lunes, 4 de mayo de 2020

El trabajo es un castigo de los dioses



El lunes —maldito día— me viene el jefe echándome en cara que me dedico a hacer fotocopias de mis cosas, de fotos de tías en pelotas y eso, y pasárselas a los colegas. Y va y me castiga a quedarme en la oficina por la noche a hacer guardia, junto a una columna horrible, imitación del orden jónico griego, que está en medio de la sala de ordenadores. Y me quedo mirando sus volutas, que tienen un poder hipnótico sobre mí, y comienzo a dar cabezadas y tengo una pesadilla: un águila me devora las entrañas. El dolor es insoportable. Luego, cuando amanece, mi torturadora se esfuma y los dolores cesan. Ya no hay sangre, la piel ha vuelto a crecer. Todo en su sitio. Me tomo un café de máquina, inmundo pero calentito, y vuelta al tajo.

Martes. Ni te cases ni te embarques. El encargado del almacén viene a buscarme. Me dice que, de parte del jefe, debo llevar las carpetas de archivos del departamento a la tercera planta, por las escaleras, porque el ascensor está roto. Después de cagarme en el padre de mi jefe —en voz baja, eso sí—, comienzo la tarea. Subo, bajo, vuelvo con la carga, regreso, jadeo, un viaje, otro viaje, más jadeos... La lengua fuera. Manchas de sudor en la camisa. Ya no tengo resuello. Yo no hago más que subir las carpetas esas, pero no sé quién es el cabronazo que las vuelve a bajar. Y yo venga a subirlas. Y alguien a bajarlas. Y así todo el maldito día... Alguien me la tiene jurada.

Miércoles. Pedrito, el diseñador, y un servidor comentamos las curvas maravillosas y los volúmenes de las chicas de la revista que ha traído Luis, el conserje, y que le hemos pedido prestada para admirar a sus protagonistas y, de paso, aprovechar para hacer unas fotocopias a color de lo que hemos considerado más interesante. Lo malo de todo es que el jefe nos ha vuelto a pillar, y aunque le hemos dicho que lo que de verdad nos interesa de la revista son sus magníficos artículos de opinión, nos ha lanzado un rayo con su mirada aviesa, ha dicho que nos descontará del sueldo el tiempo perdido, el gasto de papel y el uso de la fotocopiadora. Se ha ido cabreado diciendo que somos unos pervertidos y que la oficina cada vez se parece más a Sodoma y Gomera. Textualmente, eso dijo. Solo le faltó echarnos una lluvia de fuego. Y además se llevó la revista.

El jueves, diluvio. Toda la noche lloviendo. Amanece y sigue la lluvia. Me pongo la gabardina para salir a la calle. Cojo el paraguas. Me empapo los pies y el bajo de los pantalones. Los calcetines están mojados. Tengo agua hasta en los bolsillos. Consigo llegar al metro que me conducirá al trabajo. Llego. Dejo la gabardina en el perchero y el paraguas en el paragüero. Me siento en mi mesa de trabajo. Sin que nadie se percate, me quito los zapatos y los calcetines los pongo a secar en el radiador. Maripuri, la secretaria de dirección pasa por mi lado y dice que huele a perro mojado. Yo me hago el sordo y pongo cara de bobo.

Viernes: doce cosas. No una ni dos, sino nada menos que doce trabajos me encarga el jefe de personal. Y yo con dos manos tan solo. Pero pude con todo: limpiar el aseo de caballeros, que daba asco verlo, pues se nos puso mala Lola, la que limpia la oficina; capturar la piraña del acuario que está en la entrada de la oficina —y asusta a los clientes— y tirarla por el retrete; robarle la manzana del desayuno a Lucas, pues le apetecía mucho al jefe de personal; etc. Lo que más trabajo y disgustos me dio fue ir a casa de este y sacar de paseo a su pitbull. Cuando fui a ponerle la correa, me pegó un mordisco en la mano y otro en la pierna. Me desgarró el pantalón. Casi me mata. Menos mal que llevaba yo en el bolsillo un hueso de esos del supermercado y el bicho se entretuvo con él todo el rato y a mí me dejó en paz.

