Carmen.
La compañera de piso y de infortunios, la amiga con derecho a roce desde hacía ya varios años. Primero fue amiga a secas, pero cuando ocurrió lo de Mercedes, la amiga común y esposa de Andrés, que acabó fugándose con un colombiano veinte años más joven que ella, que le descubrió repentinamente un nuevo mundo y la deslumbró a base de juventud, tez morena, metro ochenta de estatura, sexo desenfrenado y salidas nocturnas a tutiplén, además de chulearla y vivir a sus expensas, entonces Carmen acabó volcándose con el más débil, con el amigo abandonado, con el perdedor, y porque, en el fondo, muy en el fondo, Andrés le hacía cosquillas en el alma, siempre le gustó un poquitito y acabó medio enamorándose de él. Mientras Mercedes era la pareja de Andrés, Carmen nunca se le insinuó, a pesar de ser asidua visitante de la casa, de compartir cientos de horas con ellos, de participar en sus penas y en sus alegrías. Nunca hubo un gesto ni de ella ni de él que revelara que allí, en el fondo, había algo más que amistad. Pero cuando Mercedes enseñó sus cartas y descubrió su nueva relación, todo cambió. Carmen, de entrada, no fue imparcial y se puso del lado de Andrés. Y luego, despejado el camino, no dudó en reemplazar el sitio que la esposa infiel había dejado vacante. Por eso decidió irse a vivir con él y convertirse en una especie de amante, protectora, asesora, administradora, madre y amiga desinteresada, todo a la vez, compartidora de casa, despensa, habitación y cama.
—¿Te vas a hacer otro para ti?
Andrés.
El marido abandonado. La víctima de una relación fallida. El perdedor en esta historia. Pero eso era tan solo lo aparente. Al final resultó ser el verdadero ganador. No fue él el que lo urdió todo, pero sí el experto navegante que supo aprovechar la fuerza del viento para que esta no derribara su nave sino que la empujara gracias a que logró desplegar las velas en su momento. Desde hacía tiempo comenzó una andadura paulatina de desinterés hacia Mercedes, mientras que paralelamente iba creciendo el interés por Carmen, la amiga común. Supo esperar el momento adecuado. Por eso, cuando tras aquel viaje por el Caribe, descubrió que su mujer iniciaba un acercamiento a terreno peligroso, él facilitó el camino: al enemigo, puente de plata. Mercedes vino de aquel crucero transformada en otra persona. Digamos que había descubierto nuevas formas de diversión relacionadas con los bailes y el inevitable roce con muchachos más jóvenes que su marido y, por supuesto, más vitales y atractivos, con la próstata seguramente en condiciones óptimas. Vino deslumbrada por ese nuevo mundo lleno de sensaciones que acababa de descubrir. Para su marido no pasó inadvertida esa nueva vía de escape descubierta por Mercedes. Por ello promovió e impulsó que su adorable esposa, la cual amaba el reguetón, el vallenato, la salsa, el merengue, la bachata y todas las demás variedades latinas de moda, ya de regreso del viaje, se apuntara a todo tipo de salones donde enseñaban a perfeccionar los distintos bailes y donde, a la caza siempre de maduras insatisfechas con solvencia económica, se concentraban avispados tiburones caribeños. Y al final picó cuando cayó rendida ante los encantos de un pipiolo colombiano de bellas facciones y gestos achulados, cuenta corriente en números rojos y oscuras intenciones. En resumen, que ir de víctima le vino de perlas a Andrés para quedarse con la casa, al menos en usufructo. Qué menos que esa pequeña recompensa para el que había perdido lo más importante: un matrimonio estable. El síndrome de culpabilidad de su ex mujer ayudó mucho. Y además salió ganando con el cambio de pareja. Carmen era -y estaba- mejor que la anterior.
—Sí. Me apetece un emparedado. Y, ya que me pongo, lo mismo me da hacer uno que dos.
—Vale. El mío lo quiero de jamón y tomate Y una cerveza. Si no te supone demasiada molestia.
—En absoluto, tesoro.
En este cuento ganan todos. Me encantan las historias que terminan bien.
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Una historia cotidiana pertenece al libro "Ida y vuelta". Te puedes descargar un ejemplar en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/file/d/1qaq_V-Mh9yR5hql9k_9sIwHXYPxTgJ-R/view
Relato registrado en Safe Creative, bajo licencia
Pues al terminar de leerla me decía: al menos no hay violencias o agresiones duras tras estas historias complejas. Y creo que en la mayoría de los casos de la vida ordinaria es así, no todo el mundo se mata. Lo cierto es que esta vida ordinaria da para muchos relatos y, aunque muchos coincidirían, otros nos sorprenderían por sus recovecos, conflictos, cesiones y concesiones inesperadas. Al final, las relaciones de pareja no son sino la proyección de los individuos: de sus deseos, logros, mentalidades, personalidad, mundo emocional, posiciones de vida adquiridas...De hecho a veces uno se entera de historias de otros y son novelescas, incluso. Aunque uno ya no se sorprende por casi nada las relaciones de las parejas que saltan por los aires están a la orden del día, pero las situaciones peregrinas que se mueven en la ardiente oscuridad (pónganse los nombres que se quieran) proliferan, pues humanus sumus. Interesante esa historia, gracias por el enlace. Saludo de lunes, Cayetano.
