lunes, 8 de diciembre de 2025

Cuestión de fe

 



Yo me lo creo todo.

De hecho soy sumamente religioso.

Pero no de una religión en concreto, no. De todas. Me confieso multicreyente o, si se prefiere, policrédulo o multipardillo.

Soy devoto del arrianismo, del confucianismo, del islamismo, de la iglesia evangélica... Soy asiduo asistente a diferentes ritos en iglesias, salones, templos, sinagogas y mezquitas.

Soy el creyente perfecto.

Mi vida religiosa es una gozada, porque voy de credo en credo. Los viernes asisto a la mezquita de la M30; los sábados, a la sinagoga judía; los domingos, a primera hora, a la parroquia católica del barrio, después al templo mormón; cualquier día de la semana me acerco un rato al salón de los Testigos de Jehová, que siempre hay alguien por allí para venderme alguna publicación de esas que hablan de los elegidos y ofrecen imágenes de un paraíso con personas, leones y cebras, todos juntos, felices y sin hambre.

El lunes me quedo en casa y antes de cenar hago meditación zen.

Los miércoles los reservo para esas religiones del pasado que no tuvieron la suerte de sobrevivir en el tiempo pero que dejaron su huella en los libros de historia y de arte. De los antiguos egipcios y de la mitología grecorromana siempre se aprende algo. En el salón de mi casa, junto a una espléndida foto de la Acrópolis de Atenas, que conseguí en una agencia de viajes tras hacerme pasar por un pope ortodoxo (mi poblada barba me ha salvado del apuro más de una vez), tengo un pequeño rincón donde venero a Osiris, a Horus, a Apolo y a Poseidón, con el fin de que me sean propicios.

Hago proselitismo desde facebook, desde mi blog y desde twitter. Voy casa por casa dando el coñazo e intentando vender catecismos y la revista Atalaya y convencer a la gente de que abandone su vida pecaminosa...

Que los de un credo me dicen no sé qué del pecado original o del espíritu santo, pues yo voy y me lo creo; que otros me hablan de la reencarnación o de las huríes del paraíso, pues muy bien también.

De pequeño me hicieron la circuncisión, a los nueve años asistí a una lapidación como parte del público asistente al acto, luego hice la primera comunión, me bauticé ya cumplidos los treinta según el rito de inmersión de los de Jehová, luego cogí un kalasnikov y me fui a pegar tiros a Afganistán en nombre de Alá. Allí conocí a Bin Laden.

Asistí a catequesis, a una madraza y a un cursillo del Opus y me aprendí varios libros sagrados de memoria: La Biblia, El Corán, la Epopeya de Gilgamesh, el libro tibetano de los muertos...

Me gustan las procesiones, pero no asisto a ellas porque tanto protestantes como musulmanes las consideran un pecado de idolatría. Así que, como se dice comunmente, mi procesión va por dentro.

No fumo, no bebo, no tomo bebidas con cafeína, no practico la poligamia ni la sodomía, rezo varias veces al día, doy limosna a los necesitados, follo poco, no como cerdo, solo consumo pollo y cordero si se ha sacrificado según los rituales y mirando a La Meca o a Jerusalén, o a la mujer del carnicero, que está de buen ver.

Me casé con mi esposa según varios ritos. A eso dediqué todo un mes de mis vacaciones: a casarme. No hubo viaje de novios, pero sí mucho trajín. Del Palmar de Troya en Sevilla a La Almudena de Madrid, de La Almudena a la Sinagoga del Tránsito en Toledo, de Toledo a la mezquita de Lavapiés, de Lavapiés al Salón del Reino de los Testigos de Jehová de Alcorcón, de Alcorcón a un monasterio tibetano budista. Y así.

A veces me hago algunos pequeños líos. Por ejemplo, el imán de Alcobendas andaba terminando su plática y yo me acerqué a él con intención de comulgar. Comunión no hubo, pero casi me soltó una leche, eso sí. La semana pasada, en la iglesia evangelista de Chamberí, pregunté al pastor que por qué no ponían un cuadro de la virgen o de algún santo para tapar una mancha de humedad que había salido en la pared. Creo que no entendieron bien mi gesto desprendido. Un domingo me presenté en la iglesia católica de mi barrio vestido con mis mejores galas: una chilaba limpita y el kufi nuevo. Las señoras endomingadas no me miraron con simpatía. Ni el cura. Tampoco entendieron en la sinagoga otro día que recitara una sura del Corán. La gente me miró con cara de pocos amigos, incluido el rabino, cuando acabé mi rezo con un Allahu Akbar. 

Y es que los hay con la piel muy fina.


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Os recomiendo que echéis un vistazo a esto que publicó en su blog el amigo Miquel:

http://totbarcelona.blogspot.com/2025/11/el-infinito-multiplo-de-dios.html


jueves, 4 de diciembre de 2025

Titanfood

 


Año 2065. Planeta Tierra.

