Todo
castillo que se precie ha de tener un fantasma. Y aquel Parador de Turismo, que
otrora fue castillo, no podía ser una excepción. En el caso que nos ocupa, el
espectro era la doliente sombra de don Bermudo, un antiguo conde que fue
mandado emparedar por don Guzmán de Uribe, marqués del Silo Seco, allá por el
siglo XI.
Al parecer, el conde se beneficiaba
a Veremunda, la señora del lugar, en ausencia de su marido, quien de vez en
cuando se enfrascaba en batallas que le hacían estar lejos de su morada algunas
temporadas, sobre todo cuando hacía buen tiempo y el exceso de testosterona
propio de la edad le llevaba a buscar el natural desfogue fuera de casa
mediante el uso de las armas, descuidando lo que dejaba en su hogar. El caso es
que una buena mañana los tortolitos fueron pillados in fraganti dándose un
homenaje en la torre del ídem. Y el noble fue condenado a morir de hambre y de
sed, desnudo y con grilletes, confinado
en una lóbrega mazmorra excavada en los
sótanos, sin más compañía que los grandes bloques de piedra que hacían las veces
de bocadillo. Y él era el fiambre en este emparedado macabro.
Y durante siglos, el fantasma del
conde vagó errante por las galerías del lugar, un castillo medieval que, con el
tiempo, fue reconvertido en Parador de Turismo, para admiración de lugareños y
solaz de visitantes. Aunque era difícil dar con él porque, discreto y
silencioso, solo salía por las noches cuando todos dormían. El motivo de sus
paseos no era otro que redimir su condena y lograr el descanso eterno tras
cumplir su misión: dar con un descendiente para relatarle los hechos tal como
acaecieron, porque de sus efusivas muestras de amor hacia Veremunda nació un
varón que, por razones de discreción y con el fin de no hacer un ridículo
espantoso, el amo del castillo tuvo que reconocer como propio, máxime cuando no
fue capaz de conseguir otra descendencia. Y la gente, que era muy dada a cortar
trajes, comenzaba ya con habladurías sobre su presunta incapacidad.
Así que don Bermudo andaba de aquí
para allá, errante y desazonado, buscando cada noche en el listado del registro
de clientes el nombre de un posible descendiente.
Hasta
que dio conmigo.
Sí, amigos. Yo soy Bernaldo de
Uribe, último sucesor directo del marqués del Silo Seco. Precisamente me alojé
unos días en el Parador porque sabía que aquellas piedras habían servido de
morada a mis antepasados. Eso creía entonces, hasta que el fantasma me contó la
historia. Y lo hizo en el salón de armas, una noche que no podía dormir y acudí
allí en compañía de un libro:
—¡Bernaldo de Uribe! —me dijo con
voz cavernosa aquella sombra que apareció de repente al fondo del salón,
atravesando las paredes como si fueran de mantequilla, dándome un susto de
muerte—. Y me imagino que de los Uribe del Silo Seco. ¿Me equivoco?
—No, no se equivoca —respondí asombrado
por la repentina aparición de aquel anciano de barba blanca y vestimenta
parecida a la de un monje de otros tiempos—. ¿Quién es usted?
—Antes de contarte quién soy, voy a
relatarte una pequeña historia…
Y aquella aparición procedió, con
pelos y señales, a ponerme al corriente de todo lo que aconteció en aquellos
bárbaros tiempos. Y según narraba, yo iba abriendo la boca y los ojos cada vez
más, atónito, estupefacto…. Al principio dudé de sus palabras, pero era tal la
cantidad de información que me estaba suministrando que me convencí, muy a mi
pesar, de que todo lo que decía era la pura verdad. Ese estrafalario vejestorio
era realmente mi antepasado, el que engendró un hijo que pudo perpetuar la saga
familiar hasta llegar a mí y al que en
definitiva le debía el hecho de estar vivo.
Cuando me incorporé para abrazarle, se desvaneció en el
aire como una bocanada de humo. Era la prueba definitiva de que estaba ante un
fantasma. A partir de ahora ya podría descansar en paz. El fantasma, no yo. Yo
no pude pegar ojo en toda la noche. Compréndanlo. En unos minutos había descubierto que mis
antepasados fueron otros. Y lo que es más grave, me habían degradado de marqués
a conde.
