lunes, 10 de octubre de 2016

Toro Sentado (1ª parte)



Jamás pudiste adivinar hace unos años que tú, el señor de las praderas, conocido y hasta respetado por coyotes y bisontes, ibas a terminar tus días entreteniendo a niños y grandes, como si te hubieras convertido en una atracción de feria o en un payaso, en el espectáculo de ese personaje aventurero y estrafalario que respondía por el nombre de Búfalo Bill. Ese cazador sin escrúpulos, que tiempo atrás fue contratado por el gobierno americano para exterminar la principal fuente de vuestro sustento, que pobló las llanuras de cientos de cadáveres de bisontes con el propósito de doblegaros por el hambre. Qué tristeza acabar así. Qué humillación. 

Tú, que eras temido y querido, por los tuyos y también por tus enemigos. 

Tú, que naciste en las bravías tierras de Dakota del sur, en la zona que luego llamaron del Grand River, en la tribu de los hunkpapa. 

Tú, el bravo guerrero sioux, que llevaste la fama de valientes de este pueblo por todos los confines de las tierras habitadas, que con sólo doce años fuiste capaz de montar un búfalo sin importarte el peligro, por lo que tu padre, orgulloso de ti, te hizo llamar desde entonces Toro Sentado. 

Tú, que no temías ni a la picadura del escorpión ni al veneno de la serpiente. Tú, que expandiste las zonas de caza de tu tribu, que lograste ser el caudillo de un bravo pueblo de hombres valientes. 

Supiste ser fiero, sabio y generoso, las tres cualidades que debe tener todo guerrero que aspira a conducir a su pueblo como jefe y como padre, respetuoso con los ancianos y los desvalidos, amigo de la paz más que de la guerra, amante de la naturaleza, chamán y jefe espiritual de los tuyos, compasivo con los necesitados y los débiles, implacable pero justo con tus enemigos. Nunca usaste la crueldad frente al vencido. 


Toro Sentado y Búfalo Bill

Eras un hombre honrado que intentabas estar en paz con los demás y también contigo mismo. Por eso elevabas tu plegaria al Gran Espíritu cuando estabas en soledad, con la única compañía de la naturaleza sagrada: 

 “Oh, Gran Espíritu, cuya voz oigo en el viento. 
 Óyeme. Soy pequeño y débil. Soy uno de tus hijos. 
Permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol.
Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tú has creado. Agudiza mis oídos. Hazme sabio para comprender las lecciones que tú has escondido detrás de cada hoja, detrás de cada roca. 
Dame fuerza, no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo, yo mismo. 
Hazme justo, con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca mi espíritu pueda llegar hasta ti sin ninguna vergüenza.”(1) 

Batallaste contra el hombre blanco que ocupó tus tierras. Era una cuestión de dignidad. Tanta sangre derramaron los tuyos… 

Realmente te preocupaban. Te habías convertido en un padre para ellos. Su incierto futuro llegaba a desvelarte, a quitarte el sueño. Cuántas veces te levantabas en medio de la noche y salías sigiloso fuera del “tepee”, arropado con una piel de búfalo, sin más compañía que la noche de la pradera y sin más consuelo que el cielo estrellado. Y allí, en medio de la inmensidad y de las sombras, te sentabas en el suelo, acurrucado bajo tu abrigo y, sin apartar la vista de las estrellas, meditabas, reflexionabas, y hasta rezabas al Wakan Tanka, al Gran Espíritu… esperando hallar una respuesta a todas tus inquietudes en el silencio de la noche, sin más testigos que las rocas y el horizonte de ese mar o llanura de hierba corta que se perdía en el camino infinito de la oscuridad. 

Y el mutismo de la noche de alguna manera te reconfortaba y parecía responder a tus preguntas como ese amigo fiel que tuviste y que te escuchaba callado y respetuoso, dando tranquilidad a tu corazón, haciéndote compañía en medio de tu tristeza…  



