La incineración es un asunto muy delicado.
Los encargados de tal menester a veces son algo chapuceros.
Puede ocurrir que pase como con las fogatas que, entre las cenizas, encontremos pequeños tizones, restos de rescoldos apagados, pequeños fragmentos de carbón, posiblemente huesos a medio quemar. Vamos, una incineración incompleta, mal hecha.
A Herminio Pérez “le tocó” en herencia la urna con las cenizas y los tropezones semicalcinados del abuelo.
Fue una burla macabra.
A los otros familiares les correspondieron sus propiedades y sus depósitos bancarios. A él, tan solo cargar con el mochuelo de los restos. Un detalle de los allegados hacia él, dado que el vejete, un tacañón como la copa de un pino, no le había legado ni un céntimo. Fue el primo Jacinto quien, tras guiñar un ojo a los demás, se lo propuso:
-Mira, sé que en el fondo a él le hubiera gustado que tú lo tuvieras. ¿Te importa quedártelo?- Le dijo mientras contenía la risa y, con gesto de seriedad impostada, le ofrecía la pequeña urna con los restos del finado.
Y por inercia y respeto al momento luctuoso, más que por convencimiento, lo aceptó. Y eligió la repisa de la chimenea del salón como lugar adecuado y allí, junto a otros adornos de discutible gusto estético, colocó el recipiente, como había visto hacer en alguna película.
Unos meses más tarde vinieron a comer a su casa los familiares, quienes, además de haberse quedado con toda la herencia, eran unos gorrones de mucho cuidado. Como hacía buen tiempo, Herminio se decantó por preparar una comida en el jardín. Disponía de un buen puñado de leña para hacer brasas. También contaba con una buena colección de botellas de vino y decidió tomarse unas copas mientras organizaba los preparativos y preparaba el fuego. Y entre copa y copa, mientras aliñaba la ensalada y bromeaba con los invitados, fue pasando el tiempo hasta que reparó en que todavía había que asar la carne.
Comprobó así con preocupación que se había consumido casi toda la madera del hogar de la barbacoa y convendría añadir algo de carbón para mantener vivas las brasas más tiempo. Pero en el saco no había más que tres o cuatro trozos. Del todo insuficientes. Medio borracho como estaba se fue hacia la chimenea, cogió la urna y separó la ceniza en polvo de los restos del abuelo que, disimuladamente, metió en una bolsa de Carrefour. ¡Qué coño! Nadie se iba a dar cuenta.
Y allí, entre las brasas de la barbacoa de piedra mezcló los trozos de carbón que quedaban junto con los “tropezones” de la bolsa. Luego colocó encima la parrilla con la carne.
Lo que se iba a reír él cuando los otros, los herederos, los afortunados en el reparto, se comieran las chuletas.
Luego, a lo postres, ya se encargaría de amenizarles la velada, explicándoles con todo lujo de detalles por qué algunos tipos de carbón añaden un inconfundible sabor al asado.
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Relato publicado en La Charca Literaria
La venganza, aunque no premeditada, no podía ser más sutil. Falta saber si Julián se comió alguna chuleta.
ResponderEliminarUn abrazo, Cayetano
Podrían acusarle de antropofagia si le salta algo de ceniza.
EliminarCon el vino ya iba bien servido. Jejeje.
Un abrazo, Ambar.
Jajaja, que mala uva. ¡pero les está por bien empleados! Un asado con un toque ahumado "diferente" :)
ResponderEliminarUn saludo, Cayetano.
Solo apto para gourmets. Delicatessen de abuelo.
EliminarUn saludo, Félix.
Las herencias suelen traer serios disgustos entre los feudos, por eso creo que fue un acierto que todos arrimaran el ascua de sus ancestros. Ni me quiero enterar del después.
ResponderEliminarUn abrazo.
Panda de antropófagos.
EliminarUn abrazo, Paco.
El se come el marrón y los gorrones al abuelo. Como dicen los cursis, justicia poética ( y a la española)
ResponderEliminarUn saludo
Yo en el fondo soy un tío vengativo.
EliminarUn saludo, Carlos.
Siiii, un poco vengativo, siii
ResponderEliminarsalut ¡¡¡
Ya te digo: la hora de la venganza. Jejeje.
EliminarUn saludo, Miquel.
Buena venganza, saboreada a solas.
ResponderEliminarMe recuerda a alguien muy cercano al que varios abuelos y tíos lo nombraron albacea. Como era una persona honesta se daba unos tutes impresionantes para vender y repartir las herencias pagando los gastos de su bolsillo sin quedarse un euro. Hasta el día que se enteró de que todos los beneficiarios daban por sentado que les estafaba. Entonces...
Los más torpes suelen ser los más desconfiados. Les mandaría a freír espárragos, me imagino.
