
Imagen: Conde-Duque de Olivares, según Velázquez en Wikipedia
LA DECADENCIA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVII
Quevedo asiste como testigo excepcional a la ruina progresiva del país durante la primera mitad del siglo XVII (Felipe III y Felipe IV). Una España cuyo gobierno estaba en manos de los validos (Duque de Lerma, Conde Duque de Olivares...).
La España imperial, cuya grandeza se cimentó con los Reyes Católicos y se consolidó con Carlos I y en parte con Felipe II, ya comienza a dar señales de decadencia con el desatre de la Armada Invencible frente a Inglaterra en 1588.
Las guerras continuas en el exterior suponen un desastre humano y económico, por las pérdidas demográficas (gente joven, fundamentalmente) y su enorme coste material.
Las epidemias, las malas cosechas, el abandono de las áreas rurales para emigrar a América o a las ciudades, los elevados costes de la Corte, la corrupción... todo se traduce en ruina económica.
Las guerras en el exterior culminan con la independencia de Portugal y de los Países Bajos. La paz de Westfalia en 1648 supuso el fin de la hegemonía española a favor de Francia .
El siglo XVII es por tanto un tiempo de decadencia económica, pero también social y moral, en una España donde no se valoraba el trabajo manual, donde se despreciaban muchos oficios por considerarse de baja condición, donde gente adinerada abandonaba sus quehaceres productivos para aspirar a cargos de la nobleza, donde conceptos como la “pureza de sangre” eran una obsesión: creyentes de toda la vida o “cristianos viejos”, fente a cristianos conversos, judíos o moriscos, “cristianos nuevos”, envidiados precisamente por su buena situación económica...
Una España llena de corrupción y mala administración, con un ambiente de intransigencia religiosa fruto de la Contrarreforma y el Concilio de Trento, con grandes desigualdades sociales, con las calles y los caminos llenos de mendigos y delincuentes, en la que los ciudadanos han de pagar elevados impuestos para costear una corte lujosa e interminables y estúpidas guerras para mantener una hegemonía en Europa que se desvanece.

Y en este contexto aparece la figura, contradictoria y enigmática, de Quevedo.
Aparte de la vertiente satírica, burlesca, de grueso humor negro y escatológico, presente en obras como “Los sueños”, “El Buscón” y tantas otras, aparte también de algún poema amoroso de enorme sensibilidad y gran valor literario, su obra está llena de pesimismo, desencanto y desengaño, con una obsesión profunda por el tema del paso del tiempo y la muerte. Sus versos rezuman angustia, tristeza, dolor, impotencia ante el desastre propio y ajeno:
El pesimismo barroco, el tema obsesivo de la muerte en una época dura, la crisis de un tiempo que se agota, la decadencia propia y la del Imperio. Dice Quevedo:
“Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.”
Pesimismo y doble decadencia que anuncia el soneto: la propia y la de España.
La otra vertiente de la literatura “seria” de Quevedo es la poesía crítica
En una ocasión en la “Epístola censoria contra las costumbres de los castellanos”, escrita y dedicada al Conde Duque (aparentemente no para criticarle sino para darle consejos para el buen gobierno) se atreve a decir:
"No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando los labios, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
ya tocando los labios, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
La crítica llega a su más alto nivel con un famoso memorial que comienza con estas palabras:
“Sacra, católica, cesárea, real Majestad...”
Unos versos terribles y críticos aparecidos bajo la servilleta del Rey Felipe IV, en los que se denuncia la política del Conde Duque. Por ello se le detuvo, se confiscaron sus libros y, sin apenas darle tiempo a vestirse, fue confinado en el Hostal San Marcos en León hasta la caída del valido.
En esos versos, de forma anónima, pero reconocible por su inconfundible estilo, Quevedo expone una serie de males que atenazan a las gentes humildes y corrientes del reino:
“A cien reyes juntos nunca ha tributado
España las sumas que a vuestro reinado.
Ya el pueblo doliente llega a recelar
No le echen gabela sobre el respirar”
Sigue acusando a los poderosos de abusos y corrupciones, Se queja de los gastos suntuosos, de las grandes fiestas...
“¿Qué importan mil horcas –dije alguna vez-
si es muerte más fiera hambre y desnudez?
Los ricos repiten por mayores modos:
Ya todo se acaba, pues hurtemos todos”
Pero Quevedo había salido ya del encierro, en 1643, achacoso y muy enfermo, y renuncia a la Corte para retirarse definitivamente a la Torre de Juan Abad en Ciudad Real y fallecer poco después.
