domingo, 28 de abril de 2013

De Austrias y Borbones

Carlos II, el último de los Austrias en España

Con buen pie empezaron los Borbones su andadura por España al encontrarse con el inicio de la recuperación económica. Las reformas ilustradas que hicieron Felipe V, Fernando VI y Carlos III fueron importantes para modernizar el país, pero es justo decir que ya a finales del siglo anterior se habían empezado a notar los efectos de un cambio para bien en materia económica y demográfica.
Ya en los últimos años del reinado de "El Hechizado" habían empezado a surgir "brotes verdes", señales inequívocas que indicaban la salida de la crisis, el advenimiento de un cambio de ciclo económico.
El dicho español de "no hay mal que cien años dure" parecía finalmente cumplirse. Aunque el siglo XVII fue señalado como de decadencia a casi todos los niveles imaginables, exceptuando el cultural, con ese espléndido Siglo de Oro y sus figuras relevantes, en los últimos años de la centuria se vislumbraba la salida del oscuro túnel en el que la historia nos había relegado.
Como ha señalado Henry Kamen  ( La España de Carlos II. Ed, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1981), en los últimos años del reinado de Carlos II comienza la estabilización de la economía sobre todo en la periferia. La población empieza a crecer. En Castilla a partir de 1680 mejoran las cosas gracias a que se retiran las epidemias y disminuye poderosamente la inflación. Catalanes y vascos inician una importante expansión comercial...

¿Fueron necesarios pues los Borbones para modernizar España?

Dejando aparte el debate sobre si es mejor o peor el modelo monárquico que el republicano -lo que sería materia de una entrada diferente, tal vez otro día-, yo soy de los que opinan modestamente que hicimos mal negocio con el cambio dinástico.
Si Carlos II hubiera tenido descendencia, de seguir viva la monarquía, nuestra historia habría sido diferente. Entre otras cosas, nos habríamos ahorrado grandes sufrimientos, enormes desencuentros y posiblemente no habríamos perdido el tren de la historia en su momento, porque habríamos evitado...

- Una guerra civil a la muerte del último de los Austrias, nada menos que la Guerra de Sucesión entre borbónicos y austracistas (" botiflers" y "aguiluchos"), con la llegada posterior del primer Borbón, el nieto de Luis XIV, Felipe de Anjou.

- Algunos choques con la España de los fueros -hoy diríamos "autonomías"-, aquellos territorios que desde antiguo venían disfrutando de un trato especial y que los Borbones eliminaron con su centralismo heredado de los franceses. Una medida que no tenía en cuenta ni la historia peculiar ni la sensibilidad de los diversos territorios que integraban la península. A mi modo de ver, un enfrentamiento más y, sobre todo, innecesario.


- Un monarca de escasa talla como estadista, Carlos IV, más aficionado a la cerámica y a los relojes que a las tareas de gobierno, y que por estar a bien con Napoleón y con el objetivo de fastidiar a los ingleses y a los portugueses, permitió la entrada en nuestro territorio de las tropas francesas (Tratado de Fontainebleau), teniendo él y su hijo que abdicar (Bayona) y dejar el país sin autoridad legal, lo que dio pie a una tremenda guerra que asoló, esquilmó y devastó España, la Guerra de la Independencia.

Y van dos guerras como dos soles.

- Un rey nefasto y cruel, que llegó a traicionar a su propio padre y que sumió a nuestro país en al atraso durante más de dos décadas, impidiendo el camino constitucional y de la modernidad política y económica, el felón de Fernando VII. Tal vez el monarca que más daño ha causado a nuestro país.

- Las Guerras Carlistas. También nos habríamos evitado estas guerras entre compatriotas por causa de la supuesta legitimidad de unos y de otros, de isabelinos y de partidarios de Carlos María Isidro, hermano del anterior rey. Casi medio siglo XIX estuvo salpicado por varios brotes de este conflicto dinástico.

Y van tres guerras como tres catedrales de las que nos podríamos haber librado.

