Una cosa es escribir y otra padecer por ello. Eso era exactamente lo que le pasaba a Manuel cada vez que escribía un relato y sus personajes tenían algún percance. No lo podía evitar, pero no era de recibo que cada vez que inventaba una historia sufriera en carne propia lo que les ocurría a sus seres de ficción. Era una implicación excesiva: por mucho que fueran obra suya, no eran sus hijos.
Recuerdo ahora aquel caso de un médico de familia que llevaba mal que sus pacientes enfermaran y cada vez que alguno pillaba algo él también se ponía malo. Era un aprensivo que se implicaba en exceso con los padecimientos de los demás. Al final tuvo que dejar la medicina y dedicarse a otra cosa.
A Manuel le estaba pasando algo similar: que su personaje sufría del dolor de muelas, al cabo de un rato ya le estaba dando la lata alguna de sus piezas dentarias y tenía que darle al paracetamol y pedir cita con el dentista; que su personaje era aficionado al deporte o a ir al gimnasio, al día siguiente ya estaban allí puntuales las agujetas:
—Manolo, venga, que se nos hace tarde para ir donde mi madre —le decía su esposa, mientras él seguía remoloneando en la cama.
—No puedo. Estuve ayer tarde escribiendo la historia de Marcos el culturista y hoy ando con agujetas.
Cuando escribió la historia de Pau Gilabert, el de los picores, le salió una dermatitis en sus partes de muy señor mío, pues no paró de rascarse la entrepierna mientras la escribía.
Luego empezó el relato de Angustias, la que perdió la casa y todos sus ahorros por su afición al juego...
—Manolo. Te recuerdo que dentro de una hora tenemos cita con el abogado para lo de la herencia de mi padre, y tú todavía andas en pijama. Venga, vámonos que se nos hace tarde.
—Vete tú, que enseguida me acerco yo y te recojo. Es que a Angustias la echan hoy del piso.
Con Elviro Lindo, un tipo guaperas y ligón, le pasó algo curioso. Su personaje andaba alternativamente con varias mozas. A una, alta y morena, la visitaba los lunes; a otra, rubia de bote, los martes; el miércoles se lo montaba con una pelirroja en el cine; los jueves frecuentaba locales de alterne; los viernes y los sábados salía de pesca a una discoteca, y siempre había incautas que picaban; el domingo lo dedicaba a reparar fuerzas y descansaba, salvo que alguna amiga le telefoneara con otro plan mejor. No paraba el tío. Hasta el punto de que tuvo que tomar un complejo vitamínico. Y la novela, lógicamente, tenía escenas de cama y pasajes tórridos a tutiplén con sexo de alta temperatura, que eso vende mucho, pues no hay que olvidar que las buenas historias se sustentan sobre cuatro pilares fundamentales: un conflicto que enganche, unos personajes consistentes y creíbles, sexo a raudales y... del otro ahora no me acuerdo, ni falta que hace.
Y de resultas de tanto trajín y de tanto folleteo, Manolo parecía Príapo, con su erección permanente por implicarse en la vida sexual de los demás, y pilló dolor en sus partes íntimas:
—María, ven a la cama, que ando salido. No sé qué me ha pasado con mi personaje que tengo dolor de huevos.
—Que te alivie tu tía. A saber qué mierdas de páginas visitas en internet. Todo el día con el ordenador es lo que tiene. Vas y te arreglas tú solo, como yo hago con mi madre y con el abogado.
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Texto publicado originariamente en lacharcaliteraria.com
jejeje, al igual va y se da un paseo por las Cortes, que el ambiente anda cargado y se le bajan las ganas de trajin ¡¡¡
ResponderEliminarsalut
Ya te digo, pero no le quiero tan mal al personaje. Déjale que disfrute.
EliminarUn saludo, Miquel.
Manuel es una víctima, un incomprendido, aunque algo de eso o bastante hay de identificarse con los personajes que describe el escritor, unos personajes que a veces incluso dominan a su propio creador y van por su cuenta.
ResponderEliminarSalut
Así es. Llega un momento que te pueden y te esclavizan. ¡Los muy puercos!
EliminarParece que han quitado de tu blog la opción de comentar. Al menos no la encuentro.
Saludos, Francesc.
Ya se conocían casos en los que el autor se implica en la trama, pero lo de Manolo es excesivo... y divertido. Podría haber escrito sobre un personaje que se convierte en escritor de mucho éxito, es lo que yo hubiera hecho.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano.
Tienes razón, pero las historias que acaban bien me parecen en exceso melosas. Jejeje.
EliminarUn saludo, Carolus.
Los riesgos de una identificación excesiva con el ejercicio elegido. Muy imaginativo, tocas enfoques positivos y negativos de esos personajes fantaseados por Manuel, lo cual te conduce obviamente a que se haga presente Príapo, con todas sus consecuencias. Me ha gustado mucho y lo que alguna otra vez te he dicho: la riqueza de ideas que derrochas pedía más abundancia de texto (al menos para el lector)
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí. Es algo que me suele suceder: no aprovecho mejor las posibilidades que una ocurrencia ofrece. Eso es debido a que, desde temprana edad, he sido un poco vago. En todo caso, nunca rechazo del todo una posible segunda parte como hice - y recientemente he vuelto a hacer, aunque de momento no publicitar- con el inventor de títulos para novelas.
