Cuando desperté, mi habitación seguía allí.
Algo realmente increíble, difícil de entender, puesto que durante la noche había desaparecido materialmente. Podría jurarlo. Se había disuelto, evaporado, desintegrado en las primeras horas de la madrugada. Las paredes, el techo, la puerta, las ventanas... todo se había esfumado. Resultado de un torbellino inexplicable que surgió en medio de la oscuridad.
Pues lo dicho. Yo tendría nueve o diez años, y estaba con el embozo de la sábana hasta la nariz, dejándome caer en el vacío, adentrándome en la nebulosa de Morfeo, gracias al poder narcótico del sueño, cuando todo sobrevino: la cama comenzó primero a mecerse como una cuna, leve y suavemente, cabeceando como una barca sobre un mar ligeramente ondulado, de la proa hasta la popa; y, luego, de izquierda a derecha, como si dijéramos, de babor a estribor. Más tarde, el movimiento aumentó, se hizo más pronunciado, casi violento, como si me adentrara en un mar tempestuoso. La barca -perdón, quise decir la cama- subía y bajaba en medio de aquella galerna como si estuviera en una montaña rusa. Paralelamente, la habitación se fue despojando de techo y paredes. El viento agitaba mi lecho en medio de la negrura del temporal. Y sin embargo logró aguantar milagrosamente. Sin siquiera deshacerse. La cama era fortín y refugio. Allí me parapeté yo, abrigado con el embozo hasta los ojos, y logré transitar el proceloso mar de las pesadillas nocturnas. Pero cuando la noche remitió y todo acabó y los primeros haces de luz se colaron por las rendijas de las contraventanas, y mi madre entró en el cuarto para que me levantara para ir al cole, pude comprobar que la habitación seguía allí, intacta pese a todo, tal y como estaba antes de conciliar el sueño.

Es muy de Monterroso, cierto, e incluso podría ser Lovecraft. Este sueño debe ser el que sufrieron los 400 desalojados de la B92 en Badalona.
ResponderEliminarSueño de la infancia, allá por principios de los 60.
EliminarEso es el vértigo. Un beso
ResponderEliminarQuién sabe.
EliminarSaludos, Susana.
Fortín y refugio; me gusta el símil. Lo he recuperado ya a mi edad, la veo como la veía entonces. Con una diferencia, que los fantasmas actuales son más amargos que los de la niñez. Y que, afortunadamente, no tengo que recurrir a diálogos con lo Inexistente (sic) que nos vendían como Todopoderoso. Ahora soy más interlocutor personal que nunca con mis otros yo.
ResponderEliminarAh, se me olvidaba. El movimiento lo sentí especialmente una vez cuando una mesilla chocó con la cama, y resultaba que las ondas de un seísmo llegaban a mi habitación. Fue leve y rápido pero interesante.
EliminarUn sueño recurrente. La sensación de que todo se mueve a tu alrededor.
EliminarCreo que a todos nos ha pasado alguna vez, en la niñez, algo similar.
ResponderEliminarY todo sigue allí.
Un abrazo
salut
El primer naufragio de la vida. En sueños. Luego vendrán otros de verdad.
EliminarAquí sentimos movimientos parecidos de vez en cuando por estar en zona sísmica y no recobramos del todo lo que ha desaparecido, algo se rompe y va a la basura.
ResponderEliminarDebe ser una sensación horrible. Ser zarandeado por la madre Tierra. Uf.
EliminarUn mal sueño lo tenemos todos, está claro que al despertar y ver que todo sigue igual sentimos un extraño alivio.
ResponderEliminarSaludos.
Ya lo creo. Una pesadilla, producto tal vez de una mala digestión.
EliminarUn texto que parece escrito bajo la sombra sonriente de Monterroso: cuando despertó, la realidad todavía estaba allí. El prodigio no es la desaparición del cuarto, sino su persistencia tras el naufragio del sueño. El narrador niño, héroe y testigo, confunde la turbulencia onírica con catástrofe cósmica —y, al amanecer, celebra la milagrosa supervivencia de lo cotidiano. Ironía de la conciencia: creemos vivir terremotos intergalácticos… y solo hemos dormido. El autor juega con la seriedad del asombro infantil y la ironía adulta que lo transcribe. Lo increíble no es el sueño, sino seguir despertando en la misma habitación.
ResponderEliminarGracias, Joselu, por tu comentario tan acertado. Cómo se notan las tablas.
EliminarUn saludo.
Al despertar, el alba había sido sustituida por la metamorfosis.
ResponderEliminarSalud.
O sea, Monterroso por Kafka.
EliminarSaludos, Francesc.
Qué angustia. Hay sueños que te dejan tambaleando, menos mal que al despertar el suelo es firme. Un abrazo
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