Imagen en negativo del dibujo original de Leal Galera,
hecho a propósito para este capítulo.
hecho a propósito para este capítulo.
-Ni se te ocurra pisar la raya. Si lo haces, pierdes.
Recuerda María esa frase siempre que se pone a fregar los platos.
Debe haber un mecanismo inconsciente en su cerebro que pone en relación sucesos de la infancia con la tarea repetitiva y tediosa de enjabonar y aclarar platos y vasos en el fregadero. Cuestión de conexión neuronal. Un flashback proustiano que le trae al presente vivencias del ayer. Y casi siempre acude a su mente esa frase que Merceditas le decía cuando ambas jugaban a la rayuela.
Y el mismo cuidado con el que ponía los cinco sentidos para jugar correctamente, lo empleaba ahora para las tareas cotidianas. Paso a paso. Casilla a casilla. Sin salirse del camino ni pisar donde no debía. El juego de la infancia. Un adiestramiento necesario. De la Tierra al Cielo en nueve movimientos, sin saltarse ninguna casilla. Orden y disciplina ante todo. El juego de la vida. El mismo cuidado ponía en enjabonar, aclarar y colocar cada cosa en su sitio y dejarlo todo recogido. Como debía ser, como esperaban todos de ella. Una buena esposa, una buena madre.
Uno, dos, tres, cuatro…
La comida preparada. La ropa planchada. Cada cosa en su sitio.
Cinco, seis, siete…
Los niños que vienen del cole, el marido del trabajo con pocas ganas de conversar. La cena a tiempo. Y recoger todo antes de irse a la cama. Agradecimientos, ninguno. Hasta malos modos a veces.
Ocho, nueve…
-Ni se te ocurra pisar la raya. Si lo haces, pierdes.
De pequeña tenía mucho cuidado. Procuraba no contravenir las normas ni en casa ni en la escuela. Tampoco en el juego. Aprendiendo que la vida son normas y sacrificio. Y cada uno debe ocupar la casilla que le corresponde en cada momento.
El día en que decidió dar el paso decisivo y pisar la raya y mandarlo todo al carajo, María comprendió que en la vida podría haber otros juegos.
Capítulo perteneciente a
Cuando María salió de la jaula se dio cuenta de que la puerta siempre estuvo abierta. A todos nos ha pasado alguna vez. Excelente fragmento, Cayetano, con guiño a Cortázar, como no podía ser de otra manera.
ResponderEliminarUn saludo
Los peores barrotes son los psicológicos.
EliminarGracias, Carlos.
Un saludo.
Ese jueguecito debe ser bastante habitual.
ResponderEliminarDemasiado habitual, por desgracia.
EliminarUn saludo, emejota.
Si quieren saber de otras historias deliciosas, ya saben: a comprar Desde el Laberinto. Yo lo hice y estoy feliz de ello, oye.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Paco. Eres muy amable.
EliminarUn abrazo.
Cuando lo leí en el Laberinto me gusto mucho e intenté jugar y pensé que lo mejor sería borrar las rayas.
ResponderEliminarMuy buen texto, te felicito.
Salud
Francesc Cornadó
Yo las pisaría todas, pero no por atrevido sino por poco hábil para ese tipo de juegos.
EliminarUn abrazo, Francesc.
Un regalo que yo disfruté por adelantado junto con otros relatos igualmente deliciosos.
ResponderEliminarFeliz día de Reyes, monsieur. Espero que hayan sido generosos con usted.
Bisous
Los que ya leísteis el libro no os pilla de nuevas.
EliminarEspero que también los Reyes hayan sido generosos con usted, madame, aunque no creo que este año vengan cargados desde oriente.
Un abrazo.
Trabas mentales y sociales. saludos
ResponderEliminarNunca mejor resumido en tan solo cuatro palabras. Veo, Antorelo, que tú también eres de la escuela conceptista.
EliminarUn saludo.
Una gozada de relato. Los miedos y los recuerdos atenazan en busca de "nuevos juegos" en la vida. Salir de la zona de confort y dar ese paso... En ocasiones somos esclavos de aquellos retos que creemos que no podemos superar.
ResponderEliminarUn abrazo
Cierto. La mitad de las cadenas que arrastramos las hemos creado nosotros.
EliminarUn abrazo, amigo Félix.
Una visión nueva para mí de este juego, pocas veces he jugado a la rayuela y más que nada para acercarme a las niñas ;)
ResponderEliminarUn saludín.
Ciertamente, los juegos mixtos encerraban esa intención de acercamiento picarón que citas.
EliminarUn saludo, Xurxo.
Bastante profundo y director este fragmento de tu libro del que ya sabes me gusto...un abrazo.