Del Concilio de Trento sale la iglesia que conocemos hasta hoy:"Iglesia Católica Apostólica Romana" y el Papa como jefe.(siempre tiene que haber un jefe...XD)
ResponderEliminarLa poesía de Quevedo tiene como temas principales:la moral,la metafísica,
la religión, el amor,y la sátira. un estilo muy peculiar de escribir Quevedo utilizaba un lenguaje sencillo, pero buscaba palabras raras...y escribía sobre todo "sobre la moral española de aquella epoca"....
como te lo curras!!!!!!!
ResponderEliminarAl amigo Quevedo le tocó vivir lo peor del siglo XVII. Ese pesimismo que preveía el bueno de Cervantes y que se agudiza en el reinado de Felipe IV. Es don Francisco un individuo que, no obstante, era un maleducado y un (con perdón) algo más que un mala leche: aceleró la muerte de Luis De Góngora comprando la casa que habitaba para expulsarle de la misma. El pobre don Luis se vió en la calle y con una pulmonía en aquél, especialmente crudo, invierno de 1627. Hasta esos extremos llegaba el enfrentamiento entre culteranos y conceptistas. Además era un antisemita.
ResponderEliminar¿Justificable su mala leche por la crisis? No. La elegancia se demuestra con paciencia. Cervantes también tuvo muchas desgracias y no fue un mala uva como Quevedo. Ya apuntaba su carácter como estudiante en Alcalá, muy pendenciero, de cuyas aventuras se adivinan páginas autobiográficas en "El Buscón", único libro suyo que he leído.
La recuperación del país llegó, paradógicamente, en el reinado del último Austria. Henry Kamen, revisionista de nuesta historia, en su libro "La España de Carlos II" demuestra el cambio de ciclo histórico y económico en todos sus aspectos en torno a 1680, ciclo que llegaría hasta 1780 aproximadamente. Aunque el rey fuese un desgraciado enfermo y "Hechizado" ¿Iba a llegar la recuperación milagrosa solo por la varita mágica de Felipe V?
Saludos y buen domingo madrileño.
Vangelisa, eres muy amable.
ResponderEliminarComo bien dices, Quevedo también escribió poemas de amor. Sirva éste como muestra:
"Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
mas no desotra parte en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado."
Quizá uno de los mejores sonetos de amor que se haya escrito nunca
Pues sí, Juan, amigo y compañero de fatigas, don Francisco se las traía. Tenía mal carácter. Estaba amargado por su cojera. Era algo misógino y xenófobo. Y Góngora -"gongorilla"- era su enemigo de cabecera. Pero qué le vamos a hacer, era un genio de la literatura, y con Quevedo me pasa lo mismo que con Dalí. No me gustan como personas, pero su valor literario o artístico no dejan lugar a dudas. Y además le echó narices al criticar al Conde Duque.¡Había que tener valor!
ResponderEliminarPues si es verdad, es un soneto de amor, con mucho amor escondido. Pues aun despues de la muerte, se seguiran amando..."cenizas" ,"polvo enamorado" eso es lo mas.
ResponderEliminarEse verso lo utilizo siempre que alguien me dice que Quevedo no tenía sentimientos afines hacia las mujeres...
ResponderEliminarEstimado KAY. Estoy de acuerdo contigo. De Quevedo lo que más se conoce es su vertiente satírica y humorística, y menos su "poesía seria".
ResponderEliminarComo ya se ha comentado el Quevedo real y su obra son figuras odiadas y respetadas... salvando las distancias con Quevedo me pasa como con Joaquín Sabina... no me ha hecho nada pero no me cae bien, en cambio me encanta su música y siempre que puedo no me pierdo un concierto... con Quevedo es similar, el binomio amor odio es indisoluble...en su figura y hay que reconocerle que nadie como él para retratar la decadencia de aquella España.
ResponderEliminarSon sentimientos encontrados. Lo que te pasa a ti, José Luis, con Sabina me pasa exactactamente igual a mí. No hay otro que haga letras más originales que él, pero como modelo...deja mucho que desear. Y Quevedo, pues eso, es hijo de su tiempo, con su dosis de mala leche, amargura y antisemitismo.
ResponderEliminarTe regalo otro premio "palabras como rosas", espero que lo aceptes
ResponderEliminarAcepto tu detalle, Vangelisa. Muchas gracias. Además, el nombre es sugerente. La rosa es bella, huele bien, pero también tiene espinas que pueden herir, como las palabras.
ResponderEliminarUn saludo.