Sábado. Un día extra que regalamos a la empresa por la cara. Hay que hacer evaluación semanal. Luego, un simulacro de incendio. Muy divertido todo. Al mediodía, compadecidos y magnánimos los del consejo de dirección, nos dejan irnos a casa para conciliar la vida laboral con la familiar. Cuando llego, mi mujer se ha ido con los niños a pasar el finde con su madre. Me deja una nota. Nada amable, por cierto. Me pone a bajar de un burro. Me llama calzonazos y cobarde por no enfrentarme al jefe. Por si fuera poco se ha roto el frigorífico. He de comprar otro urgentemente. Bajo. Cojo el coche. Me voy al "Carreful" y lo encargo. No lo traen hasta el martes. Vuelta al coche. Atasco por accidente. Un vehículo ha volcado en medio de la autovía. Unos gamberros han aprovechado para hacer allí una barricada. Dicen no sé qué de irse de las casas de sus padres porque corean la palabra independencia. Vuelcan otros coches de los conductores que se les ponen gallitos y los queman ( a los coches, no a los conductores). ¡Esto parece el infierno!

El domingo es el día del jefe. No se trabaja. Me quedo en casita todo el día y aprovecho para no ir a la iglesia, ni a la sinagoga, ni a la mezquita, ni al salón evangelista, ni al templo de Debot, ni paso por la agencia de viajes donde tienen una foto del Partenón y otra del templo de Poseidón. Me cago en Zeus y en todos los del Olimpo. No quiero saber nada de dioses, ni de dogmas de fe, ni de nada parecido. Así que me tumbo en el sofá todo el día, en pijama. Me cojo un libro gordo sobre la historia del ateísmo, me abro una lata de cerveza —caliente, eso sí— y me dispongo a disfrutar de mi día libre. Luego, ya por la tarde, me acuerdo, amargado, que al día siguiente es lunes y que toca otra vez empezar, como Sísifo, como Prometeo, como Hércules... o como Noé el día del diluvio.

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Texto publicado originariamente en La Charca Literaria.
En el enlace puedes acceder a todos mis textos publicados allí:
https://lacharcaliteraria.com/author/cayetano/

34 comentarios:

  1. Así no se levanta el país!! Que cruz lleva este hombre con el trabajo. Diríase que es el mismísimo Atlante cargando con el mundo a sus hombros xD
    Un saludo, Cayetano

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    1. Pues sí: una cadena, ya lo decía el Raphael.
      Un saludo, Félix.

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  2. ....................suerte tu, que tienes trabajo.

    Salut

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    1. Sí. Jejeje. El personaje este es un quejica.
      Un saludo, Miquel.

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  3. Y uniendo las trazas que deja tu escrito, tan sólo dos apuntes: eres pre-Estatuto de los Trabajadores y tienes una fijación griega como una Ω.

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    1. Seguro que va a ser eso. Las dos cosas. Me alegro que ya andes por estos andurriales.
      Un abrazo, Paco.

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  4. Ya lo cantaba Luis Aguilé: Es una lata el trabajar, todos los días te tenes que levantar, aparte de eso, todo va bién, la vida pasa felizmente si hay amor.

    https://www.youtube.com/watch?v=JGMQzofbMGc

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    1. Sí, señor. Y el Raphael también decía algo de una cadena.
      Un saludo, Francesc.

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  5. Mi papá dice que el trabajo es tan malo, que pagan por hacerlo... y razón tiene

    Saludos Cayetano. Cuídate

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    1. Tu papá es un sabio, de esos que ya van quedando pocos. Jejeje.
      Un saludo, Manuel. Cuídate tú también.

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  6. Ateo de dioses y de jefes, ¡qué se han creído estos!
    Los dioses son inclementes, se dedican a castigar y a ponernos las cosas difíciles, se parecen a tu jefe, ese que también se debe creer que es un dios.
    Menuda semanita, amigo mío, es toda una experiencia colmada de felicidad.
    Abrazos
    Francesc Cornadó

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    1. Estos sabios y dioses de la antigüedad tenían cada cosa que...
      Un abrazo, Francesc. Cuídate.

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  7. Casi me deprimo con la vida de este personaje. Y lo malo es que hay muchas vidas así... y aún peores. El trabajo es una maldición, está claro. Lo que mas me choca es la contaminación de ideología calvinista que nos invade que santifica al trabajo y a sus fanáticos incansables. Otro camelo para que la gente trague carros y carretas sin rechistar.

