martes, 7 de enero de 2020

Después del desastre



Todavía recuerda María el día en que se topó con el viejo vagón de ferrocarril en medio del bosque, la emoción que sintió al ver aquel artefacto metálico enorme, oxidado, con las ventanillas rotas y la vegetación trepando por todas partes, invadiendo al intruso aquel y apoderándose de todo su interior.

María nunca había visto nada parecido. Mejor dicho: jamás había visto un vehículo del tipo que fuera. Ningún coche, ningún avión, ninguna bicicleta... y mucho menos un vagón de ferrocarril. Y todo porque ella había nacido en otro tiempo, cuando ya no había máquinas, ni para vivir se necesitaban artilugios que funcionaran con energía artificial. Cuando llegó al mundo, la gente se calentaba y alumbraba con leña del bosque y se aseaba como buenamente podía con agua calentada directamente en el mismo hogar donde se cocía la comida.

Y fue en la cueva cuando, emocionada por el hallazgo, su abuelo le contó cómo era el mundo antes de que ella naciera. El abuelo era muy sabio y explicaba pacientemente a la niña cómo era esto y cómo era lo otro. Y la niña atendía con los ojos muy abiertos.

Todo lo que relataba el abuelo se le antojaba como algo fantástico que ocurrió mucho antes de la gran destrucción, antes de que la estupidez humana acabara con la humanidad misma; bueno, con buena parte de ella. El día del apocalipsis. María no llegó a vivirlo, aunque algo notaría pues su madre andaba embarazada de ella cuando todo acabó.

Pero aquello ya pasó. Y ella y los suyos lograron sobrevivir.
La civilización se derrumbó de la noche a la mañana como un castillo de naipes.
Y allí estaba el testigo de aquel tiempo pasado: el viejo vagón comido por la vegetación. Una evidencia de que la naturaleza se había impuesto sobre las ruinas de un mundo que terminó devorándose a sí mismo.
Y aquel era el lugar de juegos preferido de María, donde daba rienda a su imaginación e inventaba mil y una aventuras. Para la niña, aquel artefacto oxidado hacía el papel que, para otros niños de otros tiempos, representaba el castillo encantado o la casita de muñecas.

Hasta que llegó el día en que encontró la caja.
Era una caja preciosa, metálica, con mucho colorido, de esas de galletas inglesas.
Topó con ella por casualidad, jugando. La encontró debajo de uno de los asientos.
Y dentro de la caja, viejas fotografías. Casi todas con manchas y con ese aspecto mate de las fotos envejecidas o sometidas a cambios de temperatura o humedad. Y las fotos de aquella caja se convirtieron en su tesoro más preciado. Y las contemplaba una y otra vez, asombrada, con los ojos muy abiertos; como cuando el abuelo le contaba aquellas historias antiguas. Y en ellas pudo descubrir extraños artefactos nunca vistos hasta entonces. Y edificaciones de cuando las personas vivía en casas y no en cuevas o chozas hechas con ramas. Y gentes con ropas muy nuevas, no esos harapos con los que se cubrían ahora. Y mujeres muy guapas, arregladas y con bonitos peinados. Eso fue sin duda lo que más le impactó, porque ahora todo el mundo andaba con la cara sin maquillar y con el pelo muy corto o rapado, para evitar las colonias de piojos que pululaban por todas partes.

Y había fotos de niñas como ella, con aspecto sano y feliz. Pero solo una era su preferida: la de la mujer joven de la bonita sonrisa. Una chica, como de veinte o veintidós años, con una mirada clara, limpia, la de un ser que todavía no ha sufrido en su vida ni en la de sus seres queridos la pena o la enfermedad; una sonrisa franca y amable, nada impostada. Y esa mirada y ese gesto de la boca iban dirigidos solamente a María. ¡Cuánto tiempo hacía que no encontraba en su entorno algo parecido! Los gestos de sus familiares eran serios, graves, las miradas ligeramente acuosas pero sin brillo, el tono apagado... Estaban tristes. Se percibía que algo tremendo había ocurrido para que eso fuese así. Por esa razón, la foto era como encontrar otro mundo, otra gente que vivía su tiempo de otra manera, con alegría y esperanza en un futuro prometedor. Y María se aferraba a la imagen como si le fuera en ello la vida. Por eso, la sacó de la caja y la guardó entre sus pobres ropas. Era su secreto. La llevaría siempre consigo, como una reliquia, como un amuleto protector, como la estampa de una diosa de una nueva religión que fundaría ella y a la que cada noche le dedicaría sus últimos pensamientos pidiéndole que a los suyos nunca les faltara alimento y salud.


