y a los dos ,padre y profesor se les olvida de que va el tema. Si el padre se dedicara a educar y a no cuestionar al profesor otro gallo cantaria. Lo mismo que el profesor se dedicara a enseñar y no delegara esas funciones en los padres con montones de deberes que los padres deben acabar ayudando a los hijos,otro gallo cantaria.
    Yo vi a mi yerno pegarse dos horitas para que el niño entendiera conceptos que no le explicaban en clase y eso un dia tras otro. Cada uno a lo suyo,es lo que pienso yo.
    Saludos,lo de la interina es de traca

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    1. Un poquito de sensatez y de cooperación hace falta. Al fin y al cabo, sacar los chicos adelante es tarea conjunta de casa y escuela.
      Un saludo, Jose.

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  12. Cuando yo era chiquita, si volvía a casa y les comentaba a mis padres que el/la profe me había castigado, lo primero que oía era: ¿qué has hecho? ¿es que no sabes que en el colegio tienes que portarte bien? Ahora, más bien, desde hace unos años, oigo a mis amig@s docentes que lo primero que oyen cuando entra el alumno con sus padres es: ¿por qué le ha castigado? y ante la contestación de mi amiga, siempre hay uno de ellos que la menosprecia. Ahora, mi nuera, docente, vuelve a casa contando cómo los padres, en general, se creen que la culpable de los resultados de su hij@ es ella y en alguna ocasión ha creído que la iban a dar una torta.
    Personalmente me da mucha pena. Los chavales y chavalas no reciben en casa la educación adecuada y lo "gracioso" es que los papás están convencidos que es el colegio el responsable de dicha educación.
    Creo que hay colegio, se va educado. Sin darle más vueltas.
    Besos, Cayetano

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    1. Tiempos malos estos donde los mozalbetes solo tienen derechos. Yo siempre decía que al colegio se viene desayunado, duchado, cagado y educado. Las asignaturas ya son cosa nuestra.
      Un abrazo, Arantza.

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  13. Imagino que tu anecdotario será inmenso en tantos años de ejercicio, pero las pinceladas con las que has esbozado este cuadro hablan por sí solas de las complejidades del ser humano. Te felicito por haber dedicado tu vida a transmitir los conocimientos (el más noble ejercicio de cuantos existen) y espero que en futuras entregas sigas dibujando otras semblanzas de tu honorable profesión.
    Un fuerte abrazo.

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  14. ¡Madre mía! En mi trabajo también me he topado con guajes y guajas viniendo con sus padres, incluso un chaval con el título universitario en la mano y detrás el padre la madre y uno o dos hermanos. En fin ver para creer.

    Abracines utópicos.-

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  15. Me da la impresión de que ese padre no pertenecía a ninguna época (aunque bañada por una sin duda) sino a su propia concepción autoritaria y egotista del mundo y de la vida. Ah y proteccionismo y permisividad no siempre han ido de la mano; en mis tiempos se daba lo primero pero no lo otro.

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    1. Sí. A veces un exceso de proteccionismo no implica mayor libertad, sino más control.
      Un saludo.

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  16. Me ha encantado cómo a través de tu experiencia has analizado, a mi forma de ver a la perfección, el cambio acontecido en la sociedad. Magnífico.
    SAludos.

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    1. Gracias, Manuela. Todo cambia.
      Y no siempre para bien.
      Saludos.

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  17. La falta de respeto (y educación) es algo que esta sociedad se ha ido ganando a pulso. Ya ni la policía es respetada. Y lo peor es que aunque nos quejemos del problema, cualquier intento de solución viene tildado de autoritarismo.
    Un saludo.

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    1. ¿Por qué será que estoy totalmente de acuerdo contigo? ¿La sensatez que dan los años y algo de sentido común?
      Un saludo, DLT.

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  18. Como bien sabes he sido maestro y he presenciado la misma evolución que cuentas en el mundo docente, aunque habría que decir que ha sido un reflejo de como ha cambiado la sociedad. Entiendo que las sociedades evolucionan, que la gente cambia, aunque siempre lo relacionamos con una mejora y no con un retroceso y creo que ahora estamos en una encrucijada, viviendo en una sociedad gritona, con los políticos a la cabeza, con derechos pero sin deberes, sin ningún respeto a la autoridad, sea policía, maestro a padre, sin contar con que ahora no se sabe respetar la opinión de los demás, yo tengo siempre razón. Creo que fallamos como sociedad, mientras no haya respeto, nunca llegaremos a saber convivir. La escuela es un buen termómetro del futuro, como se va detectando en los niños como será la sociedad.
    Has tocado un asunto muy interesante que induce a reflexionar bastante.
    Un saludo.

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    1. Suscribo todo lo que dices en tu acertada y sensata reflexión.
      Un abrazo.

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