ResponderEliminarSí, fuiste el primero en hacerme tus observaciones. Y El perro verde siempre se ha caracterizado por su sinceridad, cosa que me gusta y agradezco.
EliminarUn abrazo.
"El día en que decidió dar el paso decisivo y pisar la raya y mandarlo todo al carajo, María comprendió que en la vida podría haber otros juegos."
ResponderEliminarBien podría ser una "filosofía de vida".
Un abrazo y feliz año maestro.
Yo lo llamo el momento del despertar y de tomar las riendas de tu vida; porque la vida no la pueden vivir otros por ti.
EliminarUn abrazo y feliz año, Javier.
Este es uno de mis relatos favoritos del libro. Estamos encerrados sin darnos cuenta de que podemos salir...Y pensar que se pudo antes.
ResponderEliminarSaludos Cayetano. Felices Reyes
Saber elegir el "pasillo" correcto del laberinto particular de cada uno es lo que te puede conducir a la salida. En este caso, "pisar" todas las rayas.
EliminarUn saludo.
Hay una generación a la que aún le cuesta pisar la raya.
ResponderEliminarBesos, Cayetanno
Sobre todo si no hay independencia económica.
EliminarUn abrazo, Arantza.
Muy bueno! Lo saludable es pisar las " rayas" para escapar de los " esquemas".
ResponderEliminarTal vez , Freud diría que ....¿las " rayas " son los " mandatos" que llevamos incorporados?
Desobedecer los " mandatos" ( que nadan en el inconsciente )para salir del laberinto.
Abrazos.
Y una vez que pisas una, ya todo es un paseo.
EliminarUn abrazo, Carmela.
Cuando la persona un día, ante la puerta siempre cerrada decida abrirla, ya nada será igual. Sabrá que hay otros mundos esperando que la cruce y sólo será cuestión de tiempo.
ResponderEliminarSaludos, Cayetano.
Así es, Ana. Además se daría cuenta de que la puerta nunca estuvo cerrada del todo, solo entornada.
EliminarUn saludo.
Hay que pisar la raya para romper con todas las ataduras y ver otros horizontes. Tu protagonista estaba marcada desde muy niña a no pisar las rayas,ahora le va a costar mucho romper con todo.
ResponderEliminarUna escena muy bien narrada Cayetano, todo refleja la situación que viven muchas mujeres atadas por unas normas impuestas por el resto.
Un saludo.
Puri
Es difícil romper con las ataduras. De hecho, son mayoría las que se quedan atrapadas dentro de ese peculiar "laberinto", sobre todo si no tienen independencia económica.
EliminarUn saludo, Puri.
Aplaudo a María por la valentía que muestra al jugar a otros juegos, a pisar la raya, a romper con lo establecido. Hoy día es quizá un juego que va calando poco a poco, pero falta mucho por recorrer.
ResponderEliminarUn saludo
Es complicada la situación sobre todo para las mujeres que no son económicamente independientes.
EliminarUn saludo, Carmen.
A eso nos enseñaron, a no pasarse de la raya porque el hacerlo tendría funestas consecuencias según nos explicaban los profes, los padres, los juegos y los cuentos que nos contaban. La mayoría pisamos la raya y ...no pasó nada de lo que nos auguraban, fuimos nosotras mismas y ya está.
ResponderEliminarUn relato magnífico Cayetano.
Un abrazo
Estas dos últimas generaciones han dado en este sentido un paso de gigante.
EliminarMe alegro de que te guste el relato.
Un abrazo, Ambar.
Y Maria se probó nuevas sensaciones, y comprobó feliz que le quedaban bien.
ResponderEliminarTe felicito Cayetano, como escritor has sabido reflejar el mundo de la sumisión que han sufrido muchas mujeres, con una metáfora muy bella.
Un abrazo.
Uno de los muchos "laberintos" que algunas han de recorrer para encontrar la salida.
EliminarMuchas gracias, Rodericus.
Un abrazo.
Sambori. Así llaman por mi tierra a al juego de la rayuela. Eso es lo primero que pensé al ver el dibujo cuando llegué a ese capitulo. Mira el juego del sambori.
ResponderEliminarUn abrazo.
Curiosa la cantidad de denominaciones que tiene este juego. Nunca lo hubiera pensado.
EliminarUn abrazo, DLT.
Qué importante la decisión tomada por María.
ResponderEliminarDe ella dependerá el resto de su vida, que ahora sí,
podrá vivir en plenitud.
Gracias por este capítulo.
Un abrazo, Cayetano.
El laberinto tenía una salida y María supo encontrarla.
EliminarUn abrazo, Myriam.