42 comentarios:

  1. Y Cayetano, el Longevo, testigo más allá del Apocalipsis temido y anunciado, nos muestra un pequeño destello de luz al otro lado del desastre. La vida siempre se renueva, se adapta y evoluciona. ¡Enhorabuena!
    Un abrazo.

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    1. En el infortunio aflora una esperanza. Es algo humano: la niña no tiene apenas nada.
      Un abrazo, Paco.

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  2. Un cuento premonitorio que no hay que desdeñar, esta situación se podria dar en un futuro no muy lejano. Aunque esperemos que no.

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    1. La ciencia ficción cada día se acerca más a lo real. O viceversa.
      Un saludo, Francesc.

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  3. Seguro que el tren era de la Renfe e iba con retraso, tanto que se encontró en otra época.
    salut

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  4. Pero todo aquello que aparecía en las fotografías, era anterior a que una tormenta solar destruyese todas las fuentes de energía, y enviase a la humanidad al cáos, al salvajismo y la violencia.

    Las ciudades, se convirtieron en colmenas inútiles y mortales. Los alimentos escasearon en pocos meses, y los supervivientes se dispersaron por campos, montes y yermos, huyendo de las bandas armadas que hicieron del pillaje y la violencia su forma de vida.

    Resucitaron viejas enfermedades olvidadas, hubo que volver a aprender como cultivar la tierra sin máquinas, a recoger frutos silvestres, y a cazar con trampas y arcos y flechas casi olvidados.

    Pero no todo estaba perdido.....

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    1. Pues anímate y haz la segunda parte. Luego ya veremos quién hace la tercera. Lo digo para ir entreteniéndonos un poco mientras llega la de verdad.
      Un abrazo, Rodericus.

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  5. Vaya, una nueva religión otra vez, en esta ocasión con profetisa. El comienzo de otro futuro y lejano fin... Muy interesante.

    Un saludo, Cayetano

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    1. Sí. Esto da para mucho. Lo más normal es que se quede la cosa en una religión individual, una especie de consuelo personal ante el infortunio. A lo mejor se extiende el nuevo credo entre la gente desesperada. Vetr a saber lo que harán los seguidores de la niña. Igual toman el poder e instauran una teocracia.
      Un saludo, Carlos.

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  6. Un profesor de matematicas nos dijo una vez que el mundo es ciclico,llegabas a la cima y volvias a caer hasta empezar de nuevo y muchas veces creo que esi.
    Esto se muere por si solo y nos veremos,los que queden,como esa niña.
    Un saludo y buen año

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    1. Esperemos que no y que la sangre no llegue al río.
      Buen año, igualmente, Jose.

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  7. Excelente relato, Cayetano!!
    Estremecedoramente realista!

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  8. Da miedo pensar que podemos llegar a vivir algo así, sin saber si seremos parte de los pocos supervivientes o no.
    Genial.

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    1. Nunca se sabe cómo ni dónde acabaremos. La vida da muchas vueltas y hay demasiados locos.
      Un saludo, Manuela.

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  9. No recuerdo un relato tuyo tan crudamente realista. Le deseo mucha fortuna a esa linda niña, afortunadamente para su inocencia sin recuerdos.
    Magnífica y premonitoria historia. No somos nadie, a veces ni siquiera algo, si desempleamos al factor temporal!

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    1. La niña se agarra a esas fotos porque solo ellas le hablan de un mundo feliz que le robaron los adultos. Un paraíso perdido que le gustaría recobrar.
      Un saludo, Emejota.

