"Ruega por ella", Goya. Tinta china a pincel.
Fuente de la imagen.
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1.- LA TOLERANCIA
Una doctrina que se impuso en la Iglesia en la Edad Media y se generalizó al principio de la Edad Moderna era la que recriminaba el sexo por placer. Basada en ideas de San Agustín que a su vez se fundamentaba en la teoría platónica.
Para Platón el hombre era una dualidad formada por alma y cuerpo. El alma es eterna y perfecta y pertenece al mundo superior de las ideas. El cuerpo, por el contrario, es efímero, inferior, atrapado en este mundo, del que saldrá con la propia muerte. El cuerpo viene a ser una cárcel de la que sólo puede uno liberarse sujetando las pasiones, los instintos, es decir: refrenando el placer. Una especie de purificación o catarsis para preparar al hombre para el mundo superior de las ideas. San Agustín parte de esta idea de Platón para señalar que debemos controlar la pasión y el desenfreno, usando sólo el sexo para la procreación.
Más tarde, Santo Tomás unió a lo anterior la idea de pecado: la lujuria, es decir, el sexo no encaminado a la procreación sería pecado, incluso dentro del matrimonio. Y por supuesto, un pecado mucho mayor cuando se realiza fuera del matrimonio o entre personas del mismo sexo, porque se impide la posibilidad de procrear.
Así se llegaban a considerar como muy graves la masturbación, la sodomía o el coitus interruptus, por imposibilitar totalmente la reproducción. Eran graves, pero no tanto, aunque moralmente repugnantes, el adulterio, el incesto, el estupro y la violación. Y menos graves la barraganía, el amancebamiento y la prostitución, ya que aunque estas conductas no preveían la reproducción, podría ocurrir ésta accidentalmente y dar algún sentido al coito.
Goya, capricho titulado: "Ya van desplumados"
La prostitución se vino a considerar como “un mal menor”, una forma de evitar otros delitos más graves, como la sodomía o la violación. Por esa razón hubo algo de tolerancia tanto por el derecho canónico como por el seglar. No se aprobaba pero quedaba impune por razones de utilidad social: una forma de apaciguar los impulsos sexuales incontenibles de hombres jóvenes o solteros.
Esta idea nos la confirman los autores del "Ocaso de las mancebías castellanas" (ver bibliografía): "En el otoño medieval, como es sabido, la prostitución estaba plenamente institucionalizada en buena parte de las ciudades de la Cristiandad. No simplemente se toleraban los burdeles, sino que éstos estaban organizados por la autoridad y regulados a través de meticulosas ordenanzas. La Teología, por su parte, daba carta de licitud a esta situación."
2.- LA REPRESIÓN
Hasta finales del siglo XVI no se vino a poner en entredicho el ejercicio de la prostitución. En las primeras décadas del siglo XVII se llegó a prohibir de forma taxativa. Una de las razones que impulsaron la ilegalización del comercio del sexo fue la delincuencia y alteraciones del orden público que aquella actividad generaba. La cuestión se complicaba con la crisis económica de aquel tiempo que multiplicaba en las ciudades el número de menesterosos y de gente abocada al delito.
La Contrarreforma católica nacida al amparo del Concilio de Trento añadía una argumentación moral a la prohibición de esta actividad, al proponer como camino para la salvación una conducta personal intachable. De esta manera fueron apareciendo argumentos que apuntaban en la dirección del cierre de las casas de mancebía. Felipe III fue el primer rey en fundar una cárcel para mujeres, “La Galera”, en donde concurrían ladronas, vagabundas, alcahuetas y algunas prostitutas no regladas, es decir aquellas que trabajaban en la calle y por su cuenta y no en las conocidas casas de mancebía que, en tiempos del rey citado, llegó a haber más de 800. Fue su hijo Felipe IV quien, aconsejado por los jesuitas y entre ellos el Conde Duque de Olivares, procedió a la tajante prohibición:
"Ordenamos y mandamos que, en adelante, en ninguna ciudad, ni villa, ni aldea de nuestros reinos, se pueda tolerar, y que, en efecto, no se tolere, lugar alguno de desorden, ninguna casa pública donde las mujeres trafiquen con sus cuerpos. Nos, prohibimos e interdecimos estas casas y ordenamos la supresión de las que existen. Encargamos asimismo a nuestros consejeros vigilen con particular cuidado la ejecución de este decreto, como una cosa de grande importancia, y a las justicias el ejecutarlo cada uno en su jurisdicción, bajo pena, para los jueces que toleren estas casas o las autoricen en cualquier lugar que sea, de ser condenados por este hecho a la privación de su empleo y a una multa de 50.000 maravedís, aplicables: un tercio a nuestra cámara, uno al juez y otro al denunciador; y queremos que el contenido de esta ley se ponga por capítulo de residencia."
