Mendigos, tullidos y pícaros en Sevilla en el Siglo de Oro
La ciudad de Sevilla destacaba en esta época por ser refugio frecuente de gentes desocupadas y de mal vivir. Barrios como el Arenal eran zonas controladas por el hampa. Una ciudad bastante insegura.
La explicación de esto tiene que ver con la actividad intermitente del comercio portuario en la ciudad: alternaban los tiempos de gran trasiego, donde había trabajo eventual para mucha gente, con los tiempos de inactividad y paro forzoso, con lo que muchos ciudadanos alternaban su ocupación laboral con otras actividades menos lícitas y más peligrosas.
Juan Eslava Galán, en su obra "El comedido hidalgo" nos cuenta:
"Sevilla era el arcaduz por donde manaban en los otrora venturosos reinos hispanos el oro, la plata, las perlas (...), las especias, la seda, y cuantas mielecillas producían las ópimas Indias. Todo lo que se pueda desear de los productos de la tierra o de las labores de este mundo, tenía su puerto y fielato en Sevilla (...), tal la riqueza de esta ciudad que en ella corría la pieza gruesa de plata como en otros lugares la denezlable de cobre." (1)
A la sombra de épocas prósperas y otras no tan buenas florecieron delincuentes de todo tipo, organizados según mérito y antigüedad:
"Cicateros, que cortan bolsas; los prendadores, que llevan ropas ajenas; los duendes, que hurtan al descuido; los alcatiferos, que hurtan en las tiendas; los devotos, que sonsacan los cepos de las iglesias y desnudan altares y acopian velas y candelicas: los dacianos, que raptan niños; los apóstoles, que hacen llaves y rinden cerraduras." (2)
El patizambo, José de Ribera.
Alternaban los delincuentes con falsos mendigos y falsos tullidos que fingían mil enfermedades para vivir de la compasión ajena. Completaban el cortejo doliente niños huérfanos y abandonados y ancianos sin recursos que vivían también de la caridad.
"Vio también a los que piden limosna en mercados o en las puertas de las iglesias con achaque de padecer llagas, piernas quebradas, huesos desencajados, alferecías, los que amañan lepras, hacen llagas, hinchan una pierna, tullen un brazo, tiñen palidez en rostro, y otros desperfectos para fingir que no tienen fuerzas ni salud para trabajar y a la buena gente mueven a compasión."(3)
Así florecieron en Sevilla, además de gente menesterosa y pedigüeña, rufianes y pícaros de toda condición. A diferencia de los primeros, que tiraban de cuchillo por el menor motivo, los segundos se especializaron más en el engaño y el hurto sin violencia, "rapar bolsas" era el entretenimiento favorito.
Chicos comiendo fruta, Murillo.
En Rinconete y Cortadillo, Cervantes nos habla de las aficiones de Diego Cortado:
"Yo nací en el piadoso lugar puesto entre Salamanca y Medina del Campo. Mi padre es sastre; enseñóme su oficio, y de corte de tijera, con mi buen ingenio, salté a cortar bolsas (...) ; dejé mi pueblo, vine a Toledo a ejercer mi oficio, y en él he hecho maravillas; porque no pende relicario de toca, ni hay faldriquera tan escondida, que mis dedos no visiten, ni mis tijeras no corten, aunque le estén guardando con los ojos de Argos." (4)
Con el "EL lazarillo de Tormes", publicado en 1554, se abre en España un género peculiar y muy representativo tanto de nuestra literatura como de nuestra historia, la novela picaresca, donde el protagonista, maltratado por la vida y marginado por la sociedad, no es el héroe sino el antihéroe.
El pícaro es un personaje singular, determinado por sus circunstancias vitales, huérfano o abandonado, desarraigado, que debe buscarse la vida a través del ingenio.
Algunos de estos pícaros procuraron enmendarse y seguir el camino de la gente de bien, "arrimarse a los buenos", que diría Lázaro. Muchos emigraron a las Indias, a probar fortuna e intentar con el cambio mejorar su suerte; así es como la figura del pícaro pasa a América y se aclimata allí, dando lugar a un producto curioso: el pícaro latinoamericano. De él nos dejó constancia la obra El lazarillo de ciegos caminantes, del peruano Concolorcorvo, ya en el siglo XVIII, plenamente indígena, el lazarillo americano, donde se afirma la identidad ya en el prólogo:
“Yo soy indio neto, salvo las faltas de mi madre, de que no salgo por fiador.” (5)
Su ironía hila fino cuando habla de los que allí fueron a enriquecerse:
“Muchos sujetos vinieron de España sólo con el fin de hacer fortuna, han tenido oculta su nobleza hasta que la consiguieron y pudieron mantener su lustre.” (6)
Esos jóvenes buscavidas que cruzaron el charco, dejando un pasado oscuro que mejor olvidar, intentando que su suerte cambiara no lo tendrán tan fácil, pues como dice en sus líneas finales Quevedo en el "El Buscón", una frase a modo de sentencia o máxima que da qué pensar, pues su vigencia no ha caducado todavía:
"Y fueme peor, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres." (7)
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Notas:
- Juan Eslava Galán, El comedido Hidalgo. Pág 13. Edit. Planeta, Barcelona 1994.
