EL ASUNTO DREYFUS
Alfred Dreyfus, militar francés de origen alsaciano, chivo expiatorio de los males galos, víctima de la xenofobia y del chauvinismo francés.
La época que le tocó vivir por desgracia a este hombre no fue precisamente muy propicia para las buenas formas y el rigor judicial, más bien era una época convulsa: finales del siglo XIX y principios del XX, es decir: entre la guerra franco-prusiana, en la que Francia perdió Alsacia y Lorena, y la Primera Guerra Mundial. Una época de auge del nacionalismo agresivo, excluyente y expansionista más rancio en toda Europa. Un momento histórico en el que Alemania se alzó como primera potencia continental y amenazaba el orden europeo.
Dreyfus era de origen judío y además era oficial del ejército francés. Padeció un consejo de guerra por acusación de alta traición por vender secretos militares a Alemania, sempiterna enemiga del país galo en esos tiempos. Por ello fue condenado, aunque más tarde fue rehabilitado. Unos lo consideraban culpable, la derecha; otros pensaban que era inocente, la izquierda, entre los que se encontraba el escritor Emile Zola y su célebre “Yo acuso”.
Con este ejemplo vemos que el antisemitismo no era algo exclusivo del Reich alemán, sino un fenómeno que se extendía por toda Europa a finales del siglo XIX y que tuvo antecedentes muy claros en la época gloriosa del Imperio español, desde los Reyes Católicos hasta Felipe III, con las conversiones forzosas y expulsiones de moriscos y judíos.
La “prueba” del delito era la siguiente: en una papelera se había encontrado un borrador donde se especificaban las características técnicas de un cañón francés. El escrito lo había encontrado la señora de la limpieza en la papelera del despacho del agregado militar de la embajada alemana, la señora era en realidad una espía del gobierno francés. Las sospechas recayeron sobre Dreyfus porque la letra era muy parecida y además porque el oficial viajaba con cierta frecuencia a Alsacia, de donde era natural (Alsacia estaba en poder alemán)
De nada le sirvió al acusado declararse inocente. Al final se le condenó a cadena perpetua en la isla del Diablo (Guayana francesa). Más tarde se descubrió que nuestro acusado no era el informador de los alemanes. La prensa -Le Figaro- se movilizó y organizó acciones y declaraciones de protesta. Son famosas las palabras del escritor Emile Zola cuando decía:
“Yo Acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante -quiero suponer inconsciente- del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables.
Yo Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo.
Yo Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido.
(...)
Yo Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.
Yo Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de ceguera de los ojos y del juicio.
Yo acuso
Yo acuso
Etc, etc.”
Gracias a la perseverancia de buena parte de la intelectualidad francesa se revisó el caso, se encontró al verdadero culpable y Dreyfus quedó absuelto y libre de sospecha.