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Pragmática Real de Felipe IV, febrero de 1623
La prohibición resultaba un tanto paradójica, porque todo el mundo sabía que este rey era muy aficionado al sexo fuera y dentro del matrimonio. Así, el 10 de febrero de 1623, se prohibió la existencia de casas públicas en España, lo que provocó un efecto no deseado: que muchas prostitutas se lanzaran a la calle a seguir ejerciendo su oficio. Porque...¿Quién pone puertas al campo?
El cierre de las casas de mancebía sentó muy mal a muchos ciudadanos quienes, como Quevedo, expresaron de alguna manera su malestar y su queja, como en estos afamados versos titulados
Sentimiento de un jaque por ver cerrada la mancebía (*)
“Viendo cerrada la manfla, (**)
con telaraña el postigo,
el patio lleno de yerba...
enternecido les dijo:
¡Oh, mesón de las ofensas,
oh, paradero del vicio,
en el mundo de la carne
para el diablo baratillo!
¿Que se hizo de tanto padre,
de sólo apuntados hijos?
¿Dónde fue el pecar a bulto,
si más fácil, menos rico,
en donde los cuatro cuartos
han sido por muchos siglos
ahorro de intercesiones,
atajo de laberintos?”
(*) Jaque: valentón, rufián.
(**) Manfla: mancebía.
Además de la prostitución, otras conductas van a ser severamente reprimidas, como por ejemplo “el bestialismo” o la zoofilia , que solía castigarse con la pena capital.
Henry Kamen, nos trae una anécdota extraída de los “Avisos” de Barrionuevo de 1659 :
“El viernes quemaron en Alcalá al enamorado de su burra y el mismo día vino aviso que quedaba preso en las montañas otro que se echaba con una lechona. Como si no hubiera mujeres tres al cuarto.”
Y comenta Kamen a continuación:
"Los culpables de este crimen eran siempre los mismos: gente rústica, la mayoría de muy limitada inteligencia y sin acceso a mujeres, como los marineros. En 1665 el Tribunal de Barcelona castigó a un marinero danés a tres años de galeras por haber sodomizado a una borrica."
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Bibliografía básica de referencia en los siguientes enlaces:
La represión en la prostitución en la Castilla del siglo XVII, de Isabel Ramos Vázquez. Universidad de Jaén.
Ocaso de las mancebías castellanas, de Francisco Vázquez García y Andrés Moreno Mengíbar. Biblioteca Gonzalo de Berceo.
Inquisición y sexualidad, de Henry Kamen. Biblioteca Gonzalo de Berceo.
Algunos artículos de blog recomendables:
http://paseandohistoria.blogspot.com/2009/12/adulterio-en-la-edad-media.html
http://paseandohistoria.blogspot.com/2009/03/la-prostitucion-en-la-edad-media.html
Más allá de los fundamentos filosóficos, religiosos y/o teológicos que pudiera haber utilizado la iglesia para justificar su actitud frente al sexo, hay un aspecto que yo tengo muy claro: su voluntad de ejercer el máximo control social sobre los individuos. La sexualidad era el asunto ideal, porque de él no escapa nadie, todos estamos llamados al sexo.
ResponderEliminarMuy interesante tu post. Saludos cordiales.
En efecto, Isabel: La Iglesia tenía la necesidad de encauzar las apetencias sexuales de la gente por el camino más conveniente a sus intereses.
ResponderEliminarGracias por tu aportación.
Un saludo.
Interesante artículo. Es muy curioso como la supuesta España de la Inquisición y la represión no lo fue tanto, y como la represión de la porstitución es más reciente de lo que muchos creen.
ResponderEliminarUn saludo
Magnifico texto, monsieur, y ademas muy interesante. Y si lo sazona con Quevedo, tanto mejor.
ResponderEliminarSi es que usted cuando viaja a este siglo es que lo vive!
Feliz tarde
Bisous
Muchas gracias por leer el primer capítulo de mi novela.
ResponderEliminarÓscar
El más represor fue el que más canas al aire echaba: Felipe IV.
ResponderEliminarUn saludo, amigo Sila.
Gracias, madame por su comentario.
ResponderEliminarLa verdad es que lo ha descubierto: el Siglo de Oro me tira mucho. Y echar mano de Quevedo es un lujo siempre.
Un saludo.
Opalazon: muy interesante ese primer capítulo. Muy ocurrente el recurso a la depresión del docente -algo que vivimos en carne propia los de este oficio- para justificar ese viaje.
ResponderEliminarUn saludo.
La jodienda no tiene enmienda!!! por cierto he tenido que recurrir al diccionario para saber que es eso de la barraganía.... a parte de esto una gran entrada...;)
ResponderEliminarBuenisima e interesantisima entrada Cayetano. Es cierto que por mucho que se intentase/intente prohibir, al campo no hay quien le ponga puertas, la frase de Jose Luis creo que es acertada para ello :).