Álex se desplaza desde Ganimedes y visita a su amigo Ólex, al que no ve desde hace tiempo.

Al visitante le llama la atención lo mucho que ha cambiado el planeta y sus gentes.


¿De qué se ríen los abuelos?
No, si no se ríen. Son los nuevos dentitariosAsí se les llama coloquialmente. Están contentos y enseñan a todo el mundo sus dientes recién estrenados. Tras su jubilación a los 75 años, nuestros mayores reciben un premio en forma de lote de artículos de salud. La verdad es que gracias a que los alienígenas asumieron desinteresadamente las competencias en materia de sanidad, hemos ganado mucho: dentadura nueva para los jubilados y tarjeta sanitaria con grandes descuentos en  prótesis mamarias, penes postizos de quita y pon, liposucciones, sesiones de fisioterapia, aquagym y zumba.

—Todo ello valdrá un pastón -comenta Alex mientras observa una gigantesca pantalla de plasma donde no paran de sucederse anuncios publicitarios.

—Los meten en grupos en un aerocar —continúa diciendo Ólex— , como cuando los viajes del Imserso, y los llevan a una de las naves espaciales que fondean encima de nuestras cabezas. Allí les someten a un chequeo exhaustivo, les pasan una ITV (Inspección Técnica de Vejestorios) muy completa:  les arreglan articulaciones, tendones y ligamentos, les curan las hernias, la artrosis y el lumbago, les ponen ropa interior limpia y luego los sueltan: salen como los chavales del cole cuando empiezan las vacaciones, con ganas de largarse para Benidorm, estrenando sonrisa con sus dientes nuevos y con una vitalidad que te cagas. La mayoría de las intervenciones se realizan con sofisticadas técnicas indoloras y nada invasivas. Todo ello sin cargar el coste de los arreglos a las arcas del estado, con lo que nos ahorramos una pasta los contribuyentes. A los jubiletas les colocan además una pulsera en la muñeca que registra sus constantes vitales, de manera que estén controlados las veinticuatro horas.

—¿Y qué sacan los alienígenas de todo ello?

—Aunque no se habla mucho de ese tema, se cree que una vez los vejetes han cumplido su periplo vital en la Tierra, es decir, cuando la han palmado, los titánidos se llevan los cuerpos de los difuntos a Titán y allí disponen de ellos a su antojo. Me imagino que los usarán para investigar o para la docencia, como siempre hizo aquí el Instituto Anatómico Forense. Y yo me digo, qué más les dará a los abuelos y a sus familias que se los lleven y no los incineren si a cambio han vivido sanos, felices y bien alimentados sus últimos años y no se han gastado un duro en residencias, cuidados médicos, entierro, etc. Un chollo para todos. A los fallecidos lo mismo les dará que les entierren aquí o que allí hagan con ellos mortadela.

—Muy curioso —dice Alex mientras su mirada se pierde en las alturas, tratando de calcular el número de plantas del enorme rascacielos que se alza delante de sus narices, sobre el que planea una flotilla de naves espaciales.

—Por cierto, hablando de embutidos, acaban de abrir un nueva casa de comida rápida en la plaza: Titanfood.  Últimamente nuestros amigos los alienígenas también se han sumado al carro de la restauración. Son únicos.  ¿Te apetece un perrito o una hamburguesa?

—¡Ah, vaya! Con la conversación se me olvidó comentarte que soy vegano. No como carne. Lo siento. En todo caso tomaré tan solo una ensalada.


 

lunes, 1 de diciembre de 2025

Por prescripción facultativa

 

Imagen de Pixabay

—Tómese estas pastillas para la memoria cada veinticuatro horas. Mejor al acostarse.

Fue lo que me recetó el neurólogo. Ya va teniendo uno cierta edad y los despistes están a la orden del día.

—Importante lavarse la herida con los puntos con un jabón neutro, secar bien la zona con una toalla limpia y darse betadine los tres primeros días. Luego, con el jabón ya es suficiente. En dos semanas se viene por aquí y le quitamos los puntos.

Eso me dijo el cirujano tras la operación de hernia inguinal.

—Dos veces al día te lavas bien la zona del prepucio y te untas con la pomada antihongos. Lo tuyo es una candidiasis, que también afecta a los hombres.

Fue lo que me indicó el médico de atención primaria que pasaba consulta por la mañana tras verme la zona irritada.

—Este preparado lleva diltiazem al 2% y lidocaína al 3%, el resto es vaselina. Se da usted dos veces al día, una de ellas tras la defecación. En un mes notará la mejoría. Si no, vuelva por aquí.