- El espectáculo tremendo de una reina semianalfabeta que trataba a los políticos como sus sirvientes y amparaba y fomentaba la corrupción, rodeada de una camarilla clerical manipuladora, mientras daba rienda suelta a sus instintos primarios con aquellos de su agrado que se le pusieran a tiro. Me refiero, claro está, a Isabel II, la de "los tristes destinos", la que casó a la fuerza con su primo Francisco de Asís, más conocido por "Paquita". La que pasó de la popularidad por su posición a favor de los liberales a convertirse en "la deshonra de España."
Tremendo, ya digo.

Creo que no faltan razones para pensar que quizás no nos habría ido peor con los Austrias.
Sin duda, habríamos esquivado acontecimientos muy penosos.
Como el panorama caciquil y de corrupción generalizada durante la Restauración mientras España se desangraba en guerras inútiles en Cuba y Marruecos.
Y ya en la actualidad tal vez nos habríamos evitado el lamentable espectáculo que algunos miembros de la Casa Real y allegados están ofreciendo a los españoles. Un comportamiento inadecuado y censurable, poco apropiado en un momento tan delicado como el actual, marcado por la crisis económica, el desempleo y la quiebra del sistema asistencial.

miércoles, 24 de abril de 2013

Multas e indemnizaciones en la Edad Media




Con la caída del Imperio romano, los distintos pueblos bárbaros que se fueron asentando en los diferentes territorios, apoyados casi siempre en el Derecho Romano, llevaron a cabo tareas legislativas de importancia que hemos podido conocer a través de varios de sus reyes como Eurico o Alarico. Leyes con las que se pretendía poner orden en la convivencia cotidiana y regularla.

"Trabajando con el favor de Dios en provecho de nuestros pueblos, hemos determinado corregir con mejor deliberación las cosas justas e injustas que se hallan en el derecho; y tomando el parecer de los sacerdotes y personas de la nobleza, queremos disipar la oscuridad del derecho antiguo y de las leyes romanas, de modo que no quede en ellos ninguna disposición antigua que sea origen de disputas diarias y de una multitud de pleitos."
Del Breviario de Alarico

La idiosincrasia de cada pueblo imprimió su sello peculiar a las normas legislativas de cada lugar y la variedad de multas y castigos iba en consonancia con ello. Mientras que un robo en algunos casos era condenado con la pena de muerte, en otros se arreglaba con el pago de una fuerte suma de dinero.
Según la LEY SALIA (1) , de tradición oral y aplicada por muchos pueblos germánicos, como por ejemplo los francos y visigodos…

Asesinar al comensal de un rey se castigaba con 300 sueldos. (2) 
Matar a una mujer en edad de procrear, 300 sueldos. 
Asesinar a una embarazada, 700 sueldos. 
Si el feto era varón, 1300. 
Matar a un niño menor de 12 años, 600. 
Si se tratara de una niña, 200. 
Desvalijar una despensa, 15. 
Sustraer un tarro de miel, 45. 
Castrar a una persona, 200. 
Si el castrado era miembro de la guardia del monarca, 600. 

Entre los galo-romanos, violar a una mujer estaba castigado con la pena de muerte. Si se trataba de una esclava sólo había que pagar una multa compensatoria. Entre los francos, en la época de Carlomagno, la multa podía llegar hasta los 200 sueldos.
Volviendo a la Ley Salia de los pueblos bárbaros, el que provocara un incendio debería pagar indemnizaciones a los familiares si hubiera habido muertos. Los romanos acostumbraban, por el contrario, a castigar a esos pirómanos con el destierro o con trabajos forzados. Si los daños eran muy graves, se podría llegar a la pena de muerte.

Era frecuente entre los germanos aplicar severas multas:

Tocar una mano de mujer, 15 sueldos. 
Tocarle un brazo hasta el codo, 30 sueldos. 
Tocarle un brazo por encima del codo, 35 sueldos. 
Tres puñetazos, 9 sueldos. 
Un ojo saltado, 100. 
Una mano arrancada, 100. 
Cortar a otro una oreja, 100 (si el miembro sólo cuelga, había rebaja). 
Seccionar el dedo meñique, 15. 
Cortar el índice, 35. 
Llamar a una mujer prostituta, 45. 
Llamarle a uno chivato, 3. 

