Apenas disfruté de mi
novia. A los pocos meses de salir con ella se me murió. Estábamos
en su casa y le dio un jamacuco cuando, tras mucho meditarlo, nos
disponíamos, por fin, a hacer el amor. Cayó fulminada antes de
comenzar a desvestirse. Fue tremendo: se me murió y yo, además, me
quedé con las ganas. No sabía qué hacer ni a dónde acudir. Ella
estaba sola en el mundo. No tenía ningún familiar que yo supiese.
La tuve escondida en su habitación una temporada hasta que empezó a
oler raro. Su cuerpo, tan terso y suave en vida, había empezado a
corromperse. Olía mal. Había hasta gusanos. Cuando el hedor era
insoportable decidí irme de allí. Recogí mis pertenencias para no
dejar rastro de mi presencia aquellos días. Antes de marcharme, me
llevé algunas cosas de ella de recuerdo. Cuando comprobé que no
había nadie ni en el descansillo ni en la escalera, bajé. Era ya
muy tarde y no había un alma ni en el portal ni en la calle. Me
disolví entre las sombras de la noche, me alejé a buen paso y me
parapeté tras la puerta de mi apartamento. Decidí no decir nada a
nadie, hacer como si no supiera nada. Luego, pasados un par de días,
llamé a la policía, les dije que andaba preocupado, que no sabía
nada de mi novia y temía que pudiera haberle ocurrido algo malo, ya
que ella no daba señales de vida. Cuando los agentes tiraron la
puerta abajo de su piso, se encontraron con un panorama horrible y un
pestazo de padre y señor mío. La autopsia reveló muerte natural,
al parecer un ataque al corazón que tuvo lugar hacía por lo menos
tres semanas
¡Ah! ¡Cuánto la
quería! Aunque nuestra relación fue muy corta, me sentía menos
desdichado cuando me acordaba de ella:
—¿Me quieres,
pichurrín? —me preguntaba con ojos tiernos haciéndose la mimosa.
—Te quiero mucho,
pichurrina —le contestaba yo, intentando estar a su altura.
—¿De verdad de la
buena?
—De verdad de la buena.
—¿Me llevarás siempre
contigo, aunque sea en el pensamiento?
—Siempre te llevaré
conmigo. Te lo prometo.
Mi novia era muy buena y
comprensiva. Aunque respetaba mis parcelas de libertad, solo tenía
un defecto: no le gustaba que me fuera solo a pescar. Una gran
afición mía que me sacaba de la rutina de vez en cuando y que tuve
que abandonar para evitar que ella se disgustara. Aunque siempre lo
llevé mal, aceptaba el sacrificio por contentarla. Cualquier cosa
con tal de verla feliz.
Por eso, una de las
aficiones que retomé cuando ella murió fue precisamente la de la
pesca.
—¿Qué tal, Tomás?
¿Cómo va todo? Parece que te recuperaste de la pérdida de tu novia
y te has decidido a salir y hacer tu vida con normalidad. Me alegro
por ti.
Eso me dijo Antoñito, un
viejo amigo de tiempos de la infancia. Lo dijo con buena intención,
una vez que se acercó al espigón del puerto donde yo andaba con mi
caña y mi sedal pescando tranquilamente para matar el tiempo.
—Sí — le contesté—.
He decidido dar un paso en mi vida y olvidarme de las penas. En la
pesca he reencontrado una buena compañía.
—Parece que has pescado
mucho.
—Sí, debe ser por el cebo. Tengo
unos gusanos buenísimos. No me preguntes cómo los conseguí —le
dije, guiñándole un ojo—. Es un secreto.
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Texto publicado originalmente en lacharcaliteraria.com
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Texto publicado originalmente en lacharcaliteraria.com
Muy Bueno.
ResponderEliminarGracias, Francesc. Me alegra tu opinión.
EliminarUn saludo.
Hiciste lo prometido, te la llevaste contigo y no solo en el pensamiento.
ResponderEliminarFrancesc Cornadó
Lo malo es que, con tanta pesca, se termina. Habrá que echarse otra novia.
EliminarUn abrazo, Francesc.
Ayyyy que giro de guión. Ya decía yo, y es que si la vida te da limones, prepárate limonada ;)
ResponderEliminarUn abrazo
Esa es la idea. Hay que reciclar y aprovecharlo todo, que está la vida muy achuchá.
EliminarUn abrazo, Félix.
Un novio muy peculiar, tal vez un poco psicópata y con muy poca empatía. En cierta forma, se va a ir comiendo a su novia.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano.
Lo que se han de comer los gusanos... Ya sabes, que lo disfrute don Mariano (o don Tomás), que no está la vida para ir tirando las cosas.
EliminarUn saludo, Carlos.
Menos mal que ante las exigencias de ella de que la llevara con él, él no optó por irse con ella. Pero al menos se llevó el cebo de los peces, qué bueno, me gusta mucho el planteamiento y la deriva final. Sigue por ese camino de escritura irónica, lo bordas, Cayetano. Gracias por alegrar el día.