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Relato perteneciente a "Ida y vuelta", libro en pdf que te puedes descargar gratuitamente en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/file/d/1qaq_V-Mh9yR5hql9k_9sIwHXYPxTgJ-R/view
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Relato perteneciente a "Ida y vuelta", libro en pdf que te puedes descargar gratuitamente en el siguiente enlace:
¿Sabes que conozco un casteillo en el que se inventaron el fantasma de una niña llorona cuyo lamento se escuchaba por sus pasillos sólo para atraer más turistas? No puedo decir el nombre claro está, pero está muy cerca de aquí.
ResponderEliminarPor cierto, lo raro es que el emparedado fuera el conde y no la mujer adúltera porque siempre se llevaban la pero parte de estas historias las mujeres, nunca los hombres.
Un saludo
El autor prefirió castigar al conde por aprovechado. Que se chinche.
EliminarUn saludo, Carmen.
Si, si, pero no salió desnudo al encuentro de su descendiente ¡¡¡
ResponderEliminarImperdonable. Los fantasmas son más serios, sólo hace falta fijarse en los políticos.
Salut
Exigencias del guión. Un fantasma vestido gana mucho.
EliminarUn saludo, Miquel.
Los fantasmas serios van con una sábana blanca e impoluta.
ResponderEliminarEste nunca fue serio. Ni formal.
EliminarSaludos, F. Puigcarbó.
Bonita historia que podría haber tenido secuelas. Una reclamación de herencia, por ejemplo, la solicitud de título nobiliario, también, inmatricular el castillo a su nombre como hace la madre santa cuyo reino no es de este mundo. Pero creo que el protagonista Uribe se conformó con saber que era descendiente de un fantasma, algo que no todos podemos decir. Me hubiera gustado saber qué le contó el antecesor espectral sobre sus amores sinceros y fructíferos de la entregada Veremunda. Pero todo relato debe ser preciso y quién sabe si otro día no nos ofrecerás una deriva del tema. Gracias, Cayetano, nos lo haces pasar bien.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fackel. Se me ocurrió la historia pasando unos días en el parador de Jaén. La foto es de allí.
EliminarUn saludo.
Entretenida historia,lo extraño fuera que no le diera un parraque al aparecer el fantasma.Encima la degradacion que ya es lo mas...
ResponderEliminarSaludos
Cosas de los cuentos. Jejeje.
EliminarUn saludo, Jose.
Yo tampoco hubiese dormido... degradado en la nobleza... peor que le den de baja del ejército... :D
ResponderEliminarComo siempre Cayetano, muy bueno. El final me hizo reir mucho
Saludos
Es que de marqués a conde...
EliminarUn saludo, Manuel.
Ay que bueno. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos, Cayetano
Me alegra mucho saberlo.
EliminarUn abrazo, Arantza.
Hay que ver las consecuencias del sexo divergente. En lo que va del gusto al disgusto, ¡¡ zas !!, la condenación eterna.
ResponderEliminarY a vagar por pasillos lóbregos y vacíos en las madrugadas.
Menos mal que soy ateo, gracias a Dios.
Sí, eso es un alivio, porque estar vagando toda la eternidad es muy cansado.
EliminarUn saludo, Rodericus.
Jeje me gustó cuando leí este relato la primera vez y lo sigue haciendo ahora. 🌹 🌹 Claro que estudiar genealogía de esta forma tan vivencial, asusta un poco. Es comprensible que Bertoldito no pueda dormir... Y eso, que al parecer, no hay ruido de cadenas arrastrándose por el suelo.
ResponderEliminarBesos
Los fantasmas de ahora ya no llevan sábanas ni cadenas. Se han modernizado y adaptado a la vida moderna, como los paradores de turismo.
EliminarUn abrazo, Myriam.
Muy intere4sante la historia y creo que hace tiempo escuché una leyenda parecida (solo la parte del fantasma, no la del descendiente)
ResponderEliminarAhora los fantasmas salen en los medio de comunicación, lo que les quita mucho glamour.
Un saludo.
