En las pasadas contiendas, incluida nuestra guerra civil, los soldados empleaban más tiempo
en combatir a los piojos que a los enemigos del bando contrario. Eliminar estos
parásitos era algo trascendental, no sólo para evitar las molestias y los
picores que ocasionaban, sino porque estos indeseables “huéspedes” eran
transmisores de importantes enfermedades como el tifus o la “fiebre de las
trincheras”, en realidad una infección ocasionada por las heces del piojo al
entrar en contacto con una herida. La responsable era una bacteria (la
“bartonella quintana”) y los síntomas eran fiebres altas y dolores articulares y musculares. La falta de higiene era un estupendo caldo de
cultivo para la proliferación de esta enfermedad.
No hay que echarle
demasiada imaginación para entender cómo eran las condiciones higiénicas en el
frente de combate. Gente sin asearse durante días y días, con la misma ropa,
llenos de polvo y de suciedad, rodeados de basuras, de barro y de cadáveres. Un
ambiente propicio para la proliferación de ratas y de piojos que encuentran en
la porquería su particular paraíso. Y en
este inmundo lugar, los piojos lo tienen fácil, saltando de prenda en prenda,
de catre en catre, de cabeza en cabeza. Y al poco, los soldados comienzan a
notar que debajo del casco algo se mueve produciendo al principio un ligero
cosquilleo que luego se va convirtiendo en desazón y en picor que se va
agudizando y haciéndose insoportable y desquiciante. Con el tiempo, de tanto
rascarse, el soldado se va haciendo una herida. El siguiente paso es la
infección.
“Con
los rojos, hambre y piojos”, se decía, lógicamente en el bando contrario.
Cuentan los abuelos que
durante nuestra Guerra Civil una manera de entretener el tiempo entre refriega
y refriega era organizar carreras de piojos. Cada participante competía con uno
de los suyos frente a los de los demás. Los soldados apostaban alguna cosa,
generalmente cigarrillos. Y así mataban el tiempo.
Siempre se ha achacado la
proliferación de parásitos a la miseria y a la falta de higiene propias de
épocas pasadas, sobre todo durante la guerra y la posguerra. Lo que resulta
increíble es que en la situación actual se produzcan de vez en cuando brotes de
piojos. Normalmente el foco suele ser la escuela. Dicen que las cabezas más
limpias resultan precisamente más atractivas para el contagio. Luego cuando los
niños llegan a casa, los parásitos saltan de cabeza en cabeza hasta que toda la
familia queda infestada. La siguiente escena es la visita a la farmacia para
comprar potingues. Luego viene el lavado de cabeza, la loción o el vinagre y la
toalla en plan turbante. Dicen las malas lenguas que son precisamente los
fabricantes de los champús antipiojos los que cultivan cepas de estos bichos,
los crían y los sueltan en centros comerciales, colegios, grandes superficies
frecuentadas por multitudes. Pero esto sólo es una leyenda urbana sin
verificar.
Si después de leer estas
líneas os pica la cabeza, no os debéis asustar. Siempre que se habla de piojos
suele ocurrir.
Francisco: la culpa es sólo mía. Se me olvidó poner el enlace. Copio a continuación tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
"No he podido encontrar el enlace para comentar en tu entrada de hoy. Te comento. Estando de soldado en un cuartel de Torremolinos, "Campamento Benítez", en el momento que Amstrong pisaba la luna, 1969, había tal cantidad de chinches en los jergones de aquellas literas que era imposible dormir. Me compré un bote de ZZ y espolvoreaba el jergón y el de mi vecino de litera para poder dormir, no sé si con las chinches muertas o nosotros drogados. Ya se habían cumplidos los 25 años de paz, no estábamos en las trincheras. Finalmente vino un destacamento de Sanidad de Granada e hicieron una desinfección a fondo en todas las compañías y nos libraron de vecinos molestos.
Un abrazo."
Y es que teníamos cada ronchón...
Entretenida esta entrada; sí, debía ser un gran problema el combatir los piojos en el frente, en ese estado de suciedad y poca higiene. Incluso, después en la posguerra, erradicar los piojos fue un gran problema. Me ha gustado conocer esa refrán que cantaban los nacionales, no lo conocía. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHasta hace un rato no se podían publicar comentarios, me alegro que ya se pueda.
ResponderEliminarComo continuación al comentario de Francisco, citar otros bichitos como los chinches y garrapatas que siguen a sus anchas pese a la teórica mejora del higiene que ahora disfrutamos. Por no hablar del que aloje ladillas por frecuentar antros no recomendables.