ResponderEliminarGracias, Fackel.
EliminarEl pescador se ve que era poco "romántico", como dicen ahora, y muy materialista.
Un saludo.
Joder ¡¡¡¡, pues ya sabe el protagonista, cuando se le acaben no tiene más que ir a buscarse una novia nueva y esperar que se le muera ...
ResponderEliminarPues sí, si no la pesca se resiente por falta de un buen cebo.
EliminarSaludos, Miquel.
El problema surge si decides criar los gusanos, necesitarás un "adecuado" sustrato...
ResponderEliminarUn saludillo ;)
Pues... Echarme otra novia. Jejeje.
EliminarUn saludo, Xurxo.
Original, truculento y divertido muy en tu línea ! “No semos i naide” Cayetano!
ResponderEliminarDicen que reírse de estas cosas alarga la vida. Seguiremos pues insistiendo.
EliminarUn saludo, Emejota.
No escribo la exclamación que me ha salido nada más terminar de leer, porque soy muy "educado",jajaja
ResponderEliminarGenial el relato.
Un saludo.
Gracias, El tejón. Tú no te cortes que estás en tu casa.
EliminarUn saludo.
Genial tu relato Cayetano!!
ResponderEliminarMe encantó tu faceta de humor negro! Excelente!!
Gracias, Laura. Una travesura de las mías.
EliminarUn saludo.
Ayyyy vaya, vaya. No me esperaba ese final. jajaja
ResponderEliminarBesos
Un poco gamberro el cuento. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Arantza.
¡La madre que parió a Pichurrín! ¡Vaya tela la gusanera de la que se provee! ¡Claro, como sigue mocito y entero!
ResponderEliminarUn abrazo, Cayetano.
Pichurrín tendrá que buscarse otra pichurrina, sobre todo cuando se le acabe el cebo.
EliminarUn abrazo, Paco.
Conclusíón: Claro está de quien no debo fiarme en cuestiones de pesca, de pesca de ninguna clase, claro.
ResponderEliminarFinal imprevisible.
Salud, Cayetano y cuidado con las novias.
Sí, jejeje. Tendré cuidado de aquí en adelante.
EliminarUn saludo, Anna.
Muy buena y truculenta historia, el giro final es de diez. Que macabro el señor con los gusanos. jajaja,
ResponderEliminarUn saludo Cayetano
Puri
Gracias, Puri.
EliminarUn saludo.
No hay mal que por bien no venga, decían antes.
ResponderEliminarDe todo podemos obtener algún beneficio, decimos ahora.
Saludos,
J.
Así es. Este hombre aprovecha todo. Eso se llama reciclar.
EliminarUn saludo, J.
Bueno, bueno Cayetano...
ResponderEliminarMe ha dejado pensando si el hombre, solo la quería para pescar... a lo mejor quedarse eran justamente por los buenos gusanos...
Saludos
No te extrañe. Hay gente muy rara.
EliminarUn saludo, Manuel.
¡Qué asco! Este tipo es un aprovechado. Ya que la Parca visita mi casa, por qué no aprovecharme de ella, y ¡hala! a coger gusanos como un descosido para pescar buenas truchas en el río. Un caradura.
ResponderEliminarSaludos
A este no le hables de reciclar, que es un campeón en el arte de la reutilización de los recursos. Un poco cerdo, eso sí.
EliminarUn saludo, Carmen.
Me ha sorprendido, la trama, el final, y sobre todo el personaje. Entre paranoico y hombre normal que una circunstancia le lleva a otra.
ResponderEliminarEn resumen: genial.
Un tipo peculiar, a demás de guarro.
EliminarGracias por tu valoración.
Un saludo, Manuela.
Puuuuuuuuuuaaaaaj el pichurrín resultó ser algo macabro jaja.
ResponderEliminarBesos, Cayetano
Me lo imagino con el táper recogiendo muestras. Un tipo guarro.
EliminarUna brazo, Myriam.
Estoy sobrecogida por una frase tan conmovedora: "-Fue tremendo: se me murió y yo, además, me quedé con las ganas".
ResponderEliminarQue ser tan sensible...
Sí, el tío era de lo más sensible. Y aprovechado.
EliminarUn saludo, Ana.
¡Madre mía! menos mal que ya he cenado "pescado" si no, hoy ni agua. Eres tremendo Cayetano, muy bueno tu relato con final inesperado.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias, Conchi. Este personaje mío es un guarro y un aprovechatodo.
EliminarUn abrazo.
Vaya, la tragedia, que parece comedia y se torna macabra.
ResponderEliminarPues ¿a ver quien se come esa pesca?
Saludos
Fue su promesa: siempre te llevaré conmigo. Hasta que se acabe el cebo, claro.
EliminarUn saludo, DLT.