jueves, 14 de abril de 2016

El donoso escrutinio



El “donoso escrutinio” pudo ser así hoy (con permiso de Cervantes):
(Entrada programada)


- Muy a nuestro pesar -dijo el licenciado-, parece que don Alonso perdió el juicio por leer insensateces y sería hacerle un favor mandar a la hoguera a tanto libro nefasto. ¿Qué tenemos ahí? 

- “El lazarillo de Tormes”- contestó el barbero. 

- Perdonémosle la vida, que aunque irrespetuoso y mordaz tiene cosas provechosas. ¿Y ese volumen tan gordo? 

- “Las memorias de un ex regidor”. 

- Según aprecio por la imagen del sujeto en cuestión, mucho papel me parece para tan corto mandato. Señora, abrid esa ventana y echadlo al corral. ¿Y ese otro? 

- "Abluciones y ocasiones: memorias de una moza bravía sin oficio ni beneficio."
- Realmente espeluznante. Ya escribe cualquiera; aunque dudo que esta moza sepa coger el lápiz. Porquería para analfabetos. Que el fuego sea su destino. ¿Qué más?

- “Cincuenta sombras del buey”. 

- Lo conozco. Basura de la peor calaña. Pues vaya también por el mismo camino, que no veo en su lectura otro provecho que el beneficio del que lo escribió. A la pira con él. 

Y así el ama, con ayuda del cura y el barbero, con mucho contento y regocijo, fue enviando al corral ventana abajo, uno tras otro, todos los libros infames que habían trastornado el juicio de su querido señor don Alonso Quijano.

jueves, 7 de abril de 2016

Los Cien Mil Hijos de San Luis


7 de abril de 1823: los Cien Mil hijos de San Luis entran en España, cruzan el Bidasoa y logran poco después restablecer el gobierno absolutista de Fernando VII. Una restauración a las bravas. 

Los Cien Mil, comandados por el Duque de Angulema, fueron una fuerza militar enviada por Francia a España para poner fin al Trienio Liberal de Rafael de Riego y restaurar en el trono a Fernando VII, siendo Luis XVIII el monarca francés, también restaurado tras la derrota final de Napoleón. 

Cuando se habla de la oportunidad perdida por España para modernizarse, con ocasión de la celebración del dos de mayo y la expulsión de los franceses de España, y que mejor nos hubiera ido con aquel rey francés moderno e ilustrado llamado José Bonaparte, al que aquí se le llamaba Pepe Botella o Pepe Plazuelas, muchas veces no reparamos en el detalle de que nos hubiera dado lo mismo y que habría pasado exactamente igual que lo que después ocurrió. Derrotado Napoléon por una coalición europea encabezada por Austria y Prusia, partidarias de la restauración monárquica en todo el continente, al supuesto rey ilustrado colocado por el emperador francés, también lo habrían depuesto, como quitaron de la circulación al militar liberal Rafael de Riego, el que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz y al que después, tras la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, le detuvieron y le ajusticiaron en la Plaza de la Cebada de Madrid. 

Ahora lo que volvía a estar de moda en Europa, incluida Francia, afortunadamente por poco tiempo, era de nuevo la Monarquía Absolutista. Así que, como se dice coloquialmente, a Fernando VII le vino Dios a ver. O así se las ponían a Fernando VII.

domingo, 3 de abril de 2016

Hablan los lectores



Opiniones sobre "DESDE EL LABERINTO".
Recopilación.

Cuando acabas de escribir un libro, conservas una idea de él que no tiene por qué corresponder exactamente con lo que han entendido los demás.
Hay distintas formas de percibir un texto, distintos ángulos, perspectivas diversas, incluso algún lector puede apreciar la existencia de mensajes ocultos...
A veces escribes cosas que escapan a tu absoluto control consciente ... Como pasa con cierto tipo de  poesía.

De la obra se ha dicho… 

 “La variedad de miradas que puede contener un libro cuando el autor sabe abrir ventanas que ocultan otras.” 
ANA MARÍA FERRIN 

 “El ritmo está muy logrado, digamos que me recuerda a la estructura de una sonata con sus cambios, allegro... andante ma non troppo... molto vivace.” 
XIMENA PRIETO ÁLVAREZ 

 “Por sus páginas desfilan personajes que se niegan a seguir siendo como ovejas de un rebaño, como ratas de laboratorio describiendo eternos círculos infernales en la rueda de la jaula; prisioneros del miedo cuyo retrato podría haber firmado Munch; seres atormentados que se rebelan, asfixiados por las normas, por la rutina, por la injusticia, por la represión de un régimen, por todo aquello de lo que un día deciden escapar aunque sea saltando el muro de la mano de la muerte.” 
MONTSERRAT SUÁÑEZ 

 “El libro trata de la locura, pero es una locura productiva, creativa, como la de Van Gogh o la de Leopoldo Mª Panero. No en balde, el libro es un homenaje a este poeta que pasó media vida en psiquiátricos diversos y acabó allí sus días. También es un homenaje a los viejos mitos griegos. Hay referencias a Laocoonte, a Sísifo, a Aracne, a Ariadna y al Minotauro…” 
ANTONIO PEÑALOSA