En la época del emperador Julio Valerio Mayoriano (siglo V), figura importante en la lucha contra los francos y a quien se debe un importante número de leyes, un marido engañado por su esposa adúltera podía matar a los amantes si los pillaba “metidos en harina”, es decir, en plena faena.
Los burgundios llegaron más lejos al permitir estrangular a la mujer y posteriormente arrojarla a una ciénaga.

En el Líber ludiciorum del rey Recesvinto (siglo VII) la homosexualidad estaba perseguida y severamente castigada. Las penas eran la castración y el destierro. Si el homosexual estuviera casado, su matrimonio quedaba anulado y sus bienes pasaban a sus herederos. Si un hombre libre yacía con una esclava en casa de otro hombre libre, el castigo eran cien latigazos. El que falsificara documentos legales se le castigaba con la amputación de un dedo y además se le rasuraba todo el pelo y de propina se le daban cien latigazos.

Siglos más tarde, en la España del Cid y de su rey Alfonso VI de Castilla y León, el de “la jura” de Santa Gadea, cuando un guerrero sufría algún percance y era malherido, una especie de “seguro” cubría los daños y las mutilaciones que hubiera lugar y las indemnizaciones estaban en consonancia con el daño recibido:

Pérdida de cuatro dientes, 40 maravedíes. (3) 
Pérdida del dedo pulgar, 50 maravedíes. 
Por el meñique, 10. 
Pérdida de una oreja, 40. 
Pérdida de un ojo, de una mano o de la nariz, 100. 
Pérdida de un brazo o de una pierna, 120. 
Fallecimiento en acto de servicio, 150.
 _____________________
(1) Ley Salia. Procede de los "salios" francos del siglo V, de la època del rey Clodoveo,  y constituyó el fundamento legislativo de los primitivos franceses durante varios siglos.
(2) El sueldo era una unidad cuyo valor era de 1/20 de la libra (489,6 gramos). De origen romano, Carlomagno la adoptó como patrón para fabricar monedas, estableciéndose la siguiente equivalencia: 
Una libra = 20 sueldos = 240 dineros (denarios) 
(Tomado de la Wikipedia) 
(3) 40 maravedíes equivaldrían a unos 12 euros de los de ahora 


Fuentes consultadas: 
Otra historia de España, Fernando Díaz Plaja. Plaza y Janés. Barcelona, 1973. 

Fuero Juzgo. traducción del Liber ludiciorum de Recesvinto por iniciativa de Fernando III en el siglo XIII.  En 
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/68071641745461741643380/thm0000.htm

Artehistoria: http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/917.htm 
Violencia y muerte en la Edad Media: http://www.portalplanetasedna.com.ar/edadmedia6.htm 
Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Sueldo_(moneda)


domingo, 21 de abril de 2013

Niveles


Cuentan de un sabio que un día 
tan pobre y mísero estaba, 
que sólo se sustentaba 
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía, 
más pobre y triste que yo?; 
y cuando el rostro volvió 
halló la respuesta, viendo 
que otro sabio iba cogiendo 
las hierbas que él arrojó. 

Pedro Calderón de la Barca 


jueves, 18 de abril de 2013

El hambre agudiza el ingenio

Tortilla de Guillermo
(Esta es de verdad)


Esta tierra nuestra siempre ha dado muestras de creatividad y de imaginación cuando las cosas han pintado mal.

La crisis terrible que se cebó con nuestro país durante el siglo XVII no impidió que florecieran como nunca nuestra pintura y nuestra literatura.
Ni la sequía, ni las plagas, ni la miseria, ni las continuas guerras en Europa por mantener un imperio que se caía a pedazos, ni los excesivos impuestos con que se flagelaba a los sufridos castellanos, pudieron eclipsar a personajes de la talla de Quevedo, Góngora, Calderón, Velázquez, Murillo o Zurbarán. Un Siglo de Oro a pesar de la decadencia generalizada.

