martes, 29 de junio de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
Lo que vemos en el espejo

En la entrada anterior hablábamos del ayer y hoy de los "narcisos", del peligro de los espejos, del riesgo de mirarse tanto.
En el mito clásico, Narciso, enamorado de su propia belleza, se ahogó en el río donde absorto se contemplaba.
También existe el caso contrario.
Hoy asistimos al lamentable espectáculo de la gente que se mira y no se ve. Lo que contempla es un espejismo de su propio cuerpo.
Gente que se odia, que no se acepta, que se ve diferente de cómo lo ven los demás...
Y parece afectar desgraciadamente más a las chicas jóvenes.
La Dame Masquée las llamaba "narcisas anoréxicas". Lo de anoréxicas es evidente y lo de "narcisas" también, porque el espejo se puede convertir en una trampa mortal que acabe con ellas.
Como la de la foto.
miércoles, 23 de junio de 2010
Narciso

Eco y Narciso, de John William Waterhouse (1903)
Momento en que el joven se queda prendado de sí mismo, mientras Eco lo observa entre triste y perpleja.
Hermoso joven de delicadas y perfectas facciones ante quien caía rendida gente de todo sexo y condición. Tal vez fue el poeta Ovidio quien nos hizo un retrato mejor del apuesto muchacho. En efecto, parece ser que tanto mozos como doncellas se enamoraban perdidamente de él, aunque el efebo no hacía ningún caso a los requerimientos de los que quedaban prendados de su belleza.
Su frialdad frente a los sentimientos de los enamorados que creaba le procuró la enemistad y el rencor de más de uno. Una de ellas fue la ninfa Eco, castigada por la diosa Hera a repetir lo último que oyera. Por eso, una vez que el joven paseaba por el bosque y preguntó quién andaba por aquí, Eco respondía: “aquí, aquí”. Una vez que Narciso la vio, la despreció. La ninfa se retiró con el corazón herido por el rechazo. Hasta que un buen día, Némesis, la diosa de la venganza, decidió castigar tal arrogancia, haciendo que se enamorara del primer ser vivo que se encontrara en su camino. Y así, cuando el bello muchacho se acercó a beber a las diáfanas aguas de un río, al contemplar su imagen reflejada en las transparentes aguas se enamoró de sí mismo. Narciso, embelesado en la contemplación de su propio rostro, acabó cayéndose al agua muriendo ahogado. Allí donde murió creció una flor que en adelante recibirá su nombre.
Sigmund Freud, creador del Psicoanálisis, introdujo en 1914 el término “narcisista”, refiriéndose con él a las primeras etapas de la vida de una persona. El niño adoptaría al principio pues una actitud “narcisista” y egocéntrica para luego ir evolucionando y madurando. Precisamente es lo que identifica a un narcisista adulto: la falta de madurez y la inseguridad.
Narcisos de hoy en día son los que se enamoran de sí mismos, los que son incapaces de enamorarse de otras personas, sólo utilizarlas en provecho propio: amar aparentemente a los demás para reforzar el amor a uno mismo, una forma de alimentar el propio “ego”. Así surgen los inmaduros tipo don Juan Tenorio y los ligones de tres al cuarto: necesidad de continuas conquistas, presas que sirvan de alimento al “Narciso” de turno. Sólo se aman a sí mismos. Se habla de la cultura del autoenamoramiento, de epidemia narcisista sobre todo entre los famosos. Algunos definen al narcisismo por la confluencia de una serie de características, que pueden darse en mayor o menor grado dependiendo de la persona: ostentación, autoritarismo, vanidad, exhibicionismo, desapego, soberbia, autosuficiencia… pudiendo llegar a niveles patológicos.
El narcisista pretende que todas las conversaciones acaben confluyendo en su persona.
Encajan aquí también los que sólo están pendientes de su cuerpo, de su aspecto, que si cirugías, que si botox, que si agotadores entrenamientos en el gimnasio, etc. Culto al cuerpo y no al espíritu ni a la mente.
Narcisos de hoy en día.
domingo, 20 de junio de 2010
miércoles, 16 de junio de 2010
La Iglesia durante el franquismo
- Control de la censura.
- Control de la educación.
- Religión obligatoria en las escuelas. Rezos diarios y catecismo para todos.
- Monumentos a los caídos –sólo a los que lo hicieron "por Dios y por España"- en espacios públicos y en muchas iglesias.
- Estado confesional.
- Matrimonio exclusivamente religioso.
- Inexistencia de divorcios. Sólo anulación matrimonial para aquéllos que pudieran pagarla.
- Presencia de la Iglesia en organismos oficiales.
- Importante papel del Opus Dei (ministros de Franco en los 60).
domingo, 13 de junio de 2010
Musas de ayer y de hoy.