EliminarUn saludo, Ana.
Muy bueno. Aquí la venganza no se sirve fría.
ResponderEliminarUn saludo.
Negra y caliente como el carbón de encina.
EliminarUn saludo, Valverde de Lucerna.
Les está bien empleado, por gorrones. Con la pasta que "trincaron", podían haber invitado a Herminio a una buena mariscada regada con Moët Chandon.
ResponderEliminarHay o había por Asia( porque los evangelistas han cometido auténticas tropelías culturales ) una tribu que se zampaba las cenizas de sus finados mezcladas con puré de bananas.
Un abrazo.
Una delicatessen esa la del puré con cenizas. Jejeje.
EliminarUn abrazo, Rodericus.
Primero se llamó Herminio y, por efecto del vino, acabó llamándose Julián. Jejeje.
EliminarUna familia un poco macabra, pero la venganza estuvo bien, me imagino la cara que pondrían todos cuando para amenizar la velada comenzó a contarles el proceso de la carne a la parrilla. Me ha encantado tu relato Cayetano.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Seguro que no vuelven a comer una barbacoa en su vida.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Me has hecho recordar la película "Tomates verdes fritos"!
ResponderEliminarCreo que últimamente prefiero convertir mi materia en humus para realimentar la tierra, a campo abierto, nada de cementerios Paso de fogatas tras haber hecho un recorrido por la cuestión.
Tendré que ver la película. Entre cremación e inhumación me decanto por la primera, aunque, si me das a elegir, me quedo con ninguna.
EliminarNo te extrañe si, cuando haces un comentario, no se publica de inmediato. Tengo activada la opción de moderación de comentarios con el fin de evitar visitas indeseadas. No es tu caso.
Un saludo, Emejota.
Hola Cayetano:
ResponderEliminarMe sigo riendo...La venganza es un plato que se sirve frío, aunque en este caso, lo hizo caliente :D
Saludos
Unos disfrutan la comida y otro lo hará en la sobremesa.
EliminarUn saludo, Manuel.
Repito lo que te dije en FB: ¡jajajajajajajajajajajajaja humor de negro, tan negro: carbonizado!
ResponderEliminarjajajajaja,
Besotes
Humor chamuscado.
EliminarUn abrazo, Myriam.
¡Qué macabro! De todas formas el menospreciado primo tuvo así una manera suculenta de vengarse del tío tacañón y de los primos gorrones al tiempo que degustar unas chuletas con sabor único.
ResponderEliminarUn saludo
Ojos que no ven, corazón que no siente. A saber lo que nos meten en ciertos restaurantes o en esas franquicias de comida basura.
EliminarUn saludo, Carmen.
Me encanta tu humor negro, Cayetano. Y se me ocurre que puede que a alguien se le haya ocurrido esa sutil venganza antes que a tí... Besazos.
ResponderEliminarY seguramente peores.
EliminarUn abrazo. Isabel.
Imagino la sonrisa de Herminio al servir a Jacinto ración doble.
ResponderEliminarSaludos.
Y otra sonrisa cuando le cuente el truco para que el asado tenga ese sabor tan peculiar.
EliminarUn saludo, DLT.
ResponderEliminarNo hay nada mejor que volver a ser cenizas en el tiempo
un placer el haberte hallado
Siempre estamos de retorno. Tarde o temprano.
EliminarUn saludo,Recomenzar.
La venganza en este caso fue un plato que se sirvió calentito, al final todo es ceniza, y de paso se deshizo por completo del muerto jejeje.
ResponderEliminarSaludos Cayetano.
Puri
Se lo comieron los herederos, por rácano.
EliminarUn saludo,Puri.
A mi esto de la incineración me recuerda mucho al infierno con el que me amenazaban los curas de pequeño ... que era algo que me aterrorizaba bastante. Con el ateísmo creí liberarme de esos miedos, pero luego he comprobado que que solo he sustituido el miedo al infierno por el miedo a la nada ..... que sigue siendo miedo ...jejeje ... no tenemos arreglo los que somos un poco cobardicas
ResponderEliminarYo también soy de ese club de los cobardicas.
EliminarUn saludo.
Por acá dicen que “amor con amor se paga...” y en tu relato se convirtió en una realidad
ResponderEliminarSí, jejeje. Donde las dan, las toman.
EliminarUn saludo.
La venganza es un plato que se sirve frío...-Aunque siempre hay excepciones.La verdad que se lo tienen bien merecido por gorrones...
ResponderEliminarQue pases una feliz semana.Muchas gracias por estas pinceladas de humor negro.
Un abrazo.
Se lo tenían bien merecido por rácanos y gorrones.
ResponderEliminarUn abrazo, Bertha.