Durante nuestra pasada guerra civil y en la primera posguerra se pasó hambre a raudales.
Las cartillas de racionamiento de aquellos horribles años 40 apenas lograban satisfacer las necesidades básicas. Era la época en que se tomaba achicoria en lugar de café, algarrobas en lugar de chocolate, pan negro con salvado en lugar de pan blanco, guisos sin carne, pucheros con sólo huesos... Eso sí, las lentejas solían venir con bichos, lo cual, si no se limpiaban bien, añadía algo de proteínas al raquítico menú.
Cuando se pasa mal, lo prioritario es encontrar los recursos necesarios para solucionar el principal problema que se plantea, que es el hambre. Las demás necesidades pueden esperar. Y es que en épocas de prosperidad y abundancia nadie piensa en cómo obtener lo mínimo para sobrevivir, sino en épocas de fuertes restricciones. Y de aquí viene el dicho de que el hambre agudiza el ingenio.

Y en este contexto posbélico español, la inventiva popular logró el milagro de fabricar...

 ¡una tortilla de patatas sin huevos y sin patatas!

Ingredientes y modo de preparación:

Se templa un poco de agua y se va añadiendo harina haciendo una pasta homogénea. Se le añade una pizca de sal. 
A continuación se le va incorporando la parte blanca de las naranjas que está entre la piel y los gajos (el mesocarpio) y que previamente hemos mantenido en remojo unas horas para que se ablande. Se le añade pimienta molida, una pizca de bicarbonato y un poco de colorante para lograr el tono de la yema. Se remueve todo bien. 
En una sartén se echa un trozo de manteca de cerdo (el aceite era un lujo al alcance de muy pocos). Cuando está derretida, se añade la pasta que hemos mezclado convenientemente y se cuaja por ambos lados.  Ya está lista la “tortilla”. La verdad es que no tiene mala pinta. Y la apariencia  -el “trampantojo”- sirve de estímulo visual para la segregación de jugos digestivos. 
¡A comer!

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Esta entrada se la dedico a mi hijo Guillermo por haber demostrado ser un "manitas" en el difícil arte culinario.
También se la dedico a mi prima Anabel porque sé de su habilidad para preparar riquísimas recetas a partir de ingredientes sencillos, como puede comprobarse en su blog.

