Palacio de Mussolini (proyecto)
Sí, delirios de grandeza.
Algo propio de dictadores y autócratas, acostumbrados a la obediencia sin rechistar y a ser considerados en su entorno como dioses. Caudillos por la gracia de Dios o del destino, padres salvadores de la patria o de la revolución, que llenan calles y plazas de estatuas propagandísticas de su ego y acometen obras faraónicas, expresión de su grandeza como el Valle de los Caídos o el rascacielos que proyectaba Mussolini, o también el “Palacio de los Soviets” de Stalin, un proyecto aprobado en 1934 que no llegó a hacerse porque la Segunda Guerra impuso otras prioridades, o la megaciudad que pretendía construir Hitler, proyecto encomendado a Albert Speer, más conocido como “arquitecto del tercer Reich”, designado por el führer para llevar a cabo la construcción de Germania, la que iba a ser la capital del mundo.
Germania: la capital de Europa (proyecto)
Ese mismo delirio que les lleva a celebraciones multitudinarias para darse un baño de masas o a rebuscar en la historia nombres altisonantes que poner a sus vástagos como hizo Pinochet -“Augusto” Pinochet- con su hijo "Marco Antonio".
O el ansia por emparentar con la realeza, como las maniobras de doña Carmen para que su nieta, al casarse con Alfonso de Borbón Dampierre, aspirara a entroncar su familia con la realeza española.
Los delirios de grandeza, propios de personajes como Mussolini, Adolf Hitler, Stalin, Pinochet o Franco, forman parte de un trastorno psicológico que en ocasiones esconde un complejo de inferioridad. Expertos grafólogos, como Germán Belda García- Fresca, vicepresidente de la Asociación Española de Grafología, han sacado conclusiones sobre sus letras, al comprobar que se dan rasgos comunes en estos “hombrecillos con fuertes complejos de inferioridad que buscan desesperadamente demostrar una grandeza de la que carecen”. Todo ello se remonta a la infancia, con importantes carencias (amor excesivo por la madre, rabia contra el padre, algo común en Hitler y Franco, por ejemplo) y complejos: Franco era bajito y de voz atiplada y continuamente tenía que hacer cosas para demostrar su hombría. Comenta entre otras curiosidades este autor que todos ellos escriben la “F” invertida, mirando hacia la izquierda, hacia el pasado (la “F” de fascismo, curiosamente). Sus caligrafías denotan avidez, tendencia al acaparamiento, autoafirmación, arrogancia, egocentrismo…

Palacio de Stalin (proyecto)
Delirios de grandeza que les hace sentirse imbuidos de autoridad para “investir” y otorgar cargos y títulos como los viejos monarcas absolutos, como hizo Franco quien, merced a la ley de 4 de mayo de 1948, asumió la potestad de poder conceder títulos nobiliarios, algo que había abolido la II República. Un total de 39 títulos concedidos a sus amigos de la “cruzada” contra los “rojos”. De esta forma los nietos de los que colaboraron con el golpe militar y con la dictadura reclaman esos títulos como un derecho hereditario, exigiendo que en plena democracia se les siga renovando, lo que levanta las lógicas protestas de diversas entidades que exigen la supresión de los títulos concedidos por Franco a todos aquellos “que participaron y colaboraron en el sostenimiento de la dictadura”.
La inmensa mayoría de los nombramientos que hizo el “Caudillo” son mirados con desprecio por parte de la aristocracia española quien considera en primer lugar que deben ser otorgados por un rey, opinando por otra parte que una guerra civil seguida de una dictadura no es el escenario adecuado para recompensar a nadie con un nombramiento de ese tipo.
El dictador no tuvo escrúpulo alguno en nombrar duques, condes o marqueses a militares sublevados, renombrados falangistas y empresarios colaboradores o afines al régimen.
Entre otros, Franco otorgó los siguientes títulos:
- Al general Mola, golpista como él, le concedió el título de Duque de Mola.
- Al general Queipo de Llano, autor de importantes estragos en Sevilla, el título de Marqués de Queipo de Llano.
- Al general Yagüe, más conocido como el carnicero de Badajoz, tristemente famoso por la matanza de miles de civiles, el título de marqués de San Leonardo de Yagüe.
- Al falangista Onésimo Redondo, el de Conde de Labajos.
- A Pilar Primo de Rivera, delegada nacional de la Sección Femenina, el Condado del Castillo de la Mota.
- A Pedro Barrié de la Maza, fundador de una compañía eléctrica, el de Conde de FENOSA, o sea: “Conde de las Fuerzas eléctricas del Noroeste”. Si no fuera ridículo, hasta tendría su gracia.
¿Se imaginan otros títulos nobiliarios parecidos como el Marqués de ENSIDESA, el Duque de Azucarera Española o el Conde de Renfe? Suena, cuanto menos, cómico.
Para Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), resulta incomprensible que en plena “democracia todavía tengan honores los que se levantaron contra un Gobierno legítimo. Es como si a Tejero le nombraran conde del 23-F".
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Obras y sitios de interés que hablan de todo esto:
- La vida secreta de Franco. David Zurdo y Ángel Gutiérrez, EDAF SA. Madrid 2005.
- Franco, caudillo de España. Paul Preston, Grijalbo Mondadori. Barcelona 1993.