Mi nueva aportación a La Charca Literaria
Las cajas siempre van asociadas a cambiarse de casa.
Al principio, cuando los enseres de uno son escasos –y todavía se es joven–, son pocas.
Luego, vas acumulando libros, regalos y cosas; y, progresivamente, aumenta el número de cajas. Las mudanzas comienzan a ser algo complicado. Se hace preciso contratar los servicios de alguna agencia de transportes para evitar un sobreesfuerzo que pueda llegar a lesionarte.
En el último traslado de vivienda que hice recientemente, llegué a contabilizar un centenar de cajas.
La mayoría eran de libros.
Muchas veces pienso que para qué tantos si posiblemente no vuelva a leer ninguno de los que cambian de lugar y de estantería; pero es difícil que uno acepte desprenderse de algo que forma parte de la propia vida.
Luego están los enseres personales, los pequeños objetos: ese despertador que no usas porque ya no madrugas, esas gafas de sol que no te pones porque siempre están en el cajón, ese abanico que nadie utiliza…
Te pasas media vida trasladando de sitio cosas que nunca volverás a usar ni ver: fotos antiguas, folletos de viajes, guías turísticas, carpetas llenas de papeles, manuales de instrucciones, cuadernos, revistas, libros y más libros…
Parece una condena arrastrar tras de ti montañas de cachivaches embutidos entre paredes de cartón.
En todo caso, tengo algo seguro: para la última mudanza, todo esto me sobra. Todo lo importante cabrá en una sola caja.
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Todos nos resistimos a desprendernos de aquellas cosas que forman parte de nuestra vida. Los libros son imprescindibles aunque nunca se vuelvan a leer y las fotografías y un largo etc.
ResponderEliminarNo cabe duda de que en la última mudanza todo cabrá en una caja.
Un abrazo
Cierto. Pocos son los libros que releemos en nuestra vida.
EliminarUn abrazo.
Trozos de vida que nos acompañan aunque después hagamos caso omiso de ellos,
ResponderEliminarEn la última...
Un placer leerte.
Saludos
La vida debe ser eso: sentirnos rodeados de cosas que forman ya parte de nuestra historia personal. Una especie de "síndrome de Diógenes".
EliminarUn saludo, Pilar.
Este ultimo cambio que he hecho en mi vida ha roto el paradigma, ahora tengo cada vez menos, y es lo que he elegido. Lo que no se usa le agradezco el servicio prestado y adiós. Al fin y al cabo, son solo cosas, ahora hay mas sitio y mas libertad. Con la mente, intento hacer lo mismo, me he quitado y me sigo quitando de muchas cosas. Fuera cajas.
ResponderEliminarCon las personas que merecen la pena, no sigo esta regla.
Un saludo
Una vez que se pone uno, no para de llevar cosas al punto limpio. Aun así cuesta desprenderse de las cosas que han viajado contigo, sobre todo de los libros, y más sabiendo que casi nadie los quiere.
EliminarUn saludo, Carlos.
Hace poco hice un traslado y me parecía increíble que se pudiera guardar tantas cosas, que aparentemente no tienen ya uso, pero que significaron algo en mi vida. Y cierto, el colofón la última caja o urna. Nunca se sabe.
ResponderEliminarUn saludo.
Las cajas nos persiguen hasta el final. Es como un castigo divino.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.
Pues, ¿sabes qué te digo?, que tienes toda la razón del mundo. Y al último viaje nos vamos dentro de una caja o de una urna o ni eso. Mejor ir ligero de equipaje.
ResponderEliminarUn saludo
... Como los hijos de la mar. Inevitablemente, me has recordado, Carmen, el poema de Machado.
EliminarSaludos.
Y ni siquiera lo que quede en esa última caja será importante. Otro despojo más que no volveremos a utilizar.
ResponderEliminarSaludos, Cayetano
Pues sí. Para los creyentes en el más allá queda alguna esperanza; los demás, nos conformaremos con no ser.
EliminarUn saludo, Xibelius.
¡La de mudanzas que he tenido en vida y las que aún tendré! Los libros van conmigo a donde voy, y voy releyendo. Muchos, los más, son de estudio de las áreas que me interesan. Los cuadros pintados por mis amigas van también, algunas cerámicas hechas por mi, el ordenador y algo de ropa. Todo lo demás es prescindible y aprovecho a deshacerme de lo que no uso.