domingo, 14 de abril de 2013

14 de abril de 1931


Gobierno provisional de la Segunda República

Hoy se conmemora el aniversario de la proclamación de la Segunda República. Ese ensayo fallido donde se intentó consolidar un sistema democrático a la par que reformar el país para modernizarlo y ponerlo en sintonía con otras naciones europeas.
Pero los tiempos eran malos. La crisis mundial de los años 30, iniciada con el crack de la bolsa de Nueva York, se cebaba con los más débiles, a la par que cobraban fuerza los movimientos extremistas de derecha y de izquierda, como estaba ocurriendo en otros lugares donde ascendían al poder sistemas totalitarios, como el fascista y el nazi, mientras que marxistas y anarquistas amenazaban con tomar el poder mediante una revolución y poner todo patas arriba, como ya lo habían hecho los bolcheviques en Rusia.
Tiempos de miseria, intranquilidad y agitación.
Y fruto de ese ambiente de enfrentamiento larvado, la propia República fue zarandeada por radicales de distinto signo y finalmente víctima de una conspiración militar que degeneró en guerra civil.
La guerra no sólo iba a ser entre izquierdas y derechas. Era un enfrentamiento entre puntos de vista irreconciliables que se habían ido gestando a lo largo del tiempo. Un choque de trenes imposible de detener porque la gestación había sido larga, muy larga. Se habían ido acumulando odios, rencores, miedos y egoísmos personales. Y el parto, lógicamente, iba a ser doloroso. Era un enfrentamiento entre monárquicos y republicanos, entre marxistas y fascistas, entre demócratas y antidemócratas, entre terratenientes altaneros y jornaleros hambrientos, entre fuerzas patronales y organizaciones sindicales, entre ateos convencidos y católicos militantes, entre los partidarios de las reformas y sus detractores, entre revolucionarios y conservadores, entre la Iglesia y el Estado, entre nacionalistas independentistas y nacionalistas españolistas, entre militares que conspiraban y militares fieles a la República…
Es decir que el baño de sangre estaba garantizado.
Y en medio de estas disputas se situaban muchos españoles cuya moderación les impedía adoptar de forma libre posturas abiertamente radicales.  
Dice Paul Preston (1) que no hubo dos Españas sino tres. Hubo algunos españoles, muchos, que no estaban ni en un bando ni en otro. Y no es porque fueran de centro, que también los hubo, sino porque sus posturas se alejaban de cualquier atisbo de radicalidad. Así, Clara Campoamor, la diputada del centro, la que consiguió el voto para la mujer, fue vapuleada tanto por la izquierda como por los ultraderechistas del bando de Franco. Niceto Alcalá Zamora, el que fue Presidente de la República, tanto le odiaban los de derechas como los más exaltados anarquistas y marxistas. Miguel de Unamuno, simpatizante en un principio de los “salvadores” que iban a solucionar los graves problemas nacionales, cuando se percató de la catadura moral y de los métodos de personajes sanguinarios como Millán Astray o Yagüe, no pudo reprimirse el pronunciar la memorable frase de “venceréis pero no convenceréis”, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, atestado de falangistas, lo que le valió el arresto domiciliario hasta su muerte.
Grandes “incomprendidos” por los extremistas fueron:
Manuel Portela Valladares, político moderado centrista al que le tocó ser presidente del gobierno desde finales del 35 hasta las elecciones del 36 y que se había negado a permitir que Franco utilizase al ejército para invalidar el resultado de las elecciones en las que resultó ganador el Frente Popular.
Ortega y Gasset, por adoptar una postura abstencionista en el conflicto, no decantándose por un lado ni por el otro.
Salvador de Madariaga, por su actitud comprometida, activa y militante por conseguir la paz a toda costa. Uno de los protagonistas de lo que los franquistas llamaron “El contubernio de Munich”, celebrado en 1962 Y donde se juntaron falangistas arrepentidos, monárquicos, católicos, demócratas, socialistas y nacionalistas vascos y catalanes exiliados.

Julián Besteiro

Julián Besteiro, catedrático de Filosofía y Letras, socialista moderado, se mantuvo al margen de la radicalidad revolucionaria mostrada por muchos de su ideología, condenado a 30 años de cárcel por el Consejo de Guerra tras la victoria franquista, murió en la cárcel por las pésimas condiciones de salubridad existentes.
Indalecio Prieto, Presidente del gobierno al inicio de la guerra, también se opuso a la radicalización que mostró su partido en los últimos años de la República. Exiliado en México se desligó de las posturas revolucionarias.
Y  Manuel Azaña, el que fue Presidente del Gobierno primero y de la República después, injustamente tratado por los extremistas de ambos bandos, ya lo decía bien claro en 1938 en un discurso lleno de buen juicio y moderación…
“Es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, sí alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a sus hijos: Paz, Piedad y Perdón.”(2)


Hablar de que la España de aquellos días era la historia protagonizada exclusivamente por extremistas es una manera maniquea y tendenciosa de explicar los hechos. La realidad era mucho más rica y compleja desde un punto de vista político, social, moral e ideológico.
Precisamente fue desde esa postura sensata, pacífica y tolerante desde donde se pudo avanzar, tras la muerte del dictador, en la reconciliación y la recuperación democrática para todos los españoles.



_____________________
(1) Paul Preston. Las tres Españas del 36. Ed. Debolsillo. Barcelona 2011.
(2) Fragmento del discurso pronunciado el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona por Manuel Azaña como Presidente de la República.

lunes, 8 de abril de 2013

Dinosaurios


Leo hace unos días en la prensa digital:

“Científicos han vinculado la desaparición abrupta de la mitad de las especies terrestres hace 200 millones de años a un conjunto de gigantescas erupciones volcánicas, que pueden haber causado cambios climáticos tan bruscos que muchas criaturas fueron incapaces de adaptarse, posiblemente a un ritmo similar al del calentamiento del clima actual por la influencia humana. La extinción abrió el camino de los dinosaurios para evolucionar y dominar el planeta durante los siguientes 135 millones años, antes de que ellos también fueran eliminados más tarde por un cataclismo planetario.” 