Y volviendo a aquellos años en blanco y negro, recordar los tiempos de la tuberculosis que parece que está volviendo con fuerza renovada
Saludos, Cayetano
Yo no tengo problema, porque tengo tres pelos. Mi Fuensanta tiene que andar con cuidao, porque ella luce un buen moño.
ResponderEliminarEn la actualidad una guerra no está claro que favoreciera a los piojos. Con esto de las nucleares, una de dos: o habría desinfección total, o aparecerían piojos de tres kilos debido a las mutaciones.
Saludos.
Nunca había relacionado a los "piojos sucios" de las trincheras con los "piojos limpios" de los colegios, tan lógicos los primeros como ilógicos los segundos.
ResponderEliminarAunque induces a que nos pique la cabeza, nos ha encantado tu entrada.
Un abrazo fuerte de tus amigos anónimos.
Estaba terminando de leer tu publicación, y ya estaba rascándome la cabeza cuando ví tu advertencia:"si después de leer estas líneas os pica la cabeza..." Je! Eres genial! Estás en todas Cayetano! Muy interesante post, desconocía muchas de las anécdotas que incluyes en él. Abrazoooooo
ResponderEliminarAún después de todas las medidas higiénicaas que existen, los piojos pupulan. Esa teoría de las cepas implantadas no es descabellada...o más bien despiojada ;D.
ResponderEliminarSon menos frecuente que antaño, pero por ahí siguen estando
Saliudos Cayetano
Cayetano, he tenido suerte, jamás me he contagiado de piojos, ni de pequeña ni ahora, no sé si será la clase de pelo o el champú...
ResponderEliminarMis tres hijas tampoco han tenido "visitantes", menos mal porque...
¡Me dan un asco!
Un abrazo amigo.
Paco: el tema de los piojos ha sido frecuente en nuestra historia pasada, no tan lejana.
ResponderEliminarUn saludo.
Carolus: por la crisis volverán enfermedades que hasta ahora considerábamos erradicadas.
ResponderEliminarUn saludo.
La Fuensanta y el Antón: el problema de la guerra nuclear es que los únicos que van a sobrevivir no serán los piojos sino las cucarachas, algunas se van a poner como centollos por las mutaciones esas.
ResponderEliminarUn saludo.
Anónimo Castellano: según escribía este "divertimento piojoso", a mí también me estaba picando la cabeza.
ResponderEliminarUn saludo.
Patzy: por eso escribé esa coletilla final, porque a mí ya me estaban entrando picores.
ResponderEliminarUn saludo.
Manuel: hay gente interesada en vender sus productos para piojos, igual que hay otros que quieren vender sus lavadores. Si duraran siempre, no habría ventas. Por eso no es "descabellado" lo de las cepas.
ResponderEliminarUn saludo.
Rosario: nosotros en casa los pillamos los cuatro a la vez. Claro, íbamos al mismo cole: dos profes, dos alumnos. En cuanto los pilla uno, el contagio está garantizado para todos. Vamos, la cosa no fue muy trágica: champú, loción, toalla en la cabeza... Luego, secándome el pelo con fuerza, cayó al lavabo un piojo como un centollo. ¡Puaj!
ResponderEliminarUn saludo.
Con esta entrada me has recordado lo que me contaba mi padre. Durante la guerra civil mi padre era un niño y contaba con sólo 6 u 9 años. Él y sus amigos se dedicaban al inocente pasatiempo de coleccionar casquillos de bala que recogían del campo o de la calle (eran frecuentes los paseíllos o los fusilamientos junto a la tapia del cementerio o de la plaza). Su lugar preferido era el Palacio Ducal, entonces Cuartel, al que iban por hablar con los soldados que encontraban allí. En más de una ocasión volvieron con la cabeza llena de piojos, claro.
ResponderEliminarUn saludo
Carmen: "el general piojo", un enemigo muy peligroso durante la guerra y la posguerra. El inocente juego de buscar casquillos usados a veces era peligroso, sobre todo cuando se encontraban balas sin utilizar.
ResponderEliminarUn saludo.
Ja, ja, pues esa leyenda urbana no debe estar demasiado lejos de la realidad. Por otra parte, ¿hay una imagen más entrañable que la de una mamá chimpancé despiojando a su hijito? Besazos.
ResponderEliminarTienes toda la razón en tu entrada, querido Cayetano; a mí sólo de pensar en ellos me da prurito. Y lo increíble, como bien dices, es la plaga en los colegios actualmente.
ResponderEliminarMil bicos.
Afortunadamente todos los días me rapo la cabeza, pero mi hijo no, y cuando iba a la guardería apareció con ellos. Sin duda van a las cabezas limpias, los muy jo...
ResponderEliminarSaludos.