Andrea Mantegna: El Parnaso, 1497. El Louvre, París.
De esta obra siempre me ha hecho muchísima gracia el gesto del hombrecillo de la izquierda al fondo, se trata de Hefesto o Vulcano, señalando a los adúlteros: nada menos que su esposa Afrodita o Venus que anda acaramelada en compañía de Ares o Marte. Debajo, en actitud alegre, las musas emprenden una danza; aunque hay quien dice que no son las musas sino unas ninfas que bailan en homenaje al amor de Afrodita y Ares.
"Dime, oh Musa, del héroe ingenioso
que, después de arrasar la sagrada ciudad de Troya,
anduvo tanto tiempo peregrino,
viendo muchas ciudades, y costumbres
sin cuento conociendo."
Así empieza la Odisea, con una petición de su autor, probablemente Homero, a una “Musa” para que le ilumine el camino del entendimiento y pueda llevar a cabo el relato de la historia de Ulises en su vuelta a Ítaca.
De todos es sabido que los griegos de la época antigua eran expertos creadores de mitos. Y esos mitos estaban poblados de dioses y aventuras.
De esta forma, inventaron unas divinidades protectoras de las distintas artes a las que llamaron musas.
Estas diosas, según Hesíodo, eran hijas de Zeus y Mnemósine (la memoria), aunque sobre la paternidad y la maternidad hay otras opiniones al respecto. Su número también está en cuestión, según épocas y lugares.
Habitantes habituales del Olimpo para deleite de Zeus y otros dioses, doncellas hermosas y jóvenes, dotadas de gran belleza, a veces bajan a la Tierra y con sus destrezas inspiran a los mortales. Es en ese momento cuando tiene lugar el milagro de la creación artística. Esa sacudida mágica que acelera el corazón y agudiza los sentidos y que como toda gestación, tras el derroche de creatividad inicial al engendrar la criatura, culmina en un esplendoroso parto, lleno de luz y felicidad para el artista. La inspiración como obra de los dioses. No podía ser de otra manera, porque el poeta o el músico en ese momento se convierte en algo parecido a un dios creador.
La propia palabra “música” deriva de musa. Los poetas las invocan en el acto creativo para que les sean propicias: “Dime, oh Musa, del héroe ingenioso…”, decía Homero.
Aunque su número puede variar, las más comúnmente aceptadas como musas eran nueve:
Talía (musa del teatro, de la comedia).
Euterpe (de la música).
Erato (de la poesía amorosa).
Calíope (de la poesía épica).
Uranía (de la astronomía).
Terpsícore (de la danza) No confundir con “Esther Pícore” (Vídeo).
Clío (de historia, la de un servidor).
Melpómene (del teatro, de la tragedia).
Polimnia (de la mímica).
A veces, aunque se hace la invocación a las musas, éstas no acuden a la llamada.
Como decía Serrat en una canción:
No hago otra cosa que pensar en ti...
Por halagarte y para que se sepa,
tomé papel y lápiz, y esparcí
las prendas de tu amor sobre la mesa.
Buscaba una canción y me perdí
en un montón de palabras gastadas.
No hago otra cosa que pensar en ti
y no se me ocurre nada.
(…)
No hago otra cosa que pensar en ti... / Nada me gusta más que hacer canciones, / pero hoy las musas han "pasao" de mí. / Andarán de vacaciones…
También este divertido vídeo habla algo sobre las musas, entre otras cosas...miércoles, 9 de junio de 2010
domingo, 6 de junio de 2010
Formación del Espíritu Nacional
miércoles, 2 de junio de 2010
Eros
caduco dios, y rapaz,
vendado que me has vendido,
y niño mayor de edad,
por el alma de tu madre
—que murió, siendo inmortal,
de envidia de mi señora—,
que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
(…)
Amadores desdichados,
que seguís milicia tal,
decidme, ¿qué buena guía
podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
(…)