ResponderEliminarUn abrazo.
Interesante entrada Cayetano. En referencia a la prostitución y el hecho de que se hiciera la vista gorda ante este tipo de relaciones en general cabe señalar además un hecho puntual que puede esclarecer aun más el asunto. A lo largo de la Edad Media se reforzó siempre la idea de que el matrimonio, al menos entre capas altas, era un elemento estrictamente político o social y que en el nada tenia que ver el amor. Esta necesidad de que la mujer no sienta amor por el esposo queda reflejado en numerosos textos de la época y, claro está, el matrimonio quedaba obligado a establecer relaciones sexuales puntualmente, solo casi como una obligación, en aras de conseguir descendencia. Las relaciones eran,asi, en muchas ocasiones un suplicio para uno o ambos miembros del matrimonio Esto favoreció aún más el recurso a la prostitución y a relaciones fuera del lecho conyugal. Sobre este tema hay un libro muy curioso del eminente medievalista Duby titulado "El amor en la Edad Media y otros ensayos" que a mi me fue de gran provecho y que no puedo dejar de recomendarte.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por el artículo!!
¡EXCELENTE ENTRADA! una de las mejores que he leído últimamente, mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarEs cierto que resulta curioso que Felipe IV, que tuvo más de 12 hijos fuera del matrimonio (entre ellos el genial don Jua José de Austrias) y al que tanto le gustaba "irse de putas" fuese quien prohibiese tal actividad, sin embargo, no sorprende tanto en Felipe III, el rey piadoso, del cual no se conoce ninguna relación fuera del matrimonio y que tras la muerte de su esposa decidió no volverse a casar.
Un cordial saludo y enhorabuena de nuevo.
Interesante entrada Cayetano.
ResponderEliminarRealmente siempre se ha querido someter a la sociedad, bien mediante el obscurantismo o mediante el sexo. A fin de cuentas lo importante era saber lo que hacía los demás para tomar medidas (o represalias)
Saludos
Hacía mucho tiempo que no asistía a una clase de Historia, tan bien explicada....
ResponderEliminar¡¡Magistral!! amigo Cayetano.
Besicos.
Muy interesante Cayetano y muy bien explicado. Curiosamente los que más prohibían eran los que menos ejemplo daban.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la cita a mis entradas.
¡Cuánta razón tienes, José Luis! Un tema de siempre.
ResponderEliminarFíjate si fue corriente la "barraganía" que ha quedado como apellido. Barragán se apellidaba un familiar mío del que yo, afortunadamente, no heredé nada, ni siquiera ese apellido.
Un saludo.
Gracias por tu comentario, Nikkita.
ResponderEliminarProstitución la habido siempre. Creo que es inevitable. Otra cosa es que necesite regularse, controlarse y meter a los proxenetas entre rejas.
Un saludo.
Tu argumentación tiene mucho sentido, Bragi. Había muchos matrimonios y no siempre había amor. Eso favorecía mucho la prostitución.
ResponderEliminarUn saludo.
Y qué poco se parecían padre e hijo: uno tan piadoso y el otro tan putañero.
ResponderEliminarGracias, Carolus II, por pasarte por aquí y comentar.
Un saludo.
Una sociedad tan disparatada y tan desigual como la de los Austrias necesitaba medidas de control para que a los estamentos dirigentes no se les escapara de las manos.
ResponderEliminarGracias, Manuel, por tu comentario.
Un saludo.
Eres muy amable, Cabopá. Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
No daban en efecto ejemplo los dirigentes de buenas costumbres. Las leyes eran para los demás.
ResponderEliminarGracias, Kassiopea por tu comentario y por tus excelentes entradas en tu blog sobre éste y otros temas.
Un saludo.
Vaya, vaya con las mancebías. Siempre he pensado que, al fin y al cabo, quienes las permitían o las prohibían eran los que usaban este servicio: los hombres. Porque, o me equivoco, o no había casas de éstas para uso femenino, jejej
ResponderEliminarClaro, que la Iglesia, en un principio las toleraba. Mientras se procreasen hijos dentro del matrimonio, el resto de fuerzas sobrantes se podían gastar con otras compañías. Todo con tal de que las relaciones sexuales dentro del matrimonio sólo cumpliesen la función de traer hijos al mundo. Eran relaciones pacatas y siempre ante los ojos atentos de Dios. La diversión se adquiría con otras mujeres.
Un abrazo
No te falta razón, Carmen. En una sociedad represora donde el sexo por placer dentro del matrimonio estaba mal visto, la prostitución era un escape tolerado para evitar males mayores.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Un saludo.
Eso está hecho. Vamos a hacer cada uno lo que podamos al respecto.
ResponderEliminarUn saludo.