EliminarUn saludo, Fackel.
Pues sí que anda atareado y además muy implicado en todo. Cuídate mucho.
ResponderEliminarAbrazote utópico.-
La literatura absorbe mucho y hasta arruina relaciones.
EliminarUn abrazo, Irma.
Pobre hombre... No imagino si su personaje se llega a suicidar o lo asesina... Sera complicado volver a escribir.
ResponderEliminarSaludos Cayetano. Bueno como siempre
Sí, jejeje. Lo mejor es que al final le pase algo bueno.
EliminarSaludos, Manuel.
-La verdad que consigues sacarme una carcajada con estas entradas:que suelo leerlas en el móvil.
ResponderEliminarLos hay que se meten en el personaje: que sufrimiento o que gozada como dice el Carlos Arguiñano con sus recetillas.
Que inventar historias tiene mucha carnada y si encima vive cada representación doble de lo mísmo.
La mujer, que ya no le pasa una, con su madre y el abogado: ya va bien servida...
Un abrazo y que no decaiga ese humor
Unos sufren por causa de sus personajes. Otros nos divertimos.
EliminarUn abrazo, Bertha.
Me pregunto, Cayetano, ¿dónde habrán quedado los aliviaderos? ¿Existen todavía o son parte del pretérito imperfecto? ¡Ay el ejercicio de escribir, cómo va la misma vida en ello!
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo me alivio inventando locuras. No sufro: me divierto.
EliminarUn abrazo Paco.
Qué bueno Cayetano! Qué divertida narración!
ResponderEliminarCierto es que cuando alguien que gusta escribir se inventa personajes, estos campan por sus respetos a través del inconsciente del autor!
Tarde tomé consciencia de las escasas pero enormes ventajas del elemento femenino y este relato me lo confirma!
De eso se trata, de divertirse.
EliminarUn saludo, Emejota.
Y ¿cómo lleva lo del covid?
ResponderEliminarPorque alguien tan aprensivo, que se implica tanto en los problemas ajenos que él mismo provoca, habrá que ver como se pone cuando escucha las noticias.
A no ser que, como tantos, haya llegado a la conclusión de que mejor ignorarlas...
Ayer le vacunaron. Hoy anda como si estuviera con una pequeña gripe. Lo que no hará será oír noticias sobre la "astrazeneca" esa. Un saludo, Ana.
EliminarEso de implicarse en la vida de los protagonistas no es bueno, la evidencia está a la vista.
ResponderEliminarGracioso el texto Cayetano .
Un saludo
Puri
Mejor no implicarse. Sale caro.
EliminarUn saludo, Puri.
me encantas como escribes y relatas
ResponderEliminarun abrazo desde Miami
Gracias, Mucha.
EliminarAbrazos.
Jajajaja jajajaja jajajaja.
ResponderEliminarMe alegraste el día con este desopilante relato.
A tu personaje, creo que le vendría bien escribir temas con mejor pronóstico.
Jajajaja
Contrarrestar muy bien el tenor de mi último relato, cuyo comentario te agradezco, como siempre.
Besos a ti y a toda tu familia.
Sí, un personaje muy especial que se implica con los suyos. Mejor no hacerle demasiado caso.
EliminarUn abrazo.
Pues es de esperar que no se le ocurra escribir una novela negra, con muchos tiros y asesinatos..., bueno si sale de su última aventura, claro.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, estaría bueno que acabara en el hospital. Jejeje.
EliminarSaludos, DLT.
Hola, visto así, qué sacrificio el de Manuel. Por eso mejor no dejar que los personajes y tengn todo el poder.
ResponderEliminarUn saludo
Algunos son muy tenaces, fíjate en don Quijote. Yo creo que iba por libre.
EliminarUn saludo, Rosa B.G.
Apañado va Manolo, como siga así no le rindo las ganancias, entre rascarse, agujetas, dolor de muelas, etc...Me ha encantado leerte Cayetano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, la verdad es que lo tiene complicado. Como no cambie de actitud va listo.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Yo creo que Manolo no ha elegido el trabajo más oportuno para él, o quizás sí :))
ResponderEliminarEsta semana celebramos en Dama de agua la "Feria del libro on blog", te espero.
SAludos.
Lo malo es que él no eligió. Fue elegido a su pesar.
EliminarGracias, Manuela.
Un saludo.
Vaya con Manoli.
ResponderEliminarMe gustó tu relato.
Un abrazo.
Me imagino que te refieres a Manolo. Sí, todo un personaje.
EliminarGracias. Un saludo, María.
Implicarse tanto trae muchos problemas, pero si no fuera así tampoco sería posible que los personajes resultaran creibles. Un saludo.
ResponderEliminarMejor hacer como Cervantes y dejar al protagonista a su suerte.
EliminarUn saludo, Valverde e Lucerna.