Adaptación de un antiguo texto mío con motivo de las fiestas navideñas y su publicación en La Charca Literaria.
Cuando era joven, casi un niño, tenía un tesoro en mi habitación: mi estantería. Siempre oliendo a madera y a esa combinación de aroma de libro viejo mezclado con el olor de las adquisiciones más recientes.
La lectura era un ritual solitario donde yo, como lector, me convertía en testigo y a veces en protagonista de los acontecimientos, un acto mágico que me posibilitaba ir descubriendo letra a letra, palabra a palabra, situaciones insólitas y paisajes recónditos ocultos a la vista de los simples mortales que, desde fuera, no tenían la suerte de compartir conmigo mi afición.
Por eso, cada año, esperaba con ilusión la llegada de las fiestas navideñas.
Las navidades para mí eran unos días muy especiales, pues dos tíos míos tenían la sana costumbre de regalarme libros, y siempre lo hacían al inicio de las vacaciones para que tuviera tiempo suficiente para leerlos.
De esta manera, cuando el mes de diciembre iba llegando a su final, sabía que en mi habitación me esperaba alguna aventura interesante para descubrirme, a solas, sus secretos y hacerme partícipe de ellos.
Porque todo se encontraba allí, en unos pocos estantes adosados a la pared del fondo: el capitán Nemo y su Nautilus, Sitting Bull y las infinitas praderas americanas, el profesor Lidenbrock y su sobrino Alex, los solitarios del océano, el escarabajo de oro y los misterios de la calle Morgue, los jinetes indios cabalgando a pelo sus monturas, Guillermo Brown y sus proscritos, el avaro Scrooge, el camino para llegar al centro de la Tierra…
Aquellas navidades me regalaron El árbol del ahorcado y otros relatos de frontera, lleno de tahúres, forajidos y vaqueros. Estaba deseando empezarlo. Así que, una vez ya en mi cuarto, cogí el libro de la estantería y, antes de iniciar su lectura, eché primero un vistazo a su interior, como quien abre la caja de Pandora picado por la curiosidad. Y percibí cierta agitación en sus páginas. Me dio la sensación de estar soñando o de sufrir un espejismo, pues llegué a entrever en ellas el movimiento vertiginoso de un remolino de arena típico de los desiertos….
Luego cerré de golpe el libro, y al hacerlo, como una puerta de seguridad que impide el acceso a los intrusos, se levantó un espeso muro de polvo y de silencio que quedó en el aire de la habitación, flotando unos instantes, como una interrogación que no espera respuesta.
Entonces seguro que no valoraban lo mismo que ahora subrayas y hasta se convierte en tema de tu relato. No sabe el niño la suerte que tiene de que le conviertan en lector con obsequios y como quien juega. Afortunado tú, Cayetano.
ResponderEliminarUn abrazo.
En ese sentido tuve suerte. Mis mejores libros de la infancia fueron regalos navideños.
EliminarUn abrazo, Paco.
Cuántas horas he pasado detrás de Guillermo y sus aventuras!!
ResponderEliminarSalut y buena Navidad
Te comprendo. Guillermo era una prolongación de los chicos que lo leíamos.
EliminarMucha salud también para ti, Miquel.
Puedo ratificar tu experiencia y hacerla mía. Los libros de Editorial Juventud fueron fundamentales, aunque la mayor parte de las ediciones fueran recortadas y adaptadas, pero se quedaron como marca indeleble. Luego de mayores si hemos querido leer a Verne más en serio o a Moby Dick, lo hemos hecho. Yo no tuve estanterías de pequeño, creo que tuve que esperar a tener trabajo con la veintena iniciada y luego llegó la vorágine. Tu texto rezuma sabores entrañables y nostalgias donde rostros de quienes nos rodeaban se sobreponen a los libros, ¿verdad?
ResponderEliminarUn abrazo, por el renacer.
Es la cpmplicidad que tenemos los que compartimos aquellos tiempos y el gusto por la lectura.
EliminarUn abrazo, Fackel.
Es la magia de los libros, unos libros que a veces nos regalan y en otras, son ellos los que nos encuentran.
ResponderEliminarSaludos.
Muy cierto. A veces los libros nos encuentran como lectores. Magia y de la buena.
EliminarUn saludo, Francesc.
Que buena costumbre, tener todos esos libros ciertamente es un tesoro y mas aun LEERLOS.... bueno a veces se me hacia que había unos autores mas entretenidos que otros, uno va haciendo favoritos. Y hay otros que se releen.
ResponderEliminarLos libros se integran en nuestro mas profundo ser.
Son libros que van formando parte de nosotros, de nuestra educación como jóvenes que pronto se harán adultos.
EliminarSaludos.
Soy Laura Scoccimarro
ResponderEliminarQué bello ritual el de regalar libros! Y qué delicia leerlos y "sentirlos". Sobre todo cuando se está en la niñéz o adolescencia, porque te abre mundos nuevos e infinitos y te lleva a no perder nunca en la vida, el gusto por la lectura.
Hermoso tu post, Cayetano!
Así es, Laura. Gracias por tu amable comentario.
EliminarUn abrazo.
Me ha encantado tu narración. Tuviste un par de tíos geniales.! Yo tuve uno que a los 14 me regaló un transistor para escuchar libremente a los Beatles. También tuve la suerte de leer los cuentos de los textos en inglés del cole y posteriormente de leer a escondidas bajo la cama la obra de Elena Fortun.