Me ha divertido tu entrada y debo reconocer que sí, que me ha llegado a picar la cabeza.Limpios o sucios sigue habiendo piojos.
ResponderEliminarUn saludo
No termino de entender como es posible que haya piojos en esta época con tanta limpieza y todos los años se reproducen en la escuela, además cuantos más potingues se echan en la cabeza más desprotegidos quedan para la siguiente oleada. Es comprensible que en tiempos de guerra proliferen todo tipo de parásitos, pero ahora habrá que buscar otras explicaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leches que si que me pica, a ver a ver si mutan y son capaces de viajar por las ondas...
ResponderEliminarSaludos.
Efectivamente, me ha acabado picando la cabeza. De las guerras siempre hay alguien que saca tajada (aunque se suela recurrir al manido "no hay vencedores, sólo vencidos"). Los piojos también se ven beneficiados de los enfrentamientos bélicos.
ResponderEliminarSobre la leyenda urbana de soltar piojos... tiene un sospechoso parecido con lo que se dice de los antivirus de los ordenadores. ¿Serán verdad ambas cosas?
Un saludo
parece difícil acabar con los parásitos. Los piojos son resistentes y, en efecto, perfectamente capaces de alcanzar las cabezas más limpias. Llama la atención que se ceben tanto con los niños. A ver si va a ser verdad la leyenda urbana!
ResponderEliminarBuenas noches, monsieur
Bisous
Mira que no habré quitado piojos, liendres y demás miembros de la especie de las cabecitas de mis tiernos infantes. Lo de los fabricantes tiene sentido habida cuenta que en nuestros tiempos, hasta donde tengo noticia, no visitaban los colegios tanto como en los del bienestar social. Bss.
ResponderEliminarIsabel: los chimpancés a veces nos dan lecciones de lo "monos" que son.
ResponderEliminarUn saludo.
Profedegriego: intereses inconfesables puede haber detrás de esos brotes inesperados.
ResponderEliminarUn saludo.
Dissortat: así ya puedes, con la cabeza rapada no tienen donde esconderse los muy sinvergüenzas.
ResponderEliminarUn saludo.
Ambar: según iba escribiendo ya me iba picando la cocorota.
ResponderEliminarUn saludo.
Valver de Lucerna: ya te digo, intereses inconfesables de los que ganan con esto.
ResponderEliminarUn saludo.
Eduardo: como decía mi suegro. Al hablar de piojos entran picores. Al hablar de pedos, entra la risa. Matemático.
ResponderEliminarUn saludo.
Allegra García: como se dice coloquialmente... Piensa mal y acertarás.
ResponderEliminarUn saludo.
Madame: o cada vez son más resistentes y es que los fabrican a mansalva.
ResponderEliminarUn saludo.
Emejota: yo la única vez que los pillé fue en un cole privado en los años 80.
ResponderEliminarUn saludo.
Y hablando de parásitos, cuantos hay, no en nuestras cabezas, sino en nuestros bolsillos.
ResponderEliminarUn saludo.
DLT: es encender la tele y llenarse la casa de parásitos. Prefiero los piojos. Con ellos sé a qué atenerme.
ResponderEliminarUn saludo.
Aun hay plaga en estos días, y parece ser se sacan la lengua unos a otros en el congreso, ya no hacen carreras como antaño, ahora se dedican al arte del descrédito , "como siempre sin hacer nada" solo molestar...
ResponderEliminarUn saludo.
elperroverde
Pedro: prefiero los piojos de antaño. Los que tú dices son más bien sanguijuelas.
ResponderEliminarUn saludo.
Una ingeniosa y gratísima entrada. Pura intrahistoria.
ResponderEliminarSaludos.
Retablo: da un poco de picor la lectura, pero creo que quedó simpática.
ResponderEliminarUn saludo.
Y las temidas ladillas, que tanto y tanto protagonismo tuvieron en época de paz o guerra.
ResponderEliminarUn abrazo
Senovilla: temibles también, sí señor. ¿Para cuándo una entrada con ellas? También tienen derecho, ¿no?
ResponderEliminarUn saludo.
Las leyendas urbanas existen, no lo dudes.
ResponderEliminarde todos modos tienes razón hay garrapatas y estas también produccen enfermedades y no de poca monta. Borrelia se llama el maldito bicho que transmiten, las malditas. En mi infancia no vi nunca ningún piojo, pero de mayor sí. Tampoco vi garrapatas y de mayor sí. ¿No será que la leyenda urbana no confirmada se extiende?
Muy divertido.
Salut, Cayetano
A mí me pasó lo mismo. Yo sufrí los piojos ya de mayor. ¿Será verdad que prefieren los cabellos limpios?
EliminarUn saludo, Anna.