    Un saludo, Cayetano, disfruta (sin trabajar) de tu merecida jubilación

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    1. Sí, el pobre está apañado. Parece que todos los dioses se han confabulado en su contra.
      Nada como la holganza. Ahora hago lo que quiero con mi tiempo.
      Un saludo, Carlos.

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  8. ¿Juega el Euromillón? Debería.
    SAludos.

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    1. Oye, pues no es mala idea. Otro vicio más. Jejeje.
      Un saludo, Manuela.

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  9. Pobre diablo! 😱 Ciertamente tener jefes inapropiados es una verdadera cruz. La solución: no tenerlos, lo cual me recuerda eso de “dios los cría y ellos se juntan”. Ay!, mejor que siga sin pensar..

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    1. Los jefes eran malos; pero él tampoco era un dechado de virtudes.
      Un saludo, Emejota.

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  10. Y luego dicen que las historietas mitológicas y bíblicas no tienen eco en nuestro día a día de la era postmoderna...
    Un saludo

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    1. Siempre será un tema recurrente. Da para mucho.
      Un abrazo, Carmen.

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  11. Tu forma de contar el sueño me ha llevado al cuadro de Prometeo y el águila, pero no al de Rubens, tan tiquismiquis, sino al de Salvator Rosa, gore donde los haya. Creo que tu subconsciente, en vez de a ti, a quien había situado con el águila goloso era a tu jefe. Que se bien se lo merecía, sobre todo por llevarse la revista.

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    1. Es que valen una pasta esas revistas. Jejeje. Sí, muy gore el Prometeo de Salvator Rosa, en la línea del género "casquería".
      Un saludo, Ana.

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  12. Anda que si el empleado es de cuidado, no queda atrás el jefe. Mira que decir el miércoles, textualmente, lo que dijo. ¿Será envidia por estar en fase 1 ya, allí?
    Saludos.

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    1. Debe ser por eso. O en fase 1 o encuentros en la tercera fase, con Sodoma y Gomera.
      Un saludo, DLT.

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  13. Con esa actividad frenética lo sorprendente es que haya sobrevivido el protagonista. Si se hubiera quedado en casa...(lema que acaba hastiando estos días) Parecerá exagerado lo que cuenta el relato con tanto humor, pero algunas situaciones se asemejan mucho a ciertas situaciones que he vivido laboralmente. Y es que si sigue en vigor lo de que la realidad se impone a la fantasía te puedo asegurar que si contara cosas tal como fueron al pie de la letra parecerían surrealistas. Y lo bueno es que uno se ha reído mucho en la vida laboral real, y también se han conocido tragedias. Unas por otras. Me ha agradado mucho el relato, Cayetano.

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    1. Ciertamente, a veces la realidad supera la ficción. El surrealismo y el esperpento nacional que no falten.
      Gracias, Fackel.
      Un saludo.

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  14. Alguien dijo: Trabajar es salud. Y alguien contestó: ¡Pues viva la tuberculosis!

    Por eso el protagonista huye del castigo de los dioses.Pobre protagonista, ni en casa respira.

    Salud, Cayetano.

    Anna Babra

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    1. Se han confabulado contra él todo lo humano y lo divino.
      Un saludo, Anna. Cuídate.

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  15. Con tanto trabajo, el único que podría llevarlos a cabo sería Hércules, aunque el trasfondo de lo que escribes tiene su miga, porque en realidad solo se vive para trabajar, el fin de semana ir al Centro Comercial y vuelta al tajo. Está claro es trabajo no es salud. Un saludo.

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    1. Ya lo decía Luis Aguilé, el trabajo es una lata, como apuntaba Francesc.
      Menos mal que ya me libré de ese yugo.
      Un saludo, Valverde de Lucerna.

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  16. El trabajo dignifica, dicen, pero nunca aclaran a quién.

    Saludos,

    J.

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    1. Sí, eso dicen. Para mí que todo es un cuento judeocristiano, sobre todo acorde con la ética protestante.
      Un saludo, J.

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  17. Con tu entrada que es muy divertida ¡No para el protagonista! porque vaya semanita la de este señor, me has recordado que en un tiempo tenía yo puesto en el móvil de sonido de llamada "La canción del trabajo de Raphael".

    Un abrazo

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    1. El trabajo mata. Y su falta también. Es una condena, como diría Raphael.
      Un abrazo, Conchi.

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