ResponderEliminarBesos
Hay cosas imprescindibles que hay que llevarse siempre. Pero también hay que ser muy selectivos si la casa a la que vas es más pequeña. Aunque eso duele.
EliminarUn abrazo, Myriam.
La última, en mi caso, será una urna :-) Y estoy pensando de hacer incinerar conmigo algún libro que me acompañe jajajajaja eso, por si me llegara a aburrir en mi próximo destino cósmico- celeste.
ResponderEliminarHaces bien. Un libro puede venir muy después. Quién sabe. Jejeje.
EliminarQue gran verdad. Todo cabrá en una caja.
ResponderEliminarUn abrazo
Y sobra espacio.
EliminarUn abrazo, Miquel.
Una buena reflexión sobre lo que es imprescindible y lo que no.
ResponderEliminarCuando nos hacemos mayores, vamos entendiendo mejor a Diógenes el cínico y su excéntrico comportamiento.
Un abrazo.
Cierto, Rodericus.
EliminarSiempre aprendemos algo del extravagante filósofo.
Un abrazo.
Gran realidad Cayetano. Cada persona es un mundo e interpreta la materia de forma diferente. Me agrada la comodidad y que la materia que necesite en cada momento se encuentre a mano. Me sobrevivirá, pero no voy a renunciar al placer de que me sirva a cambio de apenas atención por mi parte: El arte de optimizar la materia, para mi resulta una especie de juego. En su día comprimí 300m en 120, tras diversos avatares dichos 120 en menos de 50 y lo divertido es que todo lo principal y útil ha sido reinventado para cumplir diversos servicios y me ha seguido prestando servicio a lo largo de toda una vida. En resumidas cuentas que he hecho muchos malabares con la materia (cajas, libros, apuntes, muebles diversos, etc. para no transigir con la sociedad de consumo actual. Por lo demás de acuerdo con Roderico.
ResponderEliminarTodo depende de nuestras prioridades en cada momento.
EliminarAdemás, antes necesitábamos mucho espacio, por ejemplo, una habitación entera para tener un equipo de sonido, las cintas y los vinilos, una tele y un ordenador con torre. Hoy todo ello se puede suplir por un portátil, tres altavoces y el youtube.
Un saludo, Emejota.
Hola Cayetano:
ResponderEliminarNo veas cuantas veces me he mudado, incluso de país. Cuando me convertí en inmigrante, vi mucho más el valor de ciertas cosas, sobretodo cuando algunas se perdieron...Sim embargo, todo es relativo.
Saludos
Qué te voy a contar que no sepas. Los que cambiasteis de país habéis dejado muchas cosas atrás, incluso lo más importante: seres queridos. Lo material importa menos.
EliminarUn saludo.
Cayetano, me has traído el recuerdo de las casas de familiares que tuve que vaciar cuando nos dejaron. Del valor de tantas pequeñas cosas inservibles pero guardadas con amor por sus dueños y de la dificultad para sus herederos al elegir qué conservar y de qué desprenderse.
ResponderEliminarCierto. Porque lo que no tiene un valor material, tiene un significado sentimental. Es una tesitura difícil.
EliminarUn saludo, Ana María.
El final es apoteósico. Cuanta razón, con una caja tendremos bastante :) Siempre dije que prefiero un palillazo en un ojo a una mudanza, me matan!
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Pues a mí me queda, quitando la final, al menos todavía una. El año que viene o así. Horror.
EliminarSaludos, Félix.
Las mudanzas son buenas ocasiones para deshacerse de cosas y trastos, regalándolos, vendiéndolos o botándolos. Yo releo mis libros e historietas continuamente y me acompañan adonde vaya. Pero si es verdad que acumulo trastos, herramientas y materiales de los más diversos y extraños. Al final lo haces ver como un descanso, esa última mudanza... jejej
ResponderEliminarUn abrazo
Se tira mucho. Se hacen mucho viajes al punto limpio, pero siempre te queda la duda de si has hecho lo correcto o te has quedado corto. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Xurxo.