Científicos
norteamericanos han llegado a la conclusión de que muchos delincuentes actuales
no habrían llegado a serlo si, cuando eran niños, sus educadores hubieran
utilizado técnicas pedagógicas modernas...
Como la silla de pensar.
Como la silla de pensar.
—Fulanito, ¿qué has
hecho? No se tiran piedras a las viejecitas. ¡Castigado a la silla de pensar!
—Menganita. Está muy
feo que insultes a tus profesores. ¡A la silla de pensar!
—Zutanito, no se tira
la dentadura del abuelito a la taza del váter. ¡Vete inmediatamente a la silla
de pensar!
El mundo actual sería
mucho mejor si hubiéramos utilizado a tiempo esta y otras técnicas…
—Lo que has hecho ha
estado muy mal. Así que… castigado. Vete a la silla de pensar.
Y se fue a la silla.
Pero
ya era tarde.
Por
eso, cuando Aaron Tanner, de treinta y ocho años de edad, estuvo
convenientemente sentado y preparado, el responsable del asunto accionó la
llave permitiendo que dos mil quinientos voltios circularan de golpe por el
cuerpo del condenado a muerte.
___________
P.
D.: el autor de este cuento es contrario a la pena de muerte. Solo que, esto de
la silla, da que pensar.
Vaya final....
ResponderEliminarUn abrazo Cayetano Gea.
Trágico final para un comienzo también espeluznante.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Una vuelta de tuerca muy ingeniosa, si señor
ResponderEliminarMe encantan los quiebros en el relato. Lo inesperado, el factor sorpresa.
EliminarUn saludo, Emejota.
Jjejeje Quizás 2500 voltios sea algo excesivo. Una sacudida más pequeña podía tener efectos positivos también. Ah, calla, que ya se intentó: se llamaba electroshock.
ResponderEliminarAbrazos, Cayetano
Creo que cuando se va la luz, los electrocutan con cerillas. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Xibelius.
¡coño! que mala leche, vaya final inesperado.
ResponderEliminarsaludos
Jejeje. Esa es la carta que siempre me reservo en la bocamanga: el quiebro de la historia.
EliminarUn saludo, Francesc.
Cayetano. Estaba sentada y al leer tu cuento me he levantado. No sea que aunque ya sea irrecuperable, me dé por pensar, venga el de la llave y la fastidiemos.
ResponderEliminarAfortunadamente todo queda en el terreno de la ficción. Ahora que hay niños más malos que un dolor. Jejeje.
EliminarUn saludo, Ana.
Un pensamiento muy electrizante, el de esa silla. Pero me encanta la moraleja, es muy chispeante.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Una pequeña venganza ante la nefasta educación que hoy reciben muchos chicos por parte de sus mayores.
EliminarUn saludo, Carlos.
Ay! Sí que da que pensar!. 😊
ResponderEliminarBesos
Y tanto.
EliminarUn abrazo, Myriam.
Hace falta un cambio en los métodos, en efecto. Pero no sé yo el éxito que hubiera tenido el sistema, porque al final terminarían identificando pensar con castigo, y no iba a apetecer mucho. Al final iban a terminar igual en la otra silla.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
El problema es que en muchas familias no se aplica ningún método, ni bueno ni malo. Y los nenes hacen lo que quieren.
EliminarUn saludo, Montserrat.
No digo yo que la descarga eléctrica sea lo adecuado pero, una buena dosis de reflexión no les iría mal a algunos niños.
ResponderEliminarMuy bueno Cayetano
Tan sencillo como aplicar un poco de Paulov: castigo o recompensa para sus actos. Hoy hay nenes que suspenden todas y de premio tienen habitación propia, móvil, ordenador, tele y dinero. ¿Para qué esforzarse?
EliminarUn abrazo, Ambar.
La silla de pensar es una buena táctica para que piensen mas de uno cuando hacen lo que hacen, así nos evitaríamos muchos males en el mundo.
ResponderEliminarPero claro la silla final de tu cuento no es precisamente para pensar, más bien para dejar de hacerlo.
En mis tiempos de pequeña nos mandaban de cara a la pared a pensar en lo que habíamos hecho mal y cuando la profe lo consideraba oportuno nos levantaba el castigo y nos decía si habíamos pensado bien lo que habíamos hecho. Eran otros tiempos a mi modo de pensar mejores en cuanto a la manera de educar.
Un saludo Cayetano.
Puri
El cuento es una parodia de una realidad caracterizada por una educación blanda y en exceso permisiva que está convirtiendo a muchos niños en unos tiranos sin límites. Lo del final, lógicamente es una simple licencia literaria.
EliminarUn saludo, Puri.
Y luego vienen los "lodos" en la madurez. Habría que mandar más a la silla de pensar, pero demasiados progenitores están a otras cosas.
ResponderEliminarSaludos, Cayetano!
La silla del faquir también da buenos resultados.
EliminarUn saludo, Félix.
Muy americano y muy didáctico el cuento.
ResponderEliminarEl rincón de pensar es mejor castigo.
Un saludo.
Yo, más que el rincón de pensar, prefiero simplemente el no premiar conductas negativas, al contrario que muchos progenitores.
EliminarUn saludo, El tejón.
Ya ves...Y yo creíaque con las chancletas de mi mamá había tenido... :D
ResponderEliminarFinal electrizante, para todos
Mejor la chancleta que la silla de pensar. No hay comparación.
EliminarUn saludo, Manuel.
Hombre, podrias haber puesto un finál alternativo. Al accionar el interruptor, saltan los fusibles y la sala se queda a oscuras. Entonces se escucha la voz del alcaide en medio de la oscuridad :
ResponderEliminar" Con tanto recorte de presupuesto, no ha habido manera de actualizar esta mierda de instalación eléctrica".
De fondo, suenan las carcajadas de Tanner.
Un abrazo.
Quita, quita, que esos brutos son capaces de electrocutar al reo con cerillas como en el chiste. Además, es una pequeña venganza por esos nenes salvajes que no respetan nada. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
No me gusta esa silla de pensar que hace echar humo de sus cabezas a quienes se sientan en ella.
ResponderEliminarSaludos.
Sí. En el fondo esta es la silla de no pensar.
EliminarUn saludo, DLT.
¡¡Madre mía!! Para nada me esperaba este final del cuento, mejor es que cuando vaya a hacer una gestión y me digan "siéntese por favor" les conteste "no gracias estoy mejor de pie".
ResponderEliminarUn abrazo.
Una travesura, sin más.
EliminarMe gusta hacer quiebros al final de las historias.
Un abrazo, Conchi.
En esa silla no da tiempo ni a pensar y más sabiendo que no va a servir de nada.
ResponderEliminarUn saludo.
Haberlo pensado antes. Jejeje.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.
¿En base a los criterios morales de quién, y por qué, habremos de pensar?
ResponderEliminarSaludos,
J.
El cuento pretende ridiculizar precisamente esa técnica de "la silla" o del "rincón de pensar".
EliminarEn cuanto a la pregunta "en base a qué", mejor que respondan los que creen en esa técnica. Yo no.
Un saludo.
Prefiero que los niños disfruten con el juego de las sillas... Silla de pensar, vete al rincón o darte con una regla en las manos eran recursos utilizados en mi colegio en mis tiempos mozos para castigar a los niños malos. En serio, lo último todavía he llegado a verlo en los años 80.
ResponderEliminarUn saludo
Y eso que los de vuestra generación salisteis ganando. Lo nuestro, con bofetones y brazos en cruz con carga de libros, era simple y llanamente maltrato infantil. Afortunadamente corren otros tiempos.
EliminarUn saludo, Carmen.