
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Personajes impresentables

domingo, 6 de septiembre de 2009
Afrodita

Afrodita nació de la espuma del mar después de que Cronos cortase los genitales a su padre Urano y los arrojase al mar. En su Teogonía, Hesíodo cuenta que de los genitales brotó una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella ya adulta.
Afrodita, llamada Venus por los romanos, no tuvo infancia: nació adulta e infinitamente deseable. Debido a su inmensa belleza, Zeus temía que Afrodita fuera la causa de violencia entre los otros dioses. Por ello la casó con Hefesto, el feo, cojo y malhumorado dios del fuego y la fragua al que los romanos llamaron Vulcano. La infelicidad de Afrodita con su marido hizo que buscase la felicidad en compañía de otros, normalmente Ares (Marte), el dios de la guerra.
Hefesto fue informado del adulterio que su esposa mantenía con Ares por Helios, el sol que todo lo ve, cuando los sorprendió en su lecho de madrugada.
El dios herrero preparó una trampa secreta, una red especial que él sólo podía manejar. Cuando una noche los vio en el lecho, activó la red y llamó a todos los demás dioses del Olimpo para que los vieran. El espectáculo estaba asegurado y todos se rieron de los dos amantes. Afrodita, avergonzada, se marchó hacia Chipre. De los amores de Afrodita y Ares nacieron Eros y Harmonía entre otros vástagos.
LA FRAGUA DE VULCANO, de Diego Velázquez.
A veces Helios, el que descubrió el “pastel” de la diosa adúltera, es identificado en la mitología romana con Apolo, el que da el “chivatazo” en la obra velazqueña.
El cuadro describe el momento en que el dios Apolo visita el lugar donde Vulcano se encuentra fabricando armas para la guerra. La corona de laurel sobre la cabeza permite identificar al personaje como Apolo.
La obra de Velázquez representa el momento en el que Apolo comunica a Vulcano que ha pillado a su esposa cometiendo adulterio con Marte, dios de la guerra, por esa razón todos los personajes miran con cara sorprendida al dios que acaba de presentarse en la fragua, ojos de sorpresa, boca abierta, gestos de personas paralizadas por la sorprendente noticia, dejan por un instante lo que están haciendo. Velázquez ha elegido, como tantas veces, gente corriente de la calle para diseñar sus personajes. Por eso Hefestos parece un herrero corriente y moliente y los cíclopes que le acompañan trabajadores normales de una herrería.
“Tu mujer te engaña con Marte el miércoles, el jueves, el sábado...”
Imagen: Velázquez en Wikipedia
jueves, 3 de septiembre de 2009
Historia y propaganda
martes, 1 de septiembre de 2009
Aniversario de una guerra

70 ANIVERSARIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
En el fondo, el camino hacia el conflicto ya había empezado antes: Adolf Hitler, en busca de su "espacio vital", saltándose todas las condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles, había preparado un formidable ejército de 13 millones de soldados.
Antes de la invasión de Polonia, acontecimiento que marcó oficialmente el inicio de las hostilidades, el führer ya había dado una serie de pasos de importancia y gravedad: el Anschluss o la unión de Alemania con Austria, la anexión del Sarre, la remilitarización de la Renania , la invasión de Checoslovaquia y la anexión de los Sudetes...
Hasta aquí el máximo nivel de tolerancia de las potencias europeas en su equivocada política de apaciguamiento, cuyo punto culminante se alcanzó en la Conferencia de Munich. Demasiado tiempo perdido inútilmente. Cuando se habla de las responsabilidades por el estallido de la guerra, siempre se menciona el afán imperialista alemán por conquistar un vasto territorio que diera cabida a todos los pueblos de raza aria, el III Reich; pero se olvida con frecuencia la pasividad y la paciencia mostradas por Francia y Reino Unido hacia un país que se saltó lo acordado en Versalles cuando acabó la Primera Guerra Mundial.
Cuando Hitler reclamó el "corredor polaco" o pasillo de Dantzig, con el pretexto de construir una autopista que uniera las dos partes en que quedó dividida Alemania, ya era demasiado tarde para detener la guerra. El pacto de no agresión germano- soviético, con el objetivo de repartirse Polonia, mantuvo a Rusia al margen de todo conflicto en un principio, dejando manos libres al ejército alemán.