-Vamos a limpiar este pueblo
de rojos de mierda como tú. Casa por casa. No vais a quedar ni uno.
Habían
llegado hasta allí andando. Atardecía. Las nubes se iban impregnando del color
rojizo que iba adquiriendo el firmamento aquella tarde de octubre. El pueblo se
había quedado atrás, como a un kilómetro. En ese tramo de la carretera, se
abría una especie de zona desarbolada a la izquierda y allí precisamente se
habían detenido. La persona que iba maniatada sabía lo que le esperaba.
Reconocía perfectamente el atuendo de algunos de
ellos. Hombres de camisa azul, correaje,
pistola al cinto. Gentes sin escrúpulos que le miraban como se mira a un
microbio, desde lo alto y con una mueca de asco y desprecio.
Sus
captores no iban a tener compasión alguna. Estaban impacientes, deseosos de venganza. Y además
se estaban divirtiendo con la situación…
- Vosotros que
quemáis iglesias y matáis a los curas lo tenéis crudo. Esto no es nada
comparado con lo os vais a encontrar después. Dentro de un rato os estarán
esperando allí abajo con los brazos abiertos. Da recuerdos a Satanás cuando lo
veas.
Estaba
cansado, vencido, aturdido por los golpes recibidos y la sangre derramada.
Pensaba que resultaría totalmente inútil explicarles que él no había
participado en nada de lo que se le acusaba y que su único delito era el de ser
un ciudadano de ideas republicanas y haber defendido la legalidad vigente. Pero
no iba a servir de mucho porque ya estaba sentenciado de antemano. Así que
mejor no decir nada. ¿Para qué? No tenía ganas ni siquiera de implorar por su
vida. No merecía la pena. Todo estaba
perdido.
A pesar
de la triple línea defensiva, con alambradas y nidos de ametralladoras
camufladas, el pueblo había sido tomado sin grandes dificultades y otros como él,
denunciados por algunos vecinos, habían sido ya ejecutados.
La
localidad era para las tropas del general Varela un lugar muy importante en el
avance por el suroeste hacia Madrid, distante tan sólo unos 30 kilómetros. Una
vez tomado el pueblo, se desató una feroz represión y fueron fusilados más de
doscientos milicianos.
Por eso
casi estaba deseando que acabara aquel calvario cuanto antes. Pero los captores
parecían estar divirtiéndose con la situación, alargando unos minutos más el
final, como leones ante su presa desvalida y acorralada.
Los
acontecimientos vividos en las últimas horas se agolpaban ahora
atropelladamente en su memoria. Recordaba perfectamente cómo se habían
desarrollado los hechos. A primera hora de la mañana, apenas amaneció, habían
llegado a su calle haciendo chirriar los frenos un coche y un camión. De ellos se había bajado apresuradamente un grupo
de personas armadas. Empezaron por la casa de la esquina. Se oyeron golpes y
gritos, alguien dando órdenes. Una mujer suplicando para que no se llevaran a
su marido. Niños llorando. Más voces. Más gritos. Más golpes. Más llanto. Un
hombre maniatado era introducido a empellones en el camión. Después otro.
Cuando golpearon la puerta de su casa con las culatas de sus fusiles, gritando
como endemoniados, ya sabía a quién buscaban. No se podía escabullir. De nada sirvió que su mujer abriera la puerta
diciendo que él no se encontraba en casa. La apartaron de un empujón y se
colaron dentro. Cuando salió a dar la cara para protegerla, le propinaron un
culatazo en la cabeza que le hizo tambalear. Luego, con el rostro
ensangrentado, le ataron las manos a la espalda y mientras le insultaban y le daban
patadas le sacaron de allí a la fuerza como a un animal que conducen al
matadero. Finalmente le hicieron subir al camión con los otros y se fueron
rápido de allí.
Vae victis.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobre gente. Víctimas finales de los desaguisados que prepararon otros.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
Estas historias no terminan nunca porque nunca pueden terminar, siempre estan vivas y así debe ser.