Nuestros fantasmas están vivos, pero dan la lata igual que los otros. O más.
EliminarUn saludo, Carlos.
En dos ocasiones he entrado en mazmorras de castillos, así que, me he imaginado tal cual al preso. Muy interesante tu entrada Cayetano.
ResponderEliminarAbrazos.
En estas mazmorras, la prisión era una manera de deshacerse de alguien para siempre y con bastante sadismo.
EliminarUn saludo, Conchi.
Pues tuvo suerte el visitante. De no haber sido hijo de conde con apellido de marqués, quizás la venganza del fantasma hubiera sido terrible.
ResponderEliminarSaludos.
A los fantasmas siempre hay que darles la razón. No les gusta que les lleven la contraria después de tanto tiempo vagando por esos pasillos lóbregos. Tuvieron suerte los dos.
EliminarUn saludo, DLT.
Son capaces de cobrar un suplemento en los Paradores con fantasma.
ResponderEliminarNo demos ideas...
Saludos.
Oye, pues es una buena idea. Jejeje.
EliminarUn saludo, El Tejón.
Esto de emparedar no es tan fácil, a poco que uno se descuide, sale el espíritu y anda vagan siglos y siglos por los pasillos y salones del castillo.
ResponderEliminarInstrucciones para un buen emparedado:
1) El intradós deberá estar revocado con mortero bastardo (cal y cemento + árido fino) y posteriormente se embadurnarán las superficies con una capa de brea.
2) Las instersecciones de las paredes y de estas con el suelo recibirán un cordón de sellado de azufre y sangre de pavo, algunos frotan una cebolla, pero no es recomendable, pues el cordón de sellado podría deteriorarse.
3) En el suelo se formará una solerilla de cal y árido de granito y posterioremente se revestirá con una capa de pergamino y encima un entablonado de madera de haya.
4) Se evitarán elementos de hierro y si se colocan grilletes o ganchos habrán de ser de cobre.
5) El techo de receptáculo se embadurnará con brea, algunos pusieron cola de pez pero no creo que sea demasiado eficaz.
6) Las superficies interiores se pintarán a dos manos con una pintura de color sapo y una capa final de color azul cobalto.
7) Finalmente se construirá el paño de cierre con una pared de mampostería concertada, sillares de piedra caliza de un espesor superior a 7 centímetros, se admiten otras rocas (basalto o granito). Esta pared de cierrre debe quedar bien aparejada y retacada.
Durante un tiempo, aproximadamente 90 días se inspeccionaran las juntas comprobando que no salgan por ellas jugos o sustancias apestosas.
Saludos
Francesc Cornadó
Todo un tratado de buena construcción con sabios consejos del arquitecto principal de esta casa. Muy buenas esas aportaciones. No sé si el chapuzas de aquellos tiempos las llegó a tener en cuenta.
EliminarUn abrazo, Francesc.
Hay tanto conde fantasma, querido Cayetano, como plebe que aspira a las tropelías del mismo. Estos viejos castillos y las urbes de todo el territorio conocido están llenas de fantasmas; aunque bien es cierto que muchos lo son de pacotilla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los peores fantasmas -y fantasmones- son los que están vivos. Los otros son inofensivos.
EliminarUn abrazo, Paco.
Que doña Veremunda tuviera un homenaje en la torre del ídem, es algo tan bien traído que sólo queda felicitar a la dama de nombre visigodo. Y al cronista.
ResponderEliminarVaya relato, Cayetano. Saludos
Gracias, Ana. Doña Veremunda se las traía. Se ver que el marido solo guerreaba fuera de casa. Y claro, la carne es débil.
EliminarUn saludo.
A mi me encanta que me cuenten historias pero si es un fantasma quien me la cuenta no espero al final a abrazarle, vamos: pies para qué os quiero ¡¡¡
ResponderEliminarSAludos.
Jejeje. Como tenía pinta de monje medieval no asustaba tanto.
EliminarUn saludo, Manuela.
Desde que se prohibieron los sacrificios rituales al iniciar una construcción, los fantasmas no dejan de proliferar...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Claro. Están molestos porque nadie les hace caso.
EliminarUn saludo, J.