ResponderEliminarTuve suerte de que les gustara regalar libros. Buen recuerdo guardo de ello. Lo de tu transistor tampoco estuvo mal.
EliminarUn saludo, Emejota.
La afición a la lectura comienza en la infancia, los libros abren en nuestras mentes unos paraísos de aventuras. Leí Amicis, Salgari y un poquito más adelante subía a la Montaña Mágica.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Francesc Cornadó
La infancia es el momento oportuno para aficionarse a la lectura, aprender a montar en bici (en mi caso fue más tarde y mal) o adquirir hábitos de estudio (dependía mucho del cole al que fueras, de la motivación, etc.). Buen momento para casi todo.
EliminarUn abrazo, Francesc.
Antes de nada, dos ¡Hurra! por tus tíos.
ResponderEliminarTe hicieron el mejor regalo que puede recibir un niño; abrir su mente a la imaginación.
A ver quien se atrevería a desmentir que tú te viste envuelto por el polvo de Texas que levantaban los cascos de un caballo por aquel desierto lleno de cactus. Y aunque existiera tal tipo, para ti sería lo mismo, ni pestañearías. Tu verdad es inamovible y siempre te acompañará.
Con mi deseo de que pases unas Felices Navidades con los tuyos.
Pues sí: el mejor regalo siempre tuvo forma de libro.
EliminarFelices fiestas, Ana,igualmente. Y sobre todo mucha salud.
La misma intriga ,te elevó esa imaginación, tan necesaria en los niños y que hace disfrutar tantos buenos momentos
ResponderEliminar; te entiendo perfectamente.Coincido con tus tios,en cuanto a regalar libros y dárselos al inicio a todos los pequeños de la familia, antes los hacia con mis hijas cuando eran niñas.
FELICES FIESTAS CON MIS MEJORES DESEOS
Felices días de fiesta y que la salud y la felicidad vayan siempre contigo.
EliminarUn abrazo, Bertha.
Todos los muchachos deberían tener tíos como los suyos. Los libros son los mejores regalos que un niño puede recibir.
ResponderEliminarFelices días de Navidad, Cayetano.
Lo cierto es que el relato cuenta algo biográfico pero solo parcialmente. No deja de ser un relato. Hubo libros, eso sí.⁹
EliminarFelices fiestas, DLT.
Algunos libros tienen su propia alma y así se manifiestan. Tus tíos eran personas muy inteligentes, ojalá quedaran ahora muchos que regalen libros a sus sobrinos...
ResponderEliminarFelices fiestas y feliz 2.022
Los adultos somos responsables en parte de que la afición lectora prenda en nuestros hijos o sobrinos. Nada mejor que un buen libro como regalo.
EliminarUn saludo, Carlos.
Mi tesoro eran mis tebeos y el Exin Castillos. En casa de mis padres leer era casi una "obligacion". Mi padre novelas del oeste, mi madre novelas de amor,asi que mis hermanos y yo continuamos leyendo y me acuerdo de mi primer libro, 20.000 Leguas de viaje submarino y asi hasta ahora...
ResponderEliminarBuenas fiestas Cayetano,un saludo
Lo importante es aficionarse a leer. Casi todos empezamos con los tebeos, luego con los libros ilustrados. Poco a poco.
EliminarUn saludo y felices fiestas igualmente.
En casa era mis padres quienes me incitaban a leer. Mi mamá, maestra normalista, siempre me ha dicho, que leer quita la ignorancia y viajar quita el racismo. Julio Verne y Emilio Salgari, todavía pupulan en mi mente con sus aventuras.
ResponderEliminarSaludos Cayetano. Ha sido una semana intensa... Feliz año 2022
Es verdad. La lectura fomenta actitudes positivas.
EliminarFeliz entrada al 2022.
Saludable y lecturiento 2022, Cayetano, y escribir para dar salida a a nuestros vapores interiores, un abrazo.
ResponderEliminarEn ello andamos.
EliminarIgualmente, amigo Fackel.
Un abrazo.
Es muy hermoso sentir esa pasión por la lectura Cayetano.
ResponderEliminarAbrazo.
Una pasión que cuesta poco dinero.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Hola Cayetano un grato recuerdo viene a mi mente al leer tu narración, en mi caso era mi padre el que se encargaba de regalar libros y desde entonces la pasión por la lectura sigue.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz 2022
Puri
Eso es bueno. La afición por la lectura suele ser contagiosa.
EliminarUn abrazo y feliz 2022 igualmente.
Cayetano, que historia y casi me la pierdo, por un momento me ha acercado a mi juventud y lo mucho que disfrutaba leyendo algunos libros, las aventuras de los cinco de Enid Blyton. por ejemplo, eran de ese tipo de historias que leía con pasión y me trasportaban a otros mundos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esos libros consigueron hacer buenos lectores. Hoy pasa lo mismo con la saga de Harry Potter. Bienvenidos sean.
EliminarUn abrazo, Ángel.
Feliz 2022.
ResponderEliminarAbracines utópicos.-
Igualmente, Irma.
EliminarUn abrazo.
La magia de la Navidad y de los libros. Tengo la triste sensación que esto se está perdiendo. Un saludo.
ResponderEliminarPues sí. Demasiado consumismo. Y las consolas y la tele han suplantado a la lectura.
EliminarUn saludo.