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  10. Nuestro futuro ciber-punk. Se derrumba todo antes de que se degrade, el tiempo se desmorona, se erosiona el espacio, las huellas se desvanecen, la energía se transforma en decrepitud, las excrecencias vulgares recubren los cuerpos...
    Un panorama cercano.
    Saludos.
    Francesc Cornadó

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    1. Esperemos que no lo conozcamos.
      Un abrazo, Francesc.

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  11. Miedo me da pensar que en un futuro pueda haber un cataclismo parecido. Tremendo relato Cayetano.

    Un abrazo.

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    1. Ojalá la cordura se imponga a la locura; aunque tenemos un mundo complicado lleno de locos.
      Un abrazo, Conchi.

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  12. Muy bueno, duro pero certero relato, parece una profecía a punto de cumplirse y a pesar de todo tiene tintes de esperanza.
    Que caiga el meteorito y comencemos de nuevo.
    Un saludo.

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    1. Eso, que caiga, pero que solo mate a los dinosaurios. Jejeje.
      Un saludo, El tejón.

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  13. Que nadie se escandalice. Cayetano lleva razón. Eso es lo que viene. A ver si nos vemos allí. Y no será a través de tanto artilugio; cara a cara nos conteremos los relatos frente al fuego y oleremos a humo.
    Buen y premonitorio relato Cayetano.

    Anna

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    1. Como sigamos así, no me extrañaría nada.
      Un saludo, Anna.

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  14. Y la religión de la niña es el amor. Con la diosa generatrix, bondadosa y alegre que nunca debimos perder y reemplazar por un dios masculino. Ahora el mundo tendrá una nueva oportunidad de hacer las cosas bien.

    Me gustó mucho el comentario de FRANCISCO ESPADA.

    Besos

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    1. Una ilusión de la niña ante el infortunio. Un asidero.
      Abrazos, Myriam.

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  15. Habrá que tirar para el monte?

    Un saludín.

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  16. Entre tanta tristeza y después de la catástrofe hay un rayo de ilusión. Quizás eso sea lo importante, la ilusión, la esperanza.
    Un saludo.

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    1. Esa era la idea: la esperanza en medio del infortunio.
      Un saludo, Valverde de Lucerna.

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  17. Hola Cayetano:
    Pensé que había dejado un comentario... Ando disperso...

    Te decía que a veces, cuando la ilusión se va, nos llegan otras... Y no hace falta que haya un apocalipsis generalizado... Incluso uno pequeño, que le afecte a uno.

    Muy bueno Cayetano

    Saludos

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    1. Sí. A veces los pequeños cataclismos, de radio de acción local, son suficientemente fuertes para poner patas arriba un colectivo o hundir una familia en la desesperación. Esperemos que 2020 se vaya alejando de ello y nos traiga cosas buenas a nivel nacional y mundial, aunque tengo mis dudas.
      Un saludo, Manuel.

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  18. Pues espero que nada de esto llegue a pasar, que su relato no sea más que pura ficción, aunque tal como va el mundo y hacen sus mandamases, quien sabe Cayetano si a alguno le puede tocar hacer de abuelo.
    Saludos.

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    1. Ojalá todo se quede en los relatos de ciencia ficción.
      Un saludo, DLT.

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  19. Leía tu relato, tan vivo y presente, mientras de fondo sonaba un informativo dando cuenta del inacabable incendio de Australia con su secuela de tragedias. Me uno a tu deseo de un futuro sin infortunio.
    Saludos.

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    1. No sé, pero el mundo empieza a darme miedo, lo que nunca.
      Un saludo, Ana.

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  20. Muy buen relato. Acompaña a la perfección la fotografía y, también, a lo que se aproxima si seguimos esas mismas vías.

    Saludos,

    J.

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    1. Gracias, José A. Este mundo empieza a convertirse en un mal sueño.
      Un saludo.

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  21. La nueva familia Noé que sobrevivie al Diluvio mientras el mundo se desmorona, pero esta vez sin barca sino con cueva, y con la ausencia de los animales escogidos por parejas. Tiempos oscuros los que siguen a estos también oscuros.
    Un saludo

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    1. Aquí no hay arca pero hay viejo vagón de tren. Solo que este ni anda ni flota.
      Un saludo, Carmen.

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