martes, 16 de junio de 2020

Todo mentira


Que Elena me engañaba con el urólogo lo descubrí por casualidad.

Él era mi médico desde hacía mucho tiempo. Se conocían ambos de las veces en las que fui a consulta acompañado por ella.

Una tarde, al volver antes de tiempo del trabajo, me di de bruces con su móvil. Sin querer se lo había dejado olvidado en el mueblecito de la entrada. Como destellaba una lucecita, lo cogí por si era algo importante para llamarla al fijo de su oficina. Y al abrirlo, inocente de mí, me encontré con el pastel: un mensaje insinuante y guarrindongo de mi médico esperando una respuesta de ella que no le llegaba.

Me quedé pálido como la cera, sin saber qué hacer. Y no hice nada. Lo dejé pasar para ver cómo reaccionaba Elena.

Pero eso fue un año después de la última vez que acudí a consulta, a recoger unas pruebas. En aquella ocasión había ido solo.

Mientras aguardaba en la sala de espera reparé en un enorme ficus de metro y medio que daba un tono de verdor al lugar; luego, más de cerca, comprobé que se trataba de una planta artificial. También me fijé en las litografías que adornaban las paredes, copias de cuadros famosos de Piet Mondrian y Kandinsky. Al estar enmarcadas y llevar un cristal protector le daban un aire mayor de autenticidad y categoría. Y es que el acabado es importante. Pensé en mi última novela a la que le faltaba un principio y un final contundentes que enmarcaran el contenido central, de momento bastante mediocre: una historia de amor, protagonizada por el propio autor, a la que no sabía qué final darle. Necesitaba también ese marco.

Salí aliviado de la consulta porque los análisis y el resto de las pruebas habían dado negativo. Lo de una posible patología, quedó en nada. Falsa alarma.

Pasaron los meses y llegó el día aquel en que descubrí que mi mujer me engañaba. Yo, por mi parte, me hice el loco. Eso sí, procuré blindar en el banco la parte de los ahorros que provenía de mi nómina y de la herencia de mis padres. Fui preparando el camino. Ya no teníamos relaciones íntimas y apenas nos dirigíamos la palabra. Un día ella me pidió el divorcio. Yo me hice el sorprendido. Me ordenó que abandonara inmediatamente la casa, pues era solo de ella. Me fui, pero no le facilité para nada la separación. Me negué a firmar nada. Que se buscara la vida, que se gastara los cuartos en ponerme una demanda. Me había engañado y ahora venía con prisas. Qué se había creído. Cuando se lo dije por teléfono, me colgó furiosa.

A las dos semanas volví a mi médico para las pruebas urológicas. Me tocaba revisión anual, pura rutina. No sé por qué después de lo ocurrido no cambié de especialista. Quizá porque estaba acostumbrado a él.

Nunca lo hacía, pero aquella vez quiso explorarme:

Bájese los pantalones, abra las piernas y apóyese aquí. Es cuestión de un momento. Relájese.

Antes de darme la vuelta para someterme al tacto rectal, me pareció vislumbrar un extraño brillo en sus ojos y una leve sonrisa, casi una mueca, mientras se ponía un guante desechable y agitaba en el aire los dedos. Luego me aplicó vaselina.

Durante la exploración, para pasar el mal trago, me dio por pensar. Y pensé que todo lo que me rodeaba era falso: el primer diagnóstico del urólogo que quedó afortunadamente en nada, su sonrisa impostada, los cuadros que colgaban de las paredes, el ficus enorme... ¿Sería falso también el título universitario que destacaba en la pared de la consulta? Eso sí, estaba enmarcado y la madera parecía de buena calidad. Y ya sabemos que el marco hace mucho. De hecho, yo encontré el mío, porque gracias a que descubrí que Elena nunca sintió nada especial por mí, pude poner un final adecuado a mi novela.


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Texto publicado originariamente en lacharcaliteraria.com



36 comentarios:

  1. Lo del marco es un truco de manipulación que consiste en que la victima razone dentro de los limites mentales que el manipulador le aplica. También es muy bueno para poner un final a una novela, quien lo iba a decir.

    Un saludo, Cayetano.

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    1. En los cuentos, el marco sería: érase una vez y comieron perdices.
      Un saludo, Carlos.

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  2. Menudo panoli !!. Dejarse manosear la "puerta trasera" por el amante de tu enemiga, ¿ no es un poco peligroso y arriesgarse a estar de pié una semana entera ?.