- Juan Eslava Galán, op. Cit. Pág. 45.
- Idem, pág. 46.
- Miguel de Cervantes, Rinconete y Cortadillo. Ed Tor. Buenos Aires, 1966. Pág 97.
- Calixto Bustamante Carlos Inca, "Concolorcorvo", El lazarillo de ciegos caminantes. Buenos Aires, Stockcero 2005. Prólogo de la obra.
- Calixto Bustamante, op. Cit. Pág. 196.
El pícaro español... todo un espécimen endémico, que no se extinguió con el siglo de Oro, sino que fue migrando de pelaje pasando de los harapos a vestirse en Milano...
ResponderEliminarPaís de pícaros éste donde trabajar es una condena y una vergüenza para muchos.
ResponderEliminarSaludos, José Luis.
Si ya lo dice mi padre... no hay que encontrar trabajo sino colocación...
ResponderEliminarPrecioso, me ha vuelto a encantar este ambiente tan real en que lo envuelve, que nos transporta usted alli. Esa alternancia de los delincuentes con los falsos mendigos y falsos tullidos me ha recordado a "La Corte de los Milagros" del viejo París, que menciona Victor Hugo, asi llamada porque de noche los cojos de pronto podían andar, los ciegos recuperaban la vista, etc.
ResponderEliminarfeliz martes, monsieur
Bisous
Gracias, madame, por sus amables palabras. Hoy sigue habiendo falsos "tullidos", gente que finge una enfermedad para disfrutar una baja o cobrar una pensión de invalidez. País de pícaros éste.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy buena entrada y complementaria de la de Madrid. Me gusta ese método tuyo -y que yo comparto plenamente- de trazar la historia desde la literatura, que es una fuente directa de primer orden. En aquella España cuyos ejes eran Madrid como capital imperial, pero Sevilla como verdadera capital económica y cosmopolita del reino. La lástima es cómo entró en decadencia con las epidemis de peste que la azotaron en ese desgraciado siglo XVII. Espléndido trabajo.
ResponderEliminarSaludos Cayetano.
Hola Cayetano:
ResponderEliminarAl igual que la entrada del siglo de oro en Madrid, esta de Sevilla también esta interesante.
Sabes que los andaluces fueron los verdaderos colonos en América. De allí el parecido entre andaluces y latinoamericanos. 300 años no pasan en vano. Y a pesar de que muchos quieren olvidar ese pasado ibérico, nos lo recuerda nuestras propias acciones.
Saludos y Gracias por pasarte por el blog
Gracias, Manuel. Esta entrada complementa la de Madrid. Dos ciudades de una misma época, con sus peculiaridades. En efecto compartimos con nuestros amigos latinoamericanos un pasado común que hay que asumir.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues si, es como tu entrada sobre Madrid siglo de oro, siempre nos transportas a una "película".
ResponderEliminarSimplemente genial.
buenas noches.
Querido Cayetano, una entrada muy buena, y narrada en forma amena.
ResponderEliminarNo se si pasaste por mi blog a retirar tu regalito.
http://isthar-poesias-senderosdelalma.blogspot.com/
Un gran abrazo Isthar
Gracias por tu comentario, Vangelisa. Lo malo de esa película es que "el bueno" lo pasa mal y no gana siempre.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tu comentario, Isthar.
ResponderEliminarGracias también por el detalle, pero este blog no admite regalos.
Un saludo.
Muy buen retrato. Si cambiamos la época del Siglo de Oro al Siglo XXI esa muy bien puede ser Caracas.
ResponderEliminarThaelman, gracias por el comentario.
ResponderEliminarAquí también todavía quedan pícaros, pero los peores son los de "guante blanco" que se embolsan comisiones y regalos millonarios.
Un saludo.
JAJAJAJA, ¡es así compañero Cayetano! Es triste pero hay que reírse. Es el espíritu de nuestro tiempo. Imagínese cómo es cuándo tienen en sus manos una de las riquezas petroleras más grandes del mundo. Le mando un link reciente para que vea la desproporción en nuestro país: http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/106319/el-pais-critica-los-gastos-capitalistas-de-chavez-en-trajes-y-zapatos/
ResponderEliminarMuy revelador el enlace que me mandas. Cuando no hay que rendir cuentas ante nadie es lo que pasa. Es lo malo de las dictaduras o cuasidictaduras: el que está arriba hace lo que le viene en gana. Y hay gente que lo disculpa.
ResponderEliminarUn saludo, ciudadano Thaelman.