Sientes ahora que una leve humedad emborrona ligeramente tus ojos y recuerdas la última vez que derramaste unas lágrimas. Fue hace tan sólo un par de lunas. No fue por dolor, aunque las heridas recibidas fueron muchas. Fue porque entre tus brazos exhaló un hombre honorable su último suspiro, Nube Gris, el bravo amigo de tu infancia, inseparable y fiel, con el que tantos juegos y fatigas llegaste a compartir. Un hermano para ti. Revives de nuevo todo lo que pasó. La emboscada, los caballos, los disparos… la batalla. Una batalla desigual, injusta, innecesaria, infernal…Recordabas cada detalle, cada grito, cada disparo, el fragor del combate, sus ecos, sus muertos, el polvo levantándose bajo los cascos de los caballos, el olor a la pólvora, a la carne quemada, a la sangre vertida… Y cómo aquel valiente cayó abatido del caballo por un disparo certero. Y luego, cuando todo acabó, el cuerpo yacente y sin vida sobre tu regazo. El cuerpo rígido del guerrero, el frío de la muerte bajo la luna… Una muerte azulada y pálida. Y vuelves a revivir la humedad de la noche bajo tus ropas. Estás cansado. La batalla ha sido encarnizada y sobre todo larga. Han sido muchos los que han caído. Pronto no podréis resistir mucho más. Lo sabes. Y es eso lo que ahora te quita el sueño, lo que te mantiene despierto esta noche mientras dentro todos duermen. 

La noche es larga y hay lugar para otros recuerdos. 
A tu mente vienen a visitarte ahora los años de la niñez. Lo rápido que creciste y que aprendiste. Junto a tus padres y hermanos llegaste a conocer el valor de cada cosa en la naturaleza. 
También aquella muchacha, Gacela Blanca, que tanto quisiste y que te ayudó a abrir los ojos y a crecer… 
Toda tu vida consistió en aprender. De niño no eras nada impetuoso. Todo lo contrario: eras reflexivo, lento, meticuloso, de buen juicio. Desde siempre fuiste consciente de que tu hogar estaba allí donde los cielos se extienden sobre las infinitas praderas.

(1)  Plegaria sioux


Fragmento de un capítulo de "En la frontera", un pdf de descarga gratuita.

30 comentarios:

  1. Un personaje que vale la pena rescatar, porque no suele figurar habitualmente, y, sin embargo, tiene una gran historia que contar.

    Feliz comienzo de semana.

    Bisous

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, madame. Por eso lo seleccioné para la colección.
      Feliz semana, igualmente.
      Besos.

      Eliminar
  2. Esa frontera: que no deja de ser una línea que nos divide y no dejamos de ser tan distintos los unos de los otros.Esos recuerdos, que a Toro Sentado le retrotraen a sus vivencias y que le entristece saber que su lucha: solo ha servido para estar más solo...es que los años dan experiencia pero todo tiene un precio.

    Todos los grandes luchadores en su faceta como el caso de Cervantes que fue un adelantado y un gran conocedor de la especie humana y si algo le honraba es que a la mujer la supo definir con sus virtudes y vicios como debe de ser.

    Una introducción a esta frontera estupenda , poco a poco iremos absorbiendo todo su contenido, muchas gracias por compartirlo.

    Un abrazo.



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Bertha, por este comentario tan grato.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Hay que ver la resistencia de ciertos escritores. Hasta aguantan una mudanza, lo más de lo más.
    Al que nos referimos, hoy nos acerca a uno de sus personajes favoritos con los que ya se midió en anteriores escritos, Toro Sentado. Lástima que el jefe lleve más de un siglo cabalgando en solitario por las praderas. De no ser así, cuando actuaba en el circo de Búfalo Bill que llegó a presentarse en Barcelona, ambos hubieran podido coincidir en una conversación jugosa.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero que esta mudanza haya sido la penúltima.
      Siempre me fascinó este personaje. De niño, yo siempre apostaba por los indios. Me gustaba esa vida "salvaje", que montaran a pelo sus caballos y se pintaran de colorines la cara.
      Un saludo, Ana Mª.

      Eliminar
  4. Toro Sentado era un personaje de frontera, lo mismo que los que tenía enfrente suya. Eran otros tiempos y gente de otra madera. nada que ver con nosotros, salvo con los que han venido en patera...

    Saludos y que la mudanza te sea leve.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo malo es que a este personaje le pusieron la frontera en sus propias tierras. La fiebre del oro tuvo la culpa.
      Saludos, Carlos.

      Eliminar
  5. Por unos instantes he caminado por esas praderas viviendo, sintiendo, una comunión con este personaje y la naturaleza. La eterna historia del invasor y el invadido, los arrinconaron y acabaron con siglos de cultura y respeto por el entorno. Llegó la fiebre del oro y la ambición por copar territorios. Un personaje de leyenda, sin duda.
    Saludos, Cayetano¡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La frontera en su propia casa.
      Triste destino el de este pueblo acorralado y roto.
      Saludos, amigo Félix.