ResponderEliminar"Empezaron por la casa de la esquina. Se oyeron golpes y gritos, alguien dando órdenes. Una mujer suplicando para que no se llevaran a su marido. Niños llorando. Más voces. Más gritos. Más golpes. Más llanto. Un hombre maniatado era introducido a empellones en el camión. Después otro. Cuando golpearon la puerta de su casa con las culatas de sus fusiles, gritando como endemoniados, ya sabía a quién buscaban."
Siempre lo saben, o no, a veces no saben nada fuera de su ansia y de la ola que los lleva, una ola que no encuentra nunca la playa.
Mucha inquina local, mucha venganza personal. Lo más indecente que puede haber entre vecinos y hermanos.
EliminarUn saludo, El Peletero.
Terriblemente real. Cada vez me aterra más esto del proceso del desarrollo neuronal, demasiado cruel e injusto, pero ¿a quién le importa? si se repite con tanta frecuencia. Estamos solos, conviene aprender y enseñar a guardarse .... y aún así.
ResponderEliminarEn momentos terribles como este, cada uno saca el animal que lleva dentro. Tremendo.
EliminarSaludos, Emejota.
Mientras la gente de ambos bandos que tenían lo que hay que tener se jugaba la vida en las trincheras del frente, las ratas de retaguardia asesinaban a mansalva a sus enemigos supuestos o reales, y de esta hijoputez no se salvan ni milicianos ni falangistas. Con carlistas e isabelinos, era la misma historia. Se puede rebobinar la historia todo lo que se quiera hacia el pasado y la escena se repetirá indefinidamente. Las guerras civiles (y las no tan civiles) siempre han sido así desde que el mundo es mundo. Hecho que no me consuela en absoluto.
ResponderEliminarUn saludo.
Cierto. En estas situaciones, siempre hay gente que saca lo peor de nuestra especie. Aquí ya no hay ideologías, sino pura y dura venganza.
EliminarUn saludo, Carlos.
Entre las consecuencias de las guerras fraticidas están las vergonzosas venganzas de unos contra otros, los odios amasados muchas veces durante décadas por absurdos temas familiares, y que costaron la vida a mucha gente. Superar los odios que de esas guerras fraticidas se deriven es, tal vez, lo único sensato que pueden hacer las generaciones siguientes.
ResponderEliminarBesos Cayetano
En localidades pequeñas, las venganzas personales eran muy frecuentes. Rivalidades entre familias que a veces se remontaban varias generaciones en el tiempo.
EliminarUn abrazo, Ambar.
Creo que CARLOS MARTIN dice lo que hay que decir.
ResponderEliminarNo salva a nadie. A nadie.
Unos por ser mala gente; otros por no ser menos que los unos.
¿ Qué diferencia hay entre un falangista hijo puta que mata contra el paredón del cementerio a uno de la CNT que tortura en una cheka en nombre de una sociedad igualitaria?
No hay guerras civiles, todas sin inciviles y todas egoístas.
Un saludo.
Salut
Sin ninguna duda. Solo que este relato era un homenaje concreto a esos perdedores que no solo perdieron la guerra sino también la vida defendiendo unos un ideal, otros la legalidad vigente y algunos otros, no sabemos bien qué. Y luego está el tema de las venganzas locales. Muchas rencillas entre familias se saldaron señalando con el dedo a unos u a otros. También hubo psicópatas y delincuentes comunes con cargos de responsabilidad que hicieron de las suyas.
EliminarUn saludo, Miquel.
Coincido con Carlos...Unos pelean mientras los otros están con la venganza...Que no tiene que ver con la ideología.
ResponderEliminarEn las guerras, además de perder todos, son egoístas y tristes...vengativas...
Saludos Cayetano. Crudo relato
Terribles. Que no vuelvan a ocurrir. No hay cosa peor.
EliminarUn saludo.
Saca lo peor del ser humano, no importa el bando, todos pierden.
ResponderEliminarSolo las alimañas de dos piernas sacan tajada.