ResponderEliminarEl relato en cuestión tiene una parte real, la de cincuentona deslumbrada por los ritmos -y no solo los ritmos- caribeños.
EliminarGracias por tu comentario.
Saludos, Fackel.
Bonita historia, tal vez demasiado real. De forma extraña y como citas, todos salen ganando... o todos se engañan, lo que a veces viene a ser lo mismo. Como dice un reguetón de moda, vamos a ser felices los cuatro.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Tú lo has dicho: bastante real.
EliminarJejeje. Lo de "felices los cuatro" es para mondarse de risa. Y, de paso, "agrandamo" el cuarto.
Un saludo, don Carlos.
No creo que todos salgan ganando, hay una perdedora, Mercedes. Se dará cuenta en breve. De momento el final si, es como en el Equipo A, la historia acaba bien, y encanta. Pero insisto, no creo que todos salgan ganando.
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes razón. A largo plazo, Mercedes será la gran perdedora.
EliminarEl que más gana es el chulazo bailón. Jejeje.
Un abrazo,
Amigo Cayetano, ahora parece que ganan todos, pero ¿qué pasará?
ResponderEliminarAhí hay una puerta abierta para que te anticipes al futuro.
Saludos
Francesc Cornadó
No estaría mal. Aunque a veces es mejor no saber qué pasará para no hacerte mala sangre.
EliminarUn abrazo, Francesc.
Vaya, cuanto le ha cundido el efecto aburrimiento al taimado individuo! Vamos, “un listo” en roman paladino.
ResponderEliminarAprovechando que el Pisurga pasa por Valladolid...
EliminarUn saludo, Emejota.
Yo si la creo cotidiana Cayetano...la he visto incluso hoy en la consulta.
ResponderEliminarEste relato es uno de los que más me han gustado en tu nuevo libro.
Saludos
Gracias, Manuel.
EliminarLa historia es cierta en un cincuenta por ciento, de un caso de una persona conocida que arruinó su vida por los cantos de sirena de un chulo veinte años más joven. Una historia tremenda.
Saludos, Manuel.
Me encantan las historias que acaban bien y, si es con los estómagos de los protagonistas bien saciados, pues mejor que mejor.
ResponderEliminarSaludos
Las penas con pan. Y las alegrías también.
EliminarUn saludo, Carmen.
Lo he leído en tu libro. Muy bueno. Hay que ver como hay gente que sabe aprovechar las situaciones.
ResponderEliminarUn saludo.
Los viajes siempre vienen bien; aunque sea a Zamora o al frigorífico.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.
Seguro que Mercedes sintió pena por Andrés sin comprender que le había hecho el favor de su vida. L@s hay que, como diría Sabina, "es que no se enteran".
ResponderEliminarUno de los excelentes relatos de tu libro "Ida y vuelta". Saludos.
Suele pasar. Siempre hay un roto para un descosido.
EliminarMuchas gracias, Ana.
Un saludo.
Ganan todos y como quien dice, a Rey muerto, Rey puesto, Bueno, en este caso Reina, que es lo único que le falta ser a Carmen. jajaja
ResponderEliminarBesos
Pues de momento es cierto que ganan todos. Con el tiempo no le arriendo las ganancias a Mercedes. Será posiblemente la gran perdedora en todo esto.
EliminarUn abrazo, Myriam.
La vida misma y corto se queda. Yo personalmente cuando me entero de estos cambios de pareja y tal... debo de ser muy simple porque siempre digo: al final esto acaba mal.
ResponderEliminarSAludos.
Sí, sobre todo para la que se dejó deslumbrar por uno mucho más joven que lo único que buscaba era una que lo mantuviera. Caso real.
EliminarSaludos.
Si hay cerveza de por medio, ¿cómo no iba a terminar bien?
ResponderEliminarSaludos,
J.
Es que con agua el bocadillo ya no es el mismo.
EliminarUn saludo, J.
A mí también me gustan las historia que terminan bien. Al menos ésta lo parece.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque, a largo plazo, no le arriendo las ganancias a Mercedes.
EliminarUn saludo, DLT.
Como la vida misma, las parejas desparejadas se entrecruzan y vuelven a emparejarse con la otra parte desparejada.
ResponderEliminarEs bonito que las historias termine como en los cuentos de hadas, todo felices comiendo perdices.
Un saludo Cayetano
Puri
Todos felices, al menos de momento.
EliminarUn saludo, Puri.