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    1. Cosas tontas que ocurren en los cuentos. Pensó el muy ingenuo que una cosa era el profesional y otra el que se fue con su mujer. Y no cayó en la cuenta de que el urólogo le iba a demostrar quién era el macho dominante.
      Saludos, Rodericus.

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  3. Igual, en vez del dedo índice te introdujo el pulgar ¡¡¡¡
    Ayyyy, que se me va la olla ¡¡¡¡
    Un abrazo

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    1. O el perchero. Ya puestos... Jejeje.
      Un abrazo, Miquel.

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  4. Todo es mentira, también el marco.
    Saludos
    Francesc Cornadó

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  5. Debería haber cambiado de médico, pero ya el relato sería otro. Cayetano, un texto muy bien narrado que se lee de un tirón; sinceramente, me ha sabido a poco. ¡Enhorabuena! Un saludo

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  6. Qué bien mantienes la atención. Una contradicción que el personaje fuera tan radical con su con.yuge y se prestara a manipulaciones anales!
    Qué me perdí con la enmarcacion? La irrealidad en que hemos montado el chiringuito? Lo malo resultaría ñ descubrirla a través de un lugar tan sensible y delicado que como tal debería soltar flores y no detritus.
    Jaja menuda buena trola!

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    1. Los cuentistas somos mentirosillos por vocación. Jejeje.
      Un saludo, Emejota.

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  7. ¡Cuánta madera dando el pego y cuánto tocapelotas excediéndose en tus intimidades! ¡Ay, Cayetano, qué dura es la vida y cuánta apariencia ante nuestros ojos! ¡Enhorabuena!
    Un abrazo.

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    1. Afortunadamente, mi urólogo me trata mejor.
      Un abrazo, Paco.

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  8. HOLA, ME GUSTÓ TU BLOG, TE SIGO Y TE CUENTO QUE ESTOY INAUGURANDO UN BLOG DE FRASES BELLAS, TE ESPERO, SALUDOS.

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  9. Jajaja, si al menos el ficus hubiera sido natural, se habría podido vengar regándolo con lejía.
    Saludos.

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  10. Hola Cayetano... Bueno quizás el urólogo era buenos con los dedos... De ahí la infidelidad de la mujer... 😂

    Saludos

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    1. Muy buena apreciación, Manuel. No había caído en ello; pero, ahora que lo dices, tiene mucho sentido. Era un manitas el tío.
      Un saludo.

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  11. Un relato con bastante profundidad ;)

    Un saludillo.

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  12. Sólo una mente privilegiada es capaz de entrar en tales elucubraciones, en lugar de temblar, mientras el sospechoso del crimen lo somete a un profundo examen teniendo todos los instrumentos en sus manos.

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    1. Así es. La misma técnica que usamos cuando nos sacan sangre: mirar para otro lado o hablar del tiempo para disimular.
      Un saludo, Ana.

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  13. Mentiras. Cuántas y cuán bellas. Esta vez el protagonista tan precabido, al final cae. Deberías haber cambiado de médico, Ja, Ja, Ja.

    Salud, Cayetano.

    Anna Babra

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    1. Tendría un poco de síndrome de Estocolmo.
      Un saludo, Anna.

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  14. Lo ideal es que hubiera sido mentira también el móvil olvidado en el mueblecito de la entrada. Porque ya puestos, para tener un final así, lo mejor es que nada hubiera sido verdad desde el principio.
    Saludos.

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    1. Posiblemente todo sea mentira, como dice el título, y sea fruto de la mente calenturienta del autor. Lo más probable. Jejeje.
      Un saludo.

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  15. Los escritores tienen mucha imaginación, cualquier cosa pueden convertirlo en parte de su novela.
    SAludos.

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  16. Toda experiencia tiene su valor, aunque no nos demos cuenta a tiempo.

    Saludos,

    J.

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  17. Tristemente somos muchos y muchas las que vivimos en una especie de gran hermano. La realidad en primera persona difiere inconmensurablemente de la realidad de tercera persona del plural

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    1. Cada uno se monta su propio mundo, a veces irreal e incluso virtual.
      Un saludo, Escairan.

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  18. Magnífico relato Cayetano. Todo es mentira de puertas para adentro y también de puertas para afuera, eso sin contar con lo que es verdad y nos negamos a creer. Un abrazo y buen verano!

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    1. Gracias, Raquel. He visto tu comentario por casualidad. Dejé el blog cerrado hasta septiembre. Un abrazo y feliz verano igualmente.

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