Besos, Cayetano
Así es y parece que no aprendemos. Mira los sirios.
EliminarUn abrazo, Arantza.
Triste. Muy triste. Si malas son las guerras, las fraticidas son horribles. Y lo peor de todo es los odios y venganzas que despiertan atendiendo a ideologías carentes de sentido. Esto mismo que nos cuentas pasó en muchos pueblos, y ¡ay¡ de aquel vecino que te la tuviera jurada por una cuita de poca monta. Chivatazo al canto. Que pena.
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano
Aquí, en mi localidad adoptiva, me contaban los alumnos mayores que los que ganaron la guerra se quedaron con todas las tierras. Los demás, o los fusilaron o se tuvieron que ir, de momento, hacia madrid, que era más defendible aquellos meses.
EliminarUn saludo, Félix.
Las Escrituras de las Fincas cambiaron de nombre por arte de magia...
EliminarNo sé cómo lo harían pero parece que fue así.
EliminarOtro saludo.
Seguro que ni pagaron el ITP y AJD.
Eliminar¡Cuánto odio! Un relato verídico que hiela la sangre...
ResponderEliminarUn abrazo, Cayetano
Sí, está basado en hechos reales y en un lugar real, aunque con las licencias típicas del relato.
EliminarUn abrazo, Myriam.
Relatos crueles de una guerra que lo mismo se podían escuchar en un bando que en otro. Detenciones, súplicas, llantos de niños, empujones, andar hacia un camión, días de tortura en una cárcel improvisada, a veces juicio de pantomima, otras ni eso, viaje hacia una cuneta, de noche, y tiros en la nuca maniatados, todavía haciendo memoria de sus delitos sin encontrarlos. El sinsentido de un conflicto bélico que nunca debería haber ocurrido.
ResponderEliminarUn saludo
Una locura colectiva que esperemos sea la última.
EliminarUn saludo, Carmen.
Cayetano, voto porque sea como sea y pacten lo que sea necesario, nunca volvamos a vernos en esa situación.
ResponderEliminarCuando se tiene una familia que ha sufrido la locura por partida doble, detecta rápido a los que intentan enfrentarnos con el discurso del odio.
Son los mismos que siempre acaban las guerras vivos, ellos y sus hijos.
Los dirigentes que provocan estas guerras o las ganan o suelen irse de rositas. Los que se matan son la gente de a pie, muchos sin ideología clara y algunos pocos aprovechando el río revuelto para obtener ganancias o sepultar deudas. Como "En la frontera" es un libro de perdedores, quise dedicar un relato a los que lo perdieron todo en esa pesadilla. Y me vinieron al pelo algunas cosas que ocurrieron en mi localidad de adopción. Hay un libro muy bueno que debe andar en alguna caja en el trastero se llama "Partes de guerra", de Ignacio Martínez de Pisón, una recopilación de relatos de grandes escritores españoles de diferentes ideologías y sensibilidades, desde el frente o desde la retaguardia, desde la zona republicana o desde la zona nacional. Uno de los relatos es "La lengua de las mariposas", de Manuel Rivas, que fue llevado al cine en su día.
EliminarUn saludo, Ana.
Triste muy triste esta parte de nuestra historia,ojalá nunca más se vuelva a repetir. En mi familia algunos fueron a la guerra sin saber el motivo y al final unos no regresaron y los que si lo hicieron nunca más olvidaron y no quisieron contar lo que habían vivido.
ResponderEliminarUn saludo Cayetano
Puri
Un verdadero trauma para más de una generación.
EliminarUn saludo, Puri.
He oído estas historias a mi padre, me las contaba cuando era adolescente y me producían una tristeza infinita. Las oigo o las leo y me siguen produciendo la misma sensación. Pena, mucha pena por diferentes motivos. Esto me lleva a pensar que todavía tenemos un capítulo de nuestra historia por cerrar.
ResponderEliminarUn saludo.
Las heridas mal cerradas se vuelven a abrir.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.