Me dijo el proctólogo tras inspeccionarme el ano y comprobar que mis molestias provenían de una fisura que me había salido tras un periodo de estreñimiento.

—Después de cada comida debes cepillarte con cuidado con este dentrífico para dientes sensibles y enjuagarte con el colutorio que te pongo en la nota. Es muy importante la higiene en esa zona. En seis meses vuelves.

Me dijo la higienista dental tras la última revisión.

—Tómate este jarabe cada ocho horas y se te calmarán los ataques de tos.

Me indicó la doctora de atención primaria del turno de tarde.

Aquella noche se me olvidó tomarme la pastilla para la memoria.

Dormí inquieto y mal.

Por la mañana me levanté medio sonámbulo, fui al baño y me tragué el betadine como si fuera el jarabe para la tos, puse la crema antihongos en mi cepillo dental y froté con ganas dientes y encías, me embadurné el pito con la pasta dentrífica, me unté la zona de los puntos con la fórmula magistral para la fisura anal y me enjuagué el ano con el jarabe para las tos.

Mis vecinos dicen que oyeron gritos.



jueves, 27 de noviembre de 2025

Don Bermudo y doña Veremunda

 


Aquí se narra la tórrida historia de don Bermudo y doña Veremunda, esposa de don Guzmán de Uribe, marqués de Silo Seco.

Por Bernaldo de Uribe, para servir a Dios y a ustedes.


Tras encontrarme en el Parador de Turismo al fantasma de don Bermudo (1), decidí investigar por mi cuenta para completar la información sobre mis antepasados. Y tras hojear la Wikipedia, el OK diario y otras fuentes fiables, topé con noticias jugosas.

Don Bermudo, amigo personal de don Guzmán, frecuentaba mucho el castillo y gustaba de la grata compañía de su amigo y de la esposa de este, la cual no era ajena a las miradas algo indiscretas que el conde le dedicaba, pues ella era joven y lozana, en edad de merecer, de buen ver y mejor catar. Y el duque, algo confiado y ciego, no sospechaba que en aquellos encuentros amistosos se comenzaba a fraguar una relación adúltera que pondría todo patas arriba. Pues es cosa sabida que don Bermudo aprovechaba la mínima ocasión para visitar a doña Veremunda y lanzarle palabras con doble sentido y miradas cargadas de deseo. 

Omitiré algunos lances escabrosos de esta tormentosa relación del conde con la esposa adúltera, pues es de caballeros decentes guardar recato y contención donde otros mostraron locura y falta de respeto, lanzándose como jauría de perros hambrientos al desenfreno y a la lascivia, permitiendo que el instinto se impusiera a la cordura, la pasión a la razón y la desmesura a la templanza.

Un buen día, aprovechando que don Guzmán andaba por tierras lejanas batallando contra sus enemigos, doña Veremunda y don Bermudo no desdeñaron momento tan oportuno para darse un homenaje en la torre del ídem del imponente castillo.

Don Bermudo, don Bermudo,
caballero aguerrido,
quién tuviera cada noche
la dicha de estar contigo.
Válgame Dios, don Bermudo,
cuerpo que tienes tan lindo.
Ven que te toque y te bese,
ahora que Guzmán se ha ido

¡Ay, mi doña Veremunda,
qué suerte ser vuestro amigo!
¡Qué gusto la de gozarte
como si fuera marido!
¡Muéstrame presto tus carnes!
¡Abrázame, dame abrigo!
Esclavo vuestro seré.
¿El lecho será mullido?

Don Bermudo, don Bermudo,
de vuestro amor he aprendido
la dulzura de unos besos
y otras cosas que no digo.
Dese priesa con las calzas
quítese presto el vestido
fuera la cota de mallas..
Desenvaine, dulce amigo..

Al tiempo que me desnudo,
contemplo tu cuerpo lindo,
tus carnes blancas y magras,
tus ojos, tus labios finos.
Presto, ven conmigo al lecho.
Ya lo tengo decidido:
plantaré mi mejor árbol
en tu jardín florecido.

(Se oye ruido y voces a través de la ventana. Ella, asustada):

Pero qué jaleo es ese
que suena por el castillo.
¡Cielos, Guzmán que regresa!
Y ahora que leches le digo.

Dile que estabas enferma
y en la cama te has metido.
Yo salgo por la ventana
Me voy por donde he venido.

(Vase)

Ya sabemos el final. Don Bermudo fue pillado mientras se descolgaba por la ventana. Es decir, con las manos en la masa. Fue apresado, engrillado y encadenado en una fría mazmorra durante el resto de sus días. Luego, su fantasma vagó solitario por las galerías del Parador de Turismo, otrora castillo, hasta que tuvo la fortuna de toparse conmigo.


1.- https://latinajadediogenes.blogspot.com/2019/12/el-fantasma-del-parador-de-turismo.html