jueves, 31 de octubre de 2019

Los chicos del "Jalogüin"



La bruja con su escoba, el muerto viviente renqueante, la niña del exorcista, el vampiro sediento de sangre y el hombre sin cabeza están alborozados. Llegan en comitiva, entre gritos y risas, a la entrada de la casa que está al fondo de la calle, esa de verja de hierro desvencijada que da a un jardín lleno de hierbajos y setos sin recortar. La noche empieza bien, salvo una rociada de huevos que han tenido que tirar contra la vivienda del tacaño que no les ha querido dar nada, poniendo sus muros y ventanas perdidos de regueros amarillentos, el resto va saliendo aceptablemente. Llevan sus bolsillos llenos de monedas y de caramelos. La mayoría de la gente ha preferido trato mejor que truco. 

La verja permite el paso de los niños de uno en uno, pues, aunque tiene una cadena con candado, está desprendida del gozne superior, posiblemente podrido por el óxido, y ofrece la apertura de un ángulo que es aprovechado por cualquiera que quiera entrar dentro. Y no se lo piensan dos veces. Están exultantes. Tras dejar detrás de sí unos veinte metros de jardín sombrío y silvestre, llegan a unas escalinatas que conducen a la entrada principal. La escasa luz de una luna en cuarto menguante semitapada por un nubarrón apenas es suficiente para iluminar los cuatro peldaños que, carcomidos por el tiempo y la desidia, conducen directamente a la puerta que se alza ante ellos. No hay timbre. La niña del exorcista descubre una aldaba y, decidida, la alza y la descarga con fuerza tres veces sobre la pieza ovalada de hierro que recibe el impacto. Los golpes resuenan siniestramente en el interior y, tras una pausa que a los niños se les antoja un siglo, el ruido de unos pasos avisa de que alguien se aproxima hacia la entrada. Desde dentro se descorre un cerrojo y la puerta se abre no sin emitir un leve chirrido. 

 —¡Tanta prisa, tanta prisa! ¿Qué queréis a estas horas? 

 Los ojos de los niños están a punto de salirse de sus órbitas cuando ven el aspecto de su interlocutor: un hombretón malencarado, tuerto de un ojo y con los dientes podridos, que les sale al encuentro, con una voz desabrida y de pocos amigos. Ellos reculan boquiabiertos y, cuando recobran el aliento, se dan la vuelta y echan a correr como conejos. El vampiro va en cabeza. El muerto viviente ya no cojea y se mueve con suma agilidad. El hombre sin cabeza la recupera milagrosamente y adelanta en su carrera a la niña del exorcista y a la bruja que, curiosamente, acaba de abandonar la escoba en su huida. A los chicos de Halloween no les dio tiempo a ofertar trato y optaron por el truco de salir por pies.



Texto publicado originariamente en http://lacharcaliteraria.com/

28 comentarios:

  1. Vivo en un Jalonven diario.
    Creo que tengo la solución como los chicos, salir por pies.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te comprendo, amigo Miquel. Te comprendo. Estos vándalos no respetan nada.
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Hartos de que los vampiros nos chupen la sangre, ahora resulta que nos oscurecen la vida con la sombra espantosa de sus alas.
    Buen relato, amigo Cayetano, veo que te unes a la celebración del bicentenario de la publicación de "vampire; a tale"
    Salud
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el fondo escribí este cuento para vengarme. Yo fui una víctima de la "kale borroka" yanqui hace unos años: me pusieron la fachada llena de huevos rotos por no querer darles nada a esos salvajes disfrazados.
      Un saludo, Francesc.

      Eliminar
  3. Cazador, cazado. La realidad supera a veces el carnaval, auqnue estoy por asegurar que quizá les recibía un niño mejor disfrazado pues el grupito sólo se había esforzado en comprar disfraces de un todo a cien y el de la cada, en cambio, vestía un disfraz hecho por su madre, modista y maquilladora, para más inri.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A saber quién era el "monstruo" que les asustó. O era de verdad o, como tú dices, el disfraz era bueno.
      Saludos, Carmen.

      Eliminar
  4. Ya ves. Nosotros vivimos desde ayer otra clase de bicho, qe te piden los votos, y aun saliendo de está manera, no se van...

    Saludos Cayetano. Excelente relato

    ResponderEliminar
  5. Un poco de miedo si, pero sin exagerar! :D :D :D

    Saludillos.

    ResponderEliminar
  6. Esto sí que es Halloween, lo demás son tonterías.

    Besotes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nada asusta más que la propia realidad.
      Un abrazo, Myriam.

      Eliminar
  7. A mi también me hicieron lo de los huevos y sin mediar trato ni hosti.. Estoy hasta los ídem. de la gilipollez nacional (producto nacional bruto) mezclada con modas extranjeras. Y eso que reconozco que lo pequeños se lo pasan muy bien.

    Un saludo.

    PD. Se admiten idas para venganza

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El problema es que se disfrazan todos. Y hay chavales normales y gentuza que se aprovecha para hacer el gamberro.
      Un saludo, Carlos.

      Eliminar
  8. Me iba imaginando la escena y me esperaba que el que le abriese la puerta se los comiera o algo así. Menos mal que has sido tú más benévolo que mi imaginación.
    SAludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No quería que me denunciasen por maltrato infantil; pero sí, se merecían ese mordisco que dices los energúmenos que me pusieron hace unos años la fachada de mi casa perdida de huevos rotos.
      Un saludo, Manuela.

      Eliminar
  9. Siempre mejor trueque, Si se sabe negociar, claro.

    Salud,

    Anna

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. O entras por el aro y nos das algo o te dejamos la fachada llena de huevos reventados. Ese fue el negocio -sin amenazas a las claras- que trataron conmigo hace unos años.
      Un saludo, Anna.

      Eliminar
  10. No me extraña nada lo que cuentas, lo veo de lo más normal.
    Hay individuos con caretos que espantarían al mismo Bela Lugosi. Seguro que, de niño, alguno verías por ahí...
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo, por ejemplo. Solo que ya estoy acostumbrado y no me asusto cuando me miro al espejo.
      Me dan más miedo los niños maleducados sueltos.
      Un saludo, Ana.

      Eliminar
  11. Respuestas
    1. Una peste. La falta de educación que debieron darles en casa.
      Saludos, J.

      Eliminar
  12. Un poco terrorífica tu entrada, no ,e atrevería a entrar en una mansión con ese aspecto, ¡Los niños tenían tela!.

    Un abrazo Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo más monstruoso son en efecto los propios niños.
      Un abrazo, Conchi.

      Eliminar
  13. Muy entretenido el relato,suerte que aqui eso de pedir caramelos no esta muy extendido.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De esa que os libráis. Esto de la globalización parece consistir en importar todas las ocurrencias de vuestros vecinos del norte.
      Saludos, J.

      Eliminar
  14. Sea en Halloween o no, esas aventurillas infantiles, que muchos hemos vivido a hacer "excusiones" o a "ir a ver aquello" son un recuerdo divertido.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De niño se hacen muchas trastadas. De mayor se sufren.
      Un saludo, DLT.

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.