 “Igual que otros protagonistas se abandonan al ardor, la pluma de Cayetano Gea Bermejo, más que relatar, filetea las voces de su mente escribiendo Desde el Laberinto a punta de navaja.” 
ANA MARÍA FERRIN 



 “Me atraparon desde el principio los relatos de Manuel. Muros que nos construimos, laberintos a los que inicialmente no les encontramos salida, fronteras que no queremos traspasar. Y todo porque la mente juega con nosotros... desde el laberinto.” 
MANUEL LÓPEZ PAZ 

 “Son relatos de ficción escritos por un loco. A nosotros nos gusta considerar la locura como una de las más elevadas manifestaciones de la imaginación. Así es la escritura de Cayetano Gea, una literatura de imaginación y su libro es un homenaje a la locura, “en un mundo loco repleto de gente cuerda”.
ESCRITORES RECÓNDITOS 

 “29 relatos/puzzle/espejo, en los que al mirarte puede que veas cómo sus piezas empiezan a fragmentarse, deshaciéndose hasta mostrar por detrás el propio yo oculto del lector, de ti mismo.”
ANA MARÍA FERRIN 

 “Convertir en materia literaria los trastornos mentales es algo que ya hizo magistralmente Miguel de Cervantes; si bien, lo que el autor del Quijote pretendía era poner sobre el tapete el comportamiento de un hombre que vivía a contracorriente al pretender resucitar en plena edad moderna la época de los caballeros andantes. Aquí el protagonista es la mente torturada de personas aparentemente normales que viven o sufren sus obsesiones, algo más de la edad contemporánea con sus psiquiatras y sus ansiolíticos. Más de hoy.” 
ALBERTO  LUJÁN 




"Líbrenos Dios o el diablo de las Ariadnas que trazan tu ruta y de las Aracnes que tejen tu destino."
RICARDO LOSADA

 “Desde el Laberinto es un libro de relatos en los que razón y locura se confunden y se fusionan. Nos adentramos en laberintos mentales buscando la salida de un mundo de pesadillas, sabiendo que “si queremos gozar de la libertad, debemos combatir cada uno con nuestro propio minotauro”. MONTSERRAT SUÁÑEZ


"Los miedos y los recuerdos atenazan en busca de "nuevos juegos" en la vida. Salir de la zona de confort y dar ese paso... En ocasiones somos esclavos de aquellos retos que creemos que no podemos superar." 
FÉLIX CASANOVA 

"Hay que estar muy loco o muy cuerdo para hacerlo." 
ISABEL HERAS 

"El poeta oye voces, rechina su teléfono, el repiqueteo en los cristales no puede ser lluvia, sino dedos que fijan márgenes tabulando. En el espejo tras su cara veo el rostro sin facciones del laberinto, el horror de la locura.
ANA Mª FERRIN



 DESDE EL LABERINTO 
Para más información: http://latinajadediogenes.blogspot.com.es/2015/11/alumbramiento.html 
 y geaberca@gmail.com


domingo, 27 de marzo de 2016

Perusa, 1348 (y 2)

Ilustración de 1411

Todo empezó un par de días antes con aquella rata que se le cruzó a Francesco en la calle. No era nada raro encontrarse con estos inmundos roedores, dada la cantidad de porquería que solía haber por todas partes.  Pero lo que le llamó más la atención fue que aquella rata andaba de forma rara, como enferma. Generalmente, estos animales presentan gran agilidad,  huyen de las personas y procuran pasar desapercibidas, pero aquella no tenía demasiada prisa o no podía correr. De vez en cuando, su cuerpo era sacudido por una especie de espasmo, aunque finalmente se perdió de vista y acabó por desaparecer tras introducirse por el hueco de una pared, donde me imagino que tendría su guarida.
Lo normal para el galeno, ya digo, tres o cuatro visitas a lo largo del día. Ahora eran muchos los que mediante pago o por caridad solicitaban sus servicios. Aquella mañana llegaron a su casa muchos avisos, la mayoría de gente modesta.
Primero vino Luciana, la mujer de Pietro, el carpintero. Andaba angustiada, su marido estaba con fiebres y temblores, más raros e intensos de lo que era habitual. Y no dudó en acercarse  a la casa del médico y llamar insistentemente a la puerta buscando ayuda. Luego le mandaron aviso de Giacomo, un humilde labriego, con parecidos síntomas. Y de Salvatore, el herrero, su mujer Alcina y sus dos hijas. Habían caído enfermos los cuatro. Y se fueron sumando ese día algunos más. Muchos presentaban picaduras de pulgas, por lo que nuestro galeno, ajeno por completo a las supersticiones oficiales, fue llegando a la conclusión de que esos insectos podrían ser los causantes o los propagadores de  la enfermedad, aunque no lo tenía del todo claro. Había que esperar.
No daba abasto para acudir a todos los domicilios donde le solicitaban sus cuidados. Y en todos encontraba los mismos síntomas que, si en sus inicios no eran del todo alarmantes, sí resultaba significativo que fueran tan repetitivos en casi todos los enfermos: tos, fiebre, tiritera… En un principio llegó a pensar que, fruto del frío invernal, todo ello andaba relacionado con cuadros de  enfriamiento, catarros más o menos agudos. Podría ser también garrotillo… Pero en cuestión de horas el asunto se fue complicando… Se encontró con un panorama dantesco: gente vomitando una  bilis sanguinolenta, fiebre alta, escalofríos, mareos, dolores abdominales, ganglios del cuello y de las ingles hinchados, sed, párpados caídos, tez pálida o verdosa, lengua pastosa y blanquecina, temblores, bubones que se hinchaban tanto que llegaban a reventarse, sudores que desprendían un hedor penetrante…
Evidentemente, se encontró con un panorama que nada tenía que ver con una enfermedad corriente. Informó urgentemente a las  autoridades  que, alarmados, empezaron a tomar medidas poco después. En primer lugar, se avisó a cirujanos y barberos para que estuvieran dispuestos. Y a intervenir cuando los casos lo requirieran.
A todo esto, se encontraron varias ratas muertas en distintos puntos de la localidad, algunas con restos de sangre en su exterior, como si hubieran muerto reventadas o por una hemorragia interna.
Luego empezaron a llegar noticias de fuera: en grandes ciudades como Roma o Florencia estaba ocurriendo algo parecido. Con ello se acababa por confirmar lo que nadie quería reconocer: era la peste.