 Como las ciencias no son mi fuerte, me asaltan algunas dudas…

 - ¿Serán los “dinosauros actuales” que dominan la Tierra (FMI, BCE, Agencias de Calificación, Bancas de Inversión, grandes especuladores, organizaciones empresariales, etc.) víctimas algún día también de un "cataclismo" mundial? 
 - ¿Tendremos que aguantar sus desmanes otros cien millones de años? 
 - ¿Las “erupciones volcánicas” del pasado que causaron importantes cambios climáticos son una metáfora de los “recortes” actuales?
 - ¿Seremos capaces de adaptarnos a los cambios que se están realizando sin desaparecer?

Mucho me temo que este asunto puede terminar en pesadilla y como en el cuento de Augusto Monterroso  nos lamentemos al despertar y comprobar que el dinosaurio todavía sigue allí.

martes, 2 de abril de 2013

El piojo, protagonista.




En las pasadas contiendas, incluida nuestra guerra civil, los soldados empleaban más tiempo en combatir a los piojos que a los enemigos del bando contrario. Eliminar estos parásitos era algo trascendental, no sólo para evitar las molestias y los picores que ocasionaban, sino porque estos indeseables “huéspedes” eran transmisores de importantes enfermedades como el tifus o la “fiebre de las trincheras”, en realidad una infección ocasionada por las heces del piojo al entrar en contacto con una herida. La responsable era una bacteria (la “bartonella quintana”) y los síntomas eran fiebres altas  y dolores articulares y musculares.  La falta de higiene era un estupendo caldo de cultivo para la proliferación de esta enfermedad.
No hay que echarle demasiada imaginación para entender cómo eran las condiciones higiénicas en el frente de combate. Gente sin asearse durante días y días, con la misma ropa, llenos de polvo y de suciedad, rodeados de basuras, de barro y de cadáveres. Un ambiente propicio para la proliferación de ratas y de piojos que encuentran en la porquería su particular paraíso.  Y en este inmundo lugar, los piojos lo tienen fácil, saltando de prenda en prenda, de catre en catre, de cabeza en cabeza. Y al poco, los soldados comienzan a notar que debajo del casco algo se mueve produciendo al principio un ligero cosquilleo que luego se va convirtiendo en desazón y en picor que se va agudizando y haciéndose insoportable y desquiciante. Con el tiempo, de tanto rascarse, el soldado se va haciendo una herida. El siguiente paso es la infección.

“Con los rojos, hambre y piojos”, se decía, lógicamente en el bando contrario.

Cuentan los abuelos que durante nuestra Guerra Civil una manera de entretener el tiempo entre refriega y refriega era organizar carreras de piojos. Cada participante competía con uno de los suyos frente a los de los demás. Los soldados apostaban alguna cosa, generalmente cigarrillos. Y así mataban el tiempo.
Siempre se ha achacado la proliferación de parásitos a la miseria y a la falta de higiene propias de épocas pasadas, sobre todo durante la guerra y la posguerra. Lo que resulta increíble es que en la situación actual se produzcan de vez en cuando brotes de piojos. Normalmente el foco suele ser la escuela. Dicen que las cabezas más limpias resultan precisamente más atractivas para el contagio. Luego cuando los niños llegan a casa, los parásitos saltan de cabeza en cabeza hasta que toda la familia queda infestada. La siguiente escena es la visita a la farmacia para comprar potingues. Luego viene el lavado de cabeza, la loción o el vinagre y la toalla en plan turbante. Dicen las malas lenguas que son precisamente los fabricantes de los champús antipiojos los que cultivan cepas de estos bichos, los crían y los sueltan en centros comerciales, colegios, grandes superficies frecuentadas por multitudes. Pero esto sólo es una leyenda urbana sin verificar. 

Si después de leer estas líneas os pica la cabeza, no os debéis asustar. Siempre que se habla de piojos suele ocurrir.