      Eliminar
  6. Toro Sentado, un jefe indio que se merece una mención, que luchó para ganar la guerra y conseguir la paz.
    Interesante personaje.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un líder con demasiada responsabilidad sobre sus espaldas.
      Saludos, Valverde de Lucerna.

      Eliminar
  7. La nostalgia por lo que fue, mejor de lo que es ahora, silencioso notario de la decadencia de lo auténtico a causa de lo banal. Esas sensaciones me han transmitido las cavilaciones del viejo Toro Sentado, redactadas de un modo bello.

    Saludos, Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Pedro.
      Uno intenta meterse en la piel de los personajes que admira.
      Saludos.

      Eliminar
  8. Uy! Qué lindo tema! Estas fronteras tuyas que nos trasportan a la vida pasada de personajes tan fascinantes como el de Toro Sentado. Te sigo con interés! Gran abrazo Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vida fascinante, pero amarga. Una lástima.
      Abrazo, Patzy.

      Eliminar
  9. Has vuelto Cayetano...Y vivo :D
    No sé por qué me sucede que los antiguos jefes, eran realmente jefe...Nada que ver con los actuales...Ansías de poder, que pasa por encima de todo.

    Saludos. Ahora a sacar las cosas de las cajas...te compadezco

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuestión de educación y de respeto a la familia, a los antepasados, a la naturaleza sagrada... Así se forjaban estos líderes, con gran sentido de la responsabilidad.
      Un saludo, Manuel. Lo peor ya pasó.

      Eliminar
  10. Se me ocurre que al final de sus días, unido a circunstancias diversas, la sesera reblandecida le recomendó dedicarse al show business. Las actividades de antiguos presidentes norteamericanos también se inclinan por el mismo boyante sector , aunque dispongan de un atril frente a sí. Algo muy arraigado en la naturaleza norteamericana, por cierto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pobre hombre. No tenía mucho donde elegir. Le habían privado de casi todo. Otra cosa es que a muchos de nuestros amados corruptos les buscásemos un trabajo en el circo o en las minas para ganarse el pan y el alojamiento en sus celdas.
      Un saludo, Emejota.

      Eliminar
  11. Vaya, veo que la mudanza te ha sido rápida y leve. Mejor así.

    Un personaje interesante, que también vivio en las fronteras. La frontera física y las frontera temporal, entre el fín de una época y el comienzo de otra.

    La américa moderna aún no ha reconocido del todo su deuda con las tribus de las grandes planicies. Es difícil borrar asuntos como el de Wounded Knee, casi tanto como asumirlos.

    Me alegra volver a leerte.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Forjaron una imagen del indio distorsionada. Salvajes sedientos de sangre, llenos de crueldad. Así duele menos colectivamente su exterminio.
      Un abrazo, Rodericus.

      Eliminar
  12. Un gran jefe para su pueblo, reconocido, respetado y querido. Y a él precisamente le tocó vivir el ocaso definitivo. La historia pocas veces es justa.
    Saludos, Cayetano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, amigo Xibelius.
      Le tocó la etapa peor.
      Un saludo.

      Eliminar
  13. El empuje del hombre blanco era imparable. Y lo peor es que las fronteras para los descendientes de aquel Toro Sentado o Nube Gris, se han reducido casi al contenido en un parque temático.
    Una vida interesante, de cuyo final no pudo ser dueño.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Todo quedó en parque temático, circo y películas de Hollywood.
      Un saludo, DLT.

      Eliminar
  14. Hay personajes que debemos rescatar de la historia y este es uno de ellos Cayetano, un luchador por los derechos de su pueblo y con fuerza para hacer frente al hombre blanco que los arrojó de sus tierras.
    Estoy leyendo tu libro y aún no llegué a Toro sentado.
    Saludos
    Puri

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Puri. Un hombre de frontera, aunque en este caso el límite se lo pusieron dentro de sus tierras.
      Un abrazo.

      Eliminar
  15. Has regresado con mucho empuje Cayetano, me encanta el tema de Toro Sentado, un gran hombre frente al hombre blanco. Espero impaciente la próxima entrega.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Conchi. Espero que te guste tanto esta historia como las del resto del libro.
      Un abrazo.

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.