Cuento publicado el 2 de noviembre de 2017 en La Charca Literaria
Querida familia: espero que por la presente os encontréis bien de salud.
Yo, dentro de lo que cabe, aquí estoy bien, relajado, tranquilo, sin los
sobresaltos a los que estaba acostumbrado en los últimos tiempos, siempre
estresado, angustiado por esto, por lo otro.
Ahora tengo tiempo para mí, para pensar, para hacer memoria, para
reflexionar sobre lo humano y lo divino.
Desde el otro lado de la valla las cosas se aprecian de otra manera.
Aunque no acabe de acostumbrarme a estar aquí, no voy a quejarme. No sería justo.
Como sabéis, me vine por propia voluntad, porque las cosas se estaban
poniendo allí muy difíciles. La crisis, la falta de trabajo, mi fracaso
personal con aquella mujer, la separación… Me costó mucho trabajo tomar esa
decisión. No fue fácil: dejar toda una vida para emprender un camino incierto
sin saber lo que te espera al otro lado. Porque se cuentan cosas, pero siempre
te queda la duda de si serán o no verdad.
Lo malo de todo son los cambios. Acostumbrado a un país donde el
bullicio, el hablar alto y la luz son sus señas de identidad, no me resulta
fácil habituarme a otra realidad que supone en la práctica vivir en un riguroso
silencio y donde la luz se te escatima. Aquí todo es muy tranquilo. Nadie te
molesta a horas intempestivas…
Os echo de menos. Aquí me encuentro bastante solo. El lugar donde vivo
es pequeño, húmedo, frío, silencioso… Demasiado, tal vez. Lo peor de todo es que no
me acostumbro a dormir en un lecho tan duro. No me resulta cómoda la caja de
madera de pino donde reposo ni pasar las veinticuatro horas del día bajo
tierra, mientras las bacterias y los gusanos siguen haciendo su trabajo, ajenos
a todo.
Texto publicado originariamente en "Desde el laberinto", cedido hoy a La Charca Literaria.
La carta supongo que llevará tranquilidad a la familia.
ResponderEliminar¿Lleva remite para responder?.
Un saludo.
Creo que ni siquiera se llegó a enviar. El remitente andaba algo indispuesto.
EliminarUn saludo, El tejón.
El reposo eterno...Es posible que sea así de quieto, pero quien sabe...
ResponderEliminarSaludos Cayetano
Mejor no enterarse uno.
EliminarUn saludo, Manuel.
Magnífico texto para La Charca Literaria, pasa a engrosar la colección de la ciénaga donde nos encontramos algunos bichos.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Muchas gracias, Francesc. Este humilde gusarapo hace lo que puede.
EliminarUn abrazo.
Todo el tiempo restante del mundo ....o ninguno. En este caso es lo mismo.
ResponderEliminarPor cierto, hacía tanto tiempo que no recordaba el término "gusarapo", desde la más tierna infancia, quizás.
Los más famosos gusarapos imaginarios eran los gamusinos.
EliminarUn saludo, Emejota.
Ranas de charca y gusanos de tierra, un texto frío y oscuro, a la par que tranquilo y silencioso. Si no eres Dalí, nadie tiene la idea surrealista de molestarte.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
El mejor refugio si los vecinos son ruidosos.
EliminarUn saludo, Carlos.
ostras ¡¡¡ por un momento pensé que nos escribía desde Bruselas ¡¡¡¡¡
ResponderEliminarEl "Puchi" es más vivo que el de la caja; aunque me temo que ya es un cadáver político.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Muy apropiado para estas fechas. Se agradece el tono irónico que sueles usar salpimentado con humor.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Valverde de Lucerna. Veo que has captado tanto mi intención como mi sentido del humor.
EliminarUn saludo.
Pues sí que es bonita la perspectiva que se ve al otro lado de la valla. Qué quieres que te diga: por mucho que estés estresado y que las cosas te vayan mal por aquí, para ir al otro lado a perpetuidad y por toda la eternidad hay tiempo.
ResponderEliminarUn saludo
Seguro que pilló una depresión de caballo. El pobre.
EliminarUn saludo, Carmen.
¡¡ Ah !!, vale. Al principio, creía que era una carta de un inquilino de Soto del Real.
ResponderEliminarSaludos.
Esos son unos vivales. Más que el de la caja.
EliminarUn saludo, Rodericus.
Uf, vaya golpe final. Te deja el cuerpo de mala manera. Una caja de madera... muchos en su situación ni siquiera eso han tenido.
ResponderEliminarAbrazos, Cayetano
Cierto. Algunos en un hoyo bajo un montón de piedras. Otros ni sabemos dónde están.
EliminarUn abrazo, Xibelius.
! Vaya final !. puedo asegurarte que en ningún momento, mientras leía, se me ocurrió imaginar que la valla fuera la del cementerio.
ResponderEliminarGenial, Cayetano.
Un beso
Gracias, Ambar. Esa era la idea. Jugar con el quiebro final.
EliminarUn abrazo.
Menudo giro de guión! Esto es una psicofonía en toda regla. Será mejor que cuando nos llegue la hora, nuestra mente cambie de sitio o desconecte... ¿te imaginas cuanto tiempo libre para pensar? Demasiada tranquilidad.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano!
Sí, demasiada. Y eso que el ruido que tenemos ahora es excesivo; pero tanta tranquilidad ya es pasarse.
EliminarUn saludo, Félix.
Pues a mí también me ha engañado. No pensé que el nuevo trabajo del protagonista fuera el de criar malvas.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, un trabajo a tiempo completo.
EliminarUn saludo, DLT.
Los aficionados a lo oculto están convencidos de que cuando el deceso se produce de repente, el difunto pasa tiempo y tiempo sin entender lo que le ha sucedido ni donde está. Pero en este caso, siendo él el causante...
ResponderEliminarA ver si era de esas religiones que te prometen paraísos si te inmolas y al llegar allí descubres que te han timado y ná de ná.
De timos de esos hoy hay muchos. Y la gente sigue picando. Será que hay necesidad de Jaujas.
EliminarUn saludo, Ana.
Que bien supiste mantener la intriga hasta el final, nunca imaginé que fuera ese. Con que tranquilidad habla de su caja de madera y de los inquilinos que le rodean.
ResponderEliminarInteresante tema para estos pasados días.
Un saludo Cayetano
Puri
Ese era el objetivo: jugar al despiste y lanzar al final la sorpresa. Me encanta ese juego.
EliminarUn saludo, Puri.