Se editó un bando por el que se impidió el acceso a la ciudad. Las murallas debían servir de barrera para que la enfermedad no se propagara más allá. La puerta de Sant’Angelo se cerró a cal y canto. También la del  Sole. Y la de San Pietro. Nadie podía entrar ni salir de la ciudad, salvo permiso especial de las autoridades, mientras durara la epidemia. Aquello fue terrible, porque en la práctica significaba la parálisis de las actividades económicas con el exterior y el colapso del comercio mientras durara la cuarentena. Se dieron órdenes estrictas de tapiar las primeras casas donde hubo brotes con todos sus inquilinos dentro, enfermos y sanos. Fue una medida drástica, dramática y nada piadosa. Nadie protestó, salvo los afectados. El miedo a contraer la enfermedad era superior a cualquier ejercicio de caridad o de compasión. Calceteros, sastres, boneteros, pelaires, tejedores y demás oficios relacionados con los paños y tejidos, con la lana o con la confección de calzas y otras ropas de uso personal tuvieron que quemar sus existencias pues se sospechaba que entre sus productos en los talleres podrían cobijarse pulgas y chinches, incluso ratas, transmisores más que probables de la plaga. A nivel médico, con la ayuda de todo un plantel de cirujanos y barberos, se realizaban sangrías con ayuda de sanguijuelas o del bisturí. Como había hemorragias, se pensaba que la enfermedad tenía que ver con la superabundancia de sangre. Cierto es que los enfermos lograban cierta calma y entraban en un estado de adormecimiento. El problema es que al eliminar sangre se provocaba debilidad y pérdida de defensas naturales. Un remedio muy utilizado era abrir el bubón con el bisturí, remedio a veces peor que la propia enfermedad por el riesgo de lesión de los vasos linfáticos.


Con el paso de los días aquello se extendió como una maldición. Por todas partes se veían casas cerradas a cal y canto, montones de cadáveres que iban saliendo de la ciudad en carros para ser enterrados bien lejos de las murallas en el llamado “foso de pestosos”… Y también iban llegando noticias de fuera: casi todos los centros urbanos estaban siendo pasto de la temible peste. Muchos ciudadanos que tenían posesiones en el campo optaron por salir para alejarse del foco de la epidemia. La insalubridad de los núcleos urbanos, el amontonamiento humano y la masificación de viviendas en poco espacio eran un caldo de cultivo idóneo para la propagación de la enfermedad.
El pánico se apoderó de todo el mundo. Nadie quería ser la siguiente víctima de la epidemia. Hubo hijos que abandonaron a sus padres en el lecho de muerte, esposas que abandonaban a sus maridos. Hubo enterradores que se negaron a dar sepultura a los muertos, notarios que se negaban a acudir donde los moribundos para hacer testamento, sacerdotes que no acudían a administrar la Extremaunción. Hasta hubo un obispo de cierto lugar que autorizó a los laicos para que, “como hacían los apóstoles”, se pudieran confesar entre sí. Hasta tal punto, que el propio Papa Clemente VI llegó a garantizar el perdón de los pecados de los que morían de peste sólo por la propia fe de estos, dado que nadie acudía a confesarles.
La mortandad fue enorme. Se calcula que un tercio largo del total de la población falleció por causa directa o indirecta de la epidemia.

(...)

(Fragmentos de "Perusa